Miércoles 18 de septiembre de 2024
La pensadora estadounidense cree que existen “grietas” en esta era “post liberal” y que deben ser aprovechadas por la izquierda para “luchar porque los proyectos políticos y económicos no sean meros gestos y tengan que ver con vivienda social, con atención sanitaria, educación, cuidado infantil, protección de los trabajadores”
Ana Requena Aguilar 17 de septiembre de 2024 elDiario.es
Wendy Brown (California, 1955) es una de las pensadoras y politólogas estadounidenses más relevantes del momento. Sus análisis enlazan el neoliberalismo, las democracias, el feminismo, la crisis climática, el ascenso de la extrema derecha o los proyectos de la izquierda. Estos días, Brown está en Madrid para participar en el Festival de las Ideas, organizado por el Círculo de Bellas Artes y La Fábrica, un proyecto que quiere acercar a la ciudadanía el pensamiento de manera abierta y participativa. La politóloga, profesora de la Universidad de Berkeley, tiene varios de sus títulos traducidos al español y publicados, como Estados del agravio (Lengua de trapo) o En las ruinas del neoliberalismo (Traficantes de Sueños).
Usted es una de las grandes pensadoras sobre neoliberalismo y democracia... ¿Cómo definiría el momento político en el que estamos?
Es un momento clave. Vivimos la crisis climática del planeta, a la que han contribuido tanto el capitalismo como, más recientemente, el neoliberalismo. Esto nos debería obligar a todos a pensar. Es un momento de nuevos desarrollos dentro del propio capitalismo que están llegando a un poder sin precedentes. Lo estamos viendo en las finanzas, en la tecnología, porque estos dos conceptos se han fusionado. Es un momento de extremos entre la riqueza y la pobreza, y las diferencias son tan dramáticas que están generando no solamente oleadas de migrantes que van de un país a otro, sino también una migración interna a niveles que el mundo no había visto. Dentro de este contexto, hay una polarización extrema. Nos encontramos con un resurgir muy poderoso de la derecha por todas partes y, por otro lado, tenemos una izquierda un poco desorientada, pensando en proyectos que puedan funcionar en el siglo XXI.
El neoliberalismo transforma nuestras relaciones sociales, incluso nuestra subjetividad, cómo entendemos quiénes somos como seres humanos. Esto ha cambiado los significados, los valores, lo que es la democracia. También ha transformado cada institución, las escuelas, las universidades, incluso las ONG y, por supuesto, a las empresas. Suelo decir que es la revolución más eficaz que ha tenido lugar en los últimos tres siglos
La derecha hoy por hoy está creciendo como una reacción, pero no únicamente una reacción a las desigualdades o al hecho de que la gente ve cómo ha perdido ciertas cosas dentro de este neoliberalismo, porque se ha reducido el estado del bienestar y las posibilidades de las clases trabajadoras y medias de crecer y dar mejor futuro a sus hijos... Todo esto responde a la sensación de que queremos agarrarnos a lo que ya tenemos y luchar contra todo lo que parece una amenaza de escasez. Para dar una respuesta distinta necesitamos organizar la vida de forma diferente, necesitamos otro tipo de política, de economía. Necesitamos una nueva manera de vivir, de establecer relaciones con aquello no humano, con aquellas especies que nos permiten vivir, que hemos tratado durante años como recursos y nada más. Pero nos falta una visión clara de cómo llegar a ese punto o qué aspecto tendría esto desde un punto de vista organizativo.
¿Una de las conquistas de este neoliberalismo es que, más allá de economías y países, ha conseguido cambiar nuestro sentido común, nuestra manera de ver el mundo?
