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Entrevista a Cristina Fallarás "Lo peor de la extrema derecha es que ha verbalizado lo que muchos hombres pensaban sobre las mujeres"

Lunes 11 de noviembre de 2019

El libro de Cristina Fallarás Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia, hace una reflexión sobre los relatos de agresiones sexuales que, en tan sólo dos semanas de 2018, compartieron tres millones de mujeres de distintos lugares del mundo.

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Cristina Fallarás / Foto: Jairo Vargas

madrid 09/11/2019 Marisa Kohan Público

El jueves 26 de abril de 2018 a última hora de la mañana, se hizo pública la sentencia del juicio al grupo conocido como La Manada, por la violación de una joven en los Sanfermines de 2016. La Audiencia de Navarra condenaba a los cinco hombres por un delito continuado de abusos sexuales y no de violación. A pesar de que los hechos probados en la sentencia relataban una violación de libro, los magistrados consideraron que no había existido violencia ni intimidación, para considerarlo una agresión sexual.

Unas pocas horas después de conocerse la decisón del tribunal, la codirectora de Público, Virginia Pérez Alonso, publicaba un artículo titulado La ’no violación’, en el que narraba las agresiones y violencias que había sufrido de joven. Un twitt que Cristina Fallarás escribió justo después, encendió una mecha que nadie hubiera podido predecir de antemano. Su mensaje decía: Lean a @Virginiapalonso. Tenemos que contar la agresiones, violaciones, compañeras. Este relato nos lo han hurtado. Debemos construirlo para que otras reconozcan... Gracias, jefa @Publico_es #Cuéntalo.

​En pocos días cientos de miles de mujeres comenzaron a narrar sus historias de abusos y violencias. Historias que nunca habían sido contadas o denunciadas. En tan sólo dos semanas, cerca de 3 millones de mujeres dejaron su testimonio o el de otras muchas que no podían hacerlo por haber sido asesinadas y que eran contados por amigas y familiares.

Ahora Cristina Fallarás acaba de publicar un libro: Ahora contamos nosotras. #Cuéntalo: una memoria colectiva de violencia. (ed: nuevos cuadernos Anagrama). Una breve pero intensa reflexión de lo que supone y debe suponer este relato contado de forma colectiva por millones de mujeres de varios continentes.

¿Por qué este libro y por qué ahora?

Porque tenía que poner orden. Pararme a pensar y yo pienso escribiendo. Me senté y escribí cómo el cuerpo de la mujer está en el centro de la agresión y cómo las instituciones lo han permitido. Y cómo han hecho falta medios de comunicación que no manejen el capital para poder narrarnos a nosotras mismas. Y cómo hemos tenido que esperar a hacerlo, puesto que nadie ha narrado nuestras agresiones. Ni las instituciones, ni los medios de comunicación sobre todo, los partidos políticos… Es evidente que no era la primera vez que nos tocaban una teta, que no era la primera vez que nos violaban, que un hombre violaba a su mujer o que te tocaban en una fiesta de pueblo. Y sin embargo nadie lo había contado y no había manera de narrarlo. Y sin embargo aparecen las redes sociales y el #Metoo o el #Cuéntalo y cuajan.

¿Qué cambia?

El dinero. Cómo el dinero nos permite construir una memoria colectiva que antes no teníamos. Existe la memoria colectiva del Barça, de las Olimpíadas, del cine… y no de las agresiones a mujeres.

¿Cuando habla de dinero se refiere al control de los medios de comunicación?

Si, del control de todos los medios de comunicación de masas, de todo el relato. Me refiero al cine, las editoriales, los periódicos, radios, teles, ahora las series… Es decir, cómo el manejo del capital permite el manejo del discurso. No sólo no han mirado a la cara a las agresiones que sufrimos las mujeres, sino que conscientemente han impedido que se contaran. Es imposible que no las vieran, por lo que tiene que haber un acto voluntario para impedirnos contar nuestros relatos. Porque fíjate que nada más abrir esa puerta, nada más poner el hashtag de #Cuéntalo, decenas de miles de mujeres en los primeros cinco días ya lo habían contado. Es decir, había una necesidad brutal.

No es que no nos hayan dejado contarlo, es que nos lo han prohibido y esa prohibición de narrar la violencia que se ejerce contra nosotras es una de las cosas más bestias que nos ha pasado.

¿Y qué pasa cuando ese relato se cuenta?

Creamos una memoria colectiva que no existía. En la que tienen que mirarse. Y mira cómo están reaccionando. Nos harán daño. Se van a vengar de nosotras. Ya lo están haciendo. Pero no nos hará daño Vox, nos harán daño todos.

¿En esta lógica, la reciente sentencia de la manada de Manresa es parte de esa venganza?

