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Entrevista a Esther (Mayoko) Ortega Arjonilla: “No espero nada de la izquierda blanca”

Viernes 14 de abril de 2023

TATIANA ROMERO 12/04/2023 Pikara

“Melilla y Tarajal son ejemplos clarísimos de que la vida negra ni siquiera es considerada como vida humana”, comparte Esther (Mayoko) Ortega Arjonilla, activista, docente universitaria e integrante de Red.Afrofem, colectivo que el pasado 8M sacó un comunicado pidiendo la dimisión de Fernando Grande-Marlaska, Irene Montero y Rita Bosaho.

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Retrato de Esther Mayoko. / Foto: @estudio_perplejo

Esther (Mayoko) Ortega Arjonilla es activista, investigadora y docente universitaria. Creció en Móstoles, periferia sur de Madrid, en donde históricamente siempre ha habido mucha población migrante, tanto de migración interior, como afro, concretamente de Guinea Ecuatorial, que es el lugar de dónde viene parte de su nombre y sus raíces.

Hablar con ella es hablar de historia(s), de memoria, de genealogía y también de horizonte político. Mayoko pronuncia y práctica herejías mientras te mira fijamente a los ojos. Desde la negritud construye epistemologías, futuros y mundos posibles hacia el interior de las comunidades racializadas. Pertenece a la red afrofeminista Red.Afrofem, que el pasado 8M lanzó un comunicado en el que pide responsabilidades políticas tanto a las instituciones, como al movimiento feminista autónomo por una larga serie de agravios hacia la comunidad afro y las mujeres negras, afrodescendientes y afrodiaspóricas del Estado español.

¿De dónde viene el paréntesis en tu nombre?

Mayoko es mi nombre africano, mi nombre de pueblo, el paréntesis lo tomé de mi amigo Lucas Platero, y lo sigo usando porque estoy en confrontación con el Registro Civil español para que reconozcan mi nombre de pueblo como segundo nombre. Hace unos años me lo denegaron por dos cuestiones: una, porque no era un nombre que se entendiese y se supiese qué significa claramente en español y segundo, porque no era un nombre claramente marcado con género. Solo mi nombre ya es político, hay una cuestión interseccional que deja ver cómo operan los mecanismos del racismo y de la cisgeneridad en el marco del pensamiento binario que se traduce a su vez en la marca en el Registro Civil en el Reino de España.

Hoy activas desde Conciencia-Afro, ¿cómo han sido tus recorridos activistas?

Mi familia blanca, que es con la que me he criado, venía del sur, de Jaén y migraron a Madrid en los años 50, mi abuelo era represaliado de la guerra civil y esto es importante para el inicio de mi recorrido activista. En la universidad monté con otras compañeras mi primer colectivo feminista, Insumisas al género. Los 90, fueron años convulsos en la universidad y en la Complutense en específico, de mucha pelea con los nazis que estaban ahí, y cuando digo que estaban ahí [en la universidad] es que ese era su hábitat natural. A partir de ese momento comenzamos a tener relación con colectivos feministas de otras facultades, siempre desde la autonomía y empezamos a reunirnos en la Eskalera Karakola, en aquel momento casa okupada “de, por, para mujeres”, y a participar en el espacio. Estuve ahí hasta el primer desalojo en 2004. Luego pasé años sin desconectarme del todo, pero más a mi aire y fue cuando se produjo esta especie de “primavera afro”, no sé cómo llamarlo, en 2015, que me entraron muchas ganas de activarme en un espacio que hasta ese momento nunca había podido considerar como casa, sobre todo por la disidencia sexual y cómo percibía yo que esto era leído en los espacios negros. Me produjo mucha emoción ver a las hermanas y hermanos afro más jóvenes, ver lo que estaban haciendo y poder compartir. Eso para mí fue un momento de abrazo muy hermoso y aquí sigo, abrazándome a mi comunidad.

Hablando de disidencia sexogenérica, hay una fuerte tradición de lesbianas negras, ¿eso en dónde estaba para ti?

