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Entrevista a Patricia Fernández, psicóloga y escritora: "La maternidad es una crisis, un cambio de identidad"

Lunes 29 de marzo de 2021

Publica junto a la psiquiatra Ibone Olza el libro ’Psicología del embarazo’, una guia que reclama "contextualizar" el embarazo como una etapa en la que entran en juego la salud emocional de las mujeres, y su entorno familiar, social, sanitario y económico

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Patricia Fernández, psicóloga y co-autora del libro ’Psicología del embarazo’ Patricia Fernández.

Patricia Gea 27 de marzo de 2021 elDiario.es

Entender el embarazo más allá del cuerpo y los cambios físicos, estudiar también la salud emocional y mental de las madres, recuperar los ritmos que necesitan los procesos naturales, acercarnos, en otros términos y desde otra mirada, a la ’Psicología del embarazo’ (Editorial Síntesis) es lo que proponen en su último libro Patricia Fernández, psicóloga y terapeuta familiar en los servicios públicos de Asturias, Ibone Olza, psiquiatra, y Susanna Carmona, psicóloga clínica y doctora en Neurociencias. En colaboración con otras expertas del sector han publicado una guía dirigida a profesionales pero que aporta luz sobre una parcela semioculta hasta ahora de la maternidad: cómo es el proceso psíquico de una mujer embarazada.

Se podría sacar en conclusión que existen tantos procesos psíquicos como mujeres y embarazos, pero que aun poseyendo cada uno sus particularidades se extrae un denominador común. El embarazo siempre es una crisis del desarrollo y de la identidad. "Las psicólogas y antropólogas clásicas llamaban a esta etapa ’matrescencia’, en un paralelismo con la crisis que todos sufrimos en la adolescencia", nos cuenta Patricia Fernández en la entrevista con elDiario.es. Hoy sabemos mucho más. Libros como ’Psicología del embarazo’ dotan a ese período de nuevas connotaciones, abren el camino a nuevos términos y debaten y proponen vías para que el cuidado emocional a las madres sea un recurso de acceso público.

Dicen en el libro que "el modo de concebir, gestar y crear es un reflejo de una ideología latente que forma parte de nuestra cultura". ¿Qué dice de nuestra cultura y nuestra sociedad la forma en la que tratamos a las embarazadas y en general la maternidad?

Nos recuerda que la nuestra es una cultura cortoplacista, que está muy centrada en el producto y muy poco ubicada en el valor de los procesos, los tiempos, los ritmos y que honra poco la labor de los cuidados y la labor de dar vida. Diría también que es una sociedad que dedica poco tiempo a contemplar y a ponerse en el lugar del bebé, y el lugar del bebé es indisoluble del lugar de la madre en la etapa perinatal, se necesitan y se retroalimentan. Nuestra sociedad no está sentando bien los cimientos de la generación del mañana, que se sustenta en las madres de hoy, a las que no estamos dando voz.

¿Sigue atravesada por la mirada patriarcal la imagen que hay del embarazo y la maternidad en el imaginario colectivo?

Por supuesto. Toda la sociedad está atravesada por la mirada patriarcal y las embarazadas también. De esto hablamos en el libro cuando mencionamos el modelo ecosistémico, que además de atender y entender al individuo en desarrollo, el bebé, también hace hincapié en la madre porque ella también evoluciona a raíz de la experiencia de embarazarse. Desde el modelo ecosistémico que proponemos, el individuo crece y se construye en un conjunto de sistemas que lo envuelven y que van a influir en su proceso de crecimiento: la familia, el entorno laboral, el sanitario, y también la cultura patriarcal, que impacta en sentido amplio en el bebé a través de su madre y su familia.

¿Cómo podríamos redefinir el embarazo para que abarque todo ese contexto que pretende recoger el modelo ecosistémico?

Hay una palabra acuñada en los años 70, ’matrescencia’, que en su momento acuñó una antropóloga y después lo rescató la psicóloga reproductiva, Aurelie Athan. Reivindican este término haciendo referencia al cerebro de la madre y hacen un paralelismo con la adolescencia en el sentido de la crisis vital. El embarazo, igual que la adolescencia, es una crisis evolutiva. Pero la del embarazo es a menudo una crisis poco contemplada y poco comprendida desde su potencial de transformación. Es una etapa muy valiosa, pero desaprovechada. Solo se observa cuando algo va mal, y se hace más desde la crítica: el comportamiento inadecuado de la embarazada, igual que sucede con el adolescente. El foco se pone en señalar a la mala madre, la que no lo hace bien, que no se ajusta al guion, pide en exceso...

¿Qué estados atraviesa una embarazada durante esa "crisis" de la que habla?

Es una crisis del desarrollo, de la identidad, las mujeres en esta etapa vivimos un cambio muy profundo a nivel psíquico, que empieza en el embarazo pero no concluye con el parto, continuamos redefiniendo nuestra forma de ser madres y nos seguimos redescubriendo. El proceso psicológico empieza en la gestación y el parto es el hito, un evento vital de primer orden. Las mujeres atraviesan el parto en un estado alterado de conciencia, es un momento muy significativo que queda vívidamente grabado en la memoria y suelen volver sobre ello muchas veces. Lo primero que hay que entender es que el parto no es algo que te hacen, sino algo que ocurre en tu cuerpo y de lo que eres parte activa. Desde esta perspectiva hay más opciones. El proceso del parto casa mal con el miedo, la prisa y la imposición. La etapa perinaral necesita que el bebé se nutra de cuidados a fuego lento y que la mujer se sienta sostenida.

