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Entrevista a Chus Pato, Premio Nacional de Poesía 2024: "Las mujeres escribimos desde abajo, desde el lodo"

Viernes 27 de septiembre de 2024

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Chus Pato. — Javier Lalín Valcárcel

Lugo 24/09/2024 Olalla Cociña Público

Esta entrevista se publicó en el número 31 de la revista Luzes en junio de 2016. Chus Pato acaba de recibir el Premio Nacional de Poesía por Sonora (Xerais, 2023).

Es muy probable que en junio la poeta Chus Pato (Ourense, 1955) ocupe un sillón en la Real Academia Gallega (RAG), en relevo del fallecido Xosé Fernández Ferreiro. Con diez libros publicados, es una de las voces más prestigiosas y reconocidas por la crítica y la investigación académica, tanto dentro como fuera de nuestro país. Fue construyendo su obra lentamente, ejercitándose en la sofisticada atención a una escucha, a una mirada y a un pensamiento que abrocha en las escrituras de poetas que comienzan a pisar fuerte en nuestra literatura. La vida va, el poema insiste en salir y escucharla hablar de ese ritmo en el que sumerge cuando cesa el ruido nos lleva con ella a la tundra, al primer asombro. Deshiela.

Nos recibe en su casa cuando debería estar en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Pero la misma consellería que la invitó noha firmado el permiso necesario para que pudiera ausentarse de su trabajo estos días. "No les valgo de mucho, no soy canjeable por nada", dice entre resignada y sorprendida. Hace 19 años que vive en Lalín (Pontevedra), donde organizó su vida toda vez que la escritura, tal y como se da en ella, requiere un gran espacio de soledad, bosques y árboles, para poder escuchar. Allí se siente libre.

Tengo entendido que le gusta caminar. ¿El desplazamiento le ayuda a escribir?

Sí, cuando no consigo avanzar o estoy atorada con algún texto —mi escritura es muy lenta—, pasear me da dinamismo. Es común que al comenzar a andar las cosas se desbloqueen.

Usted autoeditó su primer libro. 24 años después valoran su candidatura para entrar en la Real Academia Galega. ¿Qué le pasa por la cabeza al volver la vista atrás?

Para mí es muy sorprendente todo. Desde la publicación de Urania, cómo el sistema literario me recibe y cómo desemboca todo en la posibilidad de entrar en la RAG. Pero aún queda camino por andar y la decisión es de los y las académicas.

¿Le haría ilusión entrar? ¿Qué propondría?

Entraría por fidelidad a una serie de cuestiones que tienen que ver con mi concepción de nuestra historia y de nuestro país y porque hay gente que valoro dentro de la Academia a quién me gustaría acompañar. De entrar, trataría de llevar a la práctica esta concepción, pero tampoco sé como funciona por dentro la RAG.

¿Por qué en su momento no firmó el manifiesto por la entrada de las mujeres en la Academia?

Entendí que era una bala contra [el escritor Xosé Luis Méndez] Ferrín, al margen de la buena voluntad de la gente que lo firmó. La vida me ha llevado a aprender que algunas cosas no son lo que parecen. Claro que quiero que entren mujeres en la RAG, pero no así. Por otra parte, el término mujer, que es una construcción cultural, no me interesa en ciertos contextos. Depende qué mujer, ¿no?

Hace unos meses recitó junto con la poeta canadiense y traductora de su obra al inglés Erín Moure en la Poetry Room de Harvard. ¿Cómo fue su experiencia?

A mí me tocó la lotería: si una gran poeta como Erín, con las relaciones que tiene con el mundo, no hubiera traducido mis poemas, yo no sería Chus Pato ni se estaría hablando de que puedo entrar en la Academia. En este país hay quien es reconocido porque es apoyado desde dentro y quien es reconocido porque se tiene que marchar.

¿Cómo percibe la recepción de su obra en América?

