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Entrevista a PAOLA PABÓN / PREFECTA DE PICHINCHA (ECUADOR) “El ‘lawfare’ comienza con la difusión de bulos en las redes, después la Fiscalía actúa contra ti”

Lunes 6 de marzo de 2023

Adriana T. 5/03/2023 CTXT

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Paola Pabón.
CÉSAR CORONEL CEVALLOS

Paola Pabón (Ibarra, Ecuador, 1978) ha militado en diferentes plataformas progresistas durante más de dos décadas. Su carrera política se inició en 1999 de la mano del partido Izquierda Democrática –fue la fuerza política más importante del país hasta finales de los ochenta–. Veinte años más tarde, en febrero de 2019, ya con el Movimiento Revolución Ciudadana (al que pertenece el expresidente Rafael Correa), se convirtió en la primera mujer en ganar las elecciones y obtener el cargo para la Prefectura de Pichincha, provincia de más de tres millones de habitantes situada en el centro norte del país y en la que se ubica la capital, Quito.

El 14 de octubre de ese mismo año, Pabón fue detenida en Quito tras el allanamiento de su domicilio, e imputada por rebelión armada. Se le acusó de haber instigado las protestas ciudadanas masivas en contra de la retirada del subsidio al combustible ocurridas unos días antes, en las que se llegaron a contabilizar más de 1.500 heridos y once muertos. Un día más tarde se dictó prisión preventiva contra ella, y fue puesta en libertad el 25 de diciembre, tras pasar 72 días encarcelada. Se le permitió regresar a su cargo como prefecta de Pichincha al día siguiente de su liberación. Pese al grave estigma para su imagen política, en las elecciones seccionales de Ecuador del pasado 5 de febrero fue reelegida en el cargo con el 28% de los votos.

Hemos podido charlar con ella aprovechando su paso por Madrid durante los días 25 y 26 de febrero para participar en el Encuentro Internacional Feminista organizado por el Ministerio de Igualdad.

Usted se está convirtiendo en uno de los principales referentes o símbolos en Ecuador, e incluso en toda Latinoamérica, de la lucha contra la violencia política. Pero me gustaría ir por partes. ¿Qué es la violencia política y por qué afecta especialmente a las mujeres?

Todas las mujeres, en todos los ámbitos, desde el periodismo hasta la medicina, estamos sujetas a distintas expresiones de violencias machistas. La violencia política busca que las mujeres abandonemos la arena política a través del acoso y la humillación. Busca la proscripción política de las mujeres que estamos en esta lucha. Huir de esa arena política implicaría que las mujeres dejemos de estar en los espacios de decisión, ahí donde se puede transformar la vida de toda la sociedad y de toda nuestra gente. Ese es el impacto que se busca, intentar desalentar por completo a las mujeres que estamos en primera fila tratando de cambiar las estructuras de poder.

En España esa violencia política contra las mujeres parece haberse empezado a desatar cuando llega al poder un gobierno de coalición progresista. Da la sensación de que la persecución no afecta tanto a las mujeres que ocupan el poder desde posiciones más conservadoras.

En España se están haciendo reformas buscando la equidad entre hombres y mujeres, así que las cosas empiezan a ponerse incómodas. Cuando el poder se siente incómodo con estos liderazgos femeninos reacciona, ataca utilizando los elementos que ya hemos visto en América Latina de manera contundente. Utiliza los grandes medios de comunicación, utiliza el desprestigio, atacan las vidas personales de quienes hacemos política.

Los servidores públicos o actores políticos tenemos encima una lupa, y sin duda esa lupa puede estar bien, porque la ciudadanía nos interpela, valida y cuestiona. Pero parece que las mujeres tenemos una doble lupa. Tenemos que ser doblemente buenas en lo que hacemos, tenemos que cumplir con los parámetros y los estándares que esta sociedad patriarcal espera de nosotras. Cuando no encajamos en este molde nos volvemos incómodas para el poder. Sí, creo que hay una estrecha relación entre la violencia política y las mujeres que defendemos tesis progresistas que buscan cambiar la estructura de la sociedad.

¿Qué sucede en particular con el lawfare? ¿Es una expresión más de esa violencia política?

América Latina vive desde hace ya años enfrentando el lawfare, que es un fenómeno que mina las democracias. Cuando se persigue judicialmente a los actores del espacio político, no solo estás afectando el derecho de aquel o aquella a quien proscribes, sino que también estás afectando el derecho de millones de personas que no van a poder encontrarte en la papeleta electoral.

