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Entrevista a Aida Spahic, feminista bosnia: “Las mujeres continuamos siendo víctimas de la guerra de Bosnia”

Martes 12 de noviembre de 2019

Eva MáñezEva Máñez y Lorena Tortosa 31/10/2019 Pikara

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Aida Spahic. / Foto: Eva Máñez

Aida Spahic, feminista bosnia y experta en igualdad, habla de la situación del movimiento feminista en Bosnia-Herzegovina, cómo impactó la guerra y el cambio de sistema político y económico en el cuerpo de las mujeres.

Las heridas de la guerra en Bosnia-Herzegovina (1992-1995) siguen abiertas, a pesar de que oficialmente acabó hace 24 años dejando cerca de 100.000 víctimas mortales, más de un millón de personas desplazadas y entre 25.000 y 60.000 mujeres violadas. Los Acuerdos de Paz de Dayton impulsados por Estados Unidos no solucionaron la raíz del conflicto sino que alumbraron un estado dividido territorial y étnicamente en el que las comunidades bosníaca, serbia y croata conviven sin integrarse. El movimiento feminista encuentra enormes resistencias para abrirse paso en un país con reminiscencias socialistas donde el heteropatriarcado y la diversifobia crecen al mismo ritmo que los populismos y el desempleo.

“Es muy difícil ser feminista en Bosnia”, afirma Aida Spahic. Nacida en Sarajevo, refugiada durante la guerra, doctoranda en sociología y experta en igualdad, es una de las impulsoras del estudio sobre la situación de las mujeres bosnias de ‘Sarajevo Open Center’. Nos recibe en la modesta empresa de traducción donde trabaja. Para ella “no hay alternativa a ser feminista”.

¿Por qué es tan difícil ser feminista en Bosnia-Herzegovina?

Es difícil en cualquier lugar y más si eres de izquierdas en esta era neoliberal. Además soy una feminista muy ruidosa, la gente me encasilla. Muchas mujeres no se atreven a decir en voz alta que son feministas por temor a ser etiquetadas. Hay grupos intentando traer algunos cambios importantes pero no es un movimiento popular y masivo.

¿Cuál es el enfoque actual de la lucha feminista?

Está fragmentado. Somos un país muy oenegeizado, las acciones de las organizaciones civiles están dirigidas por fondos de donantes financiados internacionalmente. Hay oengés que realizan campañas sobre el lenguaje sexista o contra el acoso sexual laboral, que está muy bien, pero no responden a necesidades reales. Al margen del sistema neoliberal surgen otras feministas y proponen otros debates. Es un desbarajuste. Lo más importante en nuestra lucha es que se reconozcan los derechos de las víctimas de las violaciones y agresiones sexuales durante la guerra. La otra cuestión es detener la negación del genocidio. Hay mujeres que han participado activamente en la construcción de la paz, como Madres de Srebrenica, que no se llaman a sí mismas feministas porque todavía es una palabra negativa aquí, pero cuyas acciones sí lo son. Han contribuido de diferentes maneras sin ser conscientes de que están haciendo un trabajo feminista.

¿Qué resistencias encuentran las mujeres para desarrollarse?

El patriarcado y la economía neoliberal sobre todo. Después del socialismo ahora el país está gobernado por etnonacionalistas que, por definición, traen a la mujer de vuelta al hogar e insisten en los valores tradicionales sobre lo que deberíamos o no hacer. Las mujeres continúan siendo víctimas de la guerra, se nos niega todo poder. Hay una fuerte resistencia al feminismo entre las elites gobernantes porque éste sacudirá el estado actual de las cosas. En los hogares se da mucha violencia machista y no se denuncia. Todavía se nos considera menos importantes que a los hombres en las familias y en los trabajos, especialmente en el entorno rural pero también en las ciudades. Se nos niegan derechos como la propiedad. Si hay un hermano y cuatro hermanas, ellas cederán su parte al hermano porque eso es lo que se hace tradicionalmente. Hay un desempleo muy alto en este país y son las mujeres las que más lo sufren. Además, existe un problema de brecha salarial, mujeres que no reciben la misma paga que los hombres y que no ocupan puestos directivos. En las zonas rurales si alguien tiene que obtener educación superior serán niños, las niñas se casarán o se quedarán en casa para ayudar con la familia. Las mujeres de alguna manera se quedan atrás en un punto.

«La perspectiva de género fue absolutamente olvidada en los acuerdos de Paz de Dayton. Es el mayor trauma que tenemos. Si no cambiamos eso, la situación se mantendrá para siempre» 

¿Cree que los Acuerdos de Paz de Dayton consideraron a las mujeres?