No dan crédito porque me leen como una poeta española y se sorprenden de lo próxima que estoy a ellos. Ciertamente creo que soy nativa poéticamente de América, entre otros territorios. Ezra Pound es uno de los poetas que me dirigen, con él aprendí que podía meter en el poema lo que quisiera. Cuando leí la antología de Esteban Pujals sobre el grupo Language supe que no estaba sola en el mundo y me dio pie a escribir Nínive. ¡Salió publicado aquí y espantó a todos! Y pasados los años, un poeta del grupo Language, Ron Silliman, me pide en un hotel de Rotterdam que se lo firme. Carne de Leviatán está publicado en la editorial de ellos, me reconocen en su escuela... Esto no tiene por que ocurrir, podría morir sin que nadie me conociera, ¡es lo normal cuando escribes en gallego! Es como si eres fan de los Rolling Stones y te piden que cantes con ellos.

¿En qué idioma habla el poema, en su lengua materna?

En ninguno. Lo tradujimos, el poema habla en traducción. No creo —y aquí no estoy de acuerdo con Paul Celan— que sea preciso escribir en una lengua materna. Es más: no creo que exista una lengua materna, o en todo caso es la mudez, porque pasamos dos años aprendiendo. No es algo con lo que uno venga al mundo, es un arte que tenemos que aprender. Después escogemos en qué lengua escribimos. Mi lengua materna es el castrapo, es el conflicto lingüístico. Poca gente en Galicia tiene una lengua materna pura.

¿Y qué se pierde en esa traducción?

El poema es mudo y quiere salir a la luz y ser dicho, es un impulso que tiene. Pero sólo a través de las palabras podemos escribirlo. Así que se pierde todo pero también se gana todo. La mudez es muy superior a la palabra, es a la posibilidad de la palabra, anterior a ella. Y no hablo de silencio porque el silencio es igual que la palabra. Ves un árbol y es perfecto. ¡La necesidad de hablar es una cruz!

¿Por qué la pentalogía que cerró con ’Carne de Leviatán’ se llama ’Decrúa’ (antes ’Método’)?

La palabra método significa camino y pensé que tenía que ver con el camino de los filósofos, que parte de una tesis y del recorrido que se hace para comprobarla, mientras que la poesía camina y en el camino se encuentra con el poema. Decrúa es una palabra poco conocida: se trata de hacer cultivable un espacio que era salvaje.

Entonces coincide con la filósofa María Zambrano cuando decía que a diferencia de la filosofía, la poesía no quiere conquistar nada para sí

Sí. Una de las cosas más difíciles de escribir poesía es ese desprendimiento. El poema se carga con cuestiones referentes a la persona, pero la poesía es una libertad muy grande en la que no puede existir más que la palabra. Y para que esta sea libre uno tiene que aprender a desprenderse de sí mismo.

¿Qué etapa se abre ahora?

Lo más difícil es liberarme del libro anterior... Es un ejercicio de malabarismo, porque en el proceso en el que aparecen los poemas sabes solucionar. Y después de tantos años algo sabes de técnica poética. Pero de esta vez olvidar como solucionaste a lo largo de diez libros las dificultades para escribir no es fácil. Me pasé tres años descartando lo que escribía y a veces era incluso mejor que lo publicado. Pero ya estaba escrito. Ahora aparece algo que no es completamente distinto pero por lo menos está más desnudo y yo puedo descansar sobre eso.

En ’Carne de Leviatán’ ya se insinuaba esa depuración.

Porque cierra la pentalogía y se parece más a Urania. Los libros se construyeron partiendo de algo muy desnudo. Urania, hacia algo que iba creciendo y que acabó desnudado de nuevo. Ahora hay una desnudez grande pero distinta a lo demás.

¿Cómo lo definiría?

Es muy duro. Es una vía seca, es muy pedregal, pedregosa, muy piedra.

Siempre hubo distancia con los poetas de su generación biográfica, la de los 80. ¿Ha evolucionado este desencuentro?