Por supuesto. Lo que dice el poder judicial es que hace lo que hace porque puede. Que tú no vas a modificar lo que nosotros hacemos. Yo soy el poder, el poder judicial y te juzgo de puta. Para que sepas que tu no vas a modificar el poder que yo ejerzo desde hace siglos. Claro que forma parte de esa venganza. ¿Sino en qué cabeza cabe la sentencia de Manresa?

¿Parte de esa venganza de la que hablaba es el auge de la extrema derecha, que ha entrado en las instituciones y que puede suponer un retroceso de derechos?

Lo peor de la extrema derecha no es que vayan a quitar las cosas que se han avanzado en lo público, que también. Lo peor de la extrema derecha es que ha verbalizado lo que muchos hombres pensaban. Todos tenemos pulsiones malas y seguro que una parte enorme de la población piensa cosas como “me cago en los gitanos”… Pero hasta que no llega alguien con poder y lo dice, no lo conviertes en algo que se puede decir.

Ellos han verbalizado lo que muchísimos hombres no se atrevían a decir y es “me cago en las mujeres”. Y eso permite frases como la que recientemente dijo ese imbécil: “Corre más que una feminista detrás de una subvención”. Es bestial. Porque varios millones de hombres lo pensaban y faltaba quién lo dijera en alto. Lo terrible que han hecho es verbalizarlo.

El primero que dice: hay que matar a los judíos, pone en marcha un mecanismo brutal e imparable de todos aquellos que lo pensaron y no lo dijeron y ahí se forma un silencio en el que se mata a los judíos. Todos los actos de violencia institucional suceden por una aquiescencia colectiva. Lo cuento en el libro. Cada sociedad tiene la violencia que tolera. Tenemos más de 100.000 esclavas sexuales, y no digo prostitutas porque no entro en ese debate que nos han impuesto y que me parece una basura, y nadie mueve un dedo. Esa violencia se tolera. Esta sociedad en la que vivimos tolera la tortura de mujeres. Y cada vez más esa violencia que tolera la sociedad se normaliza y se ensancha. Porque ya lo has relatado. Y el resto que no lo dice piensa que se puede decir.

¿Qué papel tiene la sociedad en esos castigos? Por ejemplo, en el caso de Placido Domingo vemos cómo hay una enorme diferencia entre el trato que se le da en Estados Unidos, donde se ha abierto investigación y lo han eliminado de representaciones, y lo que ocurre en Europa, en donde la audiencia lo aplaude a rabiar.

En Estados Unidos se han permitido nombrarlo. La sociedad que lo aplaude sabe lo que ha hecho. Pero no era muy grave. Porque es una violencia que se tolera y se tolera más en Europa que en EEUU, sin duda. Porque la construcción del movimiento feminista norteamericano es infinitamente más honda, mas larga y menos endeble que la nuestra. Bueno, y en América Latina. No puedes comparar el movimiento feminista de Argentina, por ejemplo, con el español, que es más débil y triste y que comienza ahora a tener músculo.

En México, la campaña de las escritoras nombrando a los editores y escritores que las habían violado ha puesto el mundo editorial patas arriba. Aquí empezamos, pero acabaremos nombrando. Ojo, que decir lo que nos han hecho es un desgarro brutal. Luego vendrá el segundo paso, y diremos quién. Estamos asumiendo y asimilando el decir qué. Es un aviso a navegantes. Es dotarnos de un arma. Cuando nos ataquen tendremos otra arma, que será un poco más fuerte. Pero vamos, nos quedan pocas armas. Nuestra arma es la palabra y nombrar. Y la suya es el poder y la violencia. La diferencia es bestial.

Habla en el libro de que las instituciones ejercen tortura sobre las mujeres. ¿En qué sentido?

Cualquier agresión constante sobre una persona es una tortura. No es que te agredan una vez. No decimos que hay agresiones contra las mujeres. Lo que hay es una agresión constante sobre cada una de nosotras. Es decir, hay una tortura.

. Cuando dicen: hay 600.000 mujeres que reciben agresiones constantes en España, no es verdad. Lo que hay es más de medio millón de torturadas. Y estas cifras son sólo estimaciones del CIS [Centro de Investigaciones Sociológicas], que representan sólo un 30% de las reales. Porque la mayoría no lo cuentan ni denuncian y a estas hay que añadir las que no saben que lo que reciben son agresiones. Que las instituciones miren para otro lado es parte de esa tortura, porque es colaborar con ella. Es como poner la música que acompaña a esa tortura. No es distinto a la tortura que los milicos ejercieron con Pinochet o Videla. Y no pasa nada. Y la sociedad calla.