La perspectiva de género fue absolutamente olvidada. Es el mayor trauma que tenemos. Si no cambiamos eso, la situación se mantendrá para siempre. Estos acuerdos los firmaron la misma gente que dirigió la guerra y las mujeres fueron completamente excluidas. No se tuvo en cuenta nada que proviniera de ellas o de cualquier otro grupo excepto los bosnios, serbios y croatas. Éste es el mayor obstáculo para cualquier cambio social, no sólo para las mujeres.

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Aida Spahic. / Foto: Eva Máñez

Tras el caso bosnio, la Corte Internacional de Justicia tipificó las violaciones durante conflictos armados como crímenes de guerra. ¿Ha habido justicia para las víctimas tras casi 25 años?

Muchas violaciones no han sido procesadas ni perseguidas. La mayoría de juicios no se referían específicamente a violencia sexual sino que estos cargos se agregaron. Los pocos juicios por delitos sexuales en Bosnia-Herzegovina condujeron a sentencias increíblemente bajas, con condenados que solo pasaron un año y medio en prisión, menos del mínimo legal de cinco años. Los tribunales valoraron como “atenuantes” que el agresor tuviera una familia que mantener aunque durante la guerra hubiera violado a niñas. Tampoco hubo compensaciones para las víctimas. Han sido maltratadas por los tribunales, sin un sistema garante de protección de testigos, con jueces que no estaban preparados y las interrogaban sobre su consentimiento o resistencia. ¡Violencia sexual en tiempo de guerra con hombres armados! Tener que demostrar que se resistieron es ridículo. No ha habido justicia para las mujeres y hombres que sobrevivieron.

Entonces, ¿podemos hablar de impunidad?

Definitivamente.

En este sentido, hemos visto que existe un revisionismo en cuanto a las narrativas del genocidio, diferentes visiones nacionalistas.

Ha sido así desde la guerra, es algo constante. Hay una narración en que las mujeres son las víctimas, una narración patriarcal de que las mujeres fueron utilizadas en la guerra para castigar a los hombres. Que las mujeres eran sólo una herramienta que utilizaba un grupo de hombres para castigar a otro grupo de hombres. Es común en cualquier guerra, esa es la narrativa. Sin tener en cuenta sus experiencias individuales y las diferentes vidas que estas mujeres tuvieron y experimentarán más tarde. Así que hay una narrativa de victimización en el lado bosnio: cometieron agresión, violaron a nuestras mujeres, quemaron nuestras casas, etc. La historia de los hombres que fueron violados en la guerra no existe, y era algo muy común en los campos. La narración sobre las mujeres serbias y croatas violadas también es muy débil. Es algo que siempre se asocia con la vergüenza, con el estigma.

«Las feministas están tratando de deconstruir estos mitos sobre la violación, no sólo en tiempos de guerra, sino también hoy en día en tiempos de paz» 

¿No hay una historia sobre la violación a mujeres serbias o croatas?

Hay una narrativa, lo que significa que también dirán “nuestras mujeres fueron violadas”, pero no es tan fuerte como la bosnia, al menos en la federación. En la República Srpska aprobaron una ley que se refería exclusivamente a las mujeres serbias que fueron violadas, negando los derechos a cualquier otra persona que perteneciera a otro grupo. Finalmente se abolió en el parlamento porque hubo un fuerte rechazo de la sociedad civil y de las feministas. No se puede hacer esto, es decir, la violación es una violación, no se puede poner una marca étnica. Pero la narrativa sigue siendo nacionalista por todos lados y las feministas están tratando de deconstruir estos mitos sobre la violación, no sólo en tiempos de guerra, sino también hoy en día en tiempos de paz. Los mismos problemas están ocurriendo ahora. Hablando de consentimiento, de resistencia y cosas por el estilo. Creo que ahora se está tratando de capacitar a la comunidad judicial. Aún así las mujeres no denuncian la violación, porque eso significa un gran trauma para ellas.

¿Cómo influye la educación pública en la invisibilidad de la violencia contra las mujeres?

Ni siquiera tenemos educación sexual o reproductiva. Hay una fuerte influencia de las tres comunidades religiosas y son muy estrictas. En este país somos violentos conduciendo, en los bares, en los partidos de fútbol, la gente grita a sus hijos, los unos a los otros… somos temperamentales. Tenemos mucho trastorno de estrés postraumático, la guerra nos ha encadenado y las comunidades no se curaron mentalmente. Mucha gente es pobre, la situación política es realmente un desastre. Es un caldo de cultivo para la violencia.

¿Están implicadas las instituciones en esta lucha?

