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Entrevista a: Mireia Vehí: “El debate de Igualdad y Justicia no va de violencia machista, va de que se acercan las elecciones”

Sábado 11 de febrero de 2023

La diputada de la CUP en el Congreso considera que la negociación sobre la subida de penas en la ley del ’solo sí es sí’ es “conservadora” y no está centrada en las víctimas: “La izquierda está dejando de lado explicar a la sociedad que más cárcel no nos hace más libres y que el Código Penal no lo soluciona todo”

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Mireia Vehí, diputada de la CUP. Marta Jara

Marta Borraz / José Enrique Monrosi 9 de febrero de 2023 elDiario.es

La diputada de la CUP Mireia Vehí (Vilafant, Girona, 1985) no comparte la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’ presentada por el PSOE, pero es igualmente crítica con la norma impulsada en su día por el Ministerio de Igualdad, ante la que su formación se abstuvo. Considera que la negociación en el seno del Gobierno solo está sirviendo para centrar el debate en las penas de cárcel para agresores sexuales, un “marco de la derecha” que, asegura, la izquierda “está comprando”. Vehí opina que al PSOE y a Unidas Podemos “se les ha ido de las manos” su confrontación pública, que además achaca a un afán electoralista de ambas formaciones alejado de una profunda reflexión sobre las violencias machistas y sus causas.

Usted está siendo muy crítica con el debate en el seno del Gobierno en lo que respecta a la reforma de la ley del ’solo sí es sí’, centrado ahora en la subida de penas. Ha dicho que es un debate conservador. ¿En qué sentido?

El debate está en un punto en el que hay mucho ruido y está siendo conservador porque, aunque la ley tiene muchas más medidas, la izquierda está comprando el marco de la derecha, exclusivamente centrado en las penas y en las revisiones de condenas. Hay una evidencia y es que no se protege más con más penas ni más cárcel, porque el Código Penal español hace muchos años que es muy duro y, sin embargo, la violencia machista no cesa.

Cuando el CIS pregunta por qué hay violencia machista, la mayor parte de respuestas apuntan al patriarcado, no a la falta de penas. Esto quiere decir que la sociedad está preparada para tener un debate profundo sobre el poder y el género. Sin embargo, ahora se están mezclando muchas cosas y eso me lleva a pensar que no es que las ministras de Igualdad y de Justicia no sepan de lo que hablan, es que están teniendo un debate que no va de violencia machista, va de que se acercan las elecciones, va de pelearse y ver quién gana.

¿A qué se refiere con que se están mezclando muchas cosas?

Hemos sido críticas con unificar la agresión y el abuso porque da más margen de discrecionalidad a los jueces y porque lo que pasa en el proceso judicial no tiene que ver con juntar o separar delitos o con subir o bajar penas, tiene que ver con la idea de descargar a la víctima de la responsabilidad única de la prueba, con los recursos de los que disponemos. Lo que se necesita es que la policía que recibe la primera declaración tenga formación y recursos o que haya informes psicológicos que sirvan de elementos probatorios. Y luego está la cuestión del consentimiento, que ya estaba en el Código Penal, otra cosa es que se cambie la concepción y se pase del ’no es no’ al ’sí es sí’, que no creemos que responda a un feminismo transformador.

El marco de debate y negociación está pivotando sobre la subida de penas. ¿Se ha perdido la oportunidad de hacer pedagogía en la línea que usted defiende?

El populismo punitivo, que es esta creencia por la cual subir penas y el Código Penal son la solución a todos los problemas, utilizado para ganar votos, está instalado desde hace mucho. Pero muy a menudo el ruido político se emancipa del sentido común de la sociedad, que creo que en general está más alejada de esta idea, más de lo que pensamos, de lo que políticamente puede parecer. Cuando la izquierda compra los marcos de la derecha, pierde. La pregunta que hay que poner encima de la mesa es qué pasa con la masculinidad hegemónica y patriarcal, cómo funciona la violencia machista o por qué los hombres siguen agrediendo. Esta sería una pregunta transformadora desde la izquierda.

La ley está ahora teniendo unos efectos muy concretos, que es que hay revisiones de sentencias a agresores que están viendo rebajadas sus penas, algunos de ellos incluso saliendo de la cárcel. ¿A la CUP le parece esto asumible?

