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Entrevista a María Ferreiro: “Si las labriegas no producimos, no se cubre una necesidad tan básica como es comer”

Martes 14 de abril de 2020

La responsable de la Secretaría de Mujeres del Sindicato Labrego Galego reflexiona en esta entrevista sobre las dificultades que el decreto del estado de alarma está generando en el campo. María Ferreiro considera que la pandemia debe servir para articular un debate sobre la agricultura y la alimentación.

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María Ferreiro, en una foto de archivo.

Elena Martín 14-04-2020 El Salto

María Ferreiro, responsable de la Secretaría de Mujeres del Sindicato Labrego Galego, explica cuál es la situación de las labriegas y labriegos durante el estado de alarma, “cuyas normas fueron creadas desde una óptica urbana”. También habla de cuidados, producción alimentaria y de la importancia de que se permitan reabrir los mercados locales, fuente de ingresos de muchas productoras pequeñas y agroecológicas.

Desde un primer momento reclamasteis que las reglas no podían ser las mismas en la ciudad que en el campo en relación con la cuarentena, ¿esto sigue siendo evidente?

Creo que la cuarentena está poniendo de manifiesto la diferencia entre vivir en las ciudades —con las aglomeraciones, gente que vive encerrada en cuatro paredes...—, y vivir en el rural. También, y precisamente por esto, se está haciendo hincapié en cómo lleva la cuarentena la gente de las ciudades, porque es donde vive la mayor parte de la población. El otro día hablaba con unas compañeras de que tenemos ciertos privilegios en el rural —aunque a mí no me gusta hablar de privilegios, porque en la mayoría de los casos es una elección que hicimos, apostamos por llevar a cabo nuestro proyecto de vida en el rural, pero también tiene partes negativas—, y eso me hizo reflexionar sobre cómo se están poniendo en evidencia ahora mismo las dos maneras de vivir: por un lado la rural, y por otra la urbana.

Esto está dejando ver que efectivamente las reglas no pueden ser las mismas en ambos lugares. Cuando se crearon las normas de la cuarentena, la mayoría se hicieron desde un despacho en una ciudad y fueron escritas por gente que vive en una realidad urbana. Y aunque está claro que la mayor parte de la población en Galicia es urbana, la mayor parte de nuestro territorio es rural, concretamente el 70%. Esta situación debería estar encima de la mesa, y se debería tener en cuenta para definir las particularidades y peculiaridades de una normativa como la que se hizo para el estado de alarma. Sin ir más lejos, yo ahora mismo estoy hablando contigo por teléfono y estoy caminando por fuera, pero no estoy viendo a nadie, estoy sola. Y esto pasaba también antes del 14 de marzo, no es algo excepcional. Nuestra realidad, por lo tanto, es distinta.

Y por esa razón, tampoco tiene sentido que se ponga un límite de distancia al que te puedes desplazar para ir a tu huerta.

Claro. Y hubo mucho debate sobre esta cuestión, incluso sobre si la huerta era de autoconsumo o no, o si se consideraba una actividad esencial o no. Que nos pongan unas distancias para poder ir a nuestras huertas o fincas no tiene sentido. As veces esas distancias se cumplirán, pero otras no, y eso no quiere decir que estemos actuando mal o haciendo algo incorrecto. O peor, que nos tengan que venir a llamar la atención, amenazando con multarnos por ese tipo de actuaciones. Si antes ya en la mayoría de los casos no nos cruzábamos con nadie —por la situación de despoblación del rural—, ahora mucho menos con la cuarentena. Y esto no cambia si la huerta está a quinientos metros o si está a un kilómetro. Además, estamos en el momento de hacer los semilleros, y si no los hacemos ahora, dentro de un mes ya será demasiado tarde y no tendremos cosecha. Por lo que la limitación de los quinientos metros nos parece absurda, pero claro, siempre hablando de nuestro entorno rural gallego.

Por poner un ejemplo todavía más visual, yo en las pocas veces que me tuve que desplazar durante la cuarentena al centro de la comarca de Curtis, donde vivo, tuve más contacto con personas del que tengo en mi día a día en las tareas normales en el rural y como labriega. Siempre decimos que en esta situación todas tenemos que respetar las medidas para evitar una propagación, pero eso no tiene que ver con que no me pueda desplazar un kilómetro hasta mi finca, o ir a por agua a una fuente que está a dos kilómetros porque no tengo pozo en casa. Justificar estos desplazamientos nos parece absurdo y evidencia que no se tiene en cuenta la realidad del rural y cómo vivimos en el día a día la gente que estamos en el campo. Evidencia que las normas se hicieron desde una óptica totalmente urbana.

