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Entrevista a Pastora Filigrana: «La persecución al pueblo gitano es la persecución a una categoría política que desafía a un modelo imperante»

Jueves 9 de abril de 2020

Mª Ángeles Fernández 08/04/2020 Pikara

Mientras su libro ‘Pueblo gitano contra el sistema mundo’ ha quedado parado en la fase de impresión, la abogada penalista Pastora Filigrana no tiene respiro. Aprovechando la celebración del Día del Pueblo Gitano, hablamos con ella de su tesis política: en los márgenes están las alternativas.

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Pastora Filigrana. / Foto: Dani M. para ‘La Poderío’

Estos días extraños y dolorosos son jornadas de mucho trabajo para ella porque, “ante un país nuevo, con leyes nuevas” ha tenido que dedicar bastante tiempo a leerlas y explicar cómo iban a impactar en la vida de la gente: “Ha habido que generar mucha documentación”. Al otro lado del teléfono, desde Sevilla, donde pasa en confinamiento con su hermana, la abogada laboralista Pastora Filigrana ofrece respuestas interesantes desde la primera pregunta de cortesía y de saludo. ¿Cómo estás? “Tengo mucho curro, pero el cuerpo más descansado, no me duelen las piernas ni el cuello. Vaya ritmos que llevamos habitualmente”.

Como integrante de una cooperativa de abogadas y del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores), después de conocer el nuevo marco legal, las denuncias a la inspección de trabajo han sido su tarea: “A la gente le meten miedo en el telediario diciendo que se tienen que quedar en sus casas, pero después van a los centros de trabajo y no tienen nada, ni una mascarilla, y están amontonados. Y la gente qué hace, ¿elegir entre curro o miedo? Un drama”.

Gitana, feminista y defensora de los derechos humanos, muchos de sus análisis obligan a entrevistarla. La excusa del libro que tiene a punto de sacar y que en un principio iba sobre feminismo gitano era el reclamo previsto para la conversación. Parado en la imprenta, el Día del Pueblo Gitano, que se celebra el 8 de abril, ha sido el impulso para no postergar más una conversación que, como la actualidad apremia, ha comenzado por lo más importante ahora.

Además del trabajo como laboralista, también has estado denunciando la situación de los campamentos de las personas temporeras del campo y migrantes, porque no tenían ni agua.

Nos ha costado que vayan camiones cisterna, que deben ir siempre. Lo bueno es que hemos estado haciendo litigio estratégico, hemos denunciado por vulneración de derechos humanos y nos han mandado a la Audiencia Nacional. Estamos haciendo de la necesidad virtud en todos los sectores: lo que llevamos pidiendo tiempo estamos intentando que se aligere y se haga antes. Y si conseguimos agua, la regularización extraordinaria para los migrantes… No hemos cambiado nuestras reivindicaciones, solo que ahora lo adquirimos más rápido.

¿Entonces se pueden lograr avances positivos?

Yo creo que sí, porque o haces un mínimo de colchón social o va a aumentar mucho la cota de pobreza. Algo de redistribución tienen que hacer, pero no queremos que se redistribuya solo de las arcas públicas, queremos que se redistribuya del capital. Yo he aprendido que todo el rato tenemos que hacer un contrapoder, y ahora está funcionando: mira la red de emergencia antirracista o la plataforma por plan de choque ante la emergencia social, que han unido a un montón de colectivos. Los sindicatos están siendo caducos y se está creando mucho movimiento autónomo.

Ahora se habla mucho de la sanidad pública, de los cuidados, de la agricultura de cercanía, ¿crees que saldrá reforzada la defensa de lo público y los valores de lo común?

