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El dolor de las víctimas no prescribe

Martes 7 de noviembre de 2017

Weinstein, Kevin Spacey y el psiquiatra Javier Criado tienen en común su estatus y sus privilegios que hacen que sus víctimas hayan tardado tiempo en poder denunciar. Pero lo han hecho. Y eso es una victoria del feminismo

Anita Botwin 5 de Noviembre de 2017 CTXT

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El caso Weinstein se ha trasladado a la señoría sevillana. El reputado psiquiatra Javier Criado ha sido denunciado por abusar de sus pacientes durante su larga carrera profesional. Más de 30 mujeres han acusado al psiquiatra, conocido por haber tratado a ilustres personajes de la aristocracia andaluza. Sin embargo, lo que le ha hecho aparecer en portada y acaparar los focos no ha sido su excelente praxis, sino todo lo contrario. En la actualidad, de la treintena de denuncias, tan sólo uno de los casos se encuentra abierto, ya que los demás habrían prescrito. Sin embargo, con la unión de todas las mujeres damnificadas en la asociación Veritas han conseguido hacer ruido y se han sumado a testificar en la causa abierta. Las mujeres, que siguen en pie, se presentaron en el juzgado con una pancarta en la que se podía leer: “El dolor de las víctimas no prescribe. La culpa del abusador, tampoco”.

El #YoTambién (#MeToo), fruto de la polémica hollywoodense del todopoderoso productor Harvey Weinstein —ya desenmascarado— ha llegado a uno de los resquicios más olvidados de la sociedad: los pacientes de salud mental. En este caso, el varón depredador se encuentra en una situación de poder y jerarquía incuestionable ante su paciente, y aprovecha la vulnerabilidad de la misma para atacarla sexualmente. En ese instante, la mujer no está consintiendo, simplemente y probablemente no esté comprendiendo qué está ocurriendo ni por qué o se siente culpable.

En este caso, Criado realizaba hipnosis con sus pacientes y, según relatan las denunciantes, aprovechaba para abusar de ellas. “Las dejaba postradas y sin voluntad en el diván”, donde supuestamente se produjeron tocamientos, masturbaciones frente a ellas y otro tipo de vejaciones, humillaciones y agresiones sexuales. El estatus de este conocido psiquiatra, que es hermano mayor de una cofradía antigua –con la Iglesia hemos topao— y escribía en un reconocido medio sevillano, echó para atrás a muchas de las denunciantes en su momento. Entre las afectadas se encuentra Matilde Solis, exmujer del Duque de Alba, que le acusó directamente de su intento de suicidio en 1999.

Con una treintena de denuncias a sus espaldas, él se defiende ante la jueza hablando de conspiración y venganza, porque claro, todo el mundo sabe que las mujeres creamos grupos para boicotear a excelentes profesionales por su gran trabajo. Muy al contrario, han pasado muchos años, y treinta denuncias después, ha salido a la luz.

Por otro lado, ocurre muy a menudo que se pase por alto que en el ámbito de la diversidad funcional sea donde más número de mujeres son víctimas de violencia machista y agresiones sexuales. En su casa, en el trabajo, con los profesionales, en la calle… Al tratarse de personas con dificultades, muchas de ellas con graves problemas de salud mental y sin las redes de apoyo necesarias –no necesariamente económicas— se produce esta caza y agresión a las más vulnerables de la sociedad. Y en muchas ocasiones no nos enteramos. Porque muchas veces no se denuncia y cuando se denuncia, vaya ¡ha prescrito! Porque en muchas ocasiones no tienen las herramientas para hacerlo ni la protección para evitarlo. Por ello, es muy grave el doble cuestionamiento que sufren estas mujeres por padecer algún tipo de problema de salud mental, por ser mujer y loca, como denuncia el colectivo madrileño Flipas GAM.

No es la primera vez que esto ocurre en el mundo de los divanes. Un psiquiatra de un Centro de Atención Primaria del Instituto Catalán de la Salud abusó sexualmente de cuatro pacientes con la excusa de que debía tocarlas para transmitirles “energía positiva” como parte del tratamiento.

Si algo tienen en común Weinstein, Kevin Spacey y el psiquiatra de Sevilla es su estatus, su notoria fama y sus privilegios que hacen que sus víctimas hayan tardado tiempo en poder denunciar lo que les ocurrió en su momento. Pero lo han hecho. Han desenmascarado a los depredadores sexuales. Y eso es, amigas, una victoria de la sociedad y del feminismo. Una victoria que no prescribe.

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