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Entrevista a Remedios Zafra: “El mismo patriarcado que subordina a las mujeres es el que manda a los hombres como soldados a la guerra”

Viernes 28 de octubre de 2022

La escritora y ensayista, que participa en el Festival de les humanitats de Dénia, asegura que las tecnologías y las redes “están contribuyendo a asentar estereotipos y formas de control patriarcal disfrazadas de relación afectiva”

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La escritora y ensayista Remedios Zafra. Científica titular en el Instituto de Filosofía del CSIC. Premio Anagrama de Ensayo 2017. EFE

elDiariocv Dénia — 28 de octubre de 2022

“El modelo patriarcal ha teñido nuestro mundo y nuestra sociedad a un nivel tan profundo que incluso se ha normalizado y naturalizado un sesgo basado en la desigualdad entre hombres y mujeres”. Es una de las afirmaciones que introduce a la mesa de debate que se celebra este viernes (12h, Centre Social) en el marco del Dénia Festival de les Humanitats. “Urge -añade- deconstruir un sistema que condena a más de la mitad de la población a vivir con miedo y a sufrir diferentes formas de violencias machistas por el mero hecho de ser mujeres”. El título de la sesión de debate es ’Cómo salir del modelo patriarcal’, y en ella participan la escritora Najat El Hachmi (Premio Ramon Llull 2008 con El último Patriarca), la psicóloga Alba Alfageme (profesora de la Universitat de Girona yautora de Cuando gritamos nuestros nombres) y Remedios Zafra, protagonista de esta entrevista.

Remedios Zafra es, además de escritora y ensayista, científica titular Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Sus líneas de investigación se orientan al estudio crítico de la cultura contemporánea, las políticas de la identidad en las redes, el feminismo y las transformaciones del trabajo creativo en la cultura red. Su obra ensayística ha logrado importantes reconocimientos, entre ellos, el Premio Anagrama de Ensayo en 2017 por El Entusiasmo. Precariedad y Trabajo creativo en la era digital, obra que también obtuvo el Premio Estado Crítico ese mismo año. En 2013 logró el Premio de las Letras El Público y el Premio Málaga de Ensayo por su libro (h)adas. Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean. Anteriormente, su obra ha sido reconocida con otros premios como el de Comunicación de la Associació de Dones Periodistes de Catalunya en 2010, el Premio Internacional de Ensayo Caja Madrid 2004, de Investigación de la Cátedra Leonor de Guzmán en 2001 y el Premio Nacional de Ensayo Carmen de Burgos en el año 2000. En 2014 obtuvo el Premio Meridiana de Cultura del Instituto Andaluz de la Mujer por su trayectoria profesional. Además de los ya mencionados, es autora de los libros Los que miran (2016), Ojos y capital (2015), Despacio (2012), Un cuarto propio conectado (2010), Lo mejor (no) es que te vayas (2007) y Netianas (2005). Ha sido editora de Ciberfeminismo. De VNS Matrix a Laboria Cuboniks (2019) y de X0y1 ensayos sobre género y ciberespacio (2010). Acreditada como catedrática en Arte y Humanidades desde 2019. Desde 2018 es miembro del patronato de la Real Academia de España en Roma (Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación).

¿Cómo se sale de una sociedad patriarcal?

Un logro social no es tal hasta que se asienta. Nuestros logros en igualdad son tan recientes como frágiles, no cabe desestimar el poder silencioso que tiende a reiterar modelos de desigualdad porque se apoyan en poderes estructurales como el patriarcado, es decir, en formas de acción que nos pasan desapercibidas porque en su mayoría están interiorizadas. El patriarcado es un poder que no siempre dice “tú no puedes”, sino que enseña a infravalorar y a subordinar a las mujeres y, lo que es más perverso, a hacerlas mantenedoras de su propia subordinación.

A lo largo de nuestra historia reciente hemos comprobado que los momentos de mayor “ilustración”, es decir, donde la sociedad apuesta por el conocimiento, los grados de igualdad son mayores. Me parece un primer paso necesario, “conocer” para transformar. Lo que ocurre ahora sin embargo es que muchos asumen los cambios como “lo que toca” o como algo impositivo sin entender ni empatizar, sin advertir la importancia de crear muchos donde las personas con independencia de nuestras diferencias seamos iguales en derechos. Construir ese mundo más igualitario precisa leyes, claro, pero también mucha pedagogía, mucha empatía y diría que también una mirada a la historia y a otras culturas para no olvidar las desigualdades que quienes tienen el privilegio del poder tenderán a repetir como norma.

