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Entrevista a la escritora Bernardine Evaristo: "No hay una sola persona racializada en un entorno blanco que no haya sufrido racismo"

Domingo 27 de febrero de 2022

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Retrato de Bernardine Evaristo. — Jennie Scott

madrid 27/02/2022 Maite Torrente Público

Fue la primera mujer negra en ganar el premio Booker de literatura en 2019, ahora Bernardine presenta ‘Raíces rubias’, un libro sobre la esclavitud mientras abandera la lucha por la inclusión

Imagina por un momento un mundo en el que los blancos sean los esclavos y los negros los señores… Este es el planteamiento que hace Bernardine Evaristo en esta inteligente sátira sobre la esclavitud que invita al lector a ponerse en los zapatos del otro y sacar sus propias conculsiones sobre la trata de africanos y el racismo endémico que hoy sigue imperando en buena parte de la sociedad. Ella misma lo ha sufrido en carnes propias, quizá por eso su lucha constante por la inclusión de la comunidad negra en las artes, evitando la invisibilización que han sufrido desde tiempos inmemoriales, está muy presente en su bibliografía.

En 2019, se convertía en la primera mujer negra en ganar el premio literario internacional Booker con su novela Niña, mujer, otras. Además, conseguía algo inédito en la historia del galardón: que el jurado concediera dos reconocimientos a la vez, a ella y a Margaret Atwood por Los testamentos, la secuela de El cuento de la criada. Fueron incapaces de decirse por uno u otro… Entre los muchos proyectos que Evaristo ha llevado a cabo para promover la visiblidad de los y las artistas negras está la fundación en 1982 de la primera compañía de teatro de mujeres negras de Gran Bretaña, el Theater of Black Women; en 2007 puso en marcha un programa de mentorías para poetas de color, y en 2012 creó, junto con la Universidad de Brunel, el Premio Internacional de Brunel de Poesía Africana. Ahora acaba de publicar Raíces Rubias y Público ha hablado con ella.

’Raíces rubias’ es una vuelta de tuerca a la historia de la esclavitud, ¿qué mensaje desea transmitir?

No creo que haya un mensaje particular, no escribo nunca con esa idea, porque cuando se hace el libro acaba estando al servicio de ese mensaje. Lo que yo quiero es que el lector se aproxime a la historia con sus ideas y saque sus propias conclusiones. Con Raíces Rubias lo que quise es poner el foco en el mercado de esclavos de una manera que no se hubiera hecho antes. Al final, al leer estas historias convencionales, que son tan dolorosas, uno ya sabe más o menos lo que se va encontrar. Por eso quise poner del revés todas estas ideas preconcebidas.

Invertir los papeles parece una buena manera de generar empatía en el lector…

No me plantee la empatía como el motor de esta novela, aunque la ficción es un motor ideal para fomentarla. La protagonista de mi libro es blanca y curiosamente he comprobado que para un gran número de lectores este hecho fue lo que consiguió que conectaran más con la historia de la esclavitud. Algunos me lo han reconocido, incluso con vergüenza, por el hecho de haberse dado cuenta de que hasta que no vieron a una mujer blanca en esa situación no consiguieron conectar del todo con la vivencia.

Pretendiéndolo o no, lo cierto es que ha conseguido remover conciencias con sus libros...

Sí, supongo que sí. Con Niña, mujer, otras me pasó que muchas lectoras me decían que era como si los personajes hubieran cobrado vida, como si las conocieran de verdad. El hecho de acercarse a todas esas mujeres negras diferentes que protagonizan la historia y que les cayeran bien derribó la barrera entre esta lectoras y las mujeres negras británicas. Eso es maravilloso.

La esclavitud parece cosa del pasado, pero no lo es, la tenemos en pleno siglo XXI…

Em efecto, la esclavitud se manifesta en muchisimos aspectos de la sociedad actual: la explotación de niños en fábricas o en minas, la explotación sexual, y además en África aún se da la esclavitud interafricana que está ahí, existe. La cuestión es qué hacemos nosotros, porque se estima que en el mundo hay 25 millones de personas que viven en condiciones de esclavitud. Si no hacemos nada, ¿podemos decir que hemos ido a mejor?, ¿nos podemos considerarnos mejor que la gente que tenía conocomiento de que se estaban quemando judíos en los hornos de Auswitz y no hacía nada? Hace 200 años se sabía que hacía siglos que había africanos esclavizados y no se hizo nada. ¿En qué nos convierte esto?

Es usted la primera mujer negra en ganar el premio Booker de literatura, ¿el mundo de la cultura sigue dando la espalda a la comunidad negra?

Sí, es un racismo endémico, del sistema, pero no solo en las artes, sino en toda la sociedad. Vivimos en un mundo donde la discrimación racial es perversa. Es cierto que, al menos en Inglaterra, en los últimos años ha habido un esfuerzo por dar más voz a colectivos que han sido históricamente silenciados como personas negras y asiáticas, discapacitadas, mujeres, gente del colectivo LGTBIQ… Es importante que no lo veamos como un acto de caridad o filantropía, sino que es un deseo de enriquecer el panorama cultural. Cuando excluyes a ciertos sectores de la población lo que haces empobrecerla y homogenizarla.

Algo está cambiando entonces.

Sí, ahora mismo se le está dando voz a una gran cantidad de artistas que nunca se ha hecho en la historia y esto me entusiasma. Es una manera de combatir esa discriminación endémica.

Las mujeres negras son también más vulnerables a la brecha de género.

Por supuesto. El término feminismo interseccional contempla precisamente que hay muchas facetas en la identidad de una mujer, no es una categoría inamovible, sino un rompecabezas en el que operan muchas piezas, la raza, la discapacidad, ser migrante, pertenecer al colectivo LGTBIQ… Cada vez se tiene una mayor comprensión de cómo operan todas estas circunstancias. En Inglaterra y Estados Unidos el feminismo ya no es blanco y de clase media, ya se entiende que la experiencia de una mujer blanca rica es distinta a la de otras mujeres con otra situación.

Usted es hija de un matrimonio mixto, padre nigeriano y madre británica, ¿ha sufrido mucho racismo en su país?

Sí, no hay una sola persona racializada en un contexto mayoritariamente blanco que no haya sufrido racismo. Es inevitable en una sociedad racista. En mi caso yo lo experimenté más en mi infancia que en la edad adulta. Por el hecho de tener un padre negro y una madre blanca, en casa nos rompían las ventanas constantemente, mi abuela materna ni siquiera quería conocernos. Como niña es muy complejo cuando te das cuenta de que tu entorno te rechaza por el color de tu piel. Pensemos que en Inglaterra la ley antiracista se aprobó en 1975 cuando yo tenía aproximadante 15 años, así que los primeros años de mi vida viví en una sociedad donde era legal ser racista. Por suerte las cosas han ido cambiando y han ido evolucionando y ahora el racismo se ha vuelto más soterrado, más sutil, pero aún está ahí.

¿Cuál son los prejuicios que debemos superar como sociedad?

El mal más insidioso al que habría que poner coto es la desigualdad, la discriminación y el abuso de poder.

Uno de sus libros se titula ’Manifiesto: por qué no hay que rendirse’, ¿cuál es su motivación para no rendirse y continuar luchando por la inclusión y la igualdad?

Lo que me anima a seguir adelante es mi entusiasmo por escribir estas historias sobre la diáspora africana y las realidades de los afrodescendientes, de las que me siento responsable, porque tengo la sensación de que si no lo escribo yo no lo va a hacer nadie. Yo me hago responsable de mi obra.

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