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Entrevista a Adriana Guzmán y Diana Vargas del movimiento Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia

Sábado 20 de octubre de 2018

“Hay que dialogar con todos los feminismos porque hay un genocidio hacia las mujeres”

Por Micaela Petrarca 21-08-2018 Colibrí

¿Qué es el feminismo? ¿Una teorización liberal sobre la abstracta igualdad de las mujeres y los hombres o la búsqueda concreta emprendida por las mujeres para el bienestar de las mujeres y en diálogo entre sí para destejer los símbolos y prácticas sociales que las ubican en un lugar secundario, con menos derechos y una valoración menor que los hombres? Si la palabra feminismo traduce la segunda idea, entonces hay tantos feminismos cuantas formas de construcción política de mujeres existe.

Feminismo desde Abya Yala – Francesca Gargallo

En estos tiempos de efervescencia feminista, de debates públicos y visibilización, se vuelve necesario -y fundamental- revisarse y abrir el diálogo entre mujeres de distintas tierras, cuerpos y cosmovisiones. Escuchar -y no educar- lo que las diversas voces tienen para proponer con el fin de crear un umbral cada vez más enlazado, unido, fortalecido y cambiar de raíz todo lo que deba ser cambiado por el bienestar de un mundo sin explotación, racismo ni violencia.

El punto de partida que más se reconoce internacionalmente, -y que en muchos casos se reproduce sin previa revisión de quienes somos ni de dónde venimos -, es aquel feminismo que llega de Europa occidental. Quedarse sólo con la construcción del conocimiento propio de un lugar y de una postura reduce y limita, ya que oculta y desconoce realidades. Partir del reconocimiento de feminismos y patriarcados en plural, es un buen punto para revisar la propia historia de lucha que constituye cada territorio cuerpo y cada territorio tierra, para ampliar el horizonte, profundizar la terminología y construir el propio conocimiento.

En Feminismos de Abya Yala la escritora Francesca Gargallo habla de la urgencia del reconocimiento de modernidades y dice que no se debe confundir la modernidad con la modernidad emancipada que se inicia en 1942, según la historia europea, que impone una occidentalización forzada del mundo. A pesar de que sea el modelo de dominación, si no se reconoce que la modernidad es un conjunto de modernidad, estamos reduciendo el feminismo, dice Gargallo, a un movimiento de la modernidad emancipada propia del patriarcado capitalista que ha sido construida durante el colonialismo tanto como la hegemonía “racial” blanca. “La superación de un paradigma global de la Modernidad en Nuestra América sólo puede darse al reconocer y narrar la multiplicidad de ideas y de historias que la constituyen, valorando las contradicciones, disensiones y transformaciones de las prácticas americanas”.

Existe, dentro de la diversidad feminista, el feminismo comunitario que no se constituye como una teoría, sino que es una acción política, una mirada y una propuesta contrahegemónica. Para ellas, el concepto “feminismo” define la lucha de cualquier mujer, en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo de la historia, que lucha, se resiste y propone frente al patriarcado.

Adriana Guzmán y Diana Vargas del movimiento Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia, hablaron con Colibrí Revista para aportar al intercambio de saberes y problematizar las prácticas, conceptos y teorías del patriarcado tradicional que se construyen y difunden sin debate.

¿Cómo y por qué se acercaron al feminismo?

Adriana: Yo siempre digo, y no es un acto de soberbia, que no vengo del feminismo. No lo conocí en la universidad ni lo he estudiado. La decisión de luchar desde el feminismo surge en la masacre del gas, en el 2003, cuando en medio de protestas, manifestaciones y resistencias frente al genocidio que estaba haciendo el presidente de ese entonces, Gonzales Sánchez de Losada -genocida que está impune en los Estados Unidos- estábamos las mujeres resistiendo. Organizamos la comida, la movilización, convocamos a los vecinos, han sido más de 31 días en la calle. Y nos hemos dado cuenta ahí de varias cosas, una de las primeras ha sido que han muerto 61 compañeros hombres y tres mujeres. Nos hemos preguntado ¿por qué morían los hombres, si nosotras estábamos adelante frente a las balas? Nos respondimos que nosotras habíamos salido toda con la responsabilidad de salir vivas. Había matanza, pero teníamos que volver porque teníamos que terminar de criar a nuestras wawas, cuidar a nuestras mamas, a nuestras abuelas.