No hay suficientes servicios públicos para la ciudadanía. La agenda de reformas para adaptarse al marco de la Unión Europea hace que las élites se centren en la consolidación fiscal, los recortes de gasto público, la flexibilidad del despido y la construcción de infraestructuras. Si no tienes guardería, no puedes trabajar ni comer. Las instituciones descuidan completamente a las mujeres. Se construyen carreteras y puentes, ¿cuántas trabajan allí? ¡Cero! Todos los trabajadores e ingenieros son hombres. De nuevo la perspectiva de género no se ha tenido en cuenta al acordar las reformas.

«Hubo mucha regresión durante la guerra de Yugoslavia y creo que la religión jugó un su papel en esta involución»

El aborto es legal desde 1967, mucho antes que en la mayoría de Europa. ¿El auge del etnonacionalismo amenaza los derechos sexuales y reproductivos?

Estamos muy relajadas respecto al aborto porque hemos tenido derecho durante 50 años, pero podría desaparecer de la noche a la mañana. Es muy fácil. Las tres comunidades religiosas principales presionan para que así sea. No tanto el islam, porque en el islam el aborto está permitido. Pero los tradicionalistas católicos y los ortodoxos sí. También tenemos esta estúpida promoción de la natalidad: “¡Estamos perdiendo gente, necesitamos más gente para nuestra fuerza nacionalista!”. Y luego tienes el retorno general del tradicionalismo. Toda esta retradicionalización de médicos y enfermeras crea un sentimiento general en el hospital de que el aborto no es algo que deba ser promovido. Avergüenzan a las mujeres, “todos lo sabrán, todos lo verán”. Falta una conciencia enorme sobre anticoncepción, las niñas usan el aborto como tal. No es fácil conseguir recetas ni médicos especialistas en las zonas rurales.

¿Crees que la situación de la mujer ha avanzado tras la guerra respecto a la antigua Yugoslavia?

Hablamos de dos sistemas diferentes que no son comparables. La situación de las mujeres en el socialismo era bastante progresista comparada con antes de la Segunda Guerra Mundial, donde un 70 por ciento eran analfabetas. En Yugoslavia había igualdad en el trabajo pero no en el hogar. Hoy hay más acceso a información gracias al desarrollo mundial de la educación, internet, la alfabetización y la conciencia sobre los derechos humanos. Hubo mucha regresión durante la guerra y creo que la religión jugó su papel en esta involución. Mis camaradas feministas que son creyentes dirán que fue la religión lo que las liberó. Ellas estaban atrapadas en casa porque el socialismo les negó la religión y ahora son capaces, en el contexto actual, con los derechos humanos y la libertad religiosa, de impulsar el feminismo dentro de sus comunidades. Así que mi punto de vista dirá una cosa, y la posición de una teóloga amiga mía, que es la mayor feminista que conozco, con pañuelo en la cabeza y todo eso, dirá otra. Están haciendo un trabajo increíble en el contexto religioso que no hubieran podido hacer antes.

«Las Mujeres de Negro en Belgrado, muchas feministas aquí, en Eslovenia, en Croacia y en otros lugares han estado cooperando activamente desde el primer día de la guerra y todavía lo hacen con las generaciones más jóvenes» 

Respecto a la experiencia del Tribunal de Mujeres en 2015 o el papel de Mujeres de Negro, ¿hay conexiones entre grupos feministas balcánicos para afianzar una red internacional?

Hay gente que todavía ve Yugoslavia como un espacio común, con una historia y un legado comunes. Hay organizaciones feministas que están cruzando estas fronteras y que ven a Bosnia y Serbia como el mismo espacio. Compartimos un idioma, compartimos historias, tenemos los mismos tipos de idiotas en la política y el mismo tipo de problemas con las narrativas. Las Mujeres de Negro en Belgrado, muchas feministas aquí, en Eslovenia, en Croacia y en otros lugares han estado cooperando activamente desde el primer día de la guerra y todavía lo hacen con las generaciones más jóvenes. Es una transrepública, diría yo, una red feminista entre las ex repúblicas yugoslavas. Muchas pioneras están muriendo o envejeciendo pero son muy importantes y esperamos que enseñen a una nueva generación de feministas. El Tribunal de Mujeres fue una experiencia útil y exitosa. Yo participé durante los tres días. Hasta cierto punto fue una sanación para algunas mujeres. Es algo que se mencionará en la historia del feminismo pero no lo veo como un hito que haya cambiado nada porque las organizaciones involucradas en el Tribunal han seguido cooperando en muchas otras ocasiones antes y después de eso.

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