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Exposición: ‘Musas insumisas, Delphine Seyrig y los colectivos de vídeo feminista en Francia en los 70 y 80’.

Sábado 28 de septiembre de 2019

‘Musas insumisas, Delphine Seyrig y los colectivos de vídeo feminista en Francia en los 70 y 80’. En el Museo Reina Sofía hasta el 23 de marzo.

Mujeres e Insumisas: ‘Calladitas estáis más guapas’

por Julia Luzán 28-09-2019 El Asombrario

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Foto fija de Jeanne Dielman, ’23, quai du commerce 1080 Bruxelles’, de Chantal Akerman. I975. La Cinémathéque Française.

‘Musas insumisas, Delphine Seyrig y los colectivos de vídeo feminista en Francia en los 70 y 80’, la exposición con la que el Reina Sofía inaugura el curso, es un magnífico recorrido con la actriz francesa como punto de partida para una reflexión crítica sobre la construcción de la feminidad y de la emancipación de las mujeres a través del medio audiovisual. Con su vídeo ‘Calladita estás más guapa’ inventó el ‘Me Too’ hace 40 años. Un recorrido, abierto hasta marzo, sobre el pasado tan presente y sobre cómo practicar la insumisión y el activismo feministas ahora y en el futuro.

No se nace mujer, se llega a serlo, decía Simone de Beauvoir y así, a fuerza de empeño, fue cómo se convirtió en feminista la actriz francesa Delphine Seyrig (1932-1990). Su nombre está asociado al cine de autor de la década de los 60, aunque fue el papel de la misteriosa mujer sin nombre que interpretó en El año pasado en Marienbad (1961), de Alain Resnais, la clave de su carrera. También su maldición; le encasillaron definitivamente en papeles de burguesas que seducen a los hombres. Hasta las iniciales de su nombre, D. S., el público las convirtió en sinónimo de diosa. “No soy una aparición, soy una mujer”, decía su personaje en la película de Truffaut Besos robados (1968), intentando conjurar aquel mantra.

Trabajó con los mejores directores –Buñuel, Losey, Truffaut, Klein– y su despertar a la conciencia feminista lo realizó de la mano de Marguerite Duras, Chantal Akerman, Ulrike Ottinger o Agnès Varda. En las décadas de 1970 y 1980, colaborar con mujeres directoras supuso la oportunidad de escapar del aura de misterio y enfangarse en la realidad involucrándose de paso en la lucha feminista.

Después de Mayo del 68, Seyrig se implicó cada vez más en el activismo político y se convirtió en una defensora de los derechos de las mujeres. Su deseo de conciliar profesión y feminismo eclosionó en el rodaje de Casa de muñecas (1973), la adaptación cinematográfica de Ibsen. Ella y Jane Fonda plantaron cara a Joseph Losey para preservar el espíritu original de la obra ante una versión del director que consideraban misógina. A partir de entonces, a Seyrig se le cerraron muchas puertas del cine. Cuentan que hasta Yves Montand se negó a trabajar con ella.

A lo largo de su carrera, Seyrig desmontó su imagen de diva hurgando en las tripas de la industria del cine a través de la voz de las actrices. Con su vídeo Calladita estás más guapa (1976), en el que 24 actrices, entre ellas Jane Fonda, Marie Dubois, Juliet Berto, Anne Wiazemsky, Viva Lors y Ellen Burstyn se sinceran y cuentan su experiencia en el trabajo –Maria Schneider, por ejemplo, se queja: “sólo me dan papeles de esquizofrénica, de loca, de lesbiana”– inventó el Me Too cuarenta años antes de que en Hollywood salieran a la luz las agresiones y el acoso sexual de Weinstein a las actrices.

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Delphine Seyring en ‘El año pasado en Marienbad´(1961), película de Alan Resnais con guion de Alain Robbe-Grillet.
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Vista de sala de la exposición Musas insumisas. Delphine Seyrig y los colectivos de video feminista en Francia en los 70 y 80. Foto: Joaquín Cortés / Román Lorés.

Las comisarias de la exposición, la escritora Nataša Petrešin-Bachelez y la historiadora del arte Giovanna Zapperi, hacen hincapié en que la muestra “no es una monográfica sobre la carrera de Delphine Seyrig sino sobre el feminismo, para reconectar el pasado con el movimiento actual”. Un recorrido sobre cómo practicar la insumisión, el activismo político, para impulsar la lucha por el aborto, reivindicar la aparición de los colectivos de gays y lesbianas y dar voto a las prostitutas. Las imágenes de los vídeos de la exposición recogen lemas en pancartas que hoy salen a la calle –¡todavía!– en cada manifestación del 8 de marzo: “Tendremos los hijos que queramos”, “Una mujer sin hombre es como un pez sin bicicleta”, “Vivir es mejor cuando se es deseado” –en referencia al aborto- o “Seamos conscientes de nuestra fuerza, mujeres”.