Dialogando en el lugar de los hechos, Adriana recuerda cómo la plaza San Francisco de La Paz, estaba, en esos días, cubierta de francotiradores en los edificios de alrededor. Y cómo ellas se cuidaban de las balas pasando pegadas a la pared lanzando llantas con humo para que no se las vieran, mientras sus compañeros decidían pasar agarrados de los brazos gritando: no tenemos miedo. “Mataron a uno y ahí empezamos a pensar qué era lo que ellos pensaban sobre su cuerpo y la responsabilidad con la que salían a la lucha, murieron compañeros que hoy nos hacen falta, que finalmente han dejado muchos chicos por criar y eso no es responsable cuando quieres hacer una transformación, una revolución.

La masacre del gas fue una insurrección social, una convulsión del pueblo ante la venta del gas a precios regalados que planteaba el presidente de Bolivia de ese entonces, Gonzales Sanchéz de Losada. Se inició un paro y un bloque de caminos durante 31 días en el que no se dejaba entrar alimentos ni combustible a La Paz. Para desarticular la medida de lucha el gobernador hizo traer cisternas con gasolina, custodiado por tanques y militares que iban disparando, para abrir camino.

“El detonante fue el gas, pero para nosotras fue que nos estábamos muriendo de hambre. En ese entonces solo podíamos optar por una comida al día, daba lo mismo morirse de hambre en la casa, que salir y morir por una bala. La llaman la guerra del gas, pero nosotros decimos que es una masacre, porque el pueblo no tenía armas. Ahí fue donde nos organizamos y nos decidimos, colectivamente, feministas”, cuenta Adriana.

Terminado el bloqueo y la movilización, con la experiencia de haber vivido un mes en la calle con organización sin burocracia ni policía, las mujeres decidieron plantarse cinco días más. “Estábamos realmente pensando en un gobierno sin gobierno, en una posibilidad de autoorganizarnos nosotros y fundamentalmente son los hombres los que deciden que haya una asociación constitucional. Nos sentíamos tan traicionadas. No queríamos volver, porque había que volver a la esclavitud de la casa: limpiar, cocinar, lavar, a que tu compañero, con ese que has gritado, has luchado, has soñado, te golpee, te tira cosas. Ahí dijimos, no va a ser suficiente con otro presidente ni con cambiar la constitución, tenemos que organizarnos entre mujeres”.

Desde entonces, ¿cuál es la historia de lucha del feminismo comunitario? ¿Cuáles fueron sus demandas?

A: La masacre del gas fue fundante porque nos damos cuenta de la relación que teníamos con nuestro cuerpo, con nuestros roles en la vida y la que tenían los hombres, pero también nos damos cuenta de lo racista y colonial que era el mundo, porque se mandaba a matar a quienes vivían en El Alto. Ahí se van construyendo las ideas principales del feminismo comunitario. No era suficiente hablar de que se vaya el presidente o de no vender gas a los Estados Unidos, sino que había muchas otras relaciones de poder, de opresión. No teníamos que comer, no había trabajo. Entonces ser feminista en algún sentido fue ir pensando en el sistema.

Lo segundo fue la comunidad, porque fue la forma como nos gestionamos esos días. Nosotras somos primera generación de migrantes, mi mamá vive en la comunidad, yo he vivido en la ciudad, pero traemos toda la memoria de comunidad -aunque las ciudades se dedican a desclasarte, a blanquearte-, por ejemplo, teníamos relaciones comunitarias en los barrios, habíamos aprendido a acumular alimentos para resistir momentos difíciles. Todo eso funcionó en la masacre del gas, pero aquí en la ciudad. Esos días de bloqueo provocaron este encuentro con la memoria de nuestra comunidad; y esa era la forma en la que queríamos vivir, relacionadas entre nosotras, respetando la vida, compartiendo y distribuyendo la comida, sin policía, sin militares, sin políticos, sin dirigentes. Por eso nos hacemos feministas.