Sí, a múltiples niveles. Transforma nuestras relaciones sociales, incluso nuestra subjetividad, cómo entendemos quiénes somos como seres humanos. Esto ha cambiado los significados, los valores, lo que es la democracia. También ha transformado cada institución, las escuelas, las universidades, incluso las ONGs y, por supuesto, a las empresas y a los sectores industriales en general. Suelo decir que es la revolución más eficaz que ha tenido lugar en los últimos tres siglos. Si en los próximos 40 años la izquierda hace la mitad de lo que ha hecho el neoliberalismo en estos últimos 40 años ya habremos conseguido algo increíble. Si pudiéramos cambiar el modo en el que el ser humano piensa y ve el individualismo, tendríamos un logro revolucionario en el siglo XXI. Es importante subrayar que el neoliberalismo ha producido este agotamiento de la democracia como un concepto liberal precisamente por la globalización, que supone unas limitaciones de lo que un Estado nacional puede hacer por su cuenta, pero también por el modo en el que las democracias liberales cada vez se ven más asfixiadas por fuerzas políticas y económicas que siempre ejercían presión y control pero que ahora mismo, básicamente, se lo han cargado todo.
En ese este contexto, la libertad es ahora el gran eslogan de la extrema derecha, desde Donald Trump hasta Javier Milei en Argentina. ¿Cómo ha conseguido la extrema derecha apropiarse de ese concepto y utilizarlo para sus fines?
La palabra libertad siempre ha sido un término que a los conservadores les gusta usar. En la derecha puedes hablar de libertad de precios o de otros elementos, es una libertad para hacer lo que te da la gana. Esto también tiene muchas veces que ver con el patriarcado. El derecho del hombre a hacer lo que le da la gana en su casa, en la vida social, o también a través del colonialismo en el resto del mundo, con el orden racial en la libertad de los blancos a ejercer su poder sobre otros. Que nadie les limite el ejercicio de ese poder. La cuestión es cómo la derecha utiliza ahora mismo el concepto de la libertad para proyectos que están en la línea del autoritarismo, que han logrado que se tiña de libertad.
Para entender el proyecto del autoritarismo tienes que entender que va asociado a una serie de valores. Valores asociados al patriarcado, a la raza, a los derechos de la propiedad y que por supuesto ahora se amplían para incluir el derecho a ir contra un proceso democrático, para ir contra leyes que no te beneficien, que podrían hacer precisamente que la sociedad fuera más igualitaria. El neoliberalismo intelectual es un reto a la igualdad democrática. Porque, en el fondo, quieren legislar pero flirteando con la tiranía, con el poder que está arriba del todo.
Por eso, la democracia para los neoliberalistas tiene que contenerse, limitarse, que no sea más que votar una vez cada cuatro años, una transferencia pacífica de poder. Por eso, para la población neoliberal cualquier tipo de legislación que apoye a las minorías, a las mujeres, a los migrantes, a la gente más vulnerable... es ingeniería social e interfiere con el orden natural de la sociedad. La peor interferencia, obviamente, tiene que ver con el mercado. Desde su punto de vista no es solamente ingeniería social, sino un cambio de la productividad natural de los mercados. Es una la libertad a la que dan esteroides. Eso sí, al final de esta historia hay un arcoíris.
¿Cuál?
Diría que la candidata del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales en EEUU, Kamala Harris, ha decidido que la libertad sea el elemento central clave de su campaña y quitársela a la derecha. La libertad de vivir como quieras, de casarte con quien quieras, de establecer la familia que tú consideres. Tener libertad reproductiva. Vivir donde quieras. Ser capaz de prosperar gracias a la atención sanitaria. Tener una vivienda. Obviamente, Kamala Harris no es ninguna radical de izquierdas, pero ha sido buena idea convertir la libertad en el lema central de su campaña y ha hecho que la derecha tenga que dar un paso atrás en cierto sentido.
¿Pero puede suceder como con Hillary Clinton? Había en ella esperanzas ’sociales’, digamos, pero económicamente en la época anterior de los Clinton se produjo una desregularización financiera muy relevante.
