Xarxa Feminista PV
Portada del sitio > ARTÍCULOS, PUBLICACIONES, ENTREVISTAS, Vídeos > Entrevista a Esther (Mayoko) Ortega: “Feministas blancas, ¿estáis dispuestas (...)

Entrevista a Esther (Mayoko) Ortega: “Feministas blancas, ¿estáis dispuestas a hablar de tú a tú, sin imponer la agenda?”

Domingo 9 de junio de 2019

Lucía MbomíoLucía Mbomío 05/06/2019 Pikara

La voz de Esther (Mayoko) Ortega, profesora en la Universidad Tufts-Skidmore y activista feminista, bollo y negra, es fundamental para entender los afrofeminismos que coexisten en el Estado español. Afrofeminismos, en plural, como me recuerda ella a lo largo de una entrevista en la que lanza, sin parar, claves para analizar un panorama (también) negro que no siempre se reconoce e incluso se invisibiliza y/o se niega.

JPEG - 56.5 KB
Esther (Mayoko) Ortega posa al finalizar la entrevista. / Foto: Lucía Mbomío.

Te defines como activista, investigadora y docente, ¿el orden importa?

Sí, lleva ese orden porque lo primero que fui fue activista feminista, eso me llevó a hacer investigación y esta última, a la docencia. Últimamente, añado más cosas: docente en género, sexualidades, raza y puntos suspensivos.

¿Por qué el Mayoko va entre paréntesis?

Esther es el nombre que me puso mi mamá andaluza, blanca, española y el Mayoko es mi nombre ndowé, de pueblo, que me puso mi abuela paterna, quien también se llamaba así. Lo que pasa es que mi segundo nombre nunca aparece en un documento oficial y cuando he intentado que aparezca, el Estado español no me lo ha permitido. Hasta que se reconozca, seguirá yendo entre paréntesis. Espero poder perderlo.

¿El derecho al nombre es, pues, una reivindicación de la comunidad racializada y/o migrante?

Por supuesto, es una lucha histórica para las personas afrodescendientes/ negras, no solo en España sino en Occidente. Cuando les africanes empezaron a ser esclavizades, el nombre fue una de las primeras cosas que les desposeyeron y esa desposesión tiene una simbología y un significado.

Esther (Mayoko) Ortega, activista feminista, bollera y negra: “Lo LGTBI no tiene sentido, es una suma de posiciones identitarias, pensadas desde un sitio muy concreto. ¿Acaso se puede meter todo en un mismo saco?”

Esto se reifica hasta la actualidad y tiene que ver con qué nombres son entendidos como españoles o no y también está relacionado con el género. Parece ser que Mayoko no se entiende como un nombre femenino porque acaba en “o”. Todas estas cuestiones están vinculadas con el racismo, la posición colonial de España y una supremacía en el conocimiento que le permite decidir qué nombres son válidos y cuáles no.

Que te presentes como Mayoko, aunque sea entre paréntesis, es ya un acto de activismo, ¿qué hay de todas las demás luchas en las que has participado y participas?

Desde bien pequeñas nos señalan y nos dicen “negra” en un sentido despectivo, creo que en esto coincido con muchas personas afro y afrodescendientes, por eso, la toma de conciencia de la negritud fue, para mí, la primera. Años más tarde, me empecé a activar en el ámbito de lo que hoy llamaríamos “feminismo blanco”.

Importante, el feminismo blanco no solo atañe a la melanina.

¡Claro! Tiene que ver con las perspectivas desde las cuales trabajas, con cómo y en qué estás pensando o desde dónde elaboras conocimiento, etc… Aunque es verdad que para mí la cuestión de la negritud nunca ha sido tangencial, también desde ese movimiento feminista del que yo formaba parte, seguramente no tan claro como hoy, sí que pensaba en la cuestión de la raza como algo fundamental. Lo que pasa es que hacer eso en un ámbito bastante blanqueado era complicado. Y analizándolo, en el presente, también.

¿O sea que vivías en solitario tu negritud y el racismo que se derivaba de ella?

En gran parte sí. Estaba socializada en un espacio con pocas personas negras a mi alrededor y aquí, en Madrid, en mis ámbitos activistas feministas, había muy pocas mujeres negras. Había otras mujeres racializadas. No obstante, en ese momento, no estábamos pensándolo en esa clave.

