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El derecho al aborto ya #esLey en Argentina

Miércoles 30 de diciembre de 2020

Una marea verde de euforia se transmite como corriente eléctrica entre miles de cuerpos. El Senado ha votado a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. La ley hace historia en América Latina, donde el 97% de las mujeres vivían sin este derecho

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Participantes en la vigilia feminista mientras el Senado argentino debatía sobre el aborto. J.L.M.

Josefina L. Martínez Buenos Aires , 30/12/2020 CTXT

Por 38 votos a favor, 29 en contra y 1 abstención, el Senado argentino ha votado esta madrugada a favor del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Cuando se anuncia por las pantallas gigantes instaladas en la calle estalla una ovación de alegría, una marea verde de euforia que se transmite como corriente eléctrica entre miles cuerpos en las cercanías del Congreso.

Las pibas con el pañuelo al cuello, en la muñeca o anudado en la mochila. Grupos de amigas con la cara pintada de verde, purpurina en los ojos y en los labios. Sonrisas, cansancio, lágrimas. Menos abrazos que los que quisiéramos, pero muchos saltos, cantos y bombos, porque aquí en las manifestaciones no se gritan los lemas, se corean, con ritmo de cancha, cumbia y rocanrol. Con esta votación culmina una larga lucha, una vigilia que no duró solo una noche, sino décadas. Las mujeres argentinas han conseguido el derecho al aborto en un hospital público, atendidas por personal sanitario y por las razones que cada una tenga. Un triunfo histórico para el movimiento de mujeres contra un bloque reaccionario de obispos, pastores, políticos conservadores y dinosaurios de todo tipo.

Aborto ilegal no significó nunca menos abortos. Porque significa abortos clandestinos, que las mujeres pobres sigan abortando con pastillas, metiéndose objetos punzantes en la vagina o recurriendo a quien se los haga en una casa de barrio, sin condiciones de salubridad. Pero también significa que no se podía hablar de eso en el trabajo, ni en la escuela, que no hay derecho a una baja médica, ni a controles sanitarios. Y que, si una mujer comenzaba a sentir dolores y sangrado después de haberse realizado un aborto, iba a dudar mucho antes de ir a un hospital, porque cualquier médico la podía denunciar a la policía. Significaba morir.

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Dos mujeres jóvenes se abrazan tras conocer la aprobación. | Twitter

Por eso hoy celebramos con todo el cuerpo. Por las pioneras, que comenzaron esta lucha cuando decir la palabra aborto era tabú. Por las que siguieron, en los encuentros de mujeres, en las marchas y en las asambleas. Por las pibas que llegaron con total descaro para reivindicar lo que era nuestro y llenaron las calles. Por todas, por las que ya no están, por las que faltan, por las amigas, hoy celebramos que el aborto sea ley.

La revolución de las hijas

Joana tiene 18 años y está sentada en la acera con un grupo de amigas, a unas calles del Congreso en este 29 de enero caluroso en Buenos Aires. Algunas no se animan a hablar frente al micro, pero Joana dice lo que piensan todas. “Hoy estoy acá porque es importante la reivindicación de los derechos de las mujeres, porque no se puede seguir pisoteando y vulnerando el derecho a decidir de cada mujer y cada cuerpo gestante”. Unos pasos más allá, Sofía sostiene que la ley del aborto es una deuda histórica que tiene la sociedad con las mujeres. “Porque nos seguimos muriendo día a día en situaciones de clandestinidad, con perejiles, con perchas, con todo tipo de torturas que son medievales. La campaña del aborto está trabajando en esto hace más de 15 años y nosotras estamos presentes acá desde que somos muy chicas, y cada vez somos más, somos un montón. La cuestión no es aborto sí o aborto no, porque nosotras vamos a seguir abortando. Lo importante son las condiciones en las que abortamos. Necesitamos salud pública, estar seguras de que podemos abortar y no nos va a costar la vida”.

Ellas son las pibas, una generación que nació después del 2001, aquellas jornadas de crisis y revuelta que dejaron una huella profunda en la sociedad argentina. Son las que eran niñas cuando comenzó la crisis del 2008, y quizás muchas ni se enteraron, pero otras sintieron la angustia de un padre que se quedó sin laburo [sin curro], de una mamá que tuvo que trabajar demasiadas horas en casas ajenas para poder mantener la propia a flote. Son las que ahora se enfrentan a una segunda gran crisis, las que no pudieron estudiar, o las que salen a apoyar a los docentes cuando hay huelga. Las que se preguntan qué va a ser de su vida en esta sociedad de mierda, las que trabajan en un bar tras otro y encima se tienen que bancar que un jefe les toque el culo, las precarias que pedalean en la bici para entregar pedidos, zigzagueando entre los coches en una ciudad que se vuelve salvaje en cada esquina. Son las hijas de las nietas de las Madres de la Plaza de Mayo, son las que llegaron con el pañuelo verde y no se van a ir.

Celestes y dinosaurios

Charlie García cantaba en el año 1983, después de la dictadura militar, que “los amigos del barrio pueden desaparecer, los cantores de radio pueden desaparecer, los que están en la calle pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer”. La imagen de aquellos dinosaurios regresó en las pancartas de la Marea verde, en referencia a los senadores que en 2018 frenaron la ley del aborto por pocos votos. A muchos senadores y diputados se los llama dinosaurios porque son lo más rancio de la política argentina, representantes de los intereses de las oligarquías del interior del país, lobistas de las multinacionales y siempre en contra de los derechos de las mujeres y del pueblo pobre. Durante meses, en la prensa, en el púlpito o en las calles, los “celestes” –llamados así por el color de los pañuelos que usan los colectivos antiderechos– desplegaron todo tipo de argumentarios morales contra los derechos de las mujeres, detrás de la hipócrita idea de que estaban defendiendo la vida. “Si afirman esta ley Dios se va a enojar muchísimo con la nación argentina”, decía una militante “celeste” en las puertas del Congreso, del otro lado de la plaza.

