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Ensayo: "Contra la banalización del feminismo" de Maria Gorosarri: “Falsificar la historia del feminismo lleva a olvidar su base socialista y anarquista”

Martes 17 de enero de 2023

Maria Gorosarri es la autora del ensayo ’Contra la banalización del feminismo’ (Txertoa, 2021).

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La periodista Maria Gorosarri, autora de ’Contra la banalización del feminismo’ (Editorial Txertoa). ONDIZ JIMÉNEZ

Yazmina Vargas Veleda 16 ENE 2023 El Salto

Maria Gorosarri ha escrito Contra la banalización del feminismo (Txertoa, 2021) tras años de investigación. Esta no es su primera publicación, antes participó en No lloréis, lo que tenéis que hacer es no olvidarnos (Ttarttalo, 2010). Sin embargo, esta vez ha tenido la valentía de hacer nuevas aportaciones a algunas teorías feministas y acuñar conceptos como el de “feminismo regresivo”. Cuando habla de su nueva creación, la cara se le ilumina y su voz transmite ilusión y orgullo, porque, como ella dice, es un libro que le salió de las tripas y porque cree que, después de tanto tiempo invertido, ha escrito un libro que “aporta algo a la sociedad”.

¿Cómo nace la idea de escribir un ensayo sobre cómo se banaliza el feminismo?

Estuve realizando un proyecto postdoctoral en Alemania durante 4 años y al volver observé que la sociedad vasca había cambiado. Cuando me fui se me consideraba feminista radical. Al volver era muy light, porque toda la sociedad vasca estaba volcada en el feminismo. Sin embargo, enseguida vi que para muchas mujeres y, sobre todo, para muchos hombres, considerarse feminista no suponía nada.

Cuando presentaste el libro en la Universidad del País Vasco (EHU), la profesora Ainhoa Novo dijo que a las mujeres nos cuesta escribir ensayos por tener que dar nuestra opinión. ¿Crees que está cambiando o que la mujer tiene miedo a expresarse?

Este año es la primera vez que una mujer, Teresa Maldonado, gana la categoría de ensayo en castellano en los premios Euskadi. Es verdad que hay pocas mujeres ensayistas, porque deben expresar mucho su opinión. Además, hay otra cuestión, que ya sea escribiendo sobre nuestras experiencias o ensayos feministas, solo tenemos autoridad para hablar de nosotras.

En el libro diferencias el sentimiento, la identidad y la conciencia feminista, ¿podrías explicar, sin destripar el libro, la diferencia?

El sentimiento feminista es en lo que basaba la paradoja feminista, es decir, hace diez años mucha gente convenía con los objetivos del feminismo, pero llamarse feminista les daba miedo. Sin embargo, ahora estamos en la situación contraria. Hay gente que se considera feminista y no lo es o no lo practica. En esta fase no se tiene conciencia política. El siguiente paso es tener una identidad feminista, es decir, adscribirse y pertenecer a este movimiento social y compartir los mismos objetivos. Sin embargo, este paso no implica, y es lo que me llama la atención, que entendamos la teoría feminista y la apliquemos a nuestra cotidianidad. Es el hueco que veo en la actualidad y para superarlo tenemos el tercer paso: conciencia feminista, esa en la que aspiramos a vivir de acuerdo a las ideas del movimiento. Esto implica el compromiso de que en las reuniones familiares o de amigos debemos defender nuestros principios y valores, porque, de lo contrario, tendremos una vida menos digna que el resto.

Hoy se habla de lesbianismo político, pero, en 1977, el feminismo autónomo vasco ya cuestionó la heterosexualidad obligatoria. ¿Qué respuesta tuvo?