Nosotras queríamos refundar el país. Cuando nos dijeron: ‘Va a haber una asamblea constituyente, pero no hay propuestas en las organizaciones’. Nosotras decíamos, cómo que no hay una propuesta, la única forma de construir otro país, es desde la memoria que tenemos, ¿qué vamos a inventar? ¿qué vamos a copiar? Si todo lo que está en Europa, en Estados Unidos, nos muestra que destroza la naturaleza, las relaciones humanas y lo único que ha subsistido a esa forma de vida es la comunidad. No vamos a ser feministas para construir otro Estado, sabiendo que los Estados reproducen todas las relaciones de opresión, de subordinación; que el Estado es la esencia del patriarcado capitalista. Decidimos crear un feminismo comunitario y después ampliamos la comunidad de comunidades que sería una forma de organización.

Existe dentro del Estado boliviano una unidad de despatriarcalización, ¿creen que es posible despatriarcalizar desde el Estado siendo está una institución patriarcal y capitalista?

A: La Unidad de Despatriarcalización sale como una deuda de la asamblea constituyente. La discusión entonces fue ‘el colonialismo es el origen de todos los males, todo llego con los españoles y por eso hay que descolonizar el país’. Nosotras ya decíamos, no, aquí hay que luchar contra el patriarcado. Descolonización decían ellos y nosotras dijimos despatriarcalización. Pero ésta no quedó en la constitución. Ellos no dieron el espacio, lo que nosotras decíamos era ‘doméstico’ y ellos eran quienes definían lo ‘político del país’.

Cuando se reestructura el Estado se crea el Ministerio de cultura, el Viceministerio de Descolonización y la Unidad de Despatriarcalización. A nosotras nos pareció fantástico, pero con los años, conociendo el Estado, nos dimos cuenta de que era un absurdo. Porque ha habido compañeras muy valiosas dentro, pero con una imposibilidad como es la imposibilidad del Estado, no tiene presupuesto, ni recursos, ni personal, la burocracia es una cárcel encima del cargo. Y poco, muy poco se puede hacer desde ahí. Y lo malo es que ha servido por un tiempo para crearnos la ilusión y por otro tiempo para lavar la cara al gobierno. En una primera etapa del proceso hemos querido tomar el gobierno para hacer la revolución, pero lastimosamente el gobierno nos ha tomado a nosotras. No podemos sentarnos a esperar que el gobierno transforme el país, que construya el vivir bien, es imposible. El vivir bien se construye desde los pueblos, desde las organizaciones.

Diana: Es necesario pensar cómo estamos reconceptualizando el proceso de cambio, porque dicho proceso en realidad era nuestro. Nuestro proyecto era intentar cambiar EL país; y el MAS (Movimiento al Socialismo) plantea un partido político, no el proceso de cambio. Si nosotras vivimos mal, Bolivia no puede vivir bien, porque nosotras somos la mitad.

Adriana: En algún momento pensamos que el gobierno podía ayudar hacer ciertas transformaciones planteadas, pensadas, soñadas, dirigidas por las organizaciones sociales. En algún momento dijimos ‘este es un gobierno de las organizaciones sociales’, pero no lo es. Ningún gobierno puede ser de las organizaciones sociales, los gobiernos responden a los estados; los estados responden a las estructuras del sistema.

El encuentro de los feminismos

“Hablando con otros feminismos, conocimos mujeres de ONGs, de la cooperativa internacional, que hablaban de promover la igualdad de derechos, de la equidad de género, era un debate en la asamblea constituyente. Nosotras decíamos no puede ser que el feminismo solo sirva para hablar de la igualdad o la diferencia con los hombres, si queremos sus mismos derechos. Nuestra vida ni empieza ni acaba con los hombres. Queríamos otra cosa, ¿para qué queríamos tantos derechos si no podemos ejercerlos?”, cuenta Adriana.

