Xarxa Feminista PV

¿Es posible un mundo sin policía?

Lunes 22 de marzo de 2021

Pastora Filigrana 10/03/2021 Pikara

Lo que estamos queriendo averiguar es si es posible un modelo de resolución de los conflictos entre personas que no necesite que un tercero use la violencia física para solucionarlo.

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Ilustración de Nayara Sánchez Sánchez para la revista ‘Pretendemos gitanizar el mundo’.

Este artículo pertenece a la revista Pretendemos gitanizar el mundo, del colectivo Gitanizar el mundo

Cuando lanzamos esta pregunta, lo que estamos queriendo averiguar es si es posible un modelo de resolución de los conflictos entre personas que no necesite que un tercero use la violencia física para solucionarlo. La pregunta podría ir a más y preguntarnos si sería posible también idear formas de resolución de conflictos en las que no necesitáramos que un tercero juzgara e impusiera una pena, o sea un sufrimiento, para solucionar los problemas que se dan entre las personas. No obstante, en este artículo seremos menos ambiciosas e intentaremos responder a la primera de las preguntas: ¿Es posible un mundo sin policía ?

La policía es la única institución que está autorizada a usar la violencia física en nuestra sociedad.

Los suplicios y castigos físicos amparados por la ley desaparecieron definitivamente al inicio de la democracia. Hasta entonces, aún se podía matar legalmente. En la actualidad cualquier agresión física de una persona a otra está prohibida si no es en defensa propia, excepto para los policías. La policía puede agredir a personas, e incluso matar, legalmente. Lo puede hacer únicamente para detener a una persona y conducirla ante un juzgado, pero lo puede hacer. El Estado tiene el monopolio de la violencia, es el único que puede usarla legalmente y lo hace a través de la policía.

La definición en sí es escalofriante y merecería por sí misma un esfuerzo de todas las personas vivas en buscar alguna alternativa a este modelo. Pero la cuestión aún se agrava más cuando la violencia de la policía no es «igual para todas las personas», sino que se usa de manera más recurrente e intensa con determinados grupos. Sin que exista ninguna proporcionalidad entre la gravedad de sus conductas y el exceso de violencia. Existe una posibilidad mucho mayor de que te identifiquen y detengan si eres pobre, migrante o gitano/a que si no lo eres. El 85 por ciento de las personas presas en el Estado español son pobres, y en un enorme porcentaje migrantes y gitanas y sus delitos suelen ser de los menos graves. ¿Por qué esto es así? Absolutamente todo el mundo está de acuerdo en que la existencia de la policía tiene como finalidad mantener el orden vigente y protegerlo. En lo que diferimos es en si este orden es justo o no y si debe, por tanto, mantenerse o si merece ser subvertido.

Este «orden vigente» es un sistema civilizatorio capitalista-racista-patriarcal. Esta recurrente definición puede resumirse en que el reparto de los bienes producidos por la naturaleza y el trabajo humano está injustamente repartido dando lugar a un grupo minoritario de personas que tiene acceso a ingentes cantidades de bienes muy superiores a sus necesidades vitales y otro grupo mayoritario de personas que no accede a los bienes suficientes para poder vivir. El primer grupo lo integran en su inmensa mayoría personas blancas que viven en lo que llamamos Occidente y el segundo grupo lo conforman mujeres y hombres racializados. La policía no es imparcial, defiende un orden que beneficia a un grupo y oprime al otro.

Precisamente porque el objetivo fundamental de la policía es defender un sistema injusto, es imposible que la policía proteja y sirva a todas las personas por igual.

Desde su creación hasta el presente, la policía ha protegido y servido a los intereses económicos de la minoría rica y blanca. En Inglaterra, la primera policía fue fundada por comerciantes ricos para combatir el robo en los puertos comerciales de Londres. En Estados Unidos, se formó a mediados del siglo XIX en las ciudades del noreste para controlar los disturbios de las personas migrantes pobres, mientras que en el sur se centró en el control de esclavos/as y en evitar las fugas e insurrecciones. En España, a mediados del siglo XIX, se creó la Guardia Civil para perseguir los levantamientos de los jornaleros frente a sus duras condiciones de vida y perseguir el bandolerismo. Hasta 1978 el Reglamento para el Servicio del Cuerpo de la Guardia Civil tenía entre sus competencias la especial vigilancia a los gitanos.

En la actualidad la vigilancia y persecución policial sigue siendo sesgada y mira con especial atención hacia quienes se consideran enemigos del orden vigente: pobres, no-blancos y disidentes políticos.