Hay dos cuestiones por las que discrepamos de la forma en que el Ministerio de Igualdad ha enfocado la respuesta a esto. Una es que al unir dos delitos se ha ampliado y bajado la horquilla de penas, y es un derecho fundamental que no es conveniente perder que se revisen las condenas en beneficio del reo. Esto tiene que pasar en un sistema democrático y de derecho. Y la otra es que, a pesar de que se revisen, no son la mayoría, no suponen mucha bajada y el Código Penal sigue siendo uno de los más duros de Europa. ¿Es asumible? Sí. Y una parte de esta oportunidad que igual la izquierda está dejando de lado es no solo explicar a la sociedad que más cárcel no nos hace más libres, sino que el Código Penal, que obviamente tiene que existir, no lo soluciona todo y que la cárcel sin reinserción no sirve.

Pero en algo sí le doy la razón a Igualdad. Cuando Zapatero aprueba la ley contra la violencia machista también parece que se va a acabar el mundo. Es decir, el escándalo de los agresores y las condenas forma parte de los medios que tiene la derecha para desacreditar las medidas feministas y al Ministerio.

Aparte del enfoque teórico, las condenas tienen un efecto de resarcimiento para las víctimas, que pueden estar viendo cómo a sus agresores se les rebajan las condenas. ¿Puede entender que esto redoble su dolor?

La violencia machista genera dolor y la inseguridad jurídica lo refuerza, por eso es tan importante tratar estos temas con mucha responsabilidad. Las víctimas no se merecen que esto sea una pelea electoral, porque eso exacerba ese dolor. Ahora bien, las leyes generan cambios culturales y no creo que sea positivo para ellas ni para las mujeres en general transmitir la idea de que a más cárceles, más protección. Ni tampoco transmitir que las políticas de violencia son políticas exclusivamente centradas en las víctimas. Eso no quiere decir que no tengan que ser protegidas, obviamente, pero se pone mucho énfasis en los años de cárcel cuando sabemos que el proceso es largo y es mucho más que eso. Es antes, durante y después.

El cambio de la ley fue propiciado por el caso de ’la manada’ debido a que la primera sentencia dictaminó que no había violación al no apreciar violencia ni intimidación. ¿Estaba justificada la unificación de la agresión y el abuso?

El hecho de que la segunda sentencia sí sea por violación creo que implica que igual no era tan importante acabar con la distinción entre delitos, sino ver cómo mejorar la cuestión probatoria. Y cuando hablo de prueba no me refiero a lo que dijo la ministra de Justicia, totalmente fuera de lugar. La prueba no puede girar en si te han dejado una herida o no, sino que es tu relato, si alguien lo ha visto, si tu entorno puede explicar... La ley sí creo que refuerza los recursos en este sentido, pero es importante que haya un tipo de gradación vinculado a la violencia y la intimidación porque no es el mismo nivel de daño. El Código Penal debe ser lo más preciso posible. Con ’la manada’ el feminismo salió a la calle, pero es que es un movimiento plural y diverso y creo que es un error decir que aquello se debe traducir en una determinada lectura del Código Penal.

¿Cómo cree que se deberían haber trasladado aquellas demandas entonces?

Desde siempre la traslación del movimiento social y popular a la institución tiene distorsiones con las demandas. ¿Cómo se debería traducir en términos legislativos? Pues preguntémosle al movimiento feminista. Algunas te dirán que así, tal y como se ha trasladado, y otras te diremos que preferimos que las políticas públicas aborden la masculinidad y el poder. Y por lo tanto habrá un debate. Y siempre que las demandas populares llegan a la institución hay una aplicación que decepciona. Por otro lado, es obvio que cuando no hay consentimiento hay una vulneración de los derechos de las mujeres o de las personas que no consienten.

¿Pero no una agresión?

Cuando no hay consentimiento hay una vulneración de la libertad sexual, obviamente, ¿pero esto implica que el Código Penal tenga que responder de la misma forma si hay violencia o intimidación o si no? Sí creo que es positivo que uno de los debates que esté ahora mismo en todas las televisiones sea cómo abordar la violencia machista. Yo creo que está bien, que es una conquista del movimiento feminista. Ahora bien, ¿es deseable que en este debate solo se hable de las penas? No. Aquí es donde nosotros decimos que estamos teniendo el debate en términos conservadores.

Además, hay que tener en cuenta que la ley se inserta en una línea del movimiento feminista internacional cada vez con más poder que impulsa leyes del ’sí es sí’, pero detrás de todo esto hay debates y cuestiones filosóficas sobre si el género es una cuestión más esencial o más social, si las relaciones sexuales son siempre un espacio de riesgo para las mujeres y de qué manera abordar esta cuestión: si como algo vinculado al poder, que nos afecta a todas y todos, o desde un enfoque en el que hay que contener la masculinidad sobre todo con las herramientas penales.