Hubo y sigue habiendo poca relación. Siempre noté que no les gusto, ellos son amigos y yo aparezco desde el exterior... Una de las pocas veces que coincidí con ellos se iba a hacer una fotografía. Yo estaba del lado de un enorme bulto literario y alguien me dio un empujón, por eso salgo en una esquina. Estoy segura de que hoy no me empujarían, pero me recuerdo empujada con treinta (ríe).

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Chus Pato. — avier Lalín Valcárcel

En un congreso de escritores jóvenes organizado por la Asociación de Escritoras y Escritores en Lengua Gallega (AELG) alguien propuso analizar cómo las nuevas escrituras se relacionan con la producción reciente de autores consagrados. Sería una fórmula para evitar caer en el reduccionismo de la referencia generacional. ¿Qué le parece?

Veo ahí el concepto de contemporaneidad, mucho más interesante que el de generación. Los estudios literarios tienen inercias y una de ellas es la de las generaciones, son etiquetas. Hay grupos que pueden coincidir con una generación pero nunca con la generación entera. La poesía de los 80 abarca a un grupo en el que por ejemplo no estamos Reixa, ni Lois Pereiro ni yo. Cuando pase el tiempo, ciertos relatos se reescribirán.

Mantiene magníficas relaciones con algunos de los poetas más jóvenes. ¿Cómo las vive?

Con felicidad porque me siento acompañada. Es la primera vez que tengo una conexión real, son mis compañeros. Tengo amigos como Xabier Cordal, Antón Lopo, las poetas de los 90... Pero ahora me siento partícipe de un grupo de alguna forma, y estoy muy contenta. Adoro la poesía que hace Fran Cortegoso, es una influencia de primer orden en lo que estoy escribiendo. Y la de Oriana Méndez, Gonzalo Hermo...

¿Reconoce a Ferrín como su maestro? ¿Qué le enseñó?

Que se puede hacer poesía universal en gallego. Para mí es un error escribir para gallegos y gallegas. Escribí mis primeros poemas en gallego pensando "si él hace estas cosas es que se puede hacer". Fue a abrir un mundo. Pero además me enseñó el valor de ser leal, que no es nada fácil. En el año 82, en un recital contra la OTAN en Ourense, escuchó con atención lo que yo estaba leyendo, unos poemas desastrosos... Habló conmigo y se interesó por lo que estaba haciendo. Para mí era el mejor poeta que había en Galicia, me sentí en una nube. Después lo vi pocas veces, pero no tiene importancia. Me siento vinculada a él.

Escribe con el peso de una tradición, la que escogió. ¿Cómo se agarra a ella?

Cuidando de que los grandes poetas, esos de los que me gustaría ser contemporánea, no me aplasten. Me cuesta leer poesía porque es un ejercicio de atención extrema. Le dedico mis mejores horas, las de la mañana. Quiero avanzar siempre pero leer poesía es lento, intenso. Y es difícil —ahora menos, porque ya de técnicas de supervivencia con respecto al poema, algo sé— desprenderse de voces impresionantes, no escribir como lo que estás leyendo, deshacerse de ellas.

¿Por ejemplo?

Marguerite Duras. Me resulta muy difícil desprenderme de las voces de las mujeres.

Usted focaliza la idea de vanguardia poética en Galicia. A veces escuchamos "es demasiado hermética". ¿Qué le diría a alguien que quiere comenzar a leer a Chus Pato?

Le diría: si realmente quieres leer poesía, si lees poesía, me vas a entender. La poesía no es la canción de un cantautor, es un método de vida y de escritura que tiene milenios. Si te interesa edúcate y llegarás a entender a Dante, no a Chus Pato.

Dijo Brecht: "¡Qué mundo éste en el que hablar de poesía es ofender a la sociedad!". ¿Qué vigencia tienen estas palabras?

Toda. La sociedad siempre está ofendida por la palabra poética porque la poesía celebra lo que somos y la sociedad no quiere ser lo que somos: mortales enamorados de aquello que no tiene forma y del infinito. Ser poeta es permanecer sobrio en la ebriedad, y a la sociedad le cuesta asumirlo.

