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Entrevista a Sara / Activista de Jornaleras de Huelva en Lucha

Sábado 13 de marzo de 2021

“Queremos un convenio mejor y que se cumpla”

Nuria Alabao 8/03/2021 CTXT

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Una mujer recoge fresas en un invernadero de Huelva. RTVE

Sara no es su nombre real. No puede darlo porque su actividad sindical puede provocar represalias en el lugar donde trabaja, ya que Jornaleras de Huelva en Lucha no es un sindicato formal. Participan, sin embargo, en la construcción de una nueva organización de trabajadores: la Sindical Obrera Andaluza. “Ante la situación de abandono en la que nos encontramos por parte de los actuales sindicatos, decidimos unirnos desde las bases para crear un espacio donde podamos organizarnos de una manera totalmente distinta a la que conocemos, desde la transversalidad, la horizontalidad y con un verdadero enfoque feminista”, dicen en su página web.

En la conversación con Sara, la palabra que más utiliza es la de “normalización”, normalización de la precariedad y de las condiciones abusivas en el campo andaluz que les ha llevado a organizarse para enfrentarlas. Una precariedad muy vinculada a la situación de los migrantes sin papeles. Por eso, también proporcionan información y asesoría sobre derechos sociales y procesos de regularización.

¿En qué consiste tu trabajo?

Actualmente me encuentro en una cooperativa de las más grandes de Huelva, trabajo en manipulación de frutos rojos –fresas, frambuesas, arándanos y moras–. Nosotras los empaquetamos. Es como una cadena, como una fábrica donde llenamos cajas de frutas en distintos embalajes, un trabajo de unos meses al año.

En tu sector, ¿qué tanto por ciento de mujeres y de migrantes sois?

Depende mucho de si es campo o es manipulación. Pero, en general, el de los frutos rojos es un sector muy feminizado ya que buscan mujeres vulnerables a las que pueden explotar más fácilmente: sobre todo, que tengan cargas familiares, que tengan necesidades para que aguanten todo lo que ellos exijan. Pasa mucho con las mujeres marroquíes. Si son analfabetas y tienen hijos en su país, mejor para los empresarios.

Y respecto a los migrantes, antes del 2008, cuando no había crisis económica en España, aquí nadie quería trabajar en esto porque es muy duro, con unos salarios muy míseros que apenas te dan para sobrevivir. Una gran parte de la población se fue a la construcción, aunque siempre ha habido otra parte que ha trabajado en el campo. Entonces se tenía que tirar de mano de obra migrante. Al empeorar la economía, hay más españoles que buscan estos trabajos, pero los empresarios no quieren contratarnos, porque lo que les interesa es explotar a los extranjeros, ya sea con o sin papeles, pagándoles menos y amenazándoles. Con nosotras no pueden hacerlo tan fácilmente, por eso no nos quieren y por eso es muy difícil encontrar trabajo siendo española en el campo.

¿Cuáles son vuestras principales reivindicaciones?

Queremos un convenio mejor y no solo mejor, sino que se cumpla de verdad. También queremos un trato digno, que nos traten con respeto, que no nos amenacen, que no nos insulten, que no nos griten. Eso es bastante común y está muy normalizado.

Y, en concreto, en mi empresa el problema es que, aunque tenemos contratos de jornada completa, ahora mismo estamos trabajando un día sí y uno no. Contratan a personal nuevo continuamente, lo que nos parecería estupendo siempre que nosotras estuviésemos trabajando los días que tenemos que trabajar. Tenemos un contrato de jornada completa y tendríamos que cobrar por esa jornada. Sin embargo, en febrero por ejemplo, un turno va a cobrar 400 y otro 500 euros aproximadamente porque hemos hecho pocas horas. En realidad, contratan gente en paro para conseguir subvenciones. Luego está el tema de los horarios. Yo hasta las siete de la tarde no sé a qué hora empiezo al día siguiente o, si quiera, si trabajo. Y a veces si hay algún cambio de última hora nos lo dicen a lo mejor con una hora de antelación. O sea que, aunque cobramos poco, no podemos tener otro trabajo. Nosotras no tenemos un trabajo y luego una vida aparte, ellos controlan nuestro tiempo para su beneficio, y lo controlan las 24 horas. Yo no sé cómo hacen las mujeres que tienen dependientes a su cargo, porque también está el machismo y hay que hacerse cargo de la comida, del marido o del novio, más los niños, más la casa… Tener la ropa de trabajo limpia…

¿Qué dificultades encontráis para organizaros?