De ahí que hable del salto entre conciencia e identidad feminista, porque, a día de hoy, esta identidad es aplicable a la mayoría de personas de Euskal Herria y adscribirse a esa teoría no implica conocerla. En 1977, el movimiento feminista puso sobre la mesa las cuestiones de la heterosexualidad obligatoria y la incidencia en nuestra vida, pues se hacía una diferenciación entre hombres y mujeres en todos los ámbitos, que decía ser el motivo de nuestra compenetración. Y no es verdad. Ser mujer u hombre no implica tener unos gustos ni un carácter determinados. Sin embargo, lo que tenemos en común todas nosotras es la opresión por el hecho de ser mujeres y eso lo señaló el movimiento feminista autónomo vasco en 1977 en las jornadas de Leioa. Fue muy vanguardista. Creo que el movimiento actual está en un momento crítico, porque tenemos fuerzas, pero no para tirar lo suficiente y me da pena que el movimiento se diluya y banalice.

¿Qué es lo que banaliza el feminismo?

Algunos ejemplos son tener una genealogía no realista y contraria a los intereses del movimiento o la expansión de la identidad feminista sin compromiso alguno. De hecho, esto, en el caso de la violencia contra las mujeres, ha traído un feminismo regresivo.

¿El feminismo regresivo?

Es un término que me he inventado. Está inspirada en el concepto izquierda regresiva, que viene del inglés. Uno de los peligros que veía en el feminismo vasco actual es que cualquier persona que se identifique como feminista y diga lo que es el feminismo o lo que conlleva, se la tenga en cuenta, cuando igual lo que dice no tiene que ver con lo que defiende el movimiento feminista. Yo no soy quién para decirle a una persona que eso no es ser feminista, así que basándome en el concepto izquierda regresiva, que es tolerante con ciertas cuestiones que la izquierda tradicional no acepta, surgió el feminismo regresivo. Con él hago referencia a aquello que en nombre del feminismo impide que este mismo avance, colocándonos en situaciones de hace 20 o 30 años, como pasa con el uso de la palabra violación para hacer referencia a las agresiones sexuales.

Eso es algo “polémico”, porque es la palabra que más se usa.

Claro, pero la cuestión es, ¿todas las personas que se identifican como feministas utilizan la palabra violación con conocimiento teórico? ¿Su adscripción al movimiento feminista les ha hecho revisar su vocabulario o los conceptos? Desde el 95 se considera que el delito de agresión sexual es un delito contra nuestra libertad sexual y no contra nuestro honor, como se consideró hasta entonces. Sin embargo, en las manifestaciones celebradas contra la sentencia de La Manada el eslogan que los medios crearon y se llevó a otras manifestaciones fue “no es abuso, es violación”, cuando ese delito no existe, porque no hay nadie que nos pueda violar, nadie que pueda quitarnos el honor.

En Contra la banalización del feminismo explicas que muchas de las historias que consideramos ciertas no lo son, como el motivo de que se celebre el Día de la Mujer el 8 de marzo. Hay “desavenencias en el relato”. ¿Por qué ocurre y cómo puede afectar al movimiento?

La batalla por el relato del 8M se da cuando la ONU incluye esta fecha como Día Internacional de las Mujeres. A partir de ahí, surgen tres referencias estadounidenses que son falsas. La que ha llegado hasta nuestros días es la del incendio de la fábrica de camisas que sucedió un 25 de marzo de 1911. Se trata de un bulo anticomunista, cuando el 8M tiene una clara referencia comunista. En realidad, tiene una connotación social, porque surgió para conmemorar una huelga de trabajadoras y campesinas rusas en San Petersburgo. Llegaron hasta el palacio del zar, donde consiguieron que abdicara y reconociera el derecho a voto a las mujeres en solo cuatro días en 1917. Por tanto, el peligro de falsificar una genealogía en el feminismo es que nos aleja de la base social que tiene el feminismo europeo. Movimiento que siempre ha estado ligado al socialismo y al anarquismo.

Parece que dentro del feminismo hay diversas opiniones en torno a diferentes temas. ¿Crees que todas deberíamos tener una misma línea de pensamientos en temas concretos como la prostitución o la gestación subrogada, o no es necesario?

