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En los pueblos pequeños se sufre un machismo que asfixia a las víctimas"

Viernes 19 de abril de 2019

Colectivos feministas afirman que lo peor para Rosana «no fueron las 16 puñadas, sino lo que vino después»

Mónica Ros - Valencia 14.04.2019 Levante.emv

Acude a la cita con una amiga, que actúa como portavoz de los colectivos feministas que apoyan a Rosana Bisbal, la mujer que fue apuñalada 16 veces por su marido en presencia de su hija mayor, que entonces tenía 4 años. Ella hablará en su nombre, porque Rosana está agotada. No quiere exponerse más. No quiere protagonismo, pero sí estar presente. Eso sí, sin fotografías ni testimonio. Cualquier cosa que diga podría volverse en su contra. No sería la primera vez. «Si ella ha sufrido este silencio, esta falta de apoyo y le clavaron un cuchillo 16 veces, ¿qué no le pasará a la víctima que no tiene cicatrices? En los pueblos perqueños hay un machismo que hunde y asfixia a las víctimas. Es un machismo social, que vivimos a diario, pero en los municipios tan pequeños las consecuencias son devastadoras», explica la portavoz feminista. Rosana es luchadora, una mujer valiente. Pero vive en Llombai, un pueblo de menos de 3.000 habitantes donde todos se conocen y hablan. Hay familia de por medio y dos menores (fruto del matrimonio con su agresor) de las que diría mucho, pero no dice nada. Ellas están aparte. Aún van al psicólogo. A Rosana también la acompaña en la entrevista su pareja, que se encarga de una pequeña que no para quieta. Es su tercera hija, pura energía. Él es su máximo apoyo.

Rosana acepta la entrevista porque tiene un objetivo: «Que lo que le ha pasado a ella, la indefensión que ha sentido y siente, no se repita con ninguna otra víctima. Que estudien bien qué ha fallado y que pongan soluciones para que no se repita. Por eso estamos aquí».

Rosana ha visto su denuncia publicada en los medios de comunicación ante el silencio de una Administración y de un sistema que le ha dado la espalda. No protestó a la primera de cambio. De hecho, los medios de comunicación la encontraron a ella, y lo hicieron cuando los colectivos feministas que la apoyan decidieron acudir con pancartas al acto de inicio de campaña de Ximo Puig.

«Ya que su maltratador sí tenía apoyo institucional, ella también debía tenerlo», explica la portavoz feminista. Y es que tras una condena de 9 años (que se redujo a 7 años y 6 meses de prisión tras pagar parte de la indemnización por el daño causado), el condenado por un delito de homicidio en grado de tentativa, pidió por vía judicial una reducción de la orden de alejamiento de 500 a 100 metros porque los padres de su agresor viven al lado de la casa de Rosana. En su petición, incluyó un anexo, un documento firmado por el entonces alcalde de Catadau, Manuel Enrique Bono (PSPV), en la que avalaba la reducción de la pena del reo. Y empezó un nuevo calvario para Rosana.

«Empezamos a presentar escritos a las partes implicadas por si no eran conscientes de lo que había pasado y de lo que estaba pasando. Nos parecía indignante que, antes y después de la agresión, se hablara de la ’conducta ejemplar’ de una persona que ha acuchillado a su mujer. No la mató de milagro. Pero el foco se pone en el agresor, que pide ir a casa de sus padres, no en la víctima, que se lo puede encontrar al bajar de su casa. La víctima no le importa a nadie. Esta mujer (en referencia a Rosana) ha tenido que escuchar de todo en el pueblo. Antes de la agresión (lo que ya es grave) y sobre todo, después, que es algo que ya clama al cielo», explica su amiga, quien tampoco quiere que aparezca su nombre. Un pueblo pequeño, 2.765 habitantes, demasiada presión.

Así que se pusieron a enviar cartas y correos electrónicos conforme se alargaba el silencio. Al PSPV de València y al PSOE de Madrid; al Centro Mujer 24 horas; a las Corts Valencianes y al presidente de la Generalitat, Ximo Puig; a la oficina de víctimas del delito de Picassent; a la Mancomunitat de la Ribera; a la del Marquesat y a Compromís de Catadau, el grupo político del alcalde en ese momento. Los políticos no respondieron. Ninguno. Silencio sepulcral.

El centro Mujer 24 horas y la oficina de víctimas del delito en Picassent aseguraron que no podían hacer nada y remitieron a la mujer a los grupos políticos y a los organismos de representación anteriormente citados. Y ahí nadie respiró, hasta que los medios de comunicación se hicieron eco de su protesta. Entonces, todos se echaron las manos a la cabeza. ¿Qué ha fallado?

Un fallo detrás de otro

«Todo ha fallado. Lo peor para Rosana no fueron las 16 puñaladas... Lo peor para Rosana vino después. Solo pondré algunos ejemplos. Cuando su agresor salió de permiso por primera vez la avisaron tres días antes. No le dio tiempo a solicitar la pulsera telemática. Lo mismo daba, porque cuando la pidió se la denegaron porque su agresor estaba en prisión y la orden de alejamiento ’la protegía’. La segunda vez que salió de permiso pasó lo mismo. Ha tenido seis abogados y no uno para todos los casos. Durante un tiempo, cuando el maltratador entró en la cárcel se mantuvo el régimen de visitas a sus hijas, allí mismo, en prisión. Luego vieron que las crías estaban hechas polvo y ahora la custodia la tiene Rosana. Y cuando pide una rebaja de pena, tiene respaldo institucional. El sistema está muy bien sobre el papel pero la realidad es bien diferente».

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