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El gran momento de Patricia Gadea

Miércoles 12 de noviembre de 2014

El Reina Sofía rescata la figura de la pintora, clave en el arte español de los 80 y 90

Iker Seisdedos Madrid 2 NOV 2014 El País

La artista Patricia Gadea (1960-2006) hizo tiempo aquella noche de los ochenta hasta que los primeros ejemplares del diario llegaron al VIP’s; no podía esperar al día siguiente para leer la crítica de su nueva exposición. Por expresarlo educadamente, no le gustó lo que decía. "Arrancó la página y se la zampó allí mismo. Así era ella: entusiasta, corrosiva y sincera, incapaz de ocultar sus sentimientos", recuerda el poeta Dionisio Cañas en vísperas de la inauguración de la retrospectiva de 120 obras con la que el Reina Sofía promete resituar la obra y la desbordante personalidad de la pintora en su contexto biográfico: del intenso frenesí de la movida a su sombrío final en Palencia, olvidada por el mundo del arte y abandonada por la vida.

Cañas (Tomelloso, 1948) había conocido a Gadea durante la aventura neoyorquina de esta y del también pintor Juan Ugalde (Bilbao, 1958), su compañero desde los tiempos en los que ambos eran "seguidores de Luis Gordillo", recuerda Ugalde, y se preparaban para la Escuela de Bellas Artes. Becados por el programa Fulbright, la joven pareja llegó a la ciudad en 1986. Venían de comerse Madrid con desparpajo; ¿por qué no el mundo? "Al año subvencionado siguieron otros dos de pelea por continuar allí, pero no pudieron resistir", explica Virginia Torrente, comisaría de la muestra.

En las turbias noches del bar McCarthy’s, que Gadea retrataría en uno de los lienzos de la exposición, nació la idea de fundar el colectivo de arte político e ironía neopop Estrujenbank, "la mosca en la leche del arte español", que funcionó, completado por Mariano Lozano, como un molesto recordatorio de que algo olía a podrido bajo la euforia por el mercado y las conmemoraciones culturales que anegaron la escena cultural en los noventa.

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Patricia Gadea

Torrente ha preferido dejar las hazañas de Estrujenbank, cuyas diatribas gozan aún de plena vigencia, fuera de su propuesta, que ha titulado Atomic Circus, igual que una exposición de Gadea de 1992 en la que los carteles circenses mutaron en grotesca denuncia de los chanchullos del "felipismo ilustrado". De lo que aquí se trata es de celebrar por derecho el mundo de una artista singular, que irrumpió en la movida con una figuración descarada y gamberra que llenaba cada centímetro del lienzo de "unas intenciones y un lenguaje alternativos al formalismo expresivo y a la autoexpresividad convertida en cliché", escribe Pablo Llorca en el catálogo.

Gadea aplicaba prácticas prestadas del cómic, se apropiaba en sus cuadros iconos populares como las Hermanas Gilda, Pinito del Oro o Mortadelo y Filemón, ponía a la Peninsula Ibérica a pasar el aspirador (El ritmo del mundo, 1984) o estampaba paisajes cutres encontrados en el Rastro en sus collages sui generis. Una afortunada valoración de su obra sentenció entonces que, más que aplicar el corta y pega, Gadea "tenía tijeras en los ojos". En el reverso de uno de los cuadros que expuso en la galería Moriarty en 1988, se puede leer una lista de referencias iconográficas que suena a manifiesto de artista: "Fondos lisos - Formas contextura. Fondos contexturas - Formas lisas. Detalles collage. Bar Churrúpez. Estrujenbank. Cine Dix. Electrodomésticos Juanita. Manicura Mary. Bisagras La Chapuza. Melocotones Celedonio. Motocicletas Ramos".

La misma voracidad con la que atacaba la pintura gobernó su vida. Y la cosa tuvo gracia... hasta que dejó de tenerla. El triunfo no le había guardado el sitio para cuando volviera de Nueva York y la edad de oro del píntalo tú mismo y los premios institucionales había pasado.Tras la disolución de Estrujenbank en 1993, año también de su separación de Ugalde, la pintura se volvió más sombría y se adentró en nuevos temas, cercanos al feminismo (o a su lugar en el mundo como mujer artista) a medida que creció el desengaño. Fueron tiempos confusos, en los que expuso con cierta regularidad en la galería Masha Prieto. Nadie tenía ya demasiado tiempo para la pintura, ni mucho menos para la movida.

En 1999 ingresó en una clínica de Palencia para curarse de su adicción a las drogas."Estaba dotada de una energía asombrosa y de unas ganas enormes de estar bien con el mundo que acabaron por volverse en su contra", explica Torrente. Ya nunca le fue posible volver a Madrid, ni reintegrarse en su sistema galerístico. "Aunque nunca dejó de pintar", advierte Ugalde, con quien Gadea tuvo un hijo y conservó una relación afectuosa hasta el fin. "Daba clases de dibujo, vendía cuadros en tiendas de muebles, malvivía como podía", recuerda Cañas.

Cuando en 2006 fue hallada muerta en su piso palentino, Ugalde encontró un montón de dibujos y pinturas, producción inédita de los últimos años que aguarda al final del recorrido del Reina Sofía. En ellos, ya sin rastro del nervioso programa estético de los ochenta, se ve a mujeres con esa vida perfecta y ordenada que a todas luces acabó por anhelar.

Tras su muerte, el olvido siguió ensanchándose. Hasta que algunas muestras (impulsadas por Ugalde, como la del Reina) contribuyeron a su rescate. La más sonada fue la dedicada en Madrid en 2012 por la joven García Galería. "Es la de mayor éxito de crítica y público de nuestra corta vida", explica Joaquín García, su responsable. "Sirvió para que muchos jóvenes la descubrieran. Otros, simplemente, recordaron lo buena que era".

Ugalde anda estos días sorprendido de la "cantidad de peticiones de artistas de 25 años para asistir a la inauguración del Reina". Manuel Borja-Villel, director del museo, lo achaca a que "hay una cierta sensibilidad en nuestro tiempo hacia este tipo de historias. Si los 80 fueron un momento de euforia, donde todo era posible, hoy es lo contrario. En ella se refleja el lado oscuro de un tiempo histórico".

Podría ser que Gadea esté por fin en el sitio adecuado en el momento preciso. Podría ser después de todo que esta vez no le van a traicionar sus probadas dotes de fatal visionaria que le llevaron a escribir en Babelia con motivo del Arco de 1993: "Como mujer artista, no necesito a un domador; el látigo está ahora en manos del destino. No soy un payaso roto ni una vedette subida a un elefante: soy Patricia Gadea acariciando una pantera negra; es el arte, quizá me muerda".

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