Xarxa Feminista PV

El nuevo sexismo

Jueves 27 de enero de 2011

ELENA SIERRA | MADRID.

Empoderamiento’, liberación, elección. Son tres de las bases sobre las que se construía en el siglo XX la emancipación de la mujer y por lo tanto la igualdad entre los sexos. Natasha Walter (Londres, 1967) era una de esas profesionales que en la década de los años 90 estaba convencida de que la tan ansiada revolución, por fin, iba por buen camino. Lo expresó en su libro ’El nuevo feminismo’, publicado en 1998. En aquel volumen se alegraba de que cada vez hubiera más mujeres en el Parlamento, o con cargos de importancia en las instituciones y las empresas. El horizonte se veía despejado. Había motivos para el optimismo. Hasta que se topó con el siglo XXI. O lo que es lo mismo: con un auge cada vez mayor en el Reino Unido de las revistas con desnudos femeninos, las muñecas para niñas de apenas seis años que visten minifalda y se maquillan hasta lo imposible, los prototipos de mujer siliconada, a dieta y en absoluto preocupada por su mente, las adolescentes emperradas en ser famosas por su físico y enorgullecer así a su padres. Vamos, que hace unos años fue consciente de que los nombres ’empoderamiento’, liberación y elección llevaban siempre pegado el apellido sexual, y entonces cayó en la cuenta de que en realidad la mujer había avanzado muy poco. Seguía siendo vista como un objeto sexual, y lo que es peor, se había convencido de que eso era lo único a lo que podía aspirar. ¿O habría que decir ’debía’?

Todo esto se debe a lo que la autora de ’Muñecas vivientes. El regreso del sexismo’ (editorial Turner Noema) llama cultura hipersexual. Que, dirán los críticos, nos afecta a todos. Sí, Walter no duda de que la presión sobre los jóvenes para que vivan según una norma de atractivo físico y por lo tanto de atractivo sexual se ejerce sobre hombres y mujeres. Pero salta a la vista, explica, que es sobre todo el sector femenino el que soporta el bombardeo de iconos, lemas y recetas para ser una cosa bonita.

En ’Muñecas vivientes’ Natasha Walter desgrana las realidades que se ha ido encontrando en su carrera periodística que la han llevado a escribir este alegato contra el nuevo sexismo. Ese que esconde detrás de la supuesta libertad de elección toda la maquinaria más tradicional de sometimiento de la mujer a lo que el hombre quiere de ella. Su realidad se circunscribe al Reino Unido, pero eso no implica que estemos a salvo. Hay que dar gracias a la globalización.

Y basta mirar los anuncios, las revistas, los escaparates y hasta los periódicos para verlo. ¿Por qué el conejito de ’Play Boy’ está impreso en los estuches de las niñas? ¿Cómo es posible que en las discotecas se organicen concursos para enseñar las tetas? ¿Se puede saber porque las presentadoras de programas infantiles van medio desnudas? ¿Y quién inventó el discurso de que la prostitución en un oficio como otro cualquiera si, estadísticas en mano, resulta que no es tan sencillo como hacer tu trabajo y cobrar por él, que hay muchas otras implicaciones?

Todo por el éxito Para Walter, la mujer ha terminado prácticamente donde comenzó. Sometida a las ideas del hombre. Reafirma su tesis con números sobre la ralentización del avance de la mujer en el mercado laboral y los cargos de responsabilidad, cuando no de retroceso. Y sobre todo con entrevistas a adolescentes y mujeres jóvenes que están convencidas de que solo alcanzarán el éxito -no entendido ya como construir su vida y alcanzar ciertas metas profesionales y personales- mediante la admiración por parte de los hombres. La admiración de su físico, se entiende.

En el libro de Walter hay ejemplos que a más de uno le van a parecer estúpidos, pero que dicen mucho de esa cultura hipersexual. Décadas de denostar a la Barbie para toparse con las Bratz. Y eso que la escultural rubia era astronauta si le daba la gana, y estas otras solo piensan en pintarse los morritos y ponerse lentejuelas. Años quejándonos de la poca presencia femenina en libros, pelis y series, y ahora nos encontramos con que no hay mucha más y encima siempre que sale lo hace con tacones. ¡Y el colmo de la liberación, la clave, es la promiscuidad! (El lector puede imaginarse a Natasha Walter llevándose las manos a la cabeza). Aspirar a modelos En Reino Unido había en los 90 un puñado de clubes de striptease; en 2008 había 300. La «cultura rijosa de Benny Hill» estaba de capa caída hace casi veinte años; en la isla las quejas por la inclusión de fotos de chicas desnudas en las páginas dos y tres de algunos periódicos dieron lugar a una campaña para cerrar esos medios. Pero en la última década florecen las revistas que ofrecen carne y supuesta información unidas.

El éxito es tal que muchas adolescentes británicas aspiran a ser ’modelos glamour’, o sea, a posar en bolas y casi pornográficamente. Si una se cruza con un concurso de selección en la discoteca y no se atreve a quitarse el sujetador, queda etiquetada de estrecha. Exactamente lo mismo que si prefiere no tener relaciones sexuales con su noviete a los 13 años.

Walter recoge el discurso establecido de que esa liberación sexual hace a la mujer poderosa. El problema, lo desmiente, es que gira en torno a la idea que del sexo tienen los hombres. Y ese supuesto poder es muy limitado; sirve para lo que sirve, ni da más poder fuera de ese ámbito, ni hace sentir mejor, ni libera.

Natasha Walter constata además que esa filosofía de vida poco a poco va ganando terreno y deja muy poco para que se ejerza una verdadera libertad de elección: si la presión para que solo seas un cuerpo -«para que la mujer acepte el porno y sus valores», en palabras de la autora- es tal que quien se niega a jugar no existe, a ver quién es la guapa que hace lo que realmente quiere.

Fte. Red F. contra la violencia de género

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