Soy optimista. Creo que es un pulso del neoliberalismo económico con su alianza neofascista contra otras propuestas de economía alternativa. Y es un pulso que hay que echar ahora y el resultado no está escrito. No creo que tenga que ver con ponernos a debatir con la ultraderecha, sino de organizar los descontentos, los sufrimientos y los dolores de barriga que esto está generando. Ahora es el momento de las iniciativas de redes vecinales. Creo que vamos a tener que crear algo parecido al socorro mutuo del siglo XIX, y no es cuestión de ideología, que yo soy muy libertaria, porque cuando salgamos de las casas lo que vamos a encontrar es a mucha gente empobrecida y vamos a tener que organizarlo políticamente. Si antes éramos 200 y ahora 225… esa es la correlación de fuerzas que vamos a tener que hacer, y yo creo que es una oportunidad. Es el momento de una unidad amplia frente al neoliberalismo, vamos a tener que aparcar muchas decisiones teóricas.

Dejar los matices un rato.

Exacto. La materialidad se va a imponer rotundamente. Aquí en Andalucía va a haber pobreza. Date cuenta, aquí se vive del turismo, y de Semana Santa, de la Feria del Roro y de la Feria de Abril vive mucha gente. Yo de chica vivía de esto.

Con el estado de alarma, ¿has notado un aumento de casos de racismo?, ¿y de abuso policial?

He estado reflexionado sobre esto y se han dado las dos cosas. Ha aumentado el racismo, porque cuando existe un dolor social tan grande hay que buscar culpables y la ultraderecha agita para que el culpable sea el más vulnerable, en lugar del que está en el escalón superior. Es el paradigma de la ultraderecha y del neofascismo. El racismo emerge porque hay intereses económicos que quieren que se señale a los más débiles. Por otro lado, vemos que la violencia policial también aumenta. Sobre todo, cuando un Estado falla como sostén de la seguridad pública, entendida como la vida, si fallan las pensiones, las prestaciones por desempleo y las camas de hospital, el Estado legitima la violencia para que pueda justificar su existencia. Esta es una idea del movimiento feminista antirrepresivo y es lo que estamos viendo. Ahora que la gente está viendo cómo la policía pega arbitrariamente a uno que sale a comprar el pan, creo que es un buen momento para señalar que esa violencia policial que mucha gente está viviendo como excepción es la norma general para un montón de colectivos: la gente del top manta, los gitanos que viven en barrios periféricos… Es la realidad generalizada y mucha gente se lleva ahora las manos a la cabeza, y es el momento que empaticemos con lo que es un sujeto criminalizado por el hecho de ser y no por el hacer. Ahora la gente es sospechosa hasta que no enseñe el papelito de su empresa de que está yendo a currar, o la cita del médico. Sales a la calle y eres delincuente hasta que demuestres lo contrario y así vive un montón de gente en el día a día, sobre todo gente migrante y racializada.

¿Va a ser difícil revertir este control policial y esta pérdida de derechos?

No va a ser fácil, pero no por el papel de la ley: el estado de alarma acaba y las competencias que tiene el Ejército ahora acaban cuando el real decreto deje de estar en vigor. El papel se revierte, pero lo que no se va a revertir tan fácilmente es la parte de la psicología social que está generando esto: el sentido común mayoritario que piensa que la violencia está justificada por la seguridad y el miedo.

Has afirmado en varias ocasiones que el racismo es una estructura de poder que ordena el mundo, pero a veces al racismo se queda al margen de algunos análisis.

