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Entrevista a Cristina Fallarás: "Es brutal que cueste tanto narrar la violencia machista y siempre haya un macho que te diga ’no puede ser

Sábado 19 de octubre de 2019

La escritora y activista publica Ahora contamos nosotras, un ensayo sobre la memoria colectiva de las agresiones machistas

"Se ejerce un tipo de violencia concreta cuando se deslegitima y se insulta a alguien que está contando algo personal"

"No hemos narrado la represión durante la Transición: seguimos diciéndo que fue modélica, cuando fue sangrienta"

"Estamos construyendo una legislación contra la violencia machista basada en los datos del patriarcado"

Francesc Miró 17/10/2019 - eldiario.es

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Cristina Fallarás publica ’Ahora contamos nosotras’ en los Nuevos Cuadernos Anagrama EFE

El jueves 26 de abril de 2018, a mediodía, se hace pública la sentencia de ’la manada’. La justicia considera que no hubo violación. La Audiencia de Navarra condena a nueve años de prisión a los cinco acusados por un delito continuado de abuso sexual. Al tiempo que les absuelve del delito de agresión sexual que pedía la Fiscalía y la acusación.

Ese mismo día, horas después, miles de personas se concentran frente al Ministerio de Justicia en Madrid contra la sentencia. Al mismo tiempo, lejos de allí, en su cuenta personal de Twitter la periodista, escritora y activista Cristina Fallarás publica un post con un hashtag: #Cuéntalo. Una acción que anima a las mujeres a narrar las violencias y agresiones machistas que hubieran sufrido.

Todo empieza como un acto de denuncia y protesta. Con la intención de visibilizar la violencia continuada que sufre la mujer, pero también con la de animar a quienes la sufren a contarlo. El hashtag se convierte en todo un movimiento global y a lo largo de unas semanas tres millones de mujeres de todo el mundo se unen a #Cuéntalo para narrar sus experiencias.

En su último libro, Ahora contamos nosotras, Cristina Fallarás reevalúa lo que significó el movimiento #Cuéntalo en la construcción de una memoria colectiva sobre la violencia. Y reflexiona sobre la importancia de hacer público el dolor, desde la primera persona, para tejer un relato a muchas voces sobre cómo opera la violencia machista en primer término y el silencio posterior en última instancia.

Antes que un ensayo, #Cuéntalo fue un movimiento de protesta en redes. ¿Cómo se convierte aquel hashtag en este libro?

Cuando sacamos #Cuéntalo, en 2018, alguna gente del mundo editorial se puso en contacto para que publicara los testimonios, como para hacer una especie de antología de tuits. Por supuesto me negué, porque son relatos de otra gente y aunque sean públicos lo último que quiero es que alguien se lucre de eso. Me parecía de una frivolidad imperdonable.

Lo que sí ocurrió fue que me llamaron de un montón de sitios para hablar del proyecto #Cuéntalo, y empecé a acudir a ciclos de universidad y dar charlas. Y a medida que iba hablando de esto me daba cuenta de que todo se articulaba mediante un discurso muy cerrado. Ese discurso sobre la violencia es en lo que acaba el libro.

¿Por eso decide narrar hechos concretos en lugar de teorizar sobre la violencia machista?

Es que no es lo mismo hacer una teoría abstracta… de hecho creo que este libro es un libro contra la abstracción. Contra abstracción como modelo narrativo, porque apuesta por el testimonio. Hay un momento en el libro en el que digo que en España nos manejamos por abstracciones para contarnos lo que somos.

La Transición es una abstracción, la Prima de riesgo es una abstracción, la Memoria Histórica es una abstracción, la violencia de género es una abstracción. Son conceptos que cualquiera podría usar porque están vacíos de testimonios.

En ese sentido, también explica cómo funciona el mecanismo de identificación gracias el testimonio. ¿Es posible que sin la identificación se construyan relatos colectivos?