Diría que Obama también formaba parte de este movimiento neoliberal y del neoliberalismo dentro de los demócratas. Kamala Harris va a seguir puntos progresistas sobre género, sexualidad, raza, comunidades... pero algo ha cambiado. Biden empezó a romper con esta política hegemónica neoliberal. No es que rompiera con las personas que la representaban, pero lo justo como para que ahora entremos en una era en la que la posibilidad de un Estado fuerte pueda volver a surgir. Pero la pregunta que me haces no tiene respuesta todavía. Habrá que ver hasta qué punto Kamala va a seguir la economía de Biden y se aleja de una agenda puramente neoliberal.
Y la siguiente cuestión es hasta qué punto las grandes empresas financieras van a mantener el control de los proyectos estatales y hasta qué punto, por tanto, el Estado va a poder hacer presión contra los intereses de estas grandes empresas. Muchos estados se encuentran atados de manos y no les queda más remedio que depender de inversores institucionales. Los impuestos están ahí para evitar esto. Si ella gana, la cuestión es quiénes serán sus asesores y dependerá también de si tendrá el apoyo del Congreso. Pero también hay un elemento que depende de su valentía.
¿Parte de esa política post neoliberal no es un poco hipócrita? Estados Unidos y otros países optan ahora por protegerse y reforzar sus impuestos, por ejemplo, después de haber fomentado la desregularización de los mercados en América latina o Asia.
Creo que es muy hipócrita. Sin duda la protección del interés nacional es parte del motor de este proyecto post neoliberalista y es precisamente donde la derecha está conectando con un nacionalismo no solo étnico, sino económico. Pero sí lo veo también como una oportunidad, porque quizá se ha resquebrajado algo la palabra neoliberalismo, que desde 2008 vive sus pequeñas crisis.
¿Cómo podría rearmarse la izquierda?, ¿hacia dónde debería ir su proyecto?
El neoliberalismo es un tipo de razonamiento, de gobierno. Es una subjetividad personal, modifica nuestra interacción personal, va más allá de los proyectos políticos. Pero hay grietas, que son ventanas para la izquierda, que tiene que aprovechar este momento y debatir, luchar porque los proyectos políticos y económicos no sean meros gestos y tengan que ver con vivienda social, con atención sanitaria, educación, cuidado infantil, protección de los trabajadores. Todo eso son tareas muy complejas que básicamente se han puesto en manos de los mercados durante la época neoliberal. Este es el momento de recuperar estos puntos como proyecto político y estatal y hacerlo de forma democrática. Y no solamente porque acabe con el capitalismo, sino porque podría volver a reconstruir otro imaginario, que la gente vea que podemos liderar nuestras sociedades en lugar de dejarlas en las manos de las empresas y de los mercados. En resumen, la hipocresía de este momento post neoliberal le ofrece posibilidades a la izquierda, pero hay que trabajárselas.
Usted se ha centrado también en las políticas de identidad. En muchos lugares del mundo, también en España, un parte de la izquierda cree que su error en los últimos años es que las políticas de la identidad han robado el foco de ’lo importante’. Mientras, el feminismo ha sido una de las fuerzas sociales más importantes, también el movimiento LGTB. ¿Cómo respondería a esa afirmación de parte de la izquierda?
No creo que eso haya ido en contra de la izquierda. Lo que ese tipo de frases olvida es que uno puede empezar con el género o la identidad, o con los derechos de la comunidad LGTBIQ o el antirracismo y, a partir de ahí, crear todo un análisis social que incluya una crítica clara del colonialismo, el capitalismo, del cambio climático, de la justicia climática. Gran parte de estos movimientos han hecho precisamente eso. Por ejemplo, el movimiento feminista en Latinoamérica, en Argentina, en Chile o aquí en España, es el movimiento social más radical, más general. Se han conectado con cuestiones de migración, economía precaria, racismo, así como otras muchas cosas, porque abarcan todo.