Las mujeres del Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia reconociendo su origen y su memoria ancestral, desde el primer diálogo no se reconocieron en las medidas de lucha que llevan adelante las feministas de Europa Occidental. Porque su punto de partida, su historia y su cosmovisión trae acarreada otras realidades. “Nos definimos como aymaras como una posición política frente al poder. Vamos a ocupar el lugar de la incomodidad donde siempre han estado nuestras abuelas y madres por indias, analfabetas; por feas, sucias. Ese es el lugar desde el cual queremos luchar. Nos reconocemos aymaras y empezamos la discusión histórica de por qué no llevamos polleras en la ciudad. Yo crezco sin pollera y no significa que no recuperemos la memoria política, histórica. No es una cuestión cultural, ni estética, ni folklórica, es una cuestión política, y significa recuperar el idioma, la cosmovisión, la relación con la vida. Es todo un trabajo porque el sistema patriarcal, neoliberal y la cultura individualista nos ha entrado también”.

¿El proceso de despatriarcalización sería entonces un nuevo modelo de vida social, económico y político en comunidad?

A: La despatriarcalización es el camino. Las abuelas siempre repiten que la concepción del tiempo es circular y por eso nosotras vamos a la comunidad, porque de ahí venimos. Solo que este tiempo circular, ha sido interrumpido o roto por el tiempo de la colonización que es un tiempo lineal que dice que tenemos que ser desarrollados. No queremos avanzar hasta tener un Estado comunitario. Territorialmente nos podemos ir organizando y el camino para recuperar esa forma de organización, de relación con la vida, de respeto de la vida, es atacando al patriarcado.

El patriarcado no sólo es la violencia hacia las mujeres. El patriarcado es el sistema de opresión, capitalista, neoliberal, colonial. Es el sistema, no es un sistema más al lado del capitalismo. Ha usado a lo largo de la historia al capitalismo, al feudalismo, al esclavismo para oprimir a la humanidad y a la naturaleza, aprendiendo y sosteniéndose en el cuerpo de las mujeres. Hay que desarmar el patriarcado en sus lógicas económicas, políticas, para construir la comunidad. ¿Qué comunidad? La que cada territorio quiere, la que cada territorio construye. No necesitamos semejante burocracia, palacios, para organizarnos.

¿Creen que el feminismo occidental hegemónico es individualista?

A: En nuestro primer camino como feminismo comunitario y reconociéndonos como mujeres indígenas, hemos tenido un gran debate con los otros feminismos, y hemos planteado la descolonización del feminismo, no como teoría, sino una descolonización de hecho, de acto. Para nosotras el feminismo es esto, el patriarcado es esto y la lucha es así, eso es descolonizar. No vamos a copiar el modelo europeo, ni a partir de su comprensión. Lo ético nos parecía, desde nosotras, construir nuestras herramientas en categorías, en palabras, en horizonte de lucha. Eso es un acto de descolonización y de autonomía epistemológica. Construimos nuestro propio campo de conocimiento e hicimos la lucha en el territorio de las palabras. El patriarcado no es un sistema cultural y religioso de los hombres que oprime a las mujeres, como lo plantean muchos feminismos en Europa. Si fuera el asunto así, hubiéramos matado a todos los hombres y se hubiera resuelto el problema y sabemos que no es así.

Reduce el concepto…

A: El concepto de patriarcado de feminismo eurocéntrico es reducido, porque la discusión del feminismo, en el feminismo eurocéntrico, ha estado en relación con los hombres. Al mirarse en la medida o en la desmedida de los hombres. Porque también quienes han construido ese feminismo eran mujeres o burguesas con ciertos privilegios que no tenían que pensar en cómo vivían las opresiones por ser racializadas, por ser indígenas, por ser empobrecidas. No tienen la culpa, no vivían esas opresiones. El feminismo eurocéntrico responde a su realidad y a la realidad de las feministas que han construido el pensamiento eurocéntrico. Una realidad que ha sido posible también gracias a lo que nosotras llamamos entronque patriarcal. La invasión colonial, trae un patriarcado colonial, pero aquí también había un patriarcado ancestral, se entroncan esos patriarcados y se logra una explotación mucho más eficiente en estos territorios que alimenta a Europa y a Estados Unidos. Entonces, las feministas, por más proletarias que hubieran sido, tenían muchas condiciones en sus países, gracias a la explotación de nuestros territorios, gracias al saqueo de nuestros territorios.