Está muy en el fondo, y muy vinculado a esa óptica urbana de la cuarentena, el pensar que los alimentos simplemente aparecen en las tiendas

¿Y la policía aparece mucho por vuestra zona?

En Curtis, mi comarca, por lo que sé no están viniendo mucho. Pero sí que es cierto que las pocas vecinas que sí se encontraron con ellos dijeron que fueron muy inquisidores en sus preguntas: “¿Adónde vas?”, “¿A qué distancia?”, etc. Cuando quizás te están preguntando en un radio en el que no hay nadie, ¿no? Y estás dando un simple paseo por el monte.

Además, si estáis yendo a la huerta no es por pasear, sino que es fundamental para sobrevivir.

Por supuesto. Esta es nuestra forma de vida, incluso si es una huerta de autoconsumo, no solo las comerciales. Al final parece que lo hacen por una cuestión de demostración de control, de hacerte sentir que estás haciendo algo muy malo por ir a cuidar de tu huerta. En principio las cosas van quedando en nada, pero en los casos en los que sí hay control, este es muy exhaustivo.

Con el tema de los animales algo menos, también salen menos en los medios, porque se considera más claro que necesitan comida y bebida para seguir viviendo. Por lo que abren más la mano cuando demuestras que te desplazaste para cuidar animales. Hay un cuestionamiento mayor cuando es un tema de huertas o de ir a trabajar a una finca. Algo que, de todas formas, no tiene sentido.

Sobre todo, teniendo en cuenta que la ciudad come también de esas huertas, ¿no?

Efectivamente. Para nosotras eso está muy en el fondo y muy vinculado a esa óptica urbana de la cuarentena, que parece que hace pensar que los alimentos simplemente aparecen en las tiendas. Sin ver que, para que eso ocurra, los que los plantamos tenemos que poder desplazarnos. Pensamos que la situación que estamos viviendo nos tiene que hacer reflexionar sobre muchas cosas, entre ellas esta realidad de la alimentación: cómo nos queremos alimentar y la importancia de la parte productora, de las labriegas y labriegos. Porque si las labriegas no producimos, no se cubre una necesidad tan básica como es comer. Y repito, con todas las medidas de precaución que sanitariamente nos digan que tenemos que cumplir.

Como mujeres labriegas y del rural sí que notamos una mayor dificultad para los cuidados con esta crisis, muy relacionada con la precarización de los servicios

Está habiendo casos en las ciudades de vecindarios que ejercen de “policías”. ¿Está ocurriendo algo parecido en el rural?

Los ritmos y un poco la cultura y las formas son diferentes en el rural que en la ciudad. Donde estoy ahora mismo, en la granja, como te dije no veo a nadie. Después, mi casa está como a 300 metros de donde estoy ahora, y allí sí que hay un núcleo de cinco casas, afortunadamente todas habitadas, pero con ninguna de mis vecinas hay ese tipo de control, más bien vivimos en comunidad. A mí me hace gracia, entre comillas, cuando nos llegan historias de cómo ahora en las ciudades muchas vecinas se están conociendo por primera vez. Esto muestra que, aunque hay una parte negativa que es la que cuentas —que para mí es tremenda e indica mucho cómo somos como sociedad—, también está esa otra cara, donde esto se está convirtiendo en una oportunidad para que los vecindarios hagan un poco más de vida en comunidad. A partir de la cuarentena están siendo conscientes de quién vive en sus edificios, y de qué manera: si tienen hijos, si tienen personas a su cargo, si viven solas.... Sin embargo, en el rural todas conocemos a nuestras vecinas, y salvo casos de conflicto, nos relacionamos desde siempre. Por lo tanto, ante esta situación que ya es de por sí compleja, vamos haciendo nuestra vida con cierta normalidad.

¿Con esta situación de alarma se está haciendo más evidente el abandono administrativo del campo?

El abandono del rural en cuanto a servicios ya lleva años siendo una realidad. Nosotros como Sindicato Labrego, junto con más gente, llevamos mucho tiempo movilizándonos para evitar el cierre de centros de salud, por ejemplo. Y aquí, para cualquier trámite tienes que ir a los ayuntamientos o a las oficinas agrarias comarcales. O incluso contactar por teléfono. Por eso, no es que estemos notando algo a mayores, sino que sigue evidenciándose la falta de servicios que ya existía en muchos casos.