Esos temas no los trato en el libro, especialmente el de la prostitución, porque en el caso del estado español cualquier persona mayor de 18 años se puede dar de alta en la Seguridad Social y trabajar de lo que sea, aunque no aparezca recogido en el epígrafe la verdadera profesión. Teniendo en cuenta eso, no me parece que deba ser yo, ni ninguna mujer, la que defienda si debe o no haber prostitución porque, así, lo que se sale del foco son los beneficiarios de esta. Entiendo que deben ser los hombres quienes nos expliquen por qué quieren o no prostitución y qué nos van a dar a cambio, como una renta universal a las mujeres. El caso de la gestación subrogada tampoco lo he tratado, pero la cuestión de tener una visión unitaria para diferentes temas me parece que se debería hacer en base a ciertas cuestiones.

“Las agresiones sexuales no son actos individuales, porque son contra todas las mujeres”. Frase contundente.

Maitena Monroy explica cómo el terror sexual funciona de esa manera. Agreden a una mujer y todas entendemos el peligro que tenemos cuando salimos de noche, si salimos por ciertas zonas o si salimos solas. Es el mismo miedo. Es agredir a una mujer y ya sabemos que el resto corremos peligro. Además, con el eslogan que usamos en las manifestaciones: “Si nos agreden a una, nos agreden a todas”, damos a entender que esa no es una agresión a su honor, porque ningún hombre, por mucho que nos agreda sexualmente, puede destruir nuestro honor. Por eso mismo, entendemos que es una agresión contra las mujeres, porque lo que genera la violencia es que las mujeres no respeten las normas o los roles de género que los hombres machistas quieren implementar. De ahí nace que la nueva generación de mujeres jóvenes que aspiran a mayor libertad lo paguen con agresiones sexuales en grupo mucho más violentas. Silvia Federici explica que el grado de brutalidad que sufren las mujeres cuando las agreden, solo lo conocen los hombres en situaciones de guerra. Ellos viven esa violencia en situaciones extremas y para nosotras es nuestra normalidad.

Comentas que hoy el feminismo es más individualista que colectivo. ¿A qué te refieres?

A que cualquier persona puede autoidentificarse como feminista y no participar ni estar implicada en el movimiento. Es la primera vez que sucede algo así en la historia. Ahora puedes declararte feminista, usarlo como etiqueta en tu beneficio, pero ni siquiera participar en las movilizaciones feministas.

Reivindicas que las mujeres no somos ni un colectivo ni una minoría. Siendo la mitad de la población y estando en el siglo XXI, ¿a la mujer se la sigue viendo como la alteridad?

Ocurre lo mismo que con el antirracismo. Los negros estadounidenses entienden quién es su enemigo y ellos son una minoría porque son el 30 % de la población en EE. UU., pero las mujeres somos la mitad de la población y no ha habido ningún grupo social sometido en el que tanta gente forma parte, porque es difícil. Ten en cuenta que en nuestro día a día nos relacionamos con hombres afectivamente, sexualmente, en un entorno familiar o de amistad y, por eso, es muy difícil, por no decir imposible, declararles enemigos. Las mujeres no somos un colectivo, somos un grupo, la mitad de la población, no podemos hablar de un colectivo desfavorecido ni de un grupúsculo.

Afirmas que la inclusión de la diversidad sexual en el lenguaje no puede aceptarse si este excluye a las mujeres. ¿Te refieres al uso de la “e” y a términos como “persona gestante”?

Usar la terminación “e” en las palabras no evita el androcentrismo de nuestra sociedad. Por ejemplo, si dices abogades, lo que te viene a la cabeza es un abogado, el referente es masculino y para luchar contra el androcentrismo hay que usar la inclusión: abogadas y abogados, yo me decanto por el orden alfabético. Si hay personas no binarias, se puede decir abogadas, abogades y abogados, pero terminar todas las palabras en “e” y evitar las terminadas en “a”, que hacen referencia a las mujeres, nos invisibiliza y nos deja en la misma situación que cuando se habla en masculino. Y usar “personas gestantes”, que es una de mis críticas principales a la ley trans, invisibiliza a las mujeres y a los hombres transexuales que pueden tener hijos de manera natural, porque al decir personas no nos imaginamos a un hombre con vagina. Además, también critico el asterisco, porque una mujer transexual y un hombre transexual son hombres y mujeres y no es necesario hacer esa diferenciación, porque parece decir que no son iguales.