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Un grupo de pibas en las vigilia. | Twitter

Pero no solo tenemos dinosaurios, también tenemos un papa argentino, que hasta última hora siguió presionando desde el Vaticano para que no se aprobase la ley. En un tuit lanzado pocas horas antes de la votación, Francisco comparaba al mismísimo Jesús con las “vidas descartadas” por los abortos. Como escribió el periodista argentino Daniel Satur, el mensaje del Papa era bastante hipócrita, dado que está al frente de una institución “que lleva siglos descartando personas sin culpa, a través de genocidios ejecutados por manos propias o acompañando el aniquilamiento de poblaciones o sectores de la sociedad por parte de gobiernos y dictaduras”. No debería extrañarnos, después de todo. A pesar de que muchos lo presenten como un papa progre, es el mismo que cuando se aprobó el matrimonio igualitario en Argentina aseguraba que era un “plan del demonio”. Para muestra, un botón.

La aprobación del derecho al aborto es sin dudas una derrota para el bloque conservador, pero la pelea no termina aquí. De hecho, en las últimas semanas lograron introducir una importante cláusula en la normativa: la objeción de conciencia, que permitirá que médicos y hospitales enteros se nieguen a realizar abortos. Un caballo de troya en la nueva legislación, una concesión para el bloque antiderechos.

De las pioneras a la Marea verde

En los altoparlantes que resuenan por toda la plaza mientras dura la sesión, se escucha varias veces el nombre de Dora Coledesky, fallecida a los 81 años en 2009. Activista feminista de izquierdas y abogada laboralista, se exilió durante la dictadura militar, pero cuando volvió retomó la lucha junto con un puñado de pioneras y en 1988 formaron la Comisión por el derecho al aborto. Muchas la recordamos hablando en la primera gran asamblea por el derecho al aborto, durante el XVIII Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario en el año 2003.

Andrea D’Atri, fundadora de la agrupación de mujeres Pan y Rosas, fue también una de las primeras en salir a exigir públicamente el derecho al aborto. En una fotografía se la ve junto a Dora Coledesky, la activista travesti Lohana Berkins y Norita Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo. Están paradas frente a las puertas del Congreso, después de haber presentado el primer proyecto de ley por el derecho al aborto elaborado colectivamente por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, en el año 2007.

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Un grupo de mujeres en la primera presentación del proyecto de ley. | Andrea D’Atri

“Sin pioneras, sin haber sido pocas alguna vez, hubiera sido imposible que hoy seamos tantas y que esta lucha culmine con la legalización, que puede evitar la muerte de 300 mujeres cada año como consecuencia de abortos clandestinos”, explica D’Atri. “Algo que ni los gobiernos del mismo signo político que Alberto Fernández, ni los gobiernos de la oposición quisieron garantizar durante estos 15 años”. Hace dos décadas la lucha por el aborto legal era “una lucha a contracorriente, pero esa lucha tomó cuerpo luego en el movimiento de mujeres, más rotundamente a partir del 2015 con el Ni una Menos, y creció exponencialmente en el 2018 con lo que denominamos la Marea verde, cuando más de un millón de personas rodeamos el Congreso para conseguir la media sanción en diputados”.

¿Estamos viviendo una jornada histórica?, le pregunto. “Nosotras creemos que sí, porque histórica es nuestra lucha. Si no fuera por la persistencia durante más de una década del movimiento de mujeres, organizado alrededor de la Campaña nacional por el derecho al aborto, que presentó proyectos de ley generados desde abajo, elaborados por el propio movimiento de mujeres, no hubiéramos llegado a este punto”, explica. “Nosotras consideramos que es muy importante que el Congreso vote este derecho, pero hay que dejar claro que nadie nos regala nada, que lo conseguimos con la lucha”. Aclara que el Gobierno de Alberto Fernández “presentó un proyecto diferente al de la campaña” que ahora incluye la objeción de conciencia para los médicos, algo contra lo que habrá que seguir luchando.

Alerta, alerta que caminan, mujeres feministas por América Latina

Según un estudio reciente de la Red de Periodistas Feministas de América Latina y el Caribe, coordinado por la revista Anfibia y LATFEM, en América Latina el 97% de las personas en edad reproductiva “viven en países en donde la ley de aborto es altamente restrictiva”.

En Chile, Colombia y Brasil, el aborto no punible solo está permitido bajo causales de violación, riesgo para la vida de la madre o inviabilidad del feto. Sin embargo, la mayoría de los abortos que se realizan no corresponden a estos supuestos, por lo que siguen siendo clandestinos más del 90%. En otros países, la legislación es más restrictiva. En Ecuador, por ejemplo, el aborto solo se permite en casos de violación a una mujer con discapacidad mental.

En Centroamérica la situación es más grave, ya que el aborto está totalmente prohibido, aun cuando esté en riesgo la vida de la mujer. Esto ocurre en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana. Honduras es un caso extremo, allí después del golpe militar de 2009 se prohibió hasta la píldora del día después. Se calcula que hay cerca de 30.000 embarazos de jóvenes y niñas cada año, muchos como producto de violaciones. Karen Rodríguez, de la Red de Hondureñas Migradas en Madrid lo explica: “La situación de los derechos reproductivos en Honduras es bastante preocupante, ya que el Gobierno ilegítimo de