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El deseo masculino hacia la infancia permanece sin su relato

Domingo 18 de mayo de 2025

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Manifestación contra el abuso sexual infantil en Madrid. Foto de archivo.José Oliva / Europa Press21/6/2008José Oliva / Europa Press

Cristina Fallarás, Periodista y escritora 17/05/2025 Público

Les propongo un ejercicio. Yo lo realicé con mi hija cuando ésta tenía 13 años y una amiga suya 14. Caminé detrás de ellas, a cierta distancia, desde la Plaza Mayor de Madrid hasta Callao, un recorrido de menos de un kilómetro. A la altura de la Puerta del Sol la cantidad de hombres adultos que les habían dicho algo o chistado ya me resultaba difícilmente soportable. Cuando llegaron a la Gran Vía, yo tenía los ojos llenos de lágrimas de rabia. Conté 28 hombres entre los que se habían dirigido directamente a ellas y los que —que yo viera— las habían seguido con la mirada y gesto libidinoso, tratando de ser vistos por las crías. El camino duró menos de 10 minutos. Fin del experimento.

¿Cuántos hombres adultos sienten deseo sexual hacia las niñas y los niños? ¿Qué porcentaje lleva a cabo una agresión sexual contra una niña, un niño o adolescente? ¿Cuántos de ellos consumen pornografía infantil? Trato de informarme y entro en un mundo pringoso y difuso donde se mezclan poquísimas informaciones y muchas páginas de lugares relacionados con el tratamiento de la pedofilia e incluso direcciones de chats pedófilos.

Leo los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre delitos sexuales contra la infancia y me sirve para confirmar que se trata de un asunto de hombres con muy poca incidencia entre las mujeres. Leo artículos sobre pederastia y pedofilia, no muchos ni muy atinados. Repaso noticias, la mayoría de ellas ligadas a la Iglesia católica, algunas también sobre los centros de menores de nuestro país. Me entero de que España es el segundo país del mundo en consumo de pornografía infantil online, solo superada por EEUU. También de que la Fiscalía informó de que en Europa las denuncias por pornografía infantil se han multiplicado hasta la consideración de "epidemia", de 23.000 en 2010 a 725.000 en 2019. Pero casi nada parece reflejar una realidad de la que ya alertó el Ministerio de Igualdad en boca de Vicky Rosell: la gran mayoría de la violencia sexual contra la infancia se produce en el entorno de la víctima, muy especialmente en la familia. Ellas lo cifraban en el 75%.

Busco y rebusco porque necesito enmarcar, contextualizar las informaciones que empiezan a aparecer, poquísimas y todas ellas —excepto quizás las referentes a la Iglesia— como casos aislados. Pero sé, sabemos, que la violencia sexual contra la infancia es habitual. Lo sabemos porque lo estamos relatando las mujeres, las propias víctimas. Lo sabemos por los escalofriantes datos sobre consumo de pornografía infantil, lo sabemos porque es algo que conocemos y en lo que nos educan desde crías: ojo con ese señor, no cojas caramelos de un extraño, cuidado con el tío Fulanito, que tiene la mano muy larga… Conocemos el cuento de Caperucita y tenemos claro lo que significa el bosque. Lo sabemos, pero eso no lo encuentro en mi búsqueda de informaciones, no al menos un contenido satisfactorio, ya no digo abundante.

Entiendo que hay una mirada que falta en todo esto. Se trata del deseo masculino sobre el cuerpo de niñas, niños y adolescentes, el sempiterno deseo masculino hacia las púberes y las chavalas. Está ahí y siempre ha estado ahí. Creo que deberíamos empezar a relatarlo, y es evidente que nosotras ya estamos poniendo nuestra parte. También podríamos, de paso, preguntarnos la razón por la que toda esa parte de nuestra construcción como sociedad permanece oculta.

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