Sí, hay mucho debate, porque hay economistas y pensadores marxistas que creen que no es así. Por ejemplo, David Harvey dice que el racismo es una externalidad del capitalismo y que el capitalismo utiliza. Yo mantengo que el capitalismo está basado en la ordenación racial del mundo y así ha acumulado su poder y su riqueza y así sigue, perpetuándose. El discurso políticamente correcto imperante de la socialdemocracia muestra que el racismo es una cesión personal de tolerancia o intolerancia de personas concretas que se puede arreglar con campañas de sensibilización; y sí que puede ocurrir que haya cambios en conductas concretas, pero esto responde a una estructura de ordenación económica en el mundo. Existe un paradigma de la normalidad que es la raza blanca y todas las demás condiciones étnicas son subalternas. No creo que esto sea una externalidad del orden económico, sino que el orden económico necesita esta ordenación de los cuerpos, por género y raza. Y esto que parece una abstracción muy grande estamos hartos de verlo. Hoy justo, el Consejo de Ministros está debatiendo regularizar a la población migrante para trabajar en el campo, porque claramente sabemos que el campo es una de las actividades más duras y peor reconocidas históricamente que no la quiere nadie, y ahí va la gente que tiene menos posibilidad de elegir. ¿Y en un mundo racista y colonial quiénes tienen menos posibilidad de elegir? Las personas que no son blancas. Hay un déficit de mano de obra en el campo y se da por hecho que no son los blancos europeos los que van a currar en el campo. Y así es, el campo lo trabaja la gente que no es blanca. Y esto no es una externalidad, ni una coincidencia, esto es una ordenación económica del mundo: la fuerza de trabajo de las personas que no son blancas es más barata, por tanto, la vida de las personas no blancas vale menos. Y hoy lo estamos viendo, y aplaudiremos. Y yo aplaudo porque tengo a un montón de gente que no tiene papeles.

También se va a seguir la misma táctica con los menores migrantes no acompañados, los llamados “menas”.

Sí, tendrán permiso de trabajo el tiempo que dure el contrato. Otra barbaridad, porque ya es una barbaridad que cuando cumplen 18 años se les da permiso de residencia, no de trabajo. Y hasta que no encuentran un contrato no se les da permiso de trabajo. ¡Imagina un chaval de 18 años inmigrante qué posibilidad tiene de lograr un alta en la Seguridad Social! Cuando alguien termina de ser menor tutelado se le condena a la marginalidad y la exclusión. Ahora se les dará permiso de trabajo, que es una conquista, pero para que trabajen en el campo, pero solo el tiempo que dure el contrato.

Claro, cuando conviene.

Es el uso de las personas como mano de obra

Yendo a la excusa de la entrevista, o al gancho en argot periodístico, tu tesis es que el pueblo gitano es un ejemplo de resistencia y podemos aprender alternativas de él.

Mi hipótesis política es un análisis histórico de cómo un pueblo perseguido y criminalizado por su forma de vida ha podido resistir la persecución y el castigo a través de las redes comunitarias amplias y de la economía alternativa. Intento ponerlo como ejemplo, por dónde deben ir los tiros en una nueva ordenación económica. Es justo lo que vemos estos días, cuando estamos amenazados como colectivo en todo el mundo las únicas respuestas que se apuntan como posible son las comunitarias. Si yo me quedo en casa, no contagio, mi salud depende de la de otro y la de otro de la mía. Esta forma de habernos sentido comunidad para salir de la adversidad es la que hacen las comunidades que viven en un estado de colapso generalizado, de la persecución. El pueblo gitano es un ejemplo de eso. Invito a mirar diferente a un colectivo subalternizado, porque se puede mirar como un ejemplo para seguir y copiarlo. Esta es la osadía.

El otro día publicamos en Pikara un artículo de Silvia Agüero hablando de las redes de resistencia y de cuidado que han surgido en el pueblo gitano durante el estado de alarma.

Es habitual en el pueblo gitano el socorro mutuo, sin haber leído a Kropotkin y las cajas de resistencia comunes. Es la forma de vida del pueblo gitano y también objeto de su persecución. Y seguro que los colectivos migrantes de Senegal que viven en España también tiene sus propias cajas de resistencias y su propia seguridad y su propia gestión de los conflictos. Y creo que hay que empezar a mirar ejemplos reales que están ocurriendo en los márgenes. Iremos a los márgenes para aprender de las personas que viven en exclusión.

¿Cuándo saldrá tu libro Un feminismo gitano?

