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Ellos creen que no violan

Martes 21 de noviembre de 2017

Lucía Lijtmaer Periodista y escritora 20-11-2017 Público

¿Hay algo que quede por decir, más allá de la indignación?

El caso, de tan feroz, parecería forzado si estuviera en el guión de un thriller. Eran cinco contra una. Se hacen llamar La Manada -ah, cuanto podríamos hablar del mote, de esa familia de animales, desprovista de voluntad individual-. Hay un guardia civil. Hay grabaciones del delito. Hay un escenario: las fiestas populares más conocidas del mundo. Y, sobre todo, hay una chica joven.

El caso parecería forzado si no fuera real. Y de eso se trata, de fuerza.

De entre toda la basura mediática a la que hemos sido sometidos desde que una chica de dieciocho años presentó una denuncia por violación en Pamplona, hay una anécdota de la que es importante tirar para rastrear entre el ovillo de mierda. Se publicó tiempo atrás: eran los estados de Facebook de la novia de uno de los acusados. Siempre las mujeres, pienso primero. Siempre las mujeres son el foco de la acusación, y no los hombres que cometen los delitos.

Después, la evidencia: el estado de una de las novias incide en cómo les han destrozado la vida a cinco chicos en prisión preventiva por un delito de violación. Los lobitos de la manada, sí.

Pero es natural. Y es que en medio de toda esta tormenta perfecta, en medio del escenario feroz, hay quien ha olvidado lo que parece evidente: si fueron ellos, o mienten o ellos creen que no violan. De tan transparente, a veces se nos pasa por alto. Es posible que, de probarse lo que pasó, ellos realmente crean que no fue una violación.

Que violar es otra cosa.

Que violar es que haya sangre.

Que violar es sacar una navaja.

Que violar es otra cosa peliculera.

Que arrinconar a una chica en un portal no es violar. Que darle catorce cubatas para que se acueste contigo no es violar. Y si sucede algo que no quieras que suceda, probablemente sea una corresponsabilidad. Eso dice el Estado en la última campaña de prevención contra el consumo de alcohol entre los jóvenes. Eso dice la sociedad en su conjunto cuando hay tres denuncias de violaciones al día en España sin trascendencia alguna. Una cada ocho horas.

Por supuesto, ellos creen que no violan. Y por eso hay agresiones sexuales sin juzgar o absueltas de responsabilidad. Así, España es, por segundo año consecutivo, el país con más sentencias machistas nominadas en un premio internacional. Ni el que perpetúa el delito ni el que lo juzga cree que se viola, que se mata, que hay ensañamiento.

Es posible que la atención pública sea feroz en su respuesta a La Manada, pero hay algo mucho más importante que debemos preguntarnos: si se demuestra que cinco tipos -tres con antecedentes – reducen a una muchacha en un portal y la violan y ellos creen que “se la han follado”, ¿podremos después admitir que no son una anomalía, una triste circunstancia fruto de la casualidad de que existan cinco psicópatas amigos?

¿Crujirá la sociedad en su conjunto como crujimos (sobre todo) las mujeres ante este caso despiadadamente obvio? ¿O habrá alguien más pensando que no viola cuando viola?

Y, sobre todo, nos obligará a enfrentar lo más aterrador: ¿cómo no iban a pensar eso? Todo está construido a nuestro alrededor para darles la razón.

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