Hemos discutido esas cosas y no ha sido muy sencillo, porque no aceptan que se les diga nada. Han construido su historia en el feminismo donde América Latina o Abya Yala no está. Su primera ola, segunda ola, tercera ola… la historia empieza y termina en su ombligo. No sólo de las feministas, de toda Europa. Hace poco una compañera feminista francesa nos decía ‘¿por qué se llaman feministas comunitarias y no se llaman feministas indígenas?’, yo le decía, ‘¿por qué ustedes se llaman feministas materialistas o feministas blancas?’, es colonial su pensamiento. Pero fue una primera fase, ahora estamos en un momento en el que hay que dialogar con todos los feminismos, porque realmente hay un genocidio hacia las mujeres, una profundización de los Estados capitalistas neoliberales, una ruptura total de las fronteras con las transnacionales. Y esta discusión teórica no nos va a llevar a ningún lado. Ya hemos puesto las cuentas claras, es un feminismo profundamente individualista y muchas veces funcional al sistema, porque todas las que han hecho las cuestiones de la ONU, los derechos, las políticas de la equidad de género, las políticas de alivio a la pobreza, también se reconocen como feministas. Pero no son feministas que luchen contra el patriarcado, son feministas que ven cómo refuncionalizar el sistema, mantener tranquilos a los Estados.

Cómo adaptarse a un sistema…

A: Cómo tener a las mujeres tranquilas para que el sistema siga funcionando. Hay una concepción individualista del feminismo que ha atravesado a muchas organizaciones, pero creemos que, en el encuentro, en la calle, en el diálogo, en la lucha, en el mirarnos, en el reconocernos, en el escucharnos, en el creernos, hay una posibilidad de hacer una lucha conjunta entre un feminismo comunitario y otros feminismos.

¿Qué formas de colonización se dan hoy dentro del feminismo?

D: Aún estamos en una colonización constante, aún tenemos un pensamiento colonizado. Ha habido un encuentro en Puno, Perú, sobre feminismo decolonial y una intelectual decía: ‘yo empecé a escribir, porque eran necesarias las intelectuales aquí en América’, y ya hay compañeras que escriben, no tienen porque invisibilizarlas y compararse con algunas feministas blancas europeas, que son ‘las intelectuales’.

Eso es también una forma de racismo ideológico, intelectual.

A: Es complejo. Hay muchos feminismos y hay dentro prácticas patriarcales y coloniales, que no siempre se quiere reconocer. Todas vamos con nuestras diferencias de clase, de origen y culturales; y muchas veces no sólo son diferencias, sino relaciones de poder. Hay un racismo fuerte contra las mujeres indígenas, negras, originarias que deciden ser feministas, que deciden nombrarse, nombrar su realidad y sus luchas. Hay un feminismo colonial y colonizante, porque no sólo nos mira como feministas de segunda, sino que intenta imponer sus formas hegemónicas de compresión. Eso pasaba en el encuentro en Perú, es muy bueno hacer la denuncia de la despolitización que está haciendo la mirada decolonial dentro del feminismo, porque plantea prácticamente la nada. Por ejemplo, que las mujeres indígenas hubiéramos asumido las luchas feministas por sobre nuestras luchas como pueblo y entonces estaríamos siendo funcionales a un pensamiento eurocéntrico por luchar contra el patriarcado. Porque originalmente como pueblo, no era lo más importante luchar contra el patriarcado. Y ese es un atentado contra los feminismos que estamos construyendo, porque en nuestros pueblos, en nuestras comunidades, en nuestra memoria hemos visto que también existía un patriarcado y que las mujeres estamos jodidas y que se construye sobre nosotras. Y si no cambiamos eso no va a estar bien nuestro pueblo, no podemos luchar con nuestro pueblo si eso no se transforma; ni va a estar bien el mundo.