¿Y cómo comienzas tú en el activismo feminista?

Yo tenía conciencia de ser feminista o sentirme feminista, pero hasta la universidad, había hecho poca cosa. Estamos hablando de hace casi 30 años, a principios o mediados de los 90. En una carrera como la de Historia, en las asignaturas que estudiábamos no había prácticamente referentes femeninos. Eso motivó que, junto a otras compañeras, montáramos el que fue mi primer colectivo feminista, Insumisas al Género. De ahí, algunas pasamos a formar parte de la Eskalera Karakola, un espacio okupado y autogestionado de, por y para mujeres. Ahí se hacía de todo, práctica femenina/feminista y en un espacio no mixto por género, solo para mujeres, tanto cis como trans.

Había diferentes colectivos que se reunían, luego estaba la asamblea de la casa y diferentes proyectos. Recuerdo especialmente el de la cooperativa del bar que estuvimos gestionando durante al menos dos años. Servía para financiar las necesidades de la casa y partía desde nuestra posición como bolleras disidentes sexuales. Se trataba de un lugar de encuentro bollo muy diferente de lo que había en esa época en Madrid que, por aquel entonces, estaba muy asociado al consumo de ocio mainstream de Chueca. Que quienes estábamos detrás de la barra y de los platos de pinchar fuésemos tías bolleras todas y algunas racializadas, también era importante.

¿O sea que tu activismo LGTBI cristaliza en la Karakola?

Yo no soy LGTBI, soy bollera o lesbiana y es lo que he sido casi desde que tengo recuerdos. Lo LGTBI no tiene sentido, es una suma de posiciones identitarias que, además, están pensadas desde un sitio muy concreto. ¿Acaso se puede meter todo en un mismo saco? ¿Presentamos las mismas problemáticas y dificultades? Creo que no y además, la G de esa sopa de letras tiene una posición hegemónica. Pero no solo eso, pensar en lo LGTBI suele hacerse desde la blanquitud, arrebatando la posición de disidencia sexual a las personas racializadas, que siempre hemos estado ahí. Es más, incluso ciñéndonos a la genealogía occidental, también se nos tendría que citar. Es clarísimo el caso de Marsha P. Johnson o el de Sylvia Rivera, dos mujeres trans racializadas, que estuvieron al frente de las revueltas de Stonewall. Sin embargo, se ha producido un borrado de ese episodio histórico para hacer una relectura en clave blanca y gay masculina. Esto está relacionado con la supremacía blanca.

¿Y con qué designación te quedas?

Prefiero hablar de activismo bollo. Ser mujer negra y lesbiana son características de mi identidad indisoluble. Con el tiempo, me he dado cuenta de que el activismo bollo feminista que desarrollé en la Karakola contaba con varias mujeres racializadas que andábamos por ahí, pero el foco no lo poníamos en las cuestiones de racialización. La Karakola era bastante casa y el activismo bollo feminista, también. Sin embargo, otros lugares, por desgracia, no, y eso marca una diferencia fundamental. Los espacios de activismo negro no eran casa y no solo por machismo sino por las cuestiones de disidencia sexual. Para mí, era fundamental poder expresar esa parte de mi identidad, lo que pasa es que los niveles de homofobia provocaban que fuera inasumible para mí hacerlo.

¿Qué ha supuesto para ti estar quizá no divorciada pero sí, al menos, alejada del activismo negro por esa homofobia?

En ese momento, supuso un gran dolor. Afortunadamente, hoy, esa herida ya no está abierta, de hecho, en la actualidad, me activo desde los espacios negros, afro y afrodescendientes y a partir de ahí, creo que construyo comunidad. Ahora no siento que el espacio que me rodea sea especialmente machista ni especialmente homófobo.

Esther (Mayoko) Ortega: “En las charlas pretendían que hablase sobre feminismos negros estadounidenses y yo lo hacía. Más tarde, empecé a pensar qué tenía eso que ver conmigo”

 Es más, diría que es todo lo contrario… casi. Una de las cosas maravillosas que he encontrado en los últimos tres años es poder activarme en los espacios afro y juntarme con una cantidad de hermanas increíbles. Con ellas, estamos pensando un feminismo otro, desde lo negro, un afrofeminismo.

¿Y qué sientes que te has perdido?