La propuesta del PSOE en el Congreso establece un tipo penal básico y otro con penas más altas cuando hay violencia o intimidación, aunque no lo llama agresión y abuso. ¿La posición de la CUP crítica con la unificación de delitos hace que sí estén de acuerdo con esta iniciativa?

La crítica que se hace desde perspectivas feministas alternativas es decir que no es deseable que el Código Penal entre en todas las esferas de nuestra vida. El consentimiento no es un intercambio mercantil y por lo tanto es mucho más complejo que lo que plantea el ‘sí es sí’. El PSOE no cambia eso, lo que hace es subir las penas haciendo un ejercicio de populismo punitivo que no soluciona nada, al contrario, todavía empeora más las cosas.

El planteamiento del ‘no es no’ era válido en la medida en la que tú tienes muchas formas de decir que no. Por ejemplo, en la típica situación que hemos vivido todas las señoras que es que duermes con un colega en una cama y tú duermes en una esquina de la cama y el otro no entiende que no quieres echar un polvo y al final tú le muestras con el cuerpo tu rechazo o le tienes que acabar diciendo que se eche para allá, o bien acabas echando un polvo porque te paralizas. Esto es expresar que tú no quieres follar.

El cambio de paradigma que proponía la norma era que no hiciera falta ese ’no’, cambiar el foco y ponerlo en que no decir que no, quedarse callada o paralizada no es consentir.

Claro, eso no significa consentir. Estamos mezclando si se consiente o no con expresar, porque siempre se expresa. Eso es distinto de cómo una víctima prueba cuando denuncia que no hay consentimiento. Y eso es posible con el modelo anterior también, con la intimidación, que no solo no deja marcas, sino que tiene que ver con toda esa escala de grises. Yo creo que está bien que el centro del delito siga siendo la gravedad en función de la violencia o la intimidación. Pienso además que la nueva ley genera un cambio cultural con el mensaje de que todas las relaciones sexuales son peligrosas.

Es un debate que se ha tenido en los últimos años, cómo equilibrar la ruptura del silencio sobre la violencia sexual y el discurso del miedo.

La ley del ‘sí es sí’ contribuye a que no haya ese equilibrio. Todas las señoras sabemos que cuando eras joven volvías a casa con el móvil haciendo ver que llamabas y las llaves en la mano, y esto un día se lo cuentas a tus amigas y les pasa lo mismo. Esto antes era el otro extremo, nunca pasaba nada y por lo tanto tú ibas súper segura y de golpe te dabas cuenta de que todas hacíais lo mismo. Y ahora estamos en el otro extremo: tú eres un riesgo, un peligro, siempre te van a agredir. Tenemos que buscar el equilibrio entre las medidas que visibilizan la violencia y la necesidad transformadora de que las mujeres vayamos conquistando espacios contra la violencia, que sea proporcional a la seguridad que nosotras percibimos.

¿Qué le parece la escenificación estos días de las diferencias entre los socios de coalición?

Se les ha ido de las manos. Creo que las declaraciones de la ministra de Justicia son totalmente desafortunadas y creo que el Ministerio de Igualdad tampoco está teniendo un enfoque del debate que ayude a la claridad. Es decir, ni más penas nos protegen más a las mujeres, ni mezclar peras con manzanas nos ayuda a entender nada y a tener debates sanos. Pienso que la fractura es grande. No sé dónde va a llegar esto, pero me parece que es un símbolo que nos explica que el movimiento feminista es tan fuerte que es capaz de poner en jaque a un Gobierno que hasta ahora había girado las encuestas.

Tanto el PSOE como Unidas Podemos buscarán apoyos durante el trámite de la propuesta socialista. ¿Van a intentar negociar?

Nosotras desde el inicio hemos sido muy respetuosas con el Ministerio de Igualdad, porque a pesar de no compartir la línea política nos parece que es importante que haya un ministerio feminista. Y la ministra Irene Montero está sufriendo un acoso que no es tolerable. Hemos sido muy honestas y muy críticas con el ‘solo sí es sí’, con la prostitución, con el trabajo sexual, con medidas que se han llevado a cabo. Ahora bien, a nosotras nunca nos preguntan si queremos negociar porque no necesitan nuestros votos.

¿Por qué optaron por la abstención a la ley del ’solo sí es sí’ siendo tan críticos con el corazón de la ley?

Porque la ley tenía cosas que estaban bien, no solo se modificaban penas. Nos parece importante que haya una ley feminista de la violencia sexual y que el Ministerio de Igualdad esté dando una batalla cultural feminista. No compartíamos el corazón de la ley, pero pensábamos que mejoraba la vida de algunas mujeres que sufren violencia y eso se merecía que no votáramos que no.

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