Hemos vivido procesos de persecución en Brasil, en Argentina, en Bolivia... Las mujeres que somos la expresión de estos procesos progresistas en América nos ponemos en el punto de mira. No es casual que el lawfare y la violencia política se llevase por delante el gobierno de Dilma Rousseff. Como tampoco es casual que en Argentina se busque, no solo la proscripción política de Cristina Fernández, sino incluso su propia desaparición física. El mundo entero miró con estupor el atentado contra su vida. Al día siguiente las portadas de los periódicos decían: “Ah, bueno, el tiro no salió, pero mañana sale la sentencia judicial”. Es decir, buscan su proscripción, les da igual si es física o judicial.

En cuanto a mi caso personal, mi proceso de persecución se produjo en mitad del ejercicio de mi cargo público. Yo me encontraba en funciones, era una prefecta electa, y también por eso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos nos concedió medidas cautelares el 6 de diciembre del 2019, y así después de 72 días pude recuperar mi libertad.

Tras su puesta en libertad le obligaron a portar un dispositivo electrónico de seguimiento durante mucho tiempo, una tobillera. ¿Qué consecuencias tuvo para usted ese encarcelamiento? ¿Cómo le afectó en la esfera personal?

En efecto, yo fui detenida, pasé 72 días encarcelada y finalmente recuperé mi libertad con una medida sustitutiva. Tuvo un sabor agridulce, porque pude recuperar mi libertad, pero marcaron mi cuerpo. La tobillera sirve para recordarte a ti y a la gente que te mira que estás marcada. Tuvo una afectación más allá de lo psicológico, de lo personal. También una afectación de cara al ejercicio de la política, porque alguien te mira y piensa: “Bueno, si tiene una tobillera, seguramente salió de un proceso de corrupción”. Eso es lo que buscan.

En mi caso nunca se aclaró en los medios de comunicación que el proceso que llevaba adelante era por rebelión. Los primeros cargos que la Fiscalía hizo en mi contra fueron por rebelión armada. Después tuvieron que reformular cargos y finalmente el proceso terminó siendo por rebelión.

De esa manera se logra la estigmatización de la figura política, te conviertes en una mujer sospechosa. Y esa ha sido una de las mayores dificultades durante mi ejercicio de mandato en estos tres años y medio, mientras teníamos que enfrentar además una pandemia, una crisis económica y varias emergencias.

Creo que esto nunca lo he contado: posiblemente una de las cosas que más me marcó fue en una emergencia, en un deslave [deslizamiento de tierras] que tuvimos. Yo no podía ponerme unas botas de caucho para poder estar en el lugar de los hechos porque tenía que llevar la tobillera. Recuerdo sufrir una profunda indignación porque ellos no entienden la dimensión del daño que te están haciendo.

La familia es otro de los efectos colaterales que quedan invisibilizados. A veces se nos presenta a los políticos como si no tuviéramos amigos, familia, seres cercanos o compañeros. Pero tu entorno queda profundamente afectado. Cuando me presenté a esta reelección la primera pregunta de mi familia fue: “¿Estás segura de lo que quieres hacer? ¿Estás segura de volver a exponernos a esto?”. Esta persecución es un doble peso con el que tenemos que cargar.

Usted ha sido también víctima de graves ataques mediáticos y de la difusión de bulos. Se le acusó en falso, por ejemplo, de algo tan grotesco como sobrepreciar bolsas para cadáveres durante la pandemia de la covid. Los medios de comunicación se hicieron igualmente un gran eco de su proceso de encarcelación. ¿De qué manera trabajan los medios para el poder?

Los medios de comunicación son un componente clave en esta lógica del poder. El lawfare comienza con la difusión de bulos o fake news en las redes sociales, luego se legitima en un medio de comunicación formal, ya sea escrito, televisivo o digital, y es entonces cuando la Fiscalía actúa contra ti. Es importante señalar el rol perverso que han jugado las fiscalías en América Latina. Casi todos los procesos judiciales en América Latina a diferentes figuras políticas han tenido esta misma hoja de ruta. Se busca la muerte de esa figura, de ese símbolo político a través de la descalificación, de la estigmatización sistemática. Es importante explicar esto: no se trata de noticias aisladas, no es que sales un día en el noticiero de la mañana. Sales en el noticiero de la mañana, en el del mediodía, sales en la noche, abres el portal digital y estás en el portal digital. Y ahora, adicionalmente, existe un elemento que juega un rol fundamental: los trolls. Cuentas falsas que son creadas para amplificar los bulos y las noticias falsas.

Comentabas el caso de la pandemia. Nosotros estuvimos ahí con la gente entregando alimentos, haciendo pruebas PCR, haciendo pruebas rápidas, entregando mascarillas. Frente a ese posicionamiento de imagen, inmediatamente viene la estrategia de la descalificación y el consecuente linchamiento mediático. Los medios de comunicación no son imparciales, son un eslabón más de la estrategia de los grandes actores de poder para defender sus intereses.