Entonces, ¿qué posición ocupa la poesía dentro de la sociedad?

Ninguna.

¿Y tiene que ser así?

Sí, porque solo así puede sentirse libre. Dentro de la sociedad ninguna, dentro de la especie sí.

Escribió en ’Carne de Leviatán’: "(política)/ Cuando todo gobierno cese / cuándo todas las plumas del ángel caigan / canta ahora tu / esta página en blanco». ¿Cómo vive la situación política actual?

Entre la desolación y el asombro. Fue fuerte ver el deterioro de la sanidad pública y del estado de bienestar. Pertenezco a una generación que considero privilegiada porque fue siempre hacia adelante. Ahora vamos hacia atrás. Nunca pensé que la gente de esta generación sería tratada como parias y esclavos. Aunque escribí sobre esto, considerando que vivíamos en Auschwitz y el modelo del campo de concentración era el modelo social del capital, nunca creí al cien por cien mis poemas. Ahora no me queda otra que verlo. A nivel social es la época más oscura que he vivido.

¿Cómo afecta a su escritura?

Nunca tuve mucha esperanza, soy descreída pero he luchado por la justicia. Hoy tengo aún menos, lo cual me entristece porque me hace ver el ser humano casi como si biológicamente no pudiera rebasar una frontera. El lugar que se le da a la inteligencia es mínimo y supongo que eso se nota en lo que escribo.

¿Cuál es el espacio de combate que tiene la poesía?

El mero hecho de escribir poesía es ya un combate por ser una resistencia, es desobedecer. La poesía es aprender a ser libre. El código poético, que tiene tantos milenios, alberga dentro de sí la libertad. Si estás en contacto con los textos poéticos, lo aprendes. Incluso con autores tan alejados a nivel político de mí como Elliot: la poesía está en esa esfera de libertad, de celebración, de canto. El poema es una figura finita que se abre al infinito y es algo tan lleno de vida que te da pie a levantarte por la mañana y enfrentarte al trabajo... Estar en contacto con la poesía es realmente la fuente de la eterna juventud.

Formó parte durante años de la Asociación Mujeres y Letras. ¿Qué le aportó?

Relacionarme con otras poetas del Estado. Organizar congresos, viajar y escuchar otras voces fuera era aire fresco para mí. Fue muy positivo, toda una experiencia, hice amigas. Pero para ellas era difícil concebir otro idioma que no fuera el español. Sentí que me aceptaban en la medida en que no chocaba con ellas.

¿Cuánto pesa en su escritura la conciencia de género?

La poesía no va por temas, hacer poesía feminista está fuera de mi concepción de lo que es la poesía, así como tampoco hago poesía nacionalista, lo que no quita que exista. No hago didáctica ni considero que el poema tenga que ser una correa de transmisión de nada. Es lo que tú quieras pero antes de eso es un poema. La poesía es libertad, desprendimiento y celebración de la capacidad lingüística de las personas. Después, si eres feminista algo se le notará al poema.

Parece evidente revisando por ejemplo las performances que hacía con María Ruido y María Esteirán

Hay épocas. Leo ensayo feminista desde que estuvo a mi alcance. Recibes el impacto pero no puedes estar todo el tiempo dándole bola a eso. Por ejemplo, en la entrevista con Brenda de m-Talá se habla de que el feminismo de la igualdad ha terminado. Luego te olvidas y escribes un poema sobre un león. La vida va.

"Toda mi escritura es un continuo prestar oído. Oír correctamente, esa es mi preocupación" dejó dicho Mariña Tsvietáieva. ¿Le preocupa oír correctamente?

Claro. Y ese escuchar correctamente se contraponen a las estructuras que nos oprimen. Alguien que quiera acercarse a la poesía tiene que oír y no es fácil, es todo un camino, un método, una vía espinosa.

¿Con qué artes dialoga la poesía?

Con todas. Soy partidaria de la palabra poiese y de la palabra techné, que los latinos traducen por técnica. No hay diferencia entre arte y técnica. Los seres humanos tenemos la capacidad de romper la tiniebla y eso se da en el poema, en la ingeniería, en la medicina o en la ópera.