Muchas cosas pero, seguramente, pensar el feminismo negro, el afrofeminismo, menos en solitario y más en común. Y cuando digo eso, hablo también desde el cuerpo, porque si el afrofeminismo tiene algo es que siempre se expresa desde ahí, desde la experiencia vivida que nos pasa por el cuerpo. Haber podido compartir, con muchas más mujeres negras, experiencias, dolores, dificultades y alegrías, aunque hubiera sido un minuto, habría sido mucho. Si hablamos de años, muchísimo más. No obstante, también me parece hermoso poder hacerlo ahora, ya no soy la activista de 20 años y eso es fantástico.

JPEG - 65.7 KB
Esther (Mayoko) Ortega en una terraza. / Foto: Lucía Mbomío

¿Se puede hablar de afrofeminismo en el Estado español?

Es importante dejar varios conceptos claros, para empezar, no se puede hablar de Afrofeminismo, en singular. Cuando me pedían charlas, siempre pretendían que hablase sobre feminismos negros estadounidenses, porque es lo que más se conoce. Yo lo hacía, sacaba unos cuantos nombres de mujeres negras de Estados Unidos y explicaba sus planteamientos. Más tarde, empecé a pensar qué tenía eso que ver conmigo y qué diferencia había entre que yo hablara de eso o lo hiciera cualquier otra feminista blanca o marrón que se hubiese leído algunos libros. A partir de ahí, se me empezaron a pasar por la cabeza dos cuestiones: cuáles son las bases de los afrofeminismos y de dónde parten todos. Básicamente, son reflexiones desde la experiencia de la racialización en los diferentes contextos.

Me hacía preguntas como ¿qué es eso de hablar de Estados Unidos, del womanism africano o del stiwanism? O ¿qué relación tiene cualquier tipo de esos afrofeminismos conmigo y con mi práctica política, vital en tanto que mujer negra, afro, de Móstoles, madrileña, dentro de un ente que se llama Estado español, con una tradición de negación de la negritud y de no usar siquiera la palabra raza porque se piensa que evitando utilizar el término, el racismo desaparece o no existe? De repente, consideré que no tenía ningún sentido dar estas charlas a no ser que para hacerlo las situara en el contexto que para mí tiene importancia.

La mujer negra, afro o afrodescendiente en el Estado español está hipersexualizada y eso nos coloca en una situación laboral muy concreta, por ejemplo. Detrás, subyacen cuestiones de representación: qué se piensa que es una mujer negra aquí y qué cosas puede y no puede hacer. Eso, por supuesto, va de la mano de todos los estereotipos que hay. Uno de los retos importantes que tenemos es ver cómo los rompemos desde dentro del feminismo.

Al final, ser español es ser blanco y el feminismo español se ha construido dentro de ese marco de pensamiento. Por tanto, ser feminista es tener la agenda política del feminismo blanco. Ser feminista, aquí, no pasa por las experiencias racializadas o migrantes que tiene la comunidad afro y afrodescendiente.

¿Qué capacidad tenemos de transformación de ese feminismo hegemónico para que nos concierna?

No hay una sola posición. Como decía, existen afrofeminismos, en plural, también en el Estado español, aunque todas coincidimos en algo que es el diagnóstico, los problemas que nos encontramos cuando intentamos hablar con el feminismo blanco hegemónico.

Esther (Mayoko) Ortega, activista afrofeminista: “El 8M el movimiento feminista pensó la raza pero partiendo de su extranjerización, pensando que siempre tiene que ver con la migración”.

También me gustaría dejar claro que los afrofeminismos no empezaron ayer o antes de ayer, del mismo modo que las personas afro no llegamos al Estado español hace dos días. Aquí ha habido mujeres negras, afro, afrodescendientes en el movimiento feminista desde siempre. Por ejemplo, Remei Sipi, que lleva 50 años en España y unas cuantas décadas dentro del movimiento feminista. Montó Ewaiso Ipola (“Mujer, levántate”, en lengua bubi), una asociación de mujeres pertenecientes al pueblo bubi (de Guinea Ecuatorial), al principio, que luego se abrió a mujeres africanas, en general, y que estaba en Ca La Dona, un lugar emblemático para el feminismo catalán.

