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Enfrentándome a los límites del patriarcado en autostop

Miércoles 23 de marzo de 2016

Nahikari Santano Urkidi Pikara 06-02-2016

Viajando una mujer aprende muchas cosas, muchas. Una de ellas, que el mundo es mucho más machista de lo que se esperaba. Las cosas que en casa se nos hacen ya hasta aburridas de lo comunes que son, fuera chocan. La segunda, que por muy machista que sea este mundo, con un poco de sentido común, no tienes por qué morir en el intento por recorrerlo.

Eres chica, una mujer joven ya, y has decidido viajar sola, de la forma que sea. La decisión que acabas de tomar no es solo tuya, está claro. Esto significa que no es privada, y todos los que te rodean, los que solo quieren que estés bien y a salvo, compartirán contigo todo lo que piensan acerca de esta idea tuya. Entre los mensajes que recibirás están: “Es muy peligroso viajar sola siendo mujer.” “Mucho cuidado en hacer amistad con hombres, no son de fiar”. “No te quedes sola con un hombre, lo normal es que pase algo que no te guste.” “No pases demasiado tiempo con un hombre, ni se te ocurra hacer amistad, esperará que algo del estilo romántico/sexual suceda entre los dos, que es lo normal.”

Viendo el panorama, no tiene muy buena pinta eso de marchar sola, “hay demasiados peligros”, te dices/te dicen. Entonces piensas en viajar con una amiga, con -a final. Pero… “dos mujeres viajando solas llama demasiado la atención, os convertiréis en el caramelo de las fantasías de los hombres”, escuchas. Ok, ¿sigo con el plan anterior?. Pues aquí algunas recomendaciones/obligaciones a seguir: Sé una mujer de verdad, con pelo largo, dejando vislumbrar las formas de tu cuerpo, usa ropas femeninas, sé agradable, complaciente. Pero, no seas demasiado encantadora, no enseñes tu cuerpo ni sus formas demasiado, no lleves ropas demasiado femeninas. Fácil de llevar a cabo, ¿verdad?

Vamos a ello

Luego, ten en cuenta que en la mayoría de los países, en casi todos, la vida pública, junto con todo el espacio público, pertenece a los hombres: tardes sentados en la plaza, noches en el bar, las carreteras son totalmente masculinas también (camiones, taxis, conductores de largos trayectos). ¡Es imposible no tratar con hombres! Si las mujeres están guardadas en las casas, arraigadas al espacio privado, y como todavía no existe un tercer sexo oficial y público, estás obligada a pasar todo tu viaje rodeada de hombres y relacionarte con ellos. Estar totalmente sola no es una opción; lo he probado, lo he intentado con todas mis fuerzas, y no se puede, una mujer sola despierta demasiada curiosidad y siempre se te acercarán o los que creen que van a conseguir algo de ti o los que piensan que necesitas de su protección. Pero, ¡¿no habíamos mencionado que pasar tiempo a solas con hombres es una de las primeras cosas a evitar?!

Teniendo en cuenta los peligros que acarrea tratar con hombres, lo lógico es viajar acompañada por uno de ellos. Por seguridad, y esas cosas. Siempre le puedes pedir a uno de tus amigos que vaya contigo a explorar mundo. Pero aquí también cuidado. Ya hemos dicho que al pasar demasiado tiempo con un hombre este puede esperar algo de ti. Y como tú no quieres defraudar a nadie, y como no quieres ningún drama extra en tu vida, le seguirás el juego. Con este plan ya habrás visto que para ti, mujer joven de entre 20 y 35 años (o mujer, da igual la edad, las situaciones van a ser las mismas), la forma más segura de viajar es en compañía de tu novio. (Espera, ¿esto no iba de viajar sola?). Si no tienes novio, o tu pareja es una mujer, olvídate de la soltería o de tu novia, lo importante aquí y en este mundo es viajar segura y sin peligros.

De aventuras con el novio

Y listo. Te has ido de mochilera, de hoteles, de barco… Da igual, te has ido de viaje por el mundo con tu novio, te fías de él y él te mantendrá a salvo. (Sí, ya sé que este texto iba a hablar sobre viajar sola siendo mujer, pero ya hemos analizado esa posibilidad y está claro que recomendar eso sería un suicidio. Al fin y al cabo, quieres volver a casa viva y sin violaciones a tus espaldas, ¿no?).