¿De dónde nos viene esa capacidad o necesidad?

La vida que impulsa, la inteligencia, en otras épocas diríamos que dios. Esa fuerza llamada mímesis. Tenemos conciencia de la muerte y sin embargo somos capaces de concebir el infinito.

En su último libro afrontaba la relación entre el cuerpo y la psique. El culto al cuerpo alcanza hoy límites insoportables al tiempo que las nuevas tecnologías hacen que vivamos despegadas de él. ¿Estamos fuera del cuerpo?

La cultura occidental cristiana se lleva mal con el cuerpo porque es misógina y tiene un odio visceral al cuerpo de las mujeres. Eso hace que el odio al cuerpo sea real. La escisión cuerpo-alma ya no funcionaba, hubo que inventar otras cosas. Las nuevas tecnologías inciden y castigan nuestro cuerpo más que el del hombre, es otra manera de ocultarlo. De existir un cuerpo, existe el masculino. He escrito sobre la posibilidad de no tener cuerpo porque molesta y pensamos que el alma es eterna. Pero no existe más que el cuerpo, y el alma no está separada de él, es un producto corporal.

¿Somos naturaleza, más dañada que nunca?

Naturaleza, no más dañada. Tal vez por vivir en contacto con la Historia sé que el tiempo que vivimos es muy reducido con respecto del tiempo diacrónico de la especie. Vivimos nuestro tiempo, que es irreductible, y no podemos imaginar el tiempo pasado. No hay comparación. La idea del progreso para más o para menos es inconcebible porque alguien del Neolítico no tenía capacidad para prever el futuro. La historia es un relato, una ficción. Tu dolor es el misma que el de tu antepasada.

La reflexión metaliteraria es una de las claves de su poética. ¿Por qué los poetas y sobre todo las poetas piensan el espacio del poema una y otra vez?

Por una cuestión de necesidad y de extranjería. Y ahí eres fiel al poema, que es mudo y completamente extranjero. Es un zombi absoluto y universal, porque se da en ese contacto del finito y el infinito. Es un cruce, una caricia, un nada, un beso, dura un instante. Se da muy pocas veces, después se va reproduciendo. Cuando lo sientes tienes que escribir tu contacto, traducirlo, pero teniendo en cuenta toda la tradición. No te vale lo que hasta ese momento se consideró poesía, tienes que romperlo. Es cómo cuando te enamoras: eso puede acabar en matrimonio, se puede formalizar de muchas maneras pero el contacto es el contacto. Romper el código para formular un nuevo código. Creo que los grandes poetas hacen eso. Pero si además eres mujer —si quieres asumirte cómo tal, pero eso ya es otro tema— tu necesidad es mucho más violenta.

¿Por qué?

El patriarcado nos ordenó una posición de dependencia, nunca de primer plano, y ser un cuerpo reproductivo. Para eso tiene que controlar nuestra capacidad mental y corporal. Ser mujer es ser fiel la esa esclavitud, de lo contrario estás yéndote para lo otro lado. Y te pones la venda, que es mucho más oscura que el velo. Y eres Hillary Clinton o Ana Pastor. Ser feminista para mí es ser fiel a eso, no para reproducirlo sino para desblindarlo. Escribir lo que no fue escrito —y que es poema de una manera absoluta— implica pensar el espacio del poema. Esto lo dijo Xohana Torres muy bien: somos la flor del jardín en la literatura. ¿Cómo puedo escribir yo el hecho de ser profesora, que todos los chicos saben que son una máquina de reproducción, que se saben superiores siempre? Aunque con capacidad lingüística y para hacer técnica y arte, somos una especie animal. Ve a la animalidad y mira como es el juego de poder.

¿Desde dónde escribimos las mujeres?

Desde muy abajo, desde el lodo. Pero sabemos que la mudez es un valor. Miramos el mundo desde ahí y eso es una ventaja. Ahí quiero permanecer.

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