Otra de las cosas que decían era que lo que está haciendo Argentina es una marea verde colonizante y blanca por América Latina. Y a nosotras no nos parece que fuera así, no es que nosotras por ser indígenas no vamos a hablar de aborto o no vamos a hablar de aborto legal, porque, además, el aborto es natural, el aborto ancestralmente existía y, por último, si el aborto hoy se plantea legal es porque esas son las condiciones que hay. Yo puedo abortar con yerbas, con lo que me ha enseñado mi abuela, ¿y las cientos de mujeres que mueren, que abortan en la clandestinidad, que no tienen esa información, esa memoria, que son violadas después de un aborto? Es una mirada individualista. Nosotras coincidimos con la lucha que se está haciendo en Argentina sobre el aborto legal, con todos los cuestionamientos que me han hecho a mí personalmente por ser indígena y estar de acuerdo con el aborto. Justamente, porque hablamos de descolonización, porque la penalización sobre nuestros cuerpos ha venido con la colonización. Ancestralmente abortábamos, ancestralmente no éramos heterosexuales, no éramos obligatoriamente heteronormadas. Entonces, ¿vamos a hablar de la descolonización, en serio? Nosotras no hacemos teórica, lo hacemos todos los días.

Hay una corriente dentro de los feminismos, la corriente decolonial, y otras corrientes que desde su racismo y su colonialismo están intentando deslegitimar ciertas luchas que se están haciendo en este territorio. Creemos que el feminismo es un territorio de lucha en el cual construimos herramientas y hacemos fuerza para seguir luchando contra el patriarcado. No es que desde el feminismo vamos a romper o vamos a competir, no se trata de mostrar que unas son blancas racistas y las otras somos pobres indígenas. Nosotras sabemos que hay racismo en el feminismo y lo vamos a resolver nosotras y lo vamos a discutir con las compañeras y llegará el momento en que nos podamos mirar como iguales. No necesitamos que nadie venga a decirnos cómo hay que resolver el racismo a las pobres indígenas. Es una actitud absolutamente racista la que se plantea y colonial. Entiendo que hay una preocupación ahora de muchas feministas en Argentina, en Chile, porque se dan cuenta que están atravesadas por un feminismo eurocéntrico, individualista, blanco, porque su piel es blanca, pero nosotras ahí decimos que hay que hacer la diferencia, porque no son blancas. Nosotras entendemos la blanquitud como el ejercicio de los privilegios.

Como una cuestión política…

A: Sí, hay compañeras que tienen un color de piel que no es el mío, pero que renuncian a esos privilegios, que se los cuestionan. Necesitamos hacer un trabajo juntas, no es posible que solas hagan una reflexión de sus privilegios, porque el sistema se mete ahí y te crea culpa. Ni nosotras podemos hacer la reflexión solas, necesitamos mirarnos. El feminismo tiene muchas prácticas de ruptura, de competencia, muchas lógicas masculinas están dentro de la construcción del feminismo. De referentes, de caudillos, de caudillas. Nosotras creemos realmente que el feminismo es una comunidad y es una comunidad en la que tenemos que mirarnos, decirnos y sanar todas juntas.

“La intención del racismo a través de la colonización fue tan estratégica que logró sentar las bases para que la vida de las mujeres indígenas quedara sumida en la perpetua desventaja, por el hecho de ser mujeres. Este efecto colonizador ha seguido siendo parte de nuestras vidas y radica en nuestros cuerpos y mentes, por lo cual es importante para mí, cuestionar nuestra victimización histórica situada, para poder trascender el racismo internalizado y posibilitarnos verlo en nuestra construcción cultural, pues si no, la mayoría de lo que estamos haciendo para su erradicación, será un trabajo parcial, pues lo miramos a lo externo. Pienso que proponer el proceso de deconstrucción internalizada de manera consciente, nos invita a remover la conciencia de opresión y nos invita a liberarnos, a reconocer que es necesaria la erradicación del racismo naturalizado y entrañado, para crear y recrear el pensamiento pluridimensional como riqueza. Invita a trascender la victimización situada para convertirnos en sujetas políticas, pensantes y actuantes, desde una visión individual, pero también colectiva.”

Lorena Cabnal, feminista comunitaria indígena maya-xinka, Guatemala

Entronque patriarcal

“Asumimos la categoría de patriarcado ancestral como una posición política, como una herramienta de lucha. Inicialmente la hemos definido así porque nuestros hermanos aymaras, quechuas, nos decían que todo el patriarcado del que hablábamos había llegado con los españoles. Y nosotras ya sabíamos, teníamos en la memoria de nuestro cuerpo y en las historias de nuestras abuelas, que no era así. Planteamos el entronque primero como una herramienta para cuestionar a nuestros propios compañeros, para que ellos mismos encuentren también cómo se había ido construyendo finalmente este pacto patriarcal”, explica Adriana

¿En qué bases se asentaba el patriarcado ancestral y qué viene a sumar el patriarcado colonial?