Diferencias entre ser una persona con privilegios a una persona con ventajas.

La teoría de los privilegios se ha socializado y extendido de tal manera que se ha desvirtuado su significado, porque entendemos que los hombres tienen una serie de privilegios a los que pueden renunciar y es mentira. Los privilegios sociales son sistémicos y afectan a todos los hombres quieran o no, se den cuenta o no. Nosotras podemos exigirles que sean conscientes de su situación, ya que les pone en una ventaja preferente respecto a nosotras y, por eso, nuestra opresión les beneficia.

¿En qué sentido sufrió el euskera la decolonialidad y cómo afecta en la actualidad?

En el libro me refiero a que el euskera no es un privilegio. Que una persona hable euskera no oprime a nadie y, sobre todo, que se hable euskera no ofrece ventajas socialmente. Sin embargo, hay ciertos discursos en Euskal Herria que pretenden enfrentar a euskaldunes y no euskaldunes, partiendo de la base de que tenemos mayor facilidad para acceder a puestos públicos. Hace unas semanas salió en los medios que se valoraba el euskera más que un doctorado y ese tipo de relatos lo que pretenden es crear una división social y perpetuar la implantación del castellano en Euskal Herria. Es decir, es un discurso de contenido político nacionalista español. Por eso, me parecía interesante hablar de estas cuestiones. Mari Luz Esteban habla de la desolonialidad del euskera, porque desde que Euskal Herria pertenece al estado español, de esto hablan Joan Mari Torrealdai y Jose Manuel Odriozola en sus libros, se ve cómo su uso se va restringiendo legalmente a ciertos ámbitos y lo condenan al hogar.

Es una manera de devaluar el idioma.

Eso es, y no es por la utilidad del idioma, sino por la legalidad imperante. Por eso mismo, se habla de colonialidad, es decir, de un estado con una única lengua, que sería la base del nacionalismo español más recalcitrante y que ha sido la base del fascismo, lo que, a día de hoy, podría perpetuarse si se mantiene la visión de que en España solo puede haber una lengua: la castellana.

En el euskaltegi explican que el euskera es un lenguaje inclusivo, pero en el libro afirmas que tiene expresiones sexistas y que adolece de androcentrismo.

En 2012 escribí a Euskaltzaindia porque la manera de decir hermanos en euskera es neba-arrebak, anaiak-ahizpak, en función de si eres un hombre o una mujer. Euskaltzaindia ha priorizado la expresión para el plural de hermanos anai-arrebak, que son las dos visiones de un hombre: uno que tiene un hermano y uno que tiene una hermana. Sin embargo, en Bizkaia y parte de Gipuzkoa se dice neba-arrebak, que es una versión inclusiva, porque hace referencia a una mujer que tiene un hermano y a un hombre con una hermana. Les pregunté, teniendo las dos opciones, cómo podían aceptar la sexista y la contestación no estuvo a la altura de la institución. Me dijeron que, si mi entorno y yo hablamos euskera acabaríamos integrándolo. Euskaltzaidia con esa visión instaura un sexismo que no existe en la lengua y lo perpetúa.

Acabamos la entrevista reflexionando sobre una frase lapidaria de tu libro, que no se puede obviar: “La socialización de las niñas es un proceso traumático en el que perdemos la libertad soñada”.

Cuando eras niña y pensabas en tu libertad, en lo que harías al crecer o en tener una libertad que no es la “impuesta” por ama y aita, ¿es la libertad que has tenido cuando te has convertido en mujer? No. Pues esa es la cuestión. Tú, nosotras, las mujeres, de pequeñas soñamos con la libertad de un hombre.

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