Son referencias que me han acompañado siempre. Recuerdo que en mi texto dentro de El eje del mal es heterosexual (Traficantes de sueños, 2005) ya estaban Lorde, Anzaldúa. Siempre han estado ahí, si no hubiesen muerto. Sin esas referencias de cómo habitar este mundo, un mundo antinegro, no estaría aquí. Pero al mismo tiempo era algo que yo no encontraba acá en el Reino de España. Más allá de leer esta tradición y nutrirme de ella, lo que yo encontraba aquí, desde un estar dentro-fuera de lo que para mí entonces era la comunidad afro, sentía rechazo. Quería acercarme a ese espacio pero recibía el input de que no era para mí y me costó mucho tiempo darme cuenta de que había mucho más. Cuando vi que es posible encontrar casa, más allá de mi familia africana, mi abuela Mayoko, mis hermanos y hermanas, mis tías y tíos, y que en esa casa también encuentro otras disidentes, entonces ahí sí me quedo. Ese momento es conseguir volver a casa, algo muy hermoso.

Dentro de esta casa, ¿qué es la Red.Afrofem?

Somos un grupo de feminidades negras, afrodescendientes y afrodiaspóricas que habitamos este territorio conocido como Reino de España, algunas estamos como individualidades y otras como colectivas. Básicamente nos juntamos para hacer cosas, pensar cosas y tener ciertos debates, pero no es una estructura rígida, es más bien un espacio fluido en el que va entrando y saliendo gente. La componen quienes quieren estar en cada momento, es así de complejo y así de simple. Antes de formarse había diferentes colectivos que ya estaban activando desde diferentes sitios y teníamos la necesidad de juntarnos, así que la red surge de ahí. En esos primeros momentos hicimos por ejemplo la campaña en redes, “afroreferenteskmo”, alrededor del 25 y 31 de julio, que son el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente y el Día de la Mujer Africana. Después de lo más duro de la pandemia reactivamos la red a la par de la creación de CNAAE (Asociación de la Comunidad Negra Africana y Afrodescendiente en España) que surge en 2020 a raíz de ese momento desgraciadamente catártico que es el asesinato de George Floyd. A partir de ahí, la Red Afrofeminsta se reactiva sobre todo de manera virtual, que es el espacio en el que participamos, aunque nos gustaría vernos más. El año pasado montamos unas jornadas en la semana del 25 al 31 de julio en las que hicimos muchas actividades: algunas online, otras en diferentes sedes y algunas incluso coordinadas y paralelas.

Pareciera que tenemos que seguir explicando por qué necesitamos espacios no mixtos, ¿para ti por qué los necesitamos?

Para sobrevivir, es así de simple. Últimamente recuerdo mucho las preguntas que nos hace Audre Lorde, tanto en los Diarios del cáncer como en La transformación del silencio en lenguaje y acción: cuáles son las palabras que no tienes, cuáles son las cosas que no puedes decir, cuáles son esas cosas que te tragas, día a día, un año tras otro, hasta que te enferman e incluso te matan y aun así no puedes expresarlas. Para eso necesitamos estos espacios, para sobrevivir.

No es la primera vez que las compañeras afrodescendientes se posicionan con respecto al 8 de marzo, ya sucedió con la huelga de 2018 y siempre causa mucho escozor, pero este año además han sacado un comunicado desde la Red.Afrofem en el que piden la dimisión de Fernando Grande-Marlaska, Irene Montero y Rita Bosaho. El comunicado ha sido respondido con especial virulencia, ¿por qué genera tanto rechazo alzar la voz?