A: Los datos que más sirven para entender, pero que no son suficientes, son los de la organización Inca, Maya y Azteca, que son organizaciones tipo Estado donde el cuerpo de las mujeres valía menos. Los incas eran como una casta Quechua que iban colonizando otros pueblos para someterlos. En esta invasión, al igual que en la guerra en otros territorios, tomaban a las mujeres como botín de guerra. A las niñas las sacaban de sus comunidades y las llevaban a un lugar que se llamaba el Acllahuasi, no sabemos exactamente la traducción, los cronistas dicen la casa de las vírgenes, pero era un lugar en donde se les enseñaba a tejer, hacer chicha para el inca y donde estaban mujeres que eran entregadas como un premio a los guerreros cuando se lograba la invasión de un pueblo. Esas niñas podían ser amantes del inca, pero no sus esposas, porque era una casta. Ya esta lógica nos hace pensar que nuestro cuerpo valía menos.

Otro dato es que el inca promovía el matrimonio para que trabajen y puedan contribuir al Estado, aportar con comida, con maíz. A esta pareja se le otorgaba herramientas, animales, pero venían ya con su tierra. Cada persona tenía derecho a un espacio de tierra, el hombre tenía derecho a un tocapu y las mujeres a medio tocapu. ¿Por qué? No se sabe. Hay que hacer una discusión sobre cuan patriarcal era eso o era solamente género, para nosotras era un patriarcado ancestral, uno diferente al patriarcado Europeo, por lo tanto, no lo vamos a poder entender bajo esos parámetros. Pero ya el hecho de que nuestros cuerpos valían menos, de que las mujeres podían ser amantes de los incas, podían ser entregadas como premios y, además, que solo las niñas eran sacrificadas al sol como forma de agradecimiento.

Otra cosa es que las mujeres estábamos relacionadas con los ritos a la luna, al sol, todo lo que tenía que ver con la relación con la naturaleza y eso nos hacía tener un poder. Y la organización inca, la maya y la azteca lo primero que hacen es sacar a las mujeres de los lugares rituales para que otros ocupen esos lugares, previo a la llegada de los españoles. Cuando llega el patriarcado colonial, decimos nosotras hay un entronque, porque se juntan los dos en estos territorios de Abya Yala. Vivimos ese entronque, dos patriarcados.

¿Cómo se permite el entronque?

A: Es lo que a mí no me alcanza para entender, cómo los compañeros, en ese momento nuestros hermanos aymaras, que ya habían vivido la colonización inca, que ya estaban viviendo relaciones de poder, ¿cómo hacen el pacto con los españoles? ¿cómo son capaces de traicionarnos a nosotras? Sus hermanas de comunidad, de vida. Porque el entronque patriarcal se da por ese pacto que hacen los españoles con nuestros hermanos aymaras, quechuas, indígenas. Pactan y los hombres empiezan a hacerse cargo de los ritos, tienen pequeños cargos de autoridad, son caciques, asistentes. Pactan para tener un pequeño espacio y que los españoles no los maten. Pactan sobre nuestros cuerpos. Cómo son las relaciones de poder, ¿no? Eso significa que ya tenían un poder, por eso pueden pactar con el poder español, nos traicionan y no les importa. Me impresiona y no es suficiente el entronque patriarcal para comprender cómo nos traicionaron hace más de 500 años, como nos traicionaron en la masacre del gas cuando dijimos que no queríamos otro presidente y apostaron por el Estado diciendo que nos iban a invadir, que Estados Unidos no nos iba a dejar. Cómo nos traicionaron ahí y cómo nos traicionan en el proceso de cambio cuando decimos vamos a construir el vivir bien, y siguen golpeando, matando a sus compañeras, a sus hijas. Cómo nos traicionan cuando militan con nosotras en organizaciones para pensar, soñar la revolución y aún ejercen violencia. Cómo nos traicionan en la comunidad, en la calle, en la cama. Cómo sistemáticamente nos traicionan.

