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Entrevista a Ochy Curiel: “Las relaciones de poder hay que historizarlas, etnografiarlas y, sobre todo, complejizarlas”

Miércoles 9 de febrero de 2022

Resumen Latinoamerican 5 febrero, 2022

Colombia. El año pasado se realizó la IV Conferencia Internacional Marxista Feminista, donde se dieron numerosos debates útiles para entender el contexto colombiano de las luchas de las mujeres y disidencias sexuales y de género, en el marco de un análisis anti-capitalista.

Los últimos años han sido marcados en la lucha social por un fenómeno de grandes avances en la comprensión de un sinnúmero de opresiones y alienaciones, buscando ampliar el espectro de un sujeto de lucha múltiple con particularidades que enriquecen la lucha.

Sin embargo, esa tendencia ha podido preocupar y ocupar a las organizaciones sociales dedicadas a la lucha por superar el capitalismo, ya que pareciera desdibujar la contradicción principal de la explotación de la fuerza de trabajo por la clase dominante en el marco del modo de producción capitalista. Mientras, otras organizaciones sociales afirman que las luchas por el medioambiente, contra el racismo, contra el Estado, por una sociedad donde ser hombre o mujer o ninguno de los dos no sea un motivo de violencia, solo pueden avanzar si tiene clara la necesidad de avanzar conjuntamente contra el capitalismo.

Para debatir estos temas, Colombia Informa entrevistó a Ochy Curiel, una activista dominicana y teórica del feminismo latinoamericano y caribeño, antropóloga social y cantautora, quien además actualmente es profesora en la Universidad Nacional de Colombia.

Colombia Informa: ¿Qué definiciones del Patriarcado te parecen más útiles para la lucha: una relación social o una relación de producción/modo de producción?

Ochy Curiel: A mí, particularmente, me gusta pensarla como una relación social. Esto porque cuestiono la universalización que se ha hecho de este concepto, asumiendo que todos los hombres han sostenido relaciones de poder y que todas las mujeres son las víctimas.

Creo que las relaciones de poder hay que historizarlas, etnografiarlas y, sobre todo, complejizarlas. Muchas definiciones sobre el patriarcado sostienen que se trata de un sistema o una estructura de organización y dominación con base en el sexo/género, en la que prevalece el poder y la autoridad de los hombres, y que eso ha sucedido históricamente en todas las sociedades.

Yo a esto le pongo muchas comillas. Por ejemplo, si colocamos el análisis racial, veremos que no todos los hombres han sostenido poder en las estructuras sociales. La mayoría de los hombres negros e indígenas no han sostenido esa estructura social de poder. Quienes la han sostenido son hombres blancos con privilegios de raza y clase. Eso no quiere decir que muchos de los hombres negros e indígenas no sean machistas, pero es distinto a asumirlos como patriarcales.

Por otro lado, podemos ver el poder y la legitimidad que tienen muchas mujeres en ciertos contextos. Por ejemplo, en el Caribe muchas mujeres son las que tienen el control de los medios de producción, toman decisiones en sus familias y en sus círculos; los hombres no tienen poder ninguno que no sea una representación de “machos”. Es decir, gozan del privilegio de ser machos, incluso alentados por muchas mujeres, pero no son, en muchos casos, los que sostienen estructuras sociales, como por ejemplo las familias y las comunidades.

Es por ello que me gusta pensar más en relaciones sociales para poder particularizar el tipo de poder que se ejerce y por quienes se ejerce. Pensar sistemas cerrados o modos de producción cerrados no da cuenta ni de la agencia de las mujeres ni como se conectan relaciones de raza, de clase, de geopolítica, de sexualidad, además del sexo/género.

CI:¿Podrías resaltar algunos de los aportes teóricos desde la lucha antipatriarcal que te parecen relevantes para el movimiento social hoy?

OC: La lucha antipatriarcal, que se puede especificar como lucha contra la violencia hacia las mujeres en el plano económico, social, simbólico, etc… ha sido importante porque ha develado un tipo de relación social basada en el sexo/género. Sin embargo, insisto, el problema es que esa lucha, que llevan a cabo fundamentalmente feministas blancas y blanco-mestizas, no se ha comprometido con evidenciar y, por ende actuar, con base a otras relaciones de poder. Por ejemplo, el racismo, los efectos de las políticas neoliberales y, concretamente, el efecto de las multinacionales en las comunidades afros, indígenas, campesinas, etc.

La lucha antipatriarcal sigue asumiendo que el sujeto víctima son las mujeres, vistas como homogéneas, y eso ha sido una de las peores herencias del feminismo blanco europeo y norteamericano, que en esta Abya Yala, la mayoría de las feministas siguen repitiendo. Las relaciones sociales en esta región no pueden entenderse sin considerar la raza; no como un hecho dado (pues estas no existen) sino más bien como idea, como una ficción que ha clasificado a la población con base a estereotipos y prejuicios. Un feminismo “antipatriarcal” que no se comprometa con esa lucha sigue siendo racista, y obviamente clasista, porque no podemos separar el racismo del clasismo.

CI: ¿Cómo se relacionan históricamente el sexismo y el racismo con el capitalismo?