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Remedios Zafra. JORGE PETEIRO

Hay un pensamiento determinista, evolutivo, por el que se piensa que cada generación diseñará una sociedad mejor que la anterior. Pero hace un tiempo en los institutos de Dénia se efectuó una encuesta sobre alumnado y nuevas tecnologías en la que muchos alumnos (ellos) veían normal controlar el móvil de su pareja o hablar de chicas en grupos de WhatsApp solo masculinos.

Es uno de los muchos ejemplos que evidencian que la igualdad es aún un espejismo, una lucha siempre en proceso. De hecho, las tecnologías y las redes están contribuyendo a asentar estereotipos y formas de control patriarcal disfrazadas de relación afectiva y lo están haciendo en entornos que parecen espacio público y democrático pero son empresas, poder económico con interés mercantil (ganar más a costa de un consumo más adictivo y apoyado en la rapidez de lo emocional que tiende a “repetir mundo”). Es la demostración de que para la igualdad no solo hace falta pronunciar la palabra “igualdad”, hay que interiorizar qué supone hoy construirse como persona, como chica, como chico… pues hoy operan con grandísima fuerza imaginarios que asientan modelos masculinizados y feminizados polarizados, donde se ejercen nuevas formas de intimidación y violencia sobre niñas y mujeres desde el control de su intimidad, la amenaza con la sexualización instrumentalizada de sus cuerpos y la terrorífica reiteración de que amar es controlar.

Permítame transmitirle una imagen quizás un tanto simplista pero que para el público en general sería muy simbólica. Comienza la mesa redonda en Dénia y sólo asisten mujeres.

Esta imagen que a menudo es habitual implica un pequeño fracaso. El feminismo y la igualdad es un asunto social y no solo interpela a las mujeres, de hecho creo que los cambios más urgentes tienen que ver con repensar esos modelos convenidos de feminidad y masculinidad sobre los que nos construimos socialmente. El mismo patriarcado que subordina a las mujeres es el que manda a los hombres como soldados a la guerra. Creo que ninguno de esos roles nos interesa. Lo extraño es que los hombres no se vean interpelados por el daño que también a ellos les genera el patriarcado, cuando se ven perdidos para cuidar a padres o a hijos, cuando sienten que no pueden mostrarse vulnerables o compartir su poder, o cuando asumen que deben ir a una guerra, por ejemplo. Construir mundos más igualitarios es un reto que mejoraría la vida de todos, no solo de las mujeres.

La sociedad digital debería ser radicalmente democrática porque el acceso a las redes es sencillo y cuesta poco dinero. ¿Por qué entonces existe un discurso dominante que sigue justificando las estructuras de poder del mismo modo que, a través de otros medios, ocurría en los siglos anteriores?

La base de la sociedad digital es una estructura horizontal y por tanto potencialmente más democrática, sin embargo desde la socialización de Internet rápidamente fue mayoritariamente “colonizada” por las empresas que crearon espacios con aspecto de plaza pública para que los protagonistas fueran los usuarios (también productores, también producto). Es fácil pasar por alto que ese suelo, esa estructura es una empresa que a cambio de su gratuidad busca rentabilizarnos, es decir, obtener beneficios, habitualmente a cambio de datos y de ese gran tesoro que es “el tiempo”. El poder capitalista que es quien gestiona y domina estos espacios es uno de los grandes poderes del patriarcado. Pero esto pasa desapercibido no solo porque el sistema digital de las redes se sostiene en la vanidad del “yo” como puerta de entrada, sino porque la apariencia prima al pensamiento, es más rápida y complaciente, más eficaz para repetir los poderes de siempre.

Enlazando con lo anterior, ¿somos una de las sociedades más acríticas de la historia?

Es curioso esto por lo que preguntas, pues viviendo en una de las sociedades con más acceso a la información, también es una sociedad que dificulta enormemente el “conocimiento” en tanto el exceso y el ruido operan como formas de ceguera, dificultan detenernos a pensar. Es por tanto una sociedad que alimenta esta contradicción.

¿También se vive con miedo por la violencia machista en las redes?

La violencia machista puede operar en cualquier espacio de convivencia y socialidad y claro que en las redes existe este miedo. Sin embargo, las lecturas son diversas pues, de un lado, la mayor relación con personas de manera rápida y el anonimato que se presupone en muchos contactos favorece contextos de acoso e intimidación. Sin embargo, las redes también pueden ser instrumentalizadas para la alianza y la denuncia. De hecho su apropiación para crear colectividad política y sororidad en los movimientos globales de denuncia de opresión simbólica y material sobre las mujeres (MeToo, NiUnaMenos, etc.) son un ejemplo del poder de la alianza.