A pesar de todo, como mujeres labriegas y del rural sí que notamos una mayor dificultad para los cuidados con esta crisis —muy relacionada con esta precarización de los servicios—. Las mujeres del rural seguimos llevando el peso de los cuidados, tanto de los hijos e hijas, como de las personas mayores o dependientes. Y si antes esto implicaba más trabajo, con la paralización de prácticamente todo aún recae más en nosotras esta responsabilidad. Y nuestras jornadas se han hecho todavía más largas.

En este momento estáis luchando para que se reaabran los mercados locales y comarcales.

Sí. El Sindicato Labrego Galego fue uno de los pioneros en esta reivindicación, tanto a nivel gallego como estatal. De hecho, el pasado 8 de abril por la mañana se lanzó una campaña, a partir de una carta que se envió al Ministerio de Sanidad y de Consumo con más de 600 firmas, para pedir la reapertura de los mercados locales y de cercanía. No tiene sentido que se prohíba la realización de todo tipo de mercados cuando son la forma de venta de mucha gente —sobre todo de mujeres con productos vinculados a una producción sostenible y ecológica y de productoras pequeñas—.

Pienso que va a haber un debate social que nos va a hacer reflexionar sobre la importancia del sector primario y de las labriegas como productoras de alimentos

Además, creemos que sería mucho más seguro vender en mercados locales en cuanto a condiciones sanitarias: estarían al aire libre o en espacios abiertos, y conseguir establecer un protocolo para estos mercados no tendría ningún tipo de problemática. De hecho, que no se hagan es peor, porque implica que todos tenemos que consumir en los grandes centros comerciales y supermercados, donde sí hay aglomeraciones en un espacio cerrado y las cosas pueden ser tocadas por varias personas. Por lo tanto, incluso desde un punto de vista sanitario lo vemos mucho más seguro.

Ahora estamos en esa lucha. A nivel gallego también, pero con la casuística de que aquí el gobierno se avala en lo que dice el gobierno central. Cuando en realidad son los ayuntamientos los que deberían tener competencia y potestad para decidir si estos mercados se pueden hacer o no.

¿Y mientras no os dejan abrir, algunas están intentando sobrevivir con ventas a domicilio?

Sí. Un ejemplo de esto es el mercado de Os Tilos en Teo, que llevaba una trayectoria de muchos años, y que se suspendió basándose en estas directrices del Ministerio. Tras un período de lucha por su reapertura, viendo que topaba con una pared, buscaron una alternativa y la gente de ese mercado empezó un proceso de autogestión, haciendo distribución a domicilio, difusión por las redes, compartiendo los contactos de los que cada productora o productor dispone, etc. También en Ribadeo pasó algo parecido, y en otros lugares.

Otra cosa que pasa es que hay grupos de consumo que tenían cierto trabajo y ciertas dinámicas ya creadas, como es el caso de Zocamiñoca en A Coruña, y en estos momentos y gracias a las ventas a domicilio están viendo como sus pedidos aumentan.

Esto lo que demuestra es que donde ya había algún tipo de red entre productores y consumidores es mucho más fácil autoorganizarse y buscar una alternativa ante la crisis. Y que donde esta estructura no existía, está siendo más complicado.

¿Estáis notando una bajada importante de ingresos?

Salvo alguna casuística concreta que pueda seguir totalmente igual, o como te digo gente con red de apoyo y fidelización, en general el resto sí está viviendo una pérdida de ingresos porque es difícil vender sin celebrar los mercados y ferias.

Teniendo en cuenta todo esto que cuentas, ¿qué crees que va a pasar con el sector labriego una vez acabe el estado de alarma?

Esta pregunta es compleja. Pienso que va a haber un debate social que nos va a hacer reflexionar sobre la importancia del sector primario y de las labriegas como productoras de alimentos. Y también habrá un debate —que de alguna forma ya está ocurriendo—, sobre toda esta reorganización y la necesidad de tejer redes directas, claras y concretas entre productoras y consumidoras. Huyendo de todo tipo de intermediarios, multinacionales y personas que al final, sin tener mucho que ver con la producción, se acaban quedando con los beneficios. Pero dicho esto, también es muy posible que vaya a haber una parte más negativa, que se traducirá en dificultades económicas y vitales. Pero para mí, lo que debería quedar más claro es la necesidad de que luchemos por esas alianzas, para que ante otra posible crisis, sanitaria o de otro tipo, tengamos protección. Eso va a ser un reto fundamental de futuro y aprendizaje de esta situación.

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