Ese fue el título provisional. Al final, de feminismo gitano escribí un capítulo, porque el libro es más amplio: hablo de una autogestión de la justicia, de la resistencia al chantaje del salario. Al final, se llama Pueblo gitano contra el sistema mundo. Unas reflexiones desde un activismo feminista y anticapitalista. Iba a salir a finales de marzo y está parado en la imprenta.

¿Qué aporta el feminismo gitano?, ¿qué podemos aprender las payas?

No creo que exista un feminismo gitano porque no existe como teoría ni como práctica en la actualidad, lo que sí existe son gitanas que se están enunciando desde el feminismo o determinadas asociaciones que se están enunciando desde ahí. Quedará para el debate si el feminismo gitano se construirá como una práctica política real o no, o si será necesario. El feminismo gitano no es un fenómeno, es un proceso y serán sus protagonistas las que tendrán que decir si lo necesitan como herramienta o no. Las gitanas están pensando que desde su fórmulas y referentes puede haber formas de liberación sin tener que mimetizar otras fórmulas. Yo mantengo que las economías gitanas se parecen al paradigma de lo que conocemos como economía feminista. Entender que dentro de tu identidad hay una capacidad emancipatoria importante es muy poderoso. Y para el feminismo blanco es un espejo donde mirarse, porque lo gitano es lo que más cuesta en España porque es la otredad sobre lo que se ha construido lo payo y lo español: es más fácil empatizar con el feminismo mapuche que con el gitano porque es la otredad por excelencia. La cultura paya ha sido mucho más depredadora, individualista y competitiva que la cultura de cooperación y mutualidad que es la cultura gitana. Esa es mi hipótesis.

El 8 de abril es el Día del Pueblo Gitano. Muchos colectivos reclaman que las Administraciones pasen del enfoque de integración al de reparación, que se sea conscientes del daño causado.

El Día del Pueblo Gitano pone sobre la mesa la invisibilización del genocidio que existió y de las políticas que han sido encaminadas al exterminio del pueblo gitano; la más grave fue el nazismo y los campos de concentración, pero es una cuestión estructural que aún existe. No se conoce la historia, y no se entiende a los gitanos como un sujeto político, sino como un sujeto de asistencialismo social. La persecución al pueblo gitano es la persecución a una categoría política que desafía a un modelo imperante. Es de las pocas sociedades que desafía todavía al modelo de producción, consumo y modo de vida capitalista con una estrategia muy concreta: el gitano siempre va a preferir comer menos que trabajar para un payo, y eso es anticapitalismo en el sentido más puro.

Últimamente se está haciendo una relectura de los delitos de odio, porque han dejado de servir a las personas más vulnerables y perseguidas.

La cuestión es que el delito de odio que es una conquista del antifascismo y se está mal utilizando. Y esto nos lleva a reflexionar si podemos utilizar el Derecho Penal como una herramienta emancipadora. Yo soy contraria a esta idea, porque el castigo es una herramienta que tiene el poder para imponerse y así ha sido históricamente. El Derecho Penal no es idóneo como una herramienta de conquista de derechos; en el plano teórico, porque en el día a día usamos todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance para dignificación de la existencia de determinados grupos humanos. Soy partidaria de usarlo dentro de una estrategia política más amplia, de una manera más reflexiva y colectiva. La denuncia debe formar parte de algo más, como en vuestro caso con los ataques fascistas a la redacción: además de poner la denuncia, puedes hacer asambleas con los vecinos, hacer campañas de sensibilización.

Y también en el caso contrario, cuando te denuncian que sirva el alegato de defensa, como hiciste en el juicio del Coño Insumiso, caso en el que fuiste abogada.

El Coño Insumo fue un gran ejemplo. Si te acusan de que estás cometiendo un delito de odio tienes que demostrar tanto en el juzgado como en las calles cuál es tu mensaje y así potencias tu lucha. Esa es la inteligencia política y en el Coño Insumiso se hizo muy bien. En los juzgados no vamos a hacer la revolución, eso seguro.

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