Xarxa Feminista PV

Feminismo: acordes y desacuerdos

Lunes 6 de marzo de 2023

Lo más enriquecedor del feminismo es que no es un pensamiento único que pretende reglarlo todo y normativizar cada aspecto de la vida y el deseo de las mujeres. No tiene una ortodoxia, se ha ido construyendo a través de la conversación entre mujeres que discrepan y con las distintas experiencias de cada una

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Una mujer le pinta la cara a otra en la manifestación en Madrid del 8 de marzo de 2022. Susana Vera

Raquel Marcos Oliva 5 de marzo de 2023 elDiario.es

Llega el 8M y la jornada está marcada por dos polémicas que afectan al corazón del feminismo actual, cuyos protagonistas son el consentimiento, concepto que tiene dimensiones muy ricas y ajenas a su articulación legal, y la inclusión de las mujeres trans como sujetos de la lucha feminista. La disputa entre PSOE y Podemos por liderar el movimiento en España explica parte de la violencia de los debates en torno a la leyes del sí es sí y trans, violencia avivada por las rebajas de condena a agresores sexuales y las normas de autodeterminación de género que afectan a los menores. La mala gestión de los efectos indeseados de la norma que entroniza el consentimiento por parte de Podemos y la resistencia a perder la hegemonía en la cuestión feminista por parte del PSOE, único partido que durante décadas ha aprobado leyes que consagran los derechos de las mujeres, trasladan la sensación de que el feminismo está más dividido que nunca. Las feministas no somos capaces de ponernos de acuerdo en nada, ni en lo simbólico de marchar unidas el 8 de marzo.

No es así. Los debates que aborda el feminismo hoy ni son nuevos ni tienen que ver únicamente con una confrontación entre partidos. Lo demuestra que las ideas que nos sustentan se han construido con las aportaciones de feministas tan antagónicas como Catharine MacKinnon, Judith Butler, Silvia Federici, Martha Nussbaum, Gudrun Schyman o Rita Segato. Las diferencias sobre la prostitución, la pornografía o la inclusión de las mujeres trans reflejan la vieja pugna del movimiento entre las posturas más identitarias, que hoy defienden muchas mujeres socialistas, y las más inclusivas y con lazos con los movimientos LGTBI, que están en el origen de las leyes del Ministerio de Igualdad. Esos debates pueden permanecer abiertos siempre que se dé voz a todas las mujeres afectadas por ellos y nadie pretenda imponer la idea de la mujer única y la feminista correcta. Hay mujeres que defienden que cada lucha social tiene un sujeto al que la lucha le pertenece, y que nadie más puede apropiársela, y otras que creen que el feminismo permite tejer alianzas fuertes con otros colectivos sin por eso invisibilizar a las mujeres.

Es un ejemplo, porque hay muchos más. El papel que deben jugar los hombres, con feministas como bell hooks que abogan por incluirlos y defienden que el feminismo también lucha contra las opresiones que ellos sufren; las discrepancias sobre cómo tener debates teóricos complejos sin alejar a una buena parte de mujeres que no se sienten representadas por conceptos que consideran abstractos y poco prácticos; las dificultades para construir un feminismo que no nos santifique ni nos considere exclusivamente víctimas del patriarcado, o la necesidad de dar voz y compartir causas con las feministas de América Latina, de Irán, de Afganistán, de India, de Nigeria o de Marruecos son algunos de los retos que tenemos por delante.

Lo más enriquecedor del feminismo es que no es un pensamiento único que pretende reglarlo todo y normativizar cada aspecto de la vida y el deseo de las mujeres. No tiene una ortodoxia, se ha ido construyendo a través de la conversación entre mujeres que discrepan y con las distintas experiencias de cada una. Eso ha permitido afrontar las luchas externas, contra los que pretenden perpetuar el machismo por interés o por miedo, y los debates internos entre compañeras, porque poseemos la capacidad de reconocer como feministas a mujeres con las que tenemos diferencias a veces radicales.

El objetivo del feminismo es construir un nuevo mundo. Es un movimiento tan poderoso e integrador que ya ha contribuido a cambiarlo e impregna aspectos de la vida y la política que no son exclusivamente “cosas de mujeres”: la organización del trabajo, la conciliación, la lucha contra la desigualdad, la economía, la natalidad, el diseño de las ciudades, la salud, la educación. No existe un feminismo de chicas y una gran política, masculina, que se ocupa de los temas importantes. El feminismo parte del cuerpo de cada mujer, históricamente usado y abusado, y las experiencias y violencias en torno al sexo, el parto, la crianza, la imposición de la belleza y la obligación de los cuidados y se dirige a cambiar un sistema que ha permitido y favorecido esos abusos. El próximo 8 de marzo es una buena oportunidad para demostrar que, con todas nuestras diferencias, las feministas tenemos un proyecto común en el que cabemos todas. Que juntas podemos conseguir, como dice la filósofa Clara Serra, que el feminismo sea el primer verdadero humanismo de la historia.

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