Pero para poder decir esto lo primero que había que hacer era poner una evidencia y ésta la teníamos que construir todas. Porque si no, esa evidencia puede ser refutada. De hecho lo han hecho toda la vida. Y sin embargo, si de repente la contamos millones, es irrefutable. Lo intentarán, pero ya está hecho y lo más importante es que permanezca. Que se sepa que nuestra sociedad está construida sobre el cuerpo, y el cuerpo del hombre debe torturar al cuerpo de la mujer para hacerla suya.

¿Qué ha cambiado #Cuéntalo? ¿Cuál es el futuro, o ha sido flor de un día?

No ha sido flor de un día porque ha modificado nuestra manera de mirarnos. Las muchachas que veo en las manifestaciones no son como nosotras. No son todas ni son muchísimas, pero son. Y van a heredar un reato que nosotras no hemos tenido. Que es pequeño, seguramente. Eso va a hacer que molesten. Porque el problema del cuerpo y de la afirmación de la mujer es que molesta. Molesta en tanto en cuanto, el hombre se siente agredido si decides ser independiente, ser autónoma y no prestar tu cuerpo para la reproducción y no garantizar los genes. Eso para el hombre es agresivo. Y en tanto en cuanto él considera que es agresivo, se trata de una agresión, porque es una cuestión subjetiva. Y se volverá contra nosotras. Ese es el siguiente paso. Se definirán como agredidos ellos. Ya lo están haciendo.

¿Todos los hombres son maltratadores?

Sí, todos. #YesAllmen. El #NotAllMen es la basura más grande que existe. Claro que lo son todos. Porque el que no lo es se calla. No hay ningún hombre que no haya presenciado o conocido una agresión y si la ha presenciado y la ha conocido y no la ha evitado o denunciado, ha colaborado con ella.

Si las mujeres vemos que una mujer humilla a otra, o le pega, o la arrincona… te acercas y le preguntas que qué está haciendo, o la paras. Es impensable no hacerlo. Porque si no lo haces eres consciente de la culpa. Te quedas con el sentimiento amargo de que no has hecho nada.

Que los hombres no hagan nada cuando se agrede a una mujer es violencia. Violencia pasiva, pero violencia. El hecho de que no salgan a denunciarla también lo es. En las protestas de la sentencia de la Manada de Manresa pocos salieron a la calle, fuimos las mujeres las que lo hicimos. El hecho de que sigamos cobrando un 17% menos, de que exista la brecha salarial… ¿Por qué existe? Porque no han querido cambiarla. Cualquier Gobierno podría haberlo hecho. O saca una ley para que se puedan conocer los datos de las empresas…

¿Por qué los hombres no salen más en tromba a sumarse a este movimiento?

Porque cuestiona sus privilegios y nadie quiere perder privilegios. A ver si le va a tocar cuidar a sus hijos. O a ver si cuidando a sus hijos no van a poder considerarlo como algo que los pone por encima del resto. Los cuidados para los hombre son un mérito y para nosotras una costumbre. Incluso aquellos que se dedican a los cuidados, dicen que no ayudan en casa, yo trabajo en casa.

No tengo ni idea de lo que deberían hacer los hombres. El problema es que no arrastran ninguna culpa. De hecho no creo que esto vaya a cambiar. Creo que ellos lo ven como algo natural, pero no social ni político. Somos nosotras las que lo vemos como algo político. Aunque no lo digan, ellos lo ven como parte de la reproducción: tu cuerpo es mío y si no doblegan nuestro cuerpo quién va a parir a sus hijos. Toda la historia de la humanidad es una cuestión contra el cuerpo. Las mujeres tenemos las mimas capacidades, la misma voluntad, podemos tener la misma o más formación que el hombre que esté a nuestro lado. Solamente tenemos distintos los genitales y las tetas. Y por tener el cuerpo distinto, somos susceptibles de ser asesinadas, rajadas, humilladas… y esto no lo están poniendo ellos en cuestionamiento jamás. Deberían pararse a pensarlo y no les da la gana.

Afirma que si la reina de Inglaterra o Ana Patricia Botín salen en los medios diciendo que son feministas, no cambia nada por mucho que se divulgue, pero el relato de una sola mujer, si. ¿Qué son los mecanismos de identificación?

Es la diferencia entre la abstracción y el testimonio. Esa es la base. Nosotros manejamos abstracciones, porque éstas forman parte del poder. En el libro cuento que en España tenemos cuatro abstracciones: la transición, que está vacía de contenido porque nadie cuenta quien ha sido torturado o asesinado. Es una abstracción tan potente que tenemos a una vicepresidenta del Gobierno que es capaz de decir que no hubo violencia, porque no nos han dejado narrarla. Otra abstracción es la prima de riesgo, que nos impidió a los pobres narrar nuestra pobreza. Otra es la memoria histórica, que nos ha prohibido narrar la historia de nuestros muertos y asesinados, y la cuarta es la de utilizar el término de violencia de género, que nos impide narrarnos como personas agredidas. En tanto en cuanto no te narran, otras víctimas no pueden identificarse. Y si no se identifican, no podemos unirnos para luchar contra algo.

