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En periodismo, la especialización es un criterio ético

Jueves 16 de abril de 2015

El juicio contra Juan Carlos Aguilar, bautizado por la prensa como "el falso maestro shaolín", por el homicidio de dos mujeres, exige una cobertura informativa de calidad, que aparque el morbo y recurra a especialistas en violencia hacia las mujeres.

Lucía Martínez Odriozola 15/04/2015 Pikara eldiario.es

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Manifestación en repulsa por el asesinato de Ada Otuya en Bilbao

En junio de 2013, nos sorprendió la noticia de que un ciudadano bilbaíno, Juan Carlos Aguilar Gómez, había sido detenido por el homicidio de al menos dos mujeres. El proceder del feminicida fue tan truculento que ocupó muchísimo espacio en los medios. La noticia despertó interés, pero también morbo. Los detalles de su detención, de la selección de las víctimas –mujeres inmigrantes muy vulnerables–, del trato que les dio antes y después de matarlas, unidos a la propia personalidad del acusado, convirtieron lo que debía haber quedado en un caso de doble homicidio en todo un folletín. Al ser propietario de un gimnasio, Zen4, y haber colgado vídeos en los que practicaba artes marciales, lo llamaron el ‘maestro shaolín’, pero como los practicantes de esta disciplina negaron que él tuviera los méritos que acreditan tal condición, lo transformaron por arte de las imprentas en ‘falso shaolín’. Sin rubor.

Durante aquellos días, recuerdo haber tenido la impresión de que a profesionales de algunos medios les hacía salivar su fantasía de que el caso no quedara en las dos primeras víctimas: Un ‘Jack, el destripador’ a la bilbaína para escribir una nueva página en la historia del periodismo. Muy chirene. Como si el precio de otra vida lo valiera.

Las malas prácticas no solo se produjeron en los medios, también en la propia Ertzaintza, el cuerpo policial autonómico encargado de las pesquisas. Días después de la detención, el Departamento vasco de Seguridad abrió expediente a 60 agentes por acceder a datos de la investigación sin trabajar en ella.

La profesión periodística se ha dotado de códigos deontológicos para saber cómo proceder en aquellos casos a los que no llega la ley o cuando ésta resulta insuficiente. Dicho de otro modo, los códigos éticos son esos elementos que dan seguridad a los profesionales en su proceder. No siempre están escritos, pero siempre existen personas con gran experiencia y criterio en las redacciones. A ellas se debe recurrir. Las directrices editoriales de la BBC establecen que, cuando se tengan dudas, se debe “elevar consulta”. Una redactora, un redactor, rara vez están solos. La producción de noticias es una tarea colectiva. La ética periodística es uno de los criterios de calidad de los medios y difícilmente se puede escribir sobre aquello que no se conoce o se conoce mal. La especialización, pues, es intrínseca al rigor exigible a los medios en una sociedad democrática. El compromiso ético no es una opción, es una obligación.

En este caso, los periodistas que acudan al juicio estarán muy acompañados. A dos días de la primera sesión, se habían acreditado 116 profesionales, más aquellos que se quedarán en la calle. Todos de medios españoles. Cabe preguntarse por el criterio de las empresas para seleccionas a los profesionales encargados de cubrirlo: ¿Especialistas en violencia de género, en tribunales, en sucesos, periodistas todoterreno? Las empresas, incluso las públicas, exigen conocimientos especiales para contratar a reporteros de deportes y, a la par, aceptan nula cualificación para asignar la cobertura de la violencia de género.

Cuando se trata de feminicidios –y éste es el caso–, por razones que seguramente entroncan con atavismos y con la fratría masculina, se reproducen la desconfianza hacia las mujeres y la credibilidad de los hombres. Es sorprendente, por ejemplo, el abuso que se hace de las diferentes variantes de la presunción de inocencia. El pasado fin de semana, una patrulla de la Ertzaintza detuvo en Bilbao a un varón de 39 años por asestar un sopapo con la mano abierta a su esposa en plena calle. A pesar de que la agresión se produjo ante la mirada de una patrulla de policías, la nota que después envió el Departamento vasco de Seguridad a los medios lo trataba de ‘presunto’. La agresión se había producido, la habían observado, ¿dónde está la presunción?, ¿en que quizá había razones para ello?

A Aguilar lo detuvieron mientras intentaba asfixiar a la segunda de sus víctimas. Su abogada ha presentado un documento en el que él reconoce los asesinatos. Es decir, es un asesino confeso. ¿Cuál es la razón de que ciertos medios se empecinen en tratarlo como ‘presunto’ en sus informaciones? ¿Se extiende esta misma exquisitez en el trato a tantos y tantos acusados e imputados por delitos distintos a los de género?

El juicio contra Aguilar comienza este viernes 24 de abril. El presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra Robles, ha instado a los medios a que respeten a las víctimas. Se trata de un juicio por asesinato. Ellas son las víctimas. En ningún caso se debe buscar audiencias condenando su vida personal. Se trata de Ada Otuya, nigeriana de 29 años, y Yenni Sofía Rebollo, colombiana de 40 años. Mi pena es por ellas y por sus familias.

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¿Hay que contar que la víctima es prostituta y africana? Al hilo de la detención de Aguilar, June Fernández expone la necesidad de que el periodismo señale cómo las relaciones de poder intervienen en las agresiones sexistas.

El movimiento feminista denuncia el “circo mediático e institucional” ante los asesinatos de Ada y Jenny. Critica que los medios se han centrado en los motivos del asesino y exige a las instituciones que pasen de los “discursos vacíos” a las medidas integrales contra todas las expresiones de violencia machista.

¿’Se cayó por el barranco de forma accidental’ y ya? La muerte de Mercedes M.G. fue tratada por los medios de una forma acrítica y desganada que dio lugar a demasiadas dudas y sospechas, analiza Itziar Abad. Pese a los indicios de que murió huyendo de un agresor, la prensa destacó que la policía descartaba que fuera un caso de violencia de género.

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