Imaginar una alternativa al modelo policial sin pensar en un cambio de modelo económico más igualitario en cuanto al reparto de las riquezas y el trabajo a escala mundial es difícil. Sin embargo, caminar hacia un modelo más humano de resolución de los conflictos es deseable y quizás una cosa nos lleve a la otra.

Prescindir de la policía conllevaría que la sociedad civil asumiera mayores responsabilidades en la resolución de conflictos entre las personas. Una institución comunitaria que se encaminara a que la persona que agravie a otra se hiciera responsable de sus actos, llegara a empatizar con la agraviada y no volviera a cometer el mismo acto. Esto es, un sistema basado en una justicia restaurativa y no vengativa. La abolición de la policía debería de ir enmarcada en un cambio de modelo como este.

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Portada de la revista ‘Pretendemos gitanizar el mundo’, donde ha sido publicado este artículo.

Consigue aquí la revista ‘Pretendemos gitanizar el mundo’.

Quizás suene utópico, pero si existe la idea y alguien puede escribirla, como acabo de hacer yo, y otra persona puede leerla, como está haciendo usted, es que es posible materializarla y caminar hacia ella. No hay leyes físicas que lo impidan, es cuestión de ponernos de acuerdo.

De hecho, existen comunidades que habitan en los márgenes cuyo modelo se asemeja más a esta autogestión de los conflictos que evita la existencia de un tercero como la policía que utiliza la violencia física para restaurar la paz. Podría poner aquí el ejemplo de las comunidades kurdas en Rojava , pero utilizaré un ejemplo más cercano, el del Pueblo Gitano.

La autonomía que han tenido los grupos gitanos en la resolución de sus conflictos sin necesidad de autoridad externa al grupo ha sido perseguida y criminalizada por el poder. La autogestión gitana de los conflictos ha estado asociada en el discurso antigitano-hegemónico a la venganza y a la violencia. Sin embargo, hasta la actualidad ha perdurado un sistema propio de mediación en conflictos intraétnicos. El motivo principal de la necesidad de esta autogestión del conflicto ha sido porque verdaderamente los gitanos y gitanas no han gozado ni gozan de la misma protección por parte de la justicia oficial que los payos.

El pilar fundamental de esta autogestión es la mediación para evitar disputas o llegar a acuerdos que los apacigüen cuando ya han acontecido. La mediación la realizan personas que gozan de prestigio en el grupo y son reconocidas de mutuo acuerdo entre las dos partes en conflicto. Son los Tíos y las Tías, personas que, por su edad avanzada, su comportamiento y sus valores, gozan del respeto de la comunidad incluyendo, por supuesto a los y las más jóvenes. Intervienen de forma cotidiana en la resolución de conflictos menores, malentendidos, rivalidades o reproches.

Dependiendo de la gravedad, en esta mediación participan dos o más personas. Valoran los hechos ocurridos y proponen una solución dialogada que, en ocasiones, dependiendo de la gravedad, puede conllevar un castigo para una de las partes o, incluso, para ambas. El objetivo siempre es alcanzar acuerdos entre las partes en conflicto para evitar —de hecho, en muchas partes de España, se les denomina evitadores— que la violencia pueda ir a más y, por tanto, en caso de haber resuelto aplicar un castigo, ambas partes tienen que estar conformes. Los acuerdos son de obligado cumplimiento entre las partes. Un incumplimiento de lo acordado supondría romper la palabra dada a la persona de respeto que ha mediado e indirectamente con toda la comunidad que la reverencia y valora. El miedo al ostracismo social que conllevaría un incumplimiento y, por tanto, la pérdida del apoyo del grupo es el motor que mueve a los gitanos y gitanas a cumplir los acuerdos y evitar los conflictos. Esta es la mediación gitana que requiere del compromiso de toda la comunidad y no necesita de procedimientos, lenguajes oficiales ni terceros ilustrados, es una cultura de vida.

Las formas de resolución de conflictos gitanas aún están lejos del modelo de justicia al que aspiramos quienes abogamos por un profundo cambio social, pero es toda una enciclopedia de saberes comunitarios para minimizar la violencia en los conflictos entre personas.

Una sociedad donde pudiéramos prescindir de la licencia de la policía para usar la violencia como forma de solucionar conflictos debería basarse en la responsabilidad comunitaria. Aún no sabemos cómo diseñarla, pero, fuera como fuese, tendría que ser más gitana.

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