Le he leído que la diversidad enriquece, que mezclarnos nos hace mejores. Pero persisten actitudes de xenofobia, de miedo a lo diferente muy extendidas ya no solo en los votantes de una determinada opción política que clama contra la inmigración, sino a amplias capas de la clase media atemorizada por esta sucesión de crisis.

La necesidad de la diversidad es clave desde todos los puntos de vista, incluso el biológico y el antropológico cuando hablamos del planeta, de la humanidad, de la alimentación, de la vida… La homogeneidad favorece el control por parte de quienes ostentan un poder, la tranquilidad de un sistema cerrado, incluso a nivel biológico la endogamia nos lleva a la extinción y a las enfermedades de quien se mezcla solo con los cercanos.

La humanidad y sus historias nos enseñan que la diversidad nos hace mejores a todos los niveles. Ver al inmigrante o al transexual como una amenaza es también un mecanismo azuzado por quienes tienen los privilegios para enemistar a los pobres o subordinados y no cuestionar el sistema de poder que les mantiene.

Dígame qué opina de esta frase de la escritora Rosa María Rodríguez sobre la guerra de Ucrania publicada recientemente: “Quizás a los varones haya que enviarlos al frente cuando se trata de pelear, pero deberían ser las mujeres, no testosterónicas, quienes negociaran el fin del conflicto”.

Me interesa reflexionar sobre cómo las mujeres tenemos una tradición de cuidados que quizá ayudaría a aportar visiones no bélicas ante los conflictos y creo que esta frase apunta a ese poder al que debiéramos dar oportunidades, frente a los que siempre han imperado. Pero matizaría que los varones pobres o subordinados, como suele pasar con los soldados, forman parte de los damnificados de un patriarcado que educa a los varones en una “hombría” que solo interesa a los tiranuelos que se agarran al poder.

¿Está usted de acuerdo en eliminar planteamientos machistas en películas de hace décadas como se planteó con algunas producciones de Disney? ¿Conviene a posteriori replantear discursos culturales? Se lo pregunto porque a veces hay obras de arte en un terreno mucho más ambiguo: ¿podemos denostar a Bukowski o a Nabokov? ¿Y la libertad creativa?

No creo que haya que prohibir obras ni autores. Como humanidad nos debemos la libertad creativa. De hecho, con muchas de las cancelaciones que en los últimos años se producen se logra hipervisibilizar obras o voces espacialmente machistas y el sistema del ruido y la posverdad suele sacarle partido contribuyendo a polarizar y simplificar visiones.

A mí me parece que es importante “conocer” y contextualizar cómo los imaginarios que se han creado se han hecho sobre un modelo patriarcal (entre otros) y sobre contradicciones que a menudo predicaban una moral contraria a la que practicaban en la intimidad. Visibilizar y hablar sobre ello me parece necesario y constructivo para ayudar a tomar conciencia de la no neutralidad de los imaginarios y de lo importante que es mirar el mundo conscientes de estas lentes que se nos hacen invisibles. Conocer es una de las formas de la libertad.

También ha declarado usted que la producción de internet, que es diferente al uso de internet, sigue siendo un terreno eminentemente masculino. Eso no ha cambiado mucho desde la revolución industrial del siglo XIX, que también fue liderada por empresarios que eran hombres.

Siguen siendo territorios masculinizados y una muestra de cómo los cambios son lentos. Quienes programan, idean y lideran la tecnología siguen siendo sobre todo hombres. Poder contar con referentes que permitan a niños y niñas ser ingenieras o cuidadores es importante, pero ocurre que hay trabajos que llevan un plus de prestigio o de infravaloración sobre el que cabe pensar.

En otra de las entrevistas que le he podido leer aseguraba que la mirada de Internet era a veces demasiado dura, demasiado seca. Que a veces había que parpadear, incluso apretar la tecla del off. ¿Se trata de parar el mundo y repensar, de volver incluso a la teoría para comprender el mundo y poder transformarlo, como decía Adorno?

En una cultura que incentiva la prisa y la inercia, derivando más a la impresión que a la concentración y favoreciendo pasar epidérmicamente por las cosas el párpado es para mí metáfora de ese freno (o desvío que diría Adorno) necesario, esa parada que permite “profundizar”, prestar atención, detenernos en lo que hacemos para hacerlo mejor o para disfrutar de lo que hacemos, o para, como dices, “comprender” el mundo. Si no lo hacemos, el riesgo no es como piensan algunos que las máquinas nos dominen, sino comportarnos como máquinas, deshumanizarnos, enfriarnos como sujetos.

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