¿Quiénes serían esos grandes actores de poder?

Creo que los que enfrentamos en nuestras diferentes democracias: los actores que están vinculados al sector financiero, al sector bursátil, a los grandes empresarios. En Ecuador estamos viviendo un fenómeno que vulnera especialmente nuestra democracia y a nuestro pueblo, y es el crimen organizado. Esto ha sucedido en varios países de Centroamérica, y lastimosamente es uno de los nuevos flagelos que está viviendo el Ecuador. Porque frente a la ausencia de un estado que oriente, que haga política pública, de un estado que llene los vacíos que tiene la sociedad, van a ser los diferentes poderes, incluido el crimen organizado, los que copen el Estado. Estos son los círculos reales de poder que están manejando la política y que batallan por la defensa de sus intereses.

Cuando le escucho no sé qué pensar. ¿Tenemos motivos para la esperanza? ¿Qué ocurrirá si esos poderes logran que las mujeres progresistas abandonen la política porque el precio que tienen que pagar es demasiado elevado?

Voy a hablar desde lo personal. Han sido siete años muy difíciles. Nosotros empezamos a sufrir este lawfare, esta persecución en el Ecuador hace siete años. Hemos atravesado diferentes momentos. Proscripción política. Judicialización política. Ataques. Cárcel. Mucho dolor y mucho sufrimiento. Pero mantenemos nuestra motivación, la de hacer política de la buena. Nuestra motivación tiene que ser cambiar la realidad de nuestra gente. Durante estos siete años no solo hemos sido golpeados los que nos dedicamos a la política. Los afectados son las grandes mayorías: los millones de ecuatorianos que ahora están en la pobreza, o los millones de brasileños pobres que dejó Bolsonaro como legado después de años de un neoliberalismo irracional y autoritario. Por lo tanto, creo que esa tiene que ser la gran motivación. No podemos resignarnos a eso, no podemos conformarnos con esto.

Después de siete años de ataque sistemático que parecía que no iba a tener fin, hemos revalidado nuestra posición y nuestra postura en las urnas. La revalidación de mi gestión significa que la ciudadanía confió en mí. Hay un grado de confianza, y por eso siento que hay esperanza. Si pudimos cambiar esa mentalidad impuesta por grandes sectores oligárquicos y mediáticos, creo que lo vamos a lograr. Yo creo sin duda que este es un tiempo de mujeres. Soy muy optimista. Creo que esta combinación de feminismo y política es una receta muy potente para cambiar las estructuras capitalistas y patriarcales. A veces vemos con envidia sana cómo avanzan en otras latitudes, y estos avances tienen incidencia también en nuestros países.

Hablemos de eso. La comunidad ecuatoriana, compuesta por más de 400.000 personas, es la tercera comunidad migrante más importante en España. Por fuerza, esto debe generar vínculos importantes entre ambos países. ¿De qué manera se están influyendo España y Ecuador?

A raíz de la grave crisis económica que sufrimos en 1999, Ecuador expulsó a tres millones de ecuatorianos, y uno de los destinos que acogió a nuestra comunidad migrante fue España. Así que lo que pasa en España tiene una incidencia directa sobre Ecuador, no a través de los medios de comunicación, sino a través de los hogares. Tenemos a muchos niños que nacieron y se criaron en España y luego retornaron al Ecuador, así que existe un vínculo afectivo y emocional muy fuerte con España. Y yo siento también que hay mucha curiosidad por parte de los sectores políticos. Obviamente, yo me muevo en un sector progresista de izquierda, pero estoy muy orgullosa de que las experiencias y las vivencias de diferentes países de América Latina también hayan servido de inspiración, por ejemplo, para varias reformas legales que ahora se están llevando adelante en España.

Argentina ha sido uno de los países que más ha marcado la ruta feminista en América Latina. En el caso ecuatoriano, nuestra gran dificultad sigue siendo los derechos sexuales y reproductivos. Y por eso los avances de España, de Argentina y de Chile son una motivación para los que todavía estamos rezagados en esta materia.

A los españoles nos afecta y, en consecuencia, nos debería interesar lo que sucede en Latinoamérica.

He sentido estos días que el tema de la violencia política contra las mujeres y la judicialización de la política se ven como un problema de América Latina, y yo sí quiero dejar la alerta, porque me parece que este es un mecanismo que utilizan los sectores de poder y los sectores de derecha. Esto no solamente puede pasar en América Latina, esto puede ocurrir en otras latitudes. El lawfare ha cambiado la realidad de los pueblos en Argentina, en Brasil, en Bolivia, en Ecuador. Y me parece que Europa debería poner mucha atención en esto.

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