OC: Pues los tres han estado imbricados desde el mismo hecho colonial. El capitalismo se hizo mundial a partir de la explotación de mano de obra indígena y luego africana mediante la esclavitud, es desde ese momento que se empieza a justificar la no humanidad de los pueblos originarios y luego de los pueblos africanos traídos forzosamente en condición de esclavitud. Fue esa explotación basada en la deshumanización la que permitió la acumulación del capital, primero a los europeos y luego a los criollos; y eso no fue solo en un territorio, fue un circuito comercial mundial.

El sexismo y el heterosexismo también inicia en el proceso colonial en nuestro contexto. Mujeres y hombres fueron considerados los blancos europeos colonizadores porque se les reconocía humanidad. Fueron ellos los que impusieron roles y papeles sociales, la división sexual, racial y social del trabajo. A las colonizadas no se les consideraba mujeres y a los colonizados no se les consideraban hombres, sencillamente eran mano de obra para explotar. Luego, con la religión judeo-cristiana, con la moral católica que trajeron los europeos se produjo un proceso de patriarcalización y desde allí, desde un determinismo biológico, se asumió que todas las que tenían vulvas eran mujeres y quienes tenían penes eran hombres, y con esta visión se impuso también una clasificación sexual.

Pero no podemos olvidar que esa clasificación no fue igual para mujeres y hombres blancos que para las personas colonizadas. Las personas colonizadas siempre fueron consideradas de menor humanidad: sin razón, sin conocimientos, solo vistos y asumidos como animales, como mano de obra para ser explotada. Esto ha tenido consecuencias hasta hoy día, donde vemos que esta lógica se sigue reproduciendo entre regiones, incluso al interior de un mismo país. Por eso una lucha que no contenga eliminar el sexismo, el racismo y el capitalismo, es una lucha que no implicará un proyecto de transformación social y de liberación, sobre todo para las personas condenadas del mundo.

CI: ¿Cómo podemos explicar la violencia sistemática contra los cuerpos de las mujeres y disidentes?

OC: Pues tiene que ver con lo anterior, con las maneras en que los procesos de patriarcalización se han llevado a cabo. El heterosexismo ha implicado que ciertos cuerpos y vidas que no corresponden al sujeto heterosexual (que es masculino, blanco y con privilegios) sean asumidos como objeto, y en ese sentido pueden ser consumidos, violentados y asesinados. Pero es necesario aclarar qué tipo de cuerpos de “mujeres” y de “disidentes” son los que son más violentados. En general, es gente empobrecida, indígena, afro y de ciertos territorios.

Por lo tanto, de nuevo no podemos separar heterosexismo, racismo, capitalismo…. No son todos los cuerpos de todas las mujeres (porque esas mujeres no solo son marcadas como mujeres) ni de todos los disidentes (que tampoco solo son disidentes sexuales) los que están siendo violentados. Son de algunas personas, aquellas que precisamente no gozan de privilegios raciales, de clase, de nacionalidad, etc.

CI: ¿Cuáles son estas violencias?

OC: Pues son muchas, dependiendo de a qué situaciones nos estamos refiriendo. Desde el despojo de sus territorios, rompimiento de sus tejidos sociales, poco reconocimiento social, violencias sexuales, violencias simbólicas, negación a servicios mínimos, destierro y, lo peor, asesinatos.

CI:¿Qué te inspira del momento actual de la lucha de las mujeres?

OC: Yo no solo estoy en las luchas de lo que dice son “las luchas de las mujeres”. Mi lucha es por un proyecto de liberación que implica luchar por eliminar todas las opresiones: racismo, heterosexismo, clasismo, despojo. Estoy contra las políticas neoliberales capitalistas, el militarismo….. Eso significa que esta lucha debe ser hecha por sujetos múltiples que están afectados por todas esas opresiones al mismo tiempo. No soy de las que cree que, aunque fui marcada como mujer, mi lucha es solo de género (como hacen la mayoría de los feminismos). Hay que hacer una lucha imbricada. Solo así lograremos una real transformación social que no siga colocando a la mayoría de la gente racializada, sin privilegios de clase, sexualidad ni nacionalidad en las más bajas jerarquías, y que son quienes están siendo más afectados por este sistema de muerte.

CI: ¿Cuáles son los retos que debemos enfrentar?

OC: Pues el principal, como parte de los movimientos sociales, es superar la política identitaria que ha implicado también el separatismo. Eso ha fragmentado nuestras luchas. El mundo es complejo y compleja tienen que ser también las luchas sociales. Tiene que ser decolonial, eso significa entender cómo se fueron imbricando todas esas opresiones a lo largo del tiempo, significa entender que ninguna de esas opresiones ha estado separada; por tanto, las acciones tienen que hacerlas desaparecer todas al mismo tiempo.

Si alguien es feminista y considera que su lucha es la violencia hacia las mujeres, es racista, es clasista y es heterosexista. Si soy una persona afro y considero que mi lucha es solo contra el racismo, estoy siendo sexista y heterosexista, y así. El mayor reto es formar parte de un proyecto común (que obviamente no niegue las diferencias fundamentales y sus historias) que sea autónomo, autogestionario y que implique coaliciones más allá de países, de regiones, de identidades.

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