Dedican una parte del libro a hablar de “cuidados obstétricos”, y parece que la intención es darle la vuelta al concepto de “violencia obstétrica” que se ha empezado a visibilizar y debatir más en los últimos años.

En su momento empezamos a hablar de violencia obstétrica porque era importante ponerle nombre. Hasta hace poco era un tabú porque compromete a una realidad compleja, tanto a las madres como a los profesionales, y cada vez se ha debatido más sobre ello. Vamos un paso más allá. Nosotras además de violencia hablamos de cuidados obstétricos y queremos destacar con ello la importancia de los cuidados en dos sentidos: hacia las madres y hacia las personas que las atienden. Es importante que el sistema sanitario apueste por los cuidados, es imprescindible para que las mujeres reciban un buen trato.

¿Por qué es importante el acompañamiento psicológico a una mujer a lo largo del embarazo y después del parto?

Pues por un lado porque cuando la mujer se siente acompañada y sostenida va a transitar la experiencia en mejores condiciones. Se va a beneficiar de ser cuidada y desde ahí va a poder volcarse mejor en los cuidados que va a requerir el bebé, aumentando la sensación de confianza y de competencia para dedicarnos a este trabajo, esta labor. Por otra parte, cuando acompañamos a la mujer desde el embarazo e incluimos la exploración de su estado emocional, su salud mental, podemos detectar aquellas situaciones más vulnerables y ayudar desde la prevención a estas mujeres y sus bebés.

Proponen en la guía, a nivel profesional, transitar de un modelo biomédico (el clásico, en el que nos encontramos) a un modelo biopsicosocial, que viene a ampliar el foco de la salud de las embarazadas más allá del cuerpo.

Sí, se trata de entender el cuerpo como algo más que una entidad enferma y que requiere ser sanada. Consideramos que las variables psicológicas y sociales también son importantes y que pueden contribuir a que el cuerpo enferme, pero también a que se sane. La propuesta del modelo biopsicosocial es considerar la salud de manera amplia y no por parcelas que se puedan separar.

¿Qué microviolencias ejerce el sistema hacia la maternidad y que por sutiles pasan desapercibidas?

Me gusta pensar que el sistema somos todas y todos y que la misma presión que sufrimos como sociedad, movidos por el resultado inmediato, sin tiempo para contemplar el ritmo natural de los procesos biológicos y psíquicos, la sufren también las mujeres embarazadas. Lo viven las madres y con ellas sus criaturas. También la red familiar. Deberíamos observar más a los niños porque nos recuerdan a menudo con sus conductas y sus afectos el ritmo que se requiere para un crecimiento saludable y seguro.

¿De qué recursos se debe de dotar a las madres para vivir en el sistema que usted describe? ¿Cómo valora la equiparación de permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles?

La etapa perinatal (embarazo y primeros meses de vida del bebé) tiene un peso muy específico en el desarrollo humano. A esa edad se está programando el cerebro y se está conformando también la madre, que surge con una nueva identidad, es una etapa sensible y diferente a las medidas que caben en otro momento distinto de la maternidad, que es muy larga. Creo que la ampliación de los permisos a las familias dirigidos a los cuidados a 16 semanas es claramente insuficiente. Además también creo que si los permisos fueran transferibles serían más igualitarios porque supone dar voz a las madres, que cada una elija su forma de volver de la maternidad y de reincorporarse al mundo laboral. Lo contrario es como imponerles el modo en el que deben transitar el viaje de vuelta y gestionar y compartir la labor de los cuidados. Para mí no es lo mismo ser madre que ser padre en los primeros seis meses de vida del bebé. Parece que hacer que las mujeres se sumen pronto al mercado laboral las va a proteger, pero hay otras muchas que quieren elegir el modo en que distribuyen sus cuidados. Parir también es un trabajo psíquico, además de físico, no tienen por qué estar preparadas a las 16 semanas.

Durante esta pandemia, por ejemplo, muchas embarazadas o madres primerizas han construido de forma espontánea redes de apoyo a través de las redes sociales para contar con la ayuda de las que tienen formación u experiencia. ¿Es un reflejo de la carencia de recursos de la red pública sanitaria?

Una de las reivindicaciones que hacemos continuamente es que se incluya en los hospitales y centros de atención primaria la valoración de la salud mental desde el embarazo. El acompañamiento emocional a la gestante, bien por falta de tiempo, de recursos o de formación, es insuficiente o no se hace. No se explora el estado emocional de las mujeres desde el momento de la gestación para identificar a las más vulnerables y darles el soporte antes de que se encuentren con su criatura en casa, en la soledad, con los miedo y el estrés que eso implica. ¿Cómo puede cuidar bien si no se siente sostenida y bien?

¿Puede la madre, para quitarse estrés y rebajar la incertidumbre, pactar con los familiares qué espera de ellos a lo largo del proceso de embarazo y cuál necesita que sea su papel?

Las mujeres estamos muy solas ante la maternidad en una sociedad cada vez más individualizada y las redes de apoyo están más dispersas, por eso cada vez es más importante en la medida que hay una red mínima dialogar mucho sobre cuáles son las necesidades de cada uno allí dentro. En tiempos de pandemia, además, donde hay miedos y restricciones a los contactos aún se extrema más la soledad y urge un debate social de calado sobre el lugar de los cuidados que visibilice el papel de las madres en la etapa perinatal. Es bueno para las madres que desde el embarazo expresen sus miedos e inseguridades con la familia, pareja, red de apoyo o con las matronas, por supuesto. El entorno debe acoplarse a las necesidades de la madre, si no se sienten sostenidas, cuidadas o sienten que recae sobre ellas una presión autoimpuesta o impuesta desde fuera que les sobrepasa, pueden deprimirse.

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