Remei aparece con ponencias o mesas redondas en las jornadas feministas estatales desde el año 93, también en 2000 o en 2009, por cierto, siempre en el contexto de hablar de migración, nada raro si reconocemos la extranjerización perpetua a la que se condena a las mujeres negras. Con todo, y pese a llevar tanto tiempo vinculada al movimiento feminista, nunca se ha considerado que haya mujeres negras en él y estamos. No vernos implica no querer vernos.

¿Qué podemos hacer? Hay diferentes estrategias: están quienes piensan que la transformación debe ser desde dentro del movimiento feminista más mainstream. En ese sentido, colectivos de mujeres afro, como tal, que estén dentro del Estado español, yo no conozco, no digo que no los haya. Pero sí hay mujeres negras afro, afrodescendientes, que están activando desde dentro del movimiento feminista. En gran parte, ellas son las que están generando cambios, como en la convocatoria de la huelga del 8 de marzo de este año, en la que sí se ha pensado en la raza, la racialización y la migración. Con todo, una vez más, se ha hecho partiendo de una extranjerización de la raza, pensando que siempre tiene que ver con la migración. Ahora bien, hay que reconocer que la posición de las mujeres negras migrantes en situación irregular administrativa es probablemente la más salvaje de los escenarios en el que nos podemos encontrar y tiene que ver con un montón de intersecciones en las que la raza juega un papel central. Sin duda, hay un corte clarísimo entre tener papeles o no.

¿Es importante que las mujeres negras en el seno del Estado español reconozcamos que hay un ellas y un nosotras?

Por supuesto. Las mujeres negras que tenemos un pasaporte español o europeo tenemos una posición de privilegio respecto a quienes no lo tienen. En un Norte global racista, como es este, tener ese pasaporte no es cualquier cosa, está íntimamente relacionado con las condiciones básicas para la existencia. Las posiciones laborales a las que podemos acceder, a priori, son muy diferentes a las de las hermanas que están en una situación administrativa irregular.

Ahora, formas parte del espacio afrofeminista en Conciencia Afro, ¿qué línea tiene?

Estamos haciendo un trabajo más hacia el interior, compartimos experiencias comunes, nos conocemos y nos reconocemos. Se trata de una tarea, en cierto modo, sanadora. Es importante señalar que es un espacio que conformamos feminidades cis y trans, negras, afro/afrodescendientes. Todas somos tías muy poderosas, así que no es un espacio de autoayuda, pero sí de cuidado, autocuidado, desde todo eso que nos causa dolor por la posición en la que se nos ha situado, pero también desde la fortaleza.

¿Qué implica ser mujer negra en España?

Significa que somos fuertes y poderosas porque, como decía Audre Lorde, no esperaban que sobreviviésemos, pero lo hemos hecho, lo hacemos cada día.

¿Nuestros feminismos tienen un extra de gasto energético por tener que hacer pedagogía a hombres, en general, pero también a compis blancas?

Creo que parte de nuestro trabajo es confrontar la blanquitud y, por tanto, al feminismo blanco. Lo que pasa es que a mí, hacerlo de forma individual ni me seduce ni me sugiere, ni lo voy a hacer. Sin embargo, sí creo que está bien desnudar el racismo del feminismo blanco, es una tarea que tenemos que hacer como colectivo y frente a un feminismo blanco bastante indolente e ignorante de su propia posición de supremacía.

“Quien, de verdad, quiera reivindicarse como “abolicionista”, tiene que entender que la ley de extranjería es una piedra de toque fundamental contra la trata”. 

¿Quieres decir que está costando?

Sí, y va a seguir costando. No sé, de hecho, si es algo que tenga fin. Tenemos que lograr que el feminismo blanco se piense y se repiense. Eso no implica que nosotras tengamos que hacerles la tarea, ojo. Una cosa es que se les señale su racismo y otra que nosotras, como comunidad, les tengamos que dar las claves de qué y cómo se debe hacer.

¿Cómo fue la huelga del 8M?