La idea de que la identidad y las políticas de identidad puedan destruir o distraer a la izquierda es un error. Lo que sí ha sucedido es que el centro ha eliminado estas políticas de identidad de su análisis social para así satisfacer las exigencias de identidad puntualmente. Por ejemplo, vamos a tener una mujer racializada o una persona de la comunidad LGTBIQ en una comisión o un juez que sea abiertamente gay... Seamos más listos, porque las exigencias de la izquierda básicamente muchas veces se ven enmarcadas en esto y hay que plantear realmente que hay unas políticas de izquierda, de identidad, que tienen otro marco muy distinto y que plantean otras cuestiones.
El feminismo parece haber sido en la última década el movimiento con más adhesión e imaginación a la hora ofrecer una alternativa, pero no todo el mundo está de acuerdo. Hay quien piensa que el sujeto del feminismo deben ser las mujeres y que ocuparse de la vivienda, del sindicalismo o de los derechos trans es ’cargar’ al feminismo con causas y objetivos que no son suyas. ¿Qué opina?
Que pensar eso siempre es un error. No solo separa a los movimientos sociales unos de otros, sino que además parece que a veces están en competencia uno contra otro y limita la capacidad de análisis del género, hace que el género se convierta en una cuestión mucho más limitada. El análisis de género tiene que ser amplio, que pueda analizar también los derechos de las personas trans, que hable del capitalismo, de las estructuras, de la familia dentro del capitalismo, de las relaciones entre género y raza. Voy a intentar explicarlo de otra manera. Meter las interesecciones en una jaula neutraliza, además, los movimientos sociales, hace que los asuntos se convierten en problemitas locales y elimina la posibilidad de una visión mucho más amplia de un mundo mejor, con mayor igualdad, más sostenible, más libre para todos.
Habrá gente de izquierda que la considere a usted woke, ese término despectivo que se llega a utilizar incluso dentro de la izquierda.. El término woke empezó en los 60 en Estados Unidos y era una manera de explicarle a los jóvenes afroamericanos que tenían que estar atentos a las distintas maneras en las que funciona el racismo, en lugar de que se sintieran satisfechos con ideas como ’si os hemos integrado en la escuela ya no hay racismo’ o ’tienes derecho a esto, ya no hay racismo’. El origen, por tanto, es un ’estate despierto, mantente atenta y percibe el poder que te está oprimiendo, que te está limitando’. Sigue atento para saber exactamente dónde tienes que luchar’. Ahora, sin embargo, lo han convertido en un insulto, una manera peyorativa de describir una denuncia moralista de que todo en el mundo es malo. Yo, dentro de esa definición original que he dado, por supuesto, soy woke, creo en este concepto, pero no en ese otro wokismo con el que quieren hacer daño. Si vamos a crear un mundo distinto, la clave es prestar atención al poder grande y pequeño. Pero te voy a dar una buena noticia: creo que en Estados Unidos se ha acabado esta tendencia, estamos pasando a otra cosa.
Usted ha dicho que el éxito de Donald Trump y de otros movimientos de su estilo se basa en la “melancolía masculina”. En el caso de España, ese fenómeno está representado sobre todo por el partido de extrema derecha Vox. Sin embargo, muchos de sus seguidores son jóvenes sin recuerdos de un pasado que añorar. ¿Cómo encajan la ’melancolía masculina’ y la juventud de muchos de los seguidores de la extrema derecha?
Es lo mismo en Estados Unidos. Es sencillo: la derecha representa un poder masculino, blanco en muchos casos, y este es un grupo de personas que con facilidad se sienten rechazadas por la sociedad, sin futuro. No digo que haya sucedido, pero es como se sienten. Sienten que las mujeres tienen el poder, que los migrantes tienen el poder, que se han quedado aislados. Y entonces se identifican con esta figura de macho autoritario, que es ignorante, que va de chulo, que puede decir lo que quiera aunque no tenga ni idea. Y también con la propia violencia que está ahí, que es casi palpable. Por eso tiene sentido que en esta generación, que a veces no sabe lo que le espera en el futuro, esto encaje. Ahora, la pregunta para la izquierda sería cómo podemos entender esa rabia, esa desesperación y aportarles algo diferente.