Desde luego al feminismo blanco ya no le pilla de sorpresa nuestro posicionamiento. Ese comunicado nace de un dolor de muy largo recorrido. En 2018, desde Afrofeminas no se secundó el 8 de marzo y se explicaron una serie de razones que muchas compartimos, cosas que veníamos sintiendo y pensando. Esa fue la última vez que fui a una manifestación del 8M y eso también me causa dolor, porque durante muchos años, cuando me activaba desde el feminismo autónomo, había formado parte de la comisión que se encargaba de la mani, que en ese entonces era muy pequeñita, nada que ver con la masividad de estos años, pero formaba parte de ese espacio de organización. En la marcha de 2018 sucedieron muchas cosas que me hicieron plantearme no volver a las manifestaciones. El 8 de marzo era un espacio que nos venía doliendo desde hace mucho ya, esto es también hacer genealogía; el comunicado de este año desde Red.Afrofem comienza diciendo que cada año nos planteamos qué debemos hacer, porque analizamos qué cosas pasan y han estado pasando y si algo ha cambiado desde ese 2018. En mi opinión ha cambiado a peor, cosa que está bien también. Ese cambio a peor tiene que ver con las resistencias cada vez más fuertes que hay a que podamos dialogar de tú a tú. La razón de este comunicado tiene mucho que ver con ciertas líneas rojas, llevamos cargando con dolores desde hace muchísimo tiempo y podíamos haber seguido cargando con ellos, pero hasta cuándo. Si bien es cierto que yo no espero nada de la izquierda blanca, una cosa es que no esperes nada, y otra cosa es ver cómo desde ese feminismo institucional que se declara interseccional las que se quedan fuera de sus políticas siempre somos las mismas. Constatamos una y otra vez que el antirracismo en general y el feminismo negro en particular no tiene ningún espacio ahí y que somos mero objeto de representación porque “quedamos muy bien”: si tú quieres una mesa diversa, pon una negra en tu mesa y ya con eso tienes todo cubierto. Pero nuestros discursos son incómodos. La utilización de nuestra imagen, la reificación del extractivismo de la supremacía blanca a veces llega ya a unos límites insostenibles. De vuelta al comunicado, es un texto de siete páginas y hablamos a diferentes instancias. Hablamos a un plano institucional y hablamos al movimiento feminista de calle. Quiero seguir pensando que hay todavía hay esperanza, como nos recuerda Rafia Zakaria. Dependiendo del día tengo más o menos esperanza, pero quiero pensar que en ese espacio de movimiento de calle sí que hay un lugar en el que las mujeres se están replanteando su posición. Insisto, de la institución no espero nada, pero tampoco espero que en un Ministerio que se declara interseccional sucedan cosas muy graves. Por ejemplo, el Encuentro Internacional Feminista, en donde en la mesa de antirracismo no hubo, ni tan siquiera por políticas de representatividad, una sola feminista negra, habiendo muchas que llevamos activando 40, 50 años en este territorio. Para mí en esa mesa tendría que haber estado la Tía Remei [Remei Sipi Mayo]. Me parece una afrenta directa al feminismo negro que no se haya hecho un ejercicio ni de genealogía, ni de reconocimiento del afrofeminismo en el Estado español. Es claro que las posturas de otros feminismos que no sean el feminismo blanco dan igual. Las posturas del antirracismo, dan igual. Porque la interseccionalidad desde el feminismo blanco se entiende sin raza, como la suma de “todas esas cosas” que van por debajo del género. Y por supuesto la línea roja de la masacre de Melilla y el cambio de cromos, es decir, no es solo la masacre, sino la forma en la que se han cubierto las espaldas mutuamente los dos partidos de la coalición: la máxima responsable del Ministerio de Igualdad está cambiando las vidas negras masacradas en Melilla por su puesto y esto es así, les guste escucharlo o no, porque las muertes de Melilla son una cuestión feminista.

Y la dimisión de la directora general para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial, Rita Bosaho, ¿por qué?

Eso es lo que al interior de la comunidad posiblemente ha causado más extrañeza, desazón y desacuerdo. No se trata de la persona en particular, pero tenemos una responsabilidad desde los lugares que activamos y tenemos que ser conscientes de que tenemos que pedir responsabilidad política a quienes son nuestros representantes políticos; y de eso se trata, como también se trata de intentar no hacer un ejercicio de misogynoir. Nosotras hemos debatido mucho sobre tener una dirección general a cargo de la cual está una mujer negra y para nosotras esto era muy importante, porque esa mujer negra no está puesta por decisión del Ministerio, sino porque hubo una presión para que Rita estuviese ahí desde los movimientos antirracistas en general y muy específicamente desde los feminismos afro, es por esto que de alguna forma sentimos que podemos pedir responsabilidad política a alguien que identificamos como nuestra representante política. Aquí volvemos una vez más a la cuestión de la representación, ¿para qué queremos que una persona racializada, cercana al tejido antirracista, esté ahí con todas las dificultades que tiene? ¿Estamos hablando de antirracismo político? ¿Estamos hablando de diversidad o estamos hablando de transformar? En mi opinión esa dirección general ha sido fagocitada, y es la opinión de muchas y muchos. ¿Qué cosas ha hecho o ha podido hacer, cuáles no? y las cosas que no se han hecho ¿por qué no se han hecho? No nos hace falta tener una dirección general para hacer tres semanas antirracistas y tres estudios, porque entonces nos quedamos de nuevo en que la representación es lo que importa, nos quedamos en el discurso más liberal blanqueado posible, en el que solo la representación ya es importante y no lo que hagas. No es una cuestión personal, insisto, ahí radica la cuestión de responsabilidad política: si tú crees que desde donde estás no vas a poder seguir activando ¿por qué sigues ahí? Sal de ahí, pero no dejes que nos callen a través de tu figura. Pedirle responsabilidad es un acto de amor: hermana, sal de ahí que esto va a seguir siendo tu casa. Y yo creo que eso es lo que no se ha entendido, se ha entendido que pedimos la cabeza de una mujer negra y nada más lejos que eso y nada más doloroso para nosotras.