El entronque patriarcal es un poco la denuncia de esta traición. Y cada día se articula todo el sistema, porque el entronque no es entre hombres nomás, ¿no ve? Es colonialista, capitalista, pero tienen mucho que ver ellos.

Algo importante que viene a sumar el patriarcado colonial es la explotación a la tierra, ¿no?

D: Al ser nómades, se iba buscando qué comer por un tiempo, pero no era quedarse y sacar todo lo que había y acumular y después pasarnos a la próxima tierra, porque volvíamos a los mismos territorios. Ya sabíamos que, por ejemplo, en enero y febrero, había peces en tales ríos. En ciertos meses había cebada y fruta en tales partes. Era un vínculo con la tierra, porque la tierra me da lo necesario. Esa desarticulación que nos han querido imponer -y que hasta ahora nos quieren imponer- viene con la propiedad privada, el ser dueño de tus tierras y al no poder ser dueño de otras tierras se saca todo lo que se pueda a la que se tiene.

A: Hay una lógica como idealista también, pensamos que es otra vez una lógica colonial, que el eco feminismo o el feminismo ambientalista quiere venir a enseñarnos cómo cuidar la tierra. Es racista opinar como nos relacionamos con la naturaleza. Ancestralmente había una relación que también era de extraer, también había minería antes de que llegaran los españoles aquí, pero se sacaban para ellos, no para acumular. No estamos hablando de territorios indígenas como santuarios que no se pueden tocar, porque las personas que viven ahí necesitan seguir su vida, sacar agua, sacar lo que tengan que sacar de ahí. Hay una visión casi religiosa, bien fundamentalista de la relación con la tierra con el medio ambiente, contraria a lo que pensamos los pueblos que estamos relacionados con la naturaleza. La naturaleza nos da, nosotras le damos, lo importante ahí es lograr romper la acumulación que es lo que nos ha metido el capitalismo.

Feminismo sin fronteras

“Hay una pluralidad de feminismos comunitarios. En Guatemala se han reconocido como sanadoras ancestrales del feminismo comunitario, porque trabajan la sanación como práctica política. Y es cierto, no podemos seguir luchando si no nos sanamos, si no nos curamos, si no tenemos un contacto permanente con nuestras abuelas, con la energía. No es un detalle. Las compañeras de Chiapas son feministas comunitarias autónomas. Nosotras somos feministas comunitarias antipatriarcales, en Argentina están las Kullakas del feminismo comunitario. Hemos pensado en esta construcción plural que es la que nos alimenta, porque hubo una primera etapa unitaria, sólo un feminismo comunitario, pero generó jerarquías, relaciones de poder. El año pasado, en el 2017, rompemos con una parte, con una persona del feminismo comunitario, Julieta Paredes, a quien denunciamos por violencia. Esa ha sido una ruptura compleja dentro de un proceso de cambio. Cuando una empieza a ser cuestionadora, cuando empezamos a ser críticas al proceso, a la vertiente del gobierno, también se rompen las organizaciones”, cuenta Adriana.

Encerrarlo en lo local, además, permite más control…

A: Nos ha pasado con la ruptura. Julieta Paredes era una persona muy conocida dentro del feminismo comunitario. Yo tengo una denuncia penal contra ella, intentamos que la organización lo resuelva, no se pudo. Ahora ella nos ha enjuiciado a Diana, a mi y a otra compañera, Jimena, porque ha patentado, ha hecho la propiedad intelectual del feminismo comunitario. Se supone que nadie más puede usar el nombre. Ha registrado feminismo comunitario en derechos de autor, una cosa ilógica que todavía a mí me cuesta entender. Eso pasa con los procesos muy locales. La lucha contra el sistema no puede ser territorial, aquí nos hemos quedado un poco ilusionadas con el gobierno, después frustradas, pero no es la lucha ni contra ni por el gobierno, la lucha es contra el sistema, entonces tiene que ser más allá de las fronteras.

Se pueden contactar a las compañeras del Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia, seguir sus luchas y comunicados mediante su página de Facebook Feminismo Comunitario Antipatriarcal.

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