La actriz nació en Beirut en una familia típicamente intelectual francesa. Su madre, una estudiosa de la filosofía de Rousseau; su padre, un reconocido arqueólogo, director general de Antigüedades en Siria y en Líbano, que llegó a ser director de los Museos de Francia. Las amistades de los padres que frecuentaban la casa iban desde el pintor Fernand Léger a André Breton o Lévi-Strauss. Seyrig estuvo casada con el pintor estadounidense Jack Youngerman, con el que tuvo un hijo.

El hallazgo de la primera cámara de vídeo ligera, una Sony Portapak -Godard fue el primero en tener una-, resultó clave para que ella, Carole Roussopoulos y Iona Wieder salieran en 1974 a la calle a rodar las manifestaciones feministas y a cuestionar en vídeos el papel de las mujeres dentro de los partidos y los sindicatos. Formaron el colectivo las Musas Insumisas. Exigían la autonomía sexual, el aborto legal, la igualdad de salario –sí, estamos hablando de los 70, les suena actual, ¿verdad?–. Lo personal era político. Seyrig, el rostro, la fuerza. Se partía el pecho por mostrar las contradicciones de la sociedad y las mujeres.

El semanario Le Nouvel Observateur publicó en 1971 la lista de las 343 francesas que firmaron el Manifiesto Yo he abortado; las 343 “guarras”, les llamaron, y Seyrig plantó cara a todos los hombres en los programas de televisión a los que acudía para defender la causa de la despenalización del aborto.

Delphine Seyrig y las Musas Insumisas apoyaron todas las luchas feministas globales de la época. Rodaron vídeos de la situación de las mujeres en Palestina; apoyaron los movimientos de liberación gay y lesbiana; mantuvieron conversaciones con Angela Davis y las Panteras Negras; con las mujeres brasileñas torturadas; con el movimiento de la antipsiquiatría. El feminismo era para Seyrig “un afán trasnacional”. En uno de los vídeos que rodaron en 1976, Maso y Miso (abreviaturas de masoquista y misógino), se burlaban de la actitud de Françoise Giraud, entonces secretaria de Estado del Gobierno francés para la “condición femenina”, en un programa de televisión en el que se puso a hacer bromas sexistas con los hombres participantes.

Ese mismo año, Seyrig y Roussopoulos dirigieron otro polémico vídeo, SCUM, Manifiesto para el exterminio de los hombres, una relectura de la proclama con la que Valerie Solanas, escritora y feminista estadounidense famosa por haber disparado en 1968 contra Andy Warhol, conmocionó a la sociedad americana.

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Carole Roussopoulos grabando a Barbara durante el rodaje de ‘Las prostitutas de Lyon hablan’, 1975. Alexandra y Géronimo Roussopoulos.

¿En el fondo en qué consiste su feminismo?, le preguntaron en una entrevista a Seyrig. A lo que ella respondió: “En mi comunicación con otras mujeres, eso es lo primero. Escuchar a otras mujeres, hablar con ellas… No podría vivir sin eso”. A la filósofa Françoise Collin le contaba en 1983 cómo el vídeo “supuso la posibilidad de hacer cine sin tener que pedir nada a nadie; fue una revelación, un placer enorme, una revancha incomparable contra el hecho de que me convocaran a las 6 de la mañana para peinarme, maquillarme y rodar, de que estuviera así o asá”.

En la década de los 80, Seyrig emprendió uno de sus proyectos más personales, quería rodar una película sobre las cartas supuestamente escritas por la exploradora Calamity Jane a su hija. No pudo llevarlo a cabo por falta de financiación y quedó en el limbo. Otra de sus ideas, la creación de un Centro audiovisual en París para archivar, difundir y preservar la obra del movimiento de Liberación de las Mujeres, sí llegó a puerto. Quería conservar los documentos, los vídeos de la lucha de las mujeres, casi siempre anónimas, desde las primeras sufragistas. “Es importante”, decía, “que se sepa que eso forma parte de nuestro pasado. Muchas mujeres ignoran que tienen una historia”.

Seyrig, Roussopoulos y Wieder pidieron a la escritora Simone de Beauvoir permiso para dar su nombre a este Centro, cosa que obtuvieron. Recogieron todo el material disperso y restauraron cintas deterioradas. En 1985, el Centro audiovisual Simone de Beauvoir encargó el vídeo sobre la Conferencia de Mujeres en Nairobi, un material en el que se recogen los discursos sobre la mutilación genital femenina, la igualdad salarial y las alianzas de los colectivos LGTBI. El centro permaneció cerrado entre 1993 y ha cobrado fuerza tras su reapertura en 2004.

La exposición recién abierta en el Reina Sofía reúne unas 230 obras, vídeos, fotografías e instalaciones. Es una muestra para verla con calma, visionar las vídeos lleva tiempo y es exhaustiva acerca de lo que el Movimiento Feminista logró en Francia. El material que Seyrig recopiló para Calamity Jane se materializó en la película de Babette Mangolte que se estrena mundialmente en esta exposición.

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