Es decir cuando aparece el concepto de la prima de riesgo lo que pasa es que dejamos de narrar la pobreza. Yo te puedo decir hoy: en España hay 12 millones de pobres. Y tú me puedes decir que es mentira porque no los ves. Y no los ves porque no los contamos, por lo que cada uno de ellos puede estar pensando que es el único pobre que existe.

Cuando creas mecanismos de identificación, es decir, cuando se creas una historia colectiva, esas personas son capaces de reconocerse, unirse y luchar contra el poder. Por eso el poder crea abstracciones. Para que no te identifiques con otros y no puedas luchar. Lo que antiguamente se llamaba conciencia de clase.

Eso es lo que se consigue romper con iniciativas como #Cuéntalo. Cuando las mujeres comenzaron a compartir sus historias usando ese hashtag, muchos hombres me escribían sorprendidos sobre en qué sociedad tan terrible vivimos y cómo no lo habían visto. Porque no has querido mirar.

Cuando manejas abstracciones, que son la base de los medios de comunicación, éstas impiden que los testimonios formen un grupo que puedan romper o cuestionar el poder. Por el contrario, lo testimonial crea una memoria colectiva que es imbatible y permanece a lo largo del tiempo una vez narrada. Y eso es muy interesante. Porque ahora nos la pueden negar, porque está recién hecha y se vengarán. Sin embargo permanecerán. Hablar de violencia machista o de género es abstracto. No es lo mismo decir: yo estoy contra esa violencia a decir: a mí me abuelo me tocaba el pecho en la cocina. De repente hay muchas otras que se sienten identificadas porque les pasaba algo similar. De eso se trata.

¿Por qué no estaba narrada? ¿Quién impidió que se hiciera?

El poder, el patriarcado. Pero en particular los medios de comunicación y los partidos políticos. Pero además, los medios de comunicación, todos ellos y los partidos políticos están penetrado por la iglesia católica, que es lo más bestia contra la mujer. No hay ninguna, ninguna institución tan cruel y tan brutal contra la mujer como la iglesia católica en occidente. Y el lobby católico lo ha penetrado todo. Europa está penetrada por él. Todas las leyes que tenemos, todo el sistema judicial está penetrado por el lobby católico. Cuando dicen que el problema del sistema judicial es que es franquista es verdad. Pero ¿cuál es el problema de que sea franquista? Que es católico. Y que nos castigará por putas. ¿Qué es la sentencia de Manresa? Lo que dice es que si estaba en la calle, bebida e inconsciente se merece que la violen. Puta.

¿Qué supone no conocer los datos sobre la violencia machista para poder analizarla?

Legislar mal. Estamos legislando sobre datos erróneos. La ley de violencia de género debería estar cambiada totalmente. El ejemplo que uso en el libro es que la radiografía de violencia machista que nos da cada año el Gobierno, incide siempre en que un porcentaje altísimo, superior al 80%, de los violadores no conocen a su víctima. Y esto es mentira. Cerca del 90% de las violaciones se producen en familia o entornos cercanos. ¿Por qué dicen eso? Porque basan su legislación y su análisis en tres patas: las encuestas del Gobierno (que no siren para nada), los datos del CGPJ los del Ministerio de Interior y la Policía.

Qué pasa si basas tu actuación legislativa en lo que te dice el CGPJ y la Policía, que son dos de los estamentos más machistas y más misóginos que existen? Que las basas en lo que éstas instituciones consideran que es o no es violencia machista y ya se encargan de eliminar una parte.

Ninguna denuncia de #Cuéntalo se ha hecho ante el poder judicial ni ante la Policía. Porque si a ti te viola tu padre no vas a un juez, si lo hace tu abuelo, tu hermano, tu jefe… no vas a un juez. Es decir, los datos que disponemos son falsos y sin embargo, hemos construido una ley, hasta el punto, que todavía hoy sólo cuenta como asesinadas por violencia de género a aquellas que son mujeres o exmujeres. ¿Por qué? Porque viene de una construcción errónea, basada, no sólo en el sistema patriarcal, sino en los datos de unas instituciones cuya construcción va contra la mujer.

Deberíamos modificar absolutamente la ley de violencia de género. Cuando acabamos de recopilar y sistematizar las historias de #Cuéntalo con los archiveros que lo hicieron, decidimos que eso iba a ser público. Me fui a ver a la delegada del Gobierno para la violencia machista y a la secretaria de Estado de Igualdad, y no los quisieron, porque no saben qué hacer con ellos. El problema es que si alguien se toma en serio todo eso, pondría patas arriba toda nuestra construcción, pseudoconstrucción, sobre la violencia machista.

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