No hubo una sola posición. Este año, creo que realmente se ha hecho un esfuerzo, pero no quiero decirlo así porque suena impersonal y, como te decía antes, siempre ha habido y hay mujeres negras y racializadas y colectivos, si no afrofeministas sí grupos en los que el peso del pensamiento de raza es importante. En ese sentido, creo que el trabajo que han hecho estos colectivos para que la comisión del 8 de marzo repiense qué es un trabajo feminista desde el antirracismo es importante. Considero fundamental visibilizar esto porque si pensamos que se debe al trabajo de las feministas blancas, estamos invisibilizando la labor que han hecho mujeres racializadas y, además, les estamos negando la agencia, el pensamiento propio y que puedan ejercer una posición de fuerza dentro de estos movimientos. Otra cosa es pensar si hay algo de conveniencia e instrumentalización…

Se han hecho avances importantes en cuanto al manifiesto. Reivindicar la ley de extranjería me parece algo vital. Si el feminismo español se quiere llamar feminista, esto debe ser uno de los puntos fundamentales. Cuando hablamos de la abolición de la ley de extranjería estamos cargándonos un eje racista por antonomasia y quitando uno de los mayores escollos que tiene todo un sector como es el trabajo doméstico. En la actualidad, se trata de un ámbito cultural fundamentalmente feminizado y en el que la fuerza de trabajo principal son mujeres racializadas y migrantes.

Por cierto, la abolición siempre ha tenido que ver con la abolición de la esclavitud, etc… Quienes piensan que el trabajo sexual no es trabajo y se llaman abolicionistas, hay que pensar “abolicionistas de qué”.

Buena parte del sector abolicionista es consciente de que las más perjudicadas por la trata son las mujeres racializadas y migrantes.

Tú lo has dicho, las víctimas de trata. Yo diferencio entre las mujeres víctimas de trata y las trabajadoras sexuales. En efecto, las mujeres víctimas de trata, el primer problema que tienen, y por el cual son víctimas de dicha trata, es la ley de extranjería. Por tanto, quien de verdad quiera reivindicarse como “abolicionista” tiene que entender que la ley de extranjería es una piedra de toque fundamental. Ahí estoy yo también.

¿Qué queda para que tú te sintieras bien en una huelga del 8M?

La huelga no es solo de trabajo sino de cuidados y de consumo, pero lo fundamental, no nos llevemos a engaño, es la huelga en el sentido de lo que consideramos trabajo. Y ahora, preguntémonos, ¿qué mujeres negras afro, afrodescendientes pueden hacer esta huelga, más allá de tú, yo y unas cuantas amigas más? Para las mujeres negras, afro y afrodescendientes, no tener papeles y, por consiguiente, no poder tener un contrato laboral, aunque estén trabajando, supone una actualización del régimen de plantación de la época de la esclavitud. Es decir, la dinámica y el pensamiento sobre la huelga, parten de un lugar que resulta muy problemático.

Yo he estado en las comisiones del 8M, cuando me activaba desde la Karakola. Quedábamos “cuatro colegas” y nos llevábamos viendo las mismas desde hace no sé cuántos años. Ahora, la dinámica es otra. Por ahí dicen que me debería alegrar por eso, pero la verdad es que, por ejemplo, la mani de 2018 fue una cosa tan desbordante que, a mi juicio, perdió bastante sentido.

Reflexionando como mujer negra disidente sexual, para mí es muy fuerte pensar que un espacio que yo contribuí a construir también, en la actualidad, es un espacio hostil: había cientos de miles de personas y las mujeres negras y racializadas éramos observadas con una mirada blanca exotizante, de extrañeza, como “fíjate, de dónde habrán venido estas”. Eso, en el mejor de los casos. En el peor, expulsando a mujeres racializadas de la mani porque iban veladas. Estoy enfrente de eso.

¿Te cansa que se hable de interseccionalidad?

En el texto que escribí para la exposición “sororidades instagramer”, hablaba de cómo el término interseccional, para mí, es bien jodido. Ciertos sectores del feminismo blanco se ponen la etiqueta de interseccional y parece que con eso ya está, sin embargo, interseccional es cuerpo porque es desde ahí desde donde se está activando. El cuerpo sirve para hablar de las diferentes opresiones que se dan en él. Por otro lado, es un término que parte de las mujeres negras, aunque luego haya sido cooptado desde otros lugares, como por ejemplo, un feminismo blanco que ahora se tiene por interseccional por decir que está pensando en la raza. En ese texto, que era curatorial, yo formulaba varias cuestiones, entre ellas: “Feministas blancas, ¿estáis dispuestas a poneros a hablar de tú a tú y no imponiendo las preguntas y la agenda?”. Sin duda, es fundamental fijar cuál es la posición desde la cual podemos empezar a conversar.

Comentar esta breve

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0