El de los frutos rojos es un sector muy feminizado ya que buscan mujeres vulnerables a las que pueden explotar más fácilmente

El más importante es el miedo, a las represalias, a quedarse sin el sustento que, a lo mejor, es el único que tiene una familia. Por eso cuesta organizarse, por el miedo. La cosa es que la mayoría de las personas que nos dedicamos a esto y llevamos tiempo nos pensamos que eso es normal. Por ejemplo, nosotros cobramos según las horas que trabajamos. Entonces escuchas comentarios de compañeras: “Venga, vamos, que cuanto más horas trabajemos más cobraremos”. Y ya llega un punto en que les digo: “No, señora. Esto es ilegal. Lo que hay que hacer es echar las horas que están estipuladas y que nos las paguen como las tienen que pagar, porque no podemos cobrar menos de lo que se cobra en una jornada completa, lo ha dicho el Tribunal Supremo”. Pero claro, a la mayoría eso le suena a chino. De hecho los empresarios ya se cuidan, y si tienes estudios no te contratan para que no des problemas.

¿Creéis que hay suficientes inspecciones de trabajo en vuestro sector?

Hay inspecciones, pero quedan en nada porque es una mafia que se conocen todos y se avisan. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, organizó un dispositivo de inspección a nivel nacional. Los resultados han sido que siete de cada 10 empresas agrícolas no cumplen con los derechos de los trabajadores. Nuestra idea es llegar a ella para ver si podemos avanzar un poco porque siempre nos estamos dando con la misma pared.

¿Por qué hace falta una perspectiva feminista en el sindicalismo o qué aporta el feminismo a vuestro trabajo como sindicalistas?

Nos ayuda a entender nuestra situación. En varios sectores somos mayoritariamente trabajadoras y nos tienen como separadas, con distintos puestos de trabajo según nuestra fragilidad. También les sirve a algunos compañeros a los que normalmente los ponen en puestos como más duros, conduciendo determinado vehículo o cargando peso. El feminismo también les sirve para entender que no tienen por qué ser más fuertes, y hacer esos trabajos porque algunos no deberían hacerlos por tema de salud o por lo que sea. También nos sirve para tener herramientas frente a los casos de abusos sexuales que han salido a la luz.

¿Por qué decís que vuestra perspectiva es antiracista, por qué es necesario un sindicalismo antiracista?

Nuestra propuesta es feminista y también antirracista. En nuestra organización estamos dadas de la mano con personas de otros países, somos todos lo mismo. Estamos totalmente a favor de la derogación de la Ley de Extranjería, que es algo que nos beneficiaría a todos, incluso a las personas autóctonas, porque si no pueden explotar a los extranjeros, también van a mejorar nuestras condiciones laborales.

Un problema que tenemos ahora son los incendios en los asentamientos chabolistas de trabajadores del campo, la mayoría sin papeles, a los que nadie quiere alquilar. En algunos pueblos pequeños además no hay suficientes viviendas para todos y tampoco se crea ninguna alternativa por parte de los ayuntamientos ni de los empresarios para estas personas. Los incendios en los asentamientos son el pan nuestro de cada día. Sentimos mucha impotencia. En el último incendio que se ha producido en Palos de la Frontera el ayuntamiento no les ha ayudado en nada, no les ha dado ni siquiera un sitio para refugiarse ni nada. Lo único que ha hecho es decir que ayudarles es “fomentar el efecto llamada”, pero es la misma gente que trabaja en los campos sin papeles por 20 o 25 euros el día y echando horas que no te puedes imaginar y en unas condiciones deplorables.

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