Antes de seguir, ¿recuerdas cómo comentábamos que era imposible estar sola viajando sola? Pues si te gustan los momentos de soledad, ¡viajando con tu novio estás de suerte! Todo el tiempo que pases al lado de tu novio nadie te va a hacer ni pizca de caso. Serás la novia de Mikel desde el instante que empieza la ‘aventura’ y hasta tocar la puerta de tu casa; su acompañante, su propiedad. Las tres cuartas partes del mundo son machistas, y mucho. Es una realidad. Las personas que encuentres en el camino, vendedor, conductor, responsable de algo, caminante, incluso viajeros, todos le mirarán a él cuando hablen, no importa que respondas tú, ni siquiera que seas tú la única que hable su idioma, seguirán hablándole a él. Y de repente te das cuenta de que no existes en el mismo plano que ellos. No eres, pero tienes que estar. O existes, pero no estás ahí. Tu novio hará mil amigos, vivirá mil aventuras y ni se dará cuenta de que a ti no te ha tocado ni una cuarta parte. Con un poco de suerte, si tienes un novio guay, se dará cuenta y querrá dejarte un poco de espacio en ese mundo de aventuras que él está viviendo. Sin embargo, los vendedores, conductores y caminantes seguirán mirándole a él, sólo hablarán con él.

Vamos a pasar de todo

Por todo eso y mucho más, a unas horas de partir, le dije a mi amigo que quería ir sola, porque quería vivir mi camino, el mío y el de nadie más. No voy a decir que no eche de menos la compañía, ni que no me haya sentido sola. Ha sido duro, y es duro, mucho, marcar nuevos caminos por el mundo siendo una mujer. La aventura es un privilegio masculino. Pero merece la pena, cada segundo.

De repente, me he convertido en una persona que no me esperaba o que quizás había olvidado. Radical, para la mayoría de personas con las que me cruzo. Me corté el pelo bien corto sin estilo (después lo rapé entero), visto ropas de hombre (también conocidas como ropas cómodas), los pelos de las axilas están bien largos, y aunque tengo bastante pecho, no uso sujetador. Todos estos cambios han acontecido en este último mes en el viaje que he empezado en Brasil. No sé si decidí realizar este cambio brutal por la presunta seguridad que la imagen de hombre (muchacho adolescente en mi caso) me da para ponerme en la carretera a hacer autostop, porque siempre he sido un desastre para vestir, o porque estaba hasta el coño de ser una mujer femenina objeto de deseo. El proceso no ha sido fácil. Al liberar las axilas y el pecho, las mujeres de tu lado te odian de envidia, tú te sientes mirada y juzgada. Y con las tetas al aire, sin protección, tú misma no te sientes muy segura al lado de los hombres. Al cortar el pelo, son los hombres los que no se fían de ti, y las chicas por fin te dejan en paz, porque ya no eres competencia. Los hombres jóvenes están más acostumbrados a la diferencia, pero aquellos más maduros no saben qué hacer contigo, en qué caja meterte, si te desean o no. Y es descifrando eso justamente que pasan los primeros minutos después de conocerte. Pero pronto se darán cuenta de que bajo esa imagen de niño vive un cuerpo de mujer y que les sirve igual. Pero nunca se imaginaron a ellos mismos deseando a un ser con aspecto de muchacho, y entonces empezarán a odiarte por despertar esas contradicciones en ellos y a su vez, se encenderá en ellos la necesidad de probar ese deseo recién descubierto.

En las últimas semanas que llevo viajando sola he hecho todas esas cosas que no se deben hacer, y he vivido en mi piel sistemas de poder machistas de toda clase. Un conductor se me ha parado pensando que soy hombre, y al darse cuenta de que soy mujer sus ojos se han encendido. He hecho una caminata de cuatro días por la montaña con un chico que acababa de conocer, y me he bañado desnuda en las cataratas que encontramos por el camino. He conocido un viajero que me decía que tuviera mucho cuidado con los hombres, y quien a su vez tenía un tatuaje en el brazo con las cosas que más ama en el mundo; entre ellas, las mujeres. Y por mucho feminismo que hayas hecho, cuando te pones a explorar nuevos paisajes y te das a la carretera, el patriarcado te golpea en la cara. Te da una paliza. Se zampa tu paraíso feminista vayas donde vayas. Pero, ¿cuál es la parte buena? Tiene acaso un lado bueno todo esto? Sí, que el camino recorrido es tuyo, y sólo tuyo. Desde que lo empiezas hasta que vuelves a tu casa. Y entonces, entonces también seguirá siendo tuyo, porque lo creaste tú. Y todas las luchas también son tuyas, y viajando aprendes cuáles luchar y cuáles olvidar (por temas de salud mental y desgraciadamente, también supervivencia). Y te sientes poderosa, mucho. Porque haciéndole frente a los miedos, a las presuntas imposibilidades, y luchando contra un mundo que no fue creado a tu medida, estás aprendiendo a volar.

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