¿Qué lugar desempeña en todo esto la interseccionalidad? ¿Cómo la entiende el feminismo blanco y cómo la entendemos las feministas negras, marrones, indígenas?

Nosotras tenemos que visibilizar lo que nunca entra en la ecuación de esos malos usos de la interseccionalidad. Yo no sé si en otros sitios se utiliza la interseccionalidad de la misma forma, que tiene que ver con el viaje que ha hecho el término, y digo el término, que no la experiencia, porque el término viaja académicamente, pero la interseccionalidad no es un término académico. La interseccionalidad es la vida y cómo conseguimos vidas vivibles en marcos que son, en este caso por ejemplo, profundamente antinegros, en un Reino de España negrófobo; y esta palabra quiero que quede dicha, porque Melilla y Tarajal son ejemplos clarísimos de que la vida negra ni siquiera es considerada como vida humana. No sé si algo así podría pasar con cuerpos que no sean negros, en la frontera española, si es posible cometer una masacre en la que mueran al menos 37 personas, que haya desaparecidos y que no pase nada. Cuando nosotras hablamos de interseccionalidad hablamos de las ausencias, porque se hacen ejercicios que se nombran como interseccionales que siempre dejan fuera uno de los ejes constitutivos del mundo tal y como lo conocemos, que es la raza. Me gusta mucho más la metáfora que utiliza Patricia Hill Collins de “matriz de dominación” para pensar la interseccionalidad. Cuando hablamos de esta categoría que ordena el mundo, esto conlleva posiciones de clase siempre y además hacemos análisis situados: desde este territorio hablamos de raza, de clase, de género, de migración, son todas esas cuestiones que no podemos dejar de nombrar cuando nombramos la interseccionalidad. Porque cuando se deja fuera la raza de la interseccionalidad es para no tener que cuestionarse el privilegio blanco. Ahí hay un pacto racial dentro del feminismo blanco.

El prólogo a Contra el feminismo blanco de Rafia Zakaria (Continta me Tienes, 2022) te preguntas si en el contexto del Estado español, sería posible el diálogo sobre la blanquitud feminista y creo que no eres muy optimista al respecto.

Creo que en otros lugares, y en concreto desde donde escribe Rafia, que es Estados Unidos, esa conversación está al menos abierta. Aquí, no tengo la sensación de que a pesar de que estamos haciendo intentos de abrirla, de que con las particularidades que tiene este territorio que es y que ha sido metrópoli colonial y neocolonial, la conversación vaya a abrirse. Las resistencias son tan feroces, sobre todo desde quienes se declaran “aliadas”, que no suelo ser optimista en este sentido, porque soy muy realista y veo cómo opera la colonialidad y el supremacismo blanco en el feminismo. Aunque quiero imaginarlo, y trabajo para conseguir plasmar cómo puede ser esa conversación. Yo creo que desde las comunidades racializadas con lo que más tenemos que tener cuidado es con los ejercicios de tokenismo y de cómo es muy fácil deslizarse en esa línea por la que te llevan las “aliadas” para volver a situar en un lugar de privilegio el supremacismo blanco.

¿Crees que en algún momento el feminismo blanco va a mirarnos a los ojos y reconocer nuestras propias genealogías y aportes al feminismo?

¿Es posible que ellas hackeen su propia posición y su propio feminismo? Yo les preguntaría ¿son capaces de abolir el feminismo? Quizá ésta sea la cuestión, tal vez en ese momento puedan mirarnos a los ojos. Cuando se deje de decir “soy aliada” para pronunciarlo desde el estar.

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