Xarxa Feminista PV

El periodismo que se duele

Jueves 1ro de junio de 2017

Andrea Momoitio Periodista remasterizada y coordinadora de @pikaramagazine Público 31-05-2017

El feminismo es, para el periodismo, un adjetivo incómodo. No es fácil hacerse un hueco en el panorama informativo actual desde un periodismo crítico y esas dificultades van en aumento cuando lo que se pretende con la práctica periodística es dinamitar las estructuras sociales que sostienen la cultura machista en la que seguimos inmersas. Una prueba es el tratamiento informativo de los últimos asesinatos machistas, que ha sido deleznable. En el Twitter de El País alguien escribió esta barbaridad: “Tres mujeres se sumaron este fin de semana a la lista de asesinadas por violencia de género en España”. Eso es mentira y, sobre todo, muy vergonzoso.

Desde el feminismo llevamos tiempo denunciando lo estructural de la violencia machista. Desde la aprobación, en 2004, de la ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género hemos conseguido que la ciudadanía comprenda que la violencia que sufrimos las mujeres no es una cuestión que forme parte de nuestra vida privada sino que es un problema social. No hemos conseguido, sin embargo, que se entienda su dimensión colectiva. No sirve con que entendamos que estos asesinatos son una cuestión que nos atañe como ciudadanía sino que tenemos que asimilar, de una vez por todas, que podamos ser cualquiera de nosotras. Aquí, el periodismo podría jugar un papel muy importante, pero no lo hace. No necesitamos periodistas para saber qué pasa en el mundo, sino para que nos expliquen por qué suceden las cosas que suceden. Compañeros y compañeras, por favor, intentad explicar por qué los hombres siguen asesinando a mujeres. Asumid, de una vez por todas, que la perspectiva feminista va a enriquecer vuestro trabajo, que necesitamos construir un relato colectivo de los feminicidios que estamos narrando como si no tuvieran que ver con nosotras, con nuestra libertad, con nuestras amigas, hijas, hermanas, novias, madres.

Desde que empecé mi andadura en el periodismo, que coincide en el tiempo con mi devenir feminista, el reto más grande al que me he enfrentado ha sido desaprender todo aquello que me habían contado en la Universidad. Llevamos años hablando de periodismo con enfoque de género, pero esta coletilla para mí ya no es suficiente. Un análisis con perspectiva de género es lo mínimo que puede exigirse a un buen profesional que quiera contar con honestidad una historia. No puede hacerse buen periodismo si no cuentas que todos los fenómenos sociales a los que nos enfrentamos afectan de manera distinta a hombres o mujeres o que aquello que nos han dicho que son los síntomas clásicos de una enfermedad, veáse un infarto, sólo responden a la realidad de los hombres. Ofrecer los datos diferenciados por géneros y analizarlos en base a unos criterios de igualdad es tan importante en el periodismo como saber que las comas entre el sujeto y el predicado son tan terribles como el mismísimo heteropatriarcado. No es eso lo que quiero hacer yo. Al menos, no sólo eso. El periodismo feminista es un paso más allá, es asumir sin complejos nuestro posicionamiento ideológico, reconocer el lugar desde el que partimos como periodistas, como mujeres, como lesbianas y poner al servicio del mundo que aspiramos a construir nuestra vida profesional. Dejando, de una vez por todas, de lado esa idea de ser aséptico, objetivo y neutral que nos han dicho que teníamos que ser. Mis dolores, mis vivencias, mi realidad y la de mi entorno son sólo algunos de los elementos que marcan mis inquietudes y, por tanto, mi propia agenda informativa y mi manera de trabajar. El periodismo no va a cambiar el mundo, nunca lo ha hecho, pero es una herramienta indispensable para la creación de relatos colectivos que pueden servirnos para que la ciudadanía lleve a cabo cuantas revoluciones sociales crea necesarias para construir sociedades más justas.

¿Periodismo feminista? WTF?

Es una apuesta informativa que va más allá de incluir una mirada feminista en los aspectos formales de la práctica periodística. Tiene que ver con incluir voces de mujeres en todos lo temas, que aparezcamos representadas como personas en las imágenes, que se utilice correctamente el lenguaje para evitar nuestra invisibilidad, que se analice la realidad teniendo en cuenta que somos la mitad de la población mundial y no un colectivo; pero, sobre todo, para mí, el periodismo feminista es aquel que lo dinamita todo. No se trata sólo de incluir voces de mujeres o feministas en la sección de Economía, por ejemplo, sino de cuestionar por qué algunos aspectos de nuestra vida son considerados económicos y otros no, por qué esa división de los medios de comunicación como si la Cultura no fuera Política, el Deporte no fuese Economía o la Sociedad no fuera una cuestión Internacional. El periodismo, tal y como lo conocemos ahora mismo, responde a una lógica heteropatriarcal innegable, que se evidencia en las lógicas de producción de la prensa (los horarios son incompatibles con la vida); en la competitividad entre medios; en la indiferencia con la que se trata a las personas que intentan acceder al mundillo; en las tarifas que se pagan; en la precariedad que se tolera; en la división de las secciones; en las jerarquías sobre las que se organizan los medios de comunicación; en esa imagen de periodista salvavivas, vividor, amigo de policías y yonkies, que perdura en el imaginario de los que aún añoran aquellos años en los que se podía fumar en las redacciones.

El periodismo en el que yo creo comparte, cuida, teje redes de apoyo y solidaridad, cuestiona a los poderes formales e informales, se cuestiona a sí mismo, busca el equilibrio entre la vida y el empleo, respeta los horarios y el descanso de los y las periodistas, juega con los géneros, con las estructuras, con las jerarquías, cuenta pequeñas historias que cuestionan el mundo grande, aboga por la interseccionalidad como mirada para comprender la complejidad del mundo que habitamos, busca alianzas en los movimientos sociales, se planta ante las injusticias propias y ajenas, las denuncia, se posiciona, se moja, se duele al verse tan poco periodismo, tan poco crítico, tan poco de verdad. Llora con cada mujer asesinada.

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