No, porque no es lo mismo decir: "Soy Cristina y estoy en contra de la violencia machista", que es algo que podría decir la reina de Inglaterra, que decir "soy Cristina Fallarás y a mí me pusieron una polla contra la ventanilla del coche cuando tenía ocho años".

Cuando cuentas las cosas en estos términos, las mujeres de repente entienden que pueden contarlo. Que si yo lo cuento ellas también pueden. Creas mecanismos de identificación que crean cadenas de testimonios.

Fíjate que una de las frases más usadas durante #Cuéntalo fue: "yo no sabía que eso era una agresión". También "yo no sabía que esto era violación", algo que decían sobre todo mujeres casadas respecto a sus maridos.

Cuenta en el libro que a los 18 vio como un hombre se masturbaba delante de usted en el tren. Y en 2003 que un diputado le envió una ’fotopolla’.

¿Se llaman así? ¿Fotopollas? Ay, me encanta al palabra. Lo voy a usar. No sabía que era algo tan popular. Que conste que cuando el diputado me mandó la foto de su polla era algo sencillamente inimaginable. Sobre todo porque prácticamente ningún móvil tenía cámara y era bastante difícil hacer eso.

¿Fue complicado poner palabras a esos recuerdos? No es la primera vez que utiliza experiencias individuales para denunciar injusticias colectivas.

Me dedico a narrarme desde hace mucho tiempo. En A la puta calle narré mi desahucio. Y fue muy difícil porque era un libro entero contando cosas que eran muy feas de contar y que además no me dejaban en muy buen lugar.

Lo sexual es dar un paso más, porque cuando narras lo sexual interviene un pudor muy castigado por la sociedad. Me costó mucho explicarme a mí misma que estaba temiendo ese castigo de la sociedad.

He narrado mi desahucio, cuando me despidieron embarazada, he escrito sobre mi familia… tengo una narrativa testimonial propia. Pero lo sexual suponía un plus porque detrás suele esconderse un castigo social. De ahí que sea tan importante contarlo.

¿#Cuéntalo se puede entender como nuestro propio #MeToo? ¿O el mecanismo de identificación no operaba igual en el segundo caso porque eran estrellas de cine?

Es cierto que #Cuéntalo se parece al #MeToo. Pero a mí me parecía que el #MeToo tenía un problema, y que es que era aspiracional. El mecanismo de identificación era vertical. Me explico: si Scarlett Johansson dice ’mi abuelo me metía el dedo en el culo’, hay 100.000 niñas que podrían decir #MeToo. Pero tal vez no lo dirían porque les haya pasado, sino porque comparten la denuncia y quieren parecerse a Scarlett. Media una cuestión aspiracional.

Mi obsesión con #Cuéntalo fue que fuese horizontal. ¿Cómo se consigue eso? No interviniendo. Es decir, podría haber llamado a amigas, a gente famosa para que lo difundiesen. Pero no lo hice porque quería aupar a las mujeres y chicas que hablaban y contaban su dolor. La respuesta fue tremenda.

En el libro utiliza como ejemplo el manifiesto de las periodistas francesas contra el sexismo, publicado en 2015. ¿Por qué no ha ocurrido algo parecido en España? El otro día Garci afirmaba que en España no iba a surgir un #MeToo porque él no había visto nunca ’nada de eso’.

Bueno, lo dice Garci, lo dice Saura… Aquí no ha pasado nada por la misma razón por la que en Europa recibimos con aplausos a Placido Domingo, mientras que en Estados Unidos se cancelan sus óperas y él corre con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho. Estamos muy verde en estos temas. Especialmente en España. Pero las cosas van paso a paso. Las mujeres que participaron en #Cuéntalo, ahora ya han narrado su dolor.

Es tan doloroso reconocer y contar públicamente una agresión… recuerdo cuando Paula Sainz-Pardo lo hizo en La 2 Noticias. Cómo le temblaba la voz, el cuerpo... contar algo así te conmociona. Pero si es difícil explicarlo públicamente, más lo es contar quienes eran las personas que te hicieron sufrir.

Pero sucederá. Señalaremos con nombres y apellidos a los agresores sexuales, aunque sea en el futuro. Parece que primero se tiene que asentar esto. Es tan nuevo y tan duro que contemos la violencia que recibimos… Ahora ya hemos dado ese paso.

En ese sentido, ¿como de importante es sentirse arropada? Es decir, una persona que ha sufrido violencia machista puede identificar cómo y cuándo la ha sufrido si escucha casos parecidos al suyo. ¿Cómo de importante es colectivizar ese relato?

Lo importante es no impedirlo. Es decir, cuando arranca #Cuéntalo, la cantidad de mujeres que responde casi inmediatamente es incontable. Son cientos de miles, y hablamos de tuits en castellano. ¡En diez días llegamos a tres millones de testimonios! Relatos personales que… que salen todos a la vez. No es una cadena y de una voz sale otra y otra, poco a poco. No: se abre una puerta y sale un torrente. En este caso, por supuesto, la colectividad ayuda y anima a contar un hecho doloroso. Pero no solo eso, también evidencia que hacía falta abrir un canal.

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La periodista y escritora Cristina Fallarás, afectada por un proceso de desahucio, durante la acción de la PAH ante la sede del PP en Barcelona. Foto: João França

En Ahora contamos nosotras describe justo eso: "Para contar algo, se necesitan los medios y los canales donde hacerlo". ¿Hay algún tipo de ayuda institucional que pueda permitir que las mujeres cuenten las agresiones sexuales que han vivido, para identificarlas e impedirlas?

No. De hecho, yo le ofrecí #Cuéntalo al Gobierno y lo rechazó. Todos los datos de #Cuéntalo están recogidos en un archivo de la Red Española de Supercomputación. Eso está compilado, tipificado y clasificado. Si el Gobierno hubiera amparado este proyecto se podría haber abierto un canal que no existe. Es evidente que no lo quisieron.

Pero no solo eso: si analizas la radiografía de la violencia contra la mujer que suele hacerse en este país, casi todo parte de los datos del Consejo General del Poder Judicial [CGPJ en adelante] y de la Policía. Que son, como sabes, organismos conocidos por su perspectiva feminista. Aunque en realidad no importa. Lo preocupante es que si manejas sus datos, manejas información no fiable porque su radiografía de la violencia no se responde con la realidad.

Me explico. Cuando hablan de violación, por ejemplo, afirman que un 75% de los violadores no conocían a sus víctimas. Es un porcentaje altísimo, pero es falso. La mayoría de las violaciones se producen en entornos familiares y en círculos cercanos. Si te viola tu padre, tu madre o tu tío, no lo cuentas. Todas esas personas no van al CGPJ a decir: ’oye, que me ha violado mi padre’. Entonces, ¿Qué pasa con su dolor?

La diferencia con respecto a lo que propone #Cuéntalo es decidir si le damos voz a las instituciones o a las mujeres. Es decir, que la narración de la violencia contra las mujeres la hagan las propias mujeres.

Lo más preocupante es que sobre los datos del CGPJ se legisla. Estamos construyendo una legislación contra la violencia machista basada en los datos del patriarcado. No estamos contando con los testimonios de las mujeres. ¿Dónde quedan todas esas mujeres fuera de los datos? ¿Cómo te atreves a legislar sin ellas?

En Ahora contamos nosotras hace un alegato a favor de que las mujeres narren sus historias, para que la Historia -con mayúscula-, no se escriban contra ellas. Más allá de la violencia machista, ¿Qué otros silencios cree que perviven en nuestro país?

Hay sectores cuyos relatos siempre han sido tapados. La semana pasada, la vicepresidenta del Gobierno en funciones Carmen Calvo dijo que en la Transición no había habido violencia. ¡Y se quedó más ancha que larga!

Hay dos silencios que me parecen flagrantes cuando hablamos de España: uno es la represión, tortura y asesinato durante la Transición. Algo que no hemos narrado, pues seguimos llamando Modélica a nuestra Transición, cuando fue sangrienta. Si todos los torturados, los asesinados, los familiares de asesinados... si todos ellos y ellas hubieran contado lo que sufrieron durante aquellos años, esta señora no podría haber dicho la barbaridad inmoral que dijo. Y en eso también los medios de comunicación tenemos una responsabilidad. Hemos obviado gran parte de las historias de este país, soterradas.

Y el otro silencio es la pobreza. Hubo un momento en España que se dejó de hablar de pobres. Mira los desahucios, por ejemplo. En 2018 se produjeron casi 60.000 desahucios, lo que significa que se producen varios cada maldita hora. ¡Centenares a la semana! Un buen día viene a OCDE y suelta: en España hay doce millones de pobres. ¡Hostia! ¿Alguien habla de esos doce millones de personas? ¿Alguien está contando sus historias?

Aquí, en cambio, se usan abstracciones. Se habla de ’Prima de Riesgo’ o de ’desaceleración’ en lugar de contar cómo una persona con sus nombres y apellidos no puede pagarse unos zapatos, duerme en el portal de un banco o lleva cinco años alimentándose de patatas. Sin testimonios no existe relato. Y sin eso, no tenemos ninguna memoria colectiva mediante la cual enfrentarnos al poder y combatir injusticias.

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Cristina Fallarás EFE

Ahora parece que tenemos los medios para combatir ese silencio. Tenemos redes sociales con las que podemos comunicar y contar realidades sin ningún filtro. Pero también opera el miedo y la autocensura por eso mismo: al ser testimonios públicos cualquier desconocido puede deslegitimar tu relato.

Yo pienso en dejar Twitter prácticamente a diario. Recibo tal cantidad de insultos y amenazas diarias que se me hace muy desagradable entrar, lo digo de verdad. A veces son amenazas realmente graves.

¿Pero sabes qué? Cada día me contesto: no. No voy a abandonar la red porque es un arma, es una herramienta muy útil para el activismo. El activismo político está muy poco valorado pero es imprescindible porque no participa de un partido político. Y es beligerante contra algo que considera injusto y opresor. Twitter es útil para el activismo.

El activismo genera espacios de representación y de identificación. Espacios simbólicos. ¿Y qué es un hashtag? Un espacio. Y cuando yo abro #Cuéntalo, de repente se crea una gran habitación donde entran aquellas personas que se identifican con el resto. Es una habitación del dolor, pero también sana. Es un ejercicio de activismo político, social y feminista. Eso es lo que me interesa de las redes.

Esas amenazas, ¿es crueldad o es insconciencia de lo que significan las redes? Pienso por ejemplo en el caso del hombre que amenazó con prender fuego a Paula Vázquez en redes, y luego en Salvados confesó que nunca le diría nada así a la cara.

No, no es inconsciencia: es crueldad. Es un ejercicio de crueldad que no harías delante de personas reales. Un acto en el que median la impunidad y la soledad. Marcel·lí Antúnez hizo un experimento en el que tú podías hacerle daño y él no te hacía nada. Y la gente disfrutaba maltratándole. Hay multitud de experimentos antropológicos sobre esto, pero sí hay una pulsión de crueldad que la impunidad y el anonimato de las redes alientan. Por supuesto.

Podría decirse que es desconocimiento, pero yo creo que se ejerce un tipo de violencia concreta cuando se deslegitima y se insulta a alguien que está contando algo personal. Tanto Garci como Saura ejercen un tipo de violencia contra la mujer. Uno, negando las agresiones y otro, calificando el feminismo como ’odio’. Si el feminismo es una lucha por la igualdad de hombres y mujeres, y además una lucha por un derecho humano, calificarlo como ’odio’ es una agresión. Si un judío dijera ’mi padre murió en un campo de concentración’ y alguien le contestase: ’no puede ser’, sería violento, ¿no? Pues es lo mismo.

Las mujeres que hemos sufrido violencia sabemos cómo va esa violencia. El hecho de que cueste tanto contar tu historia y siempre haya un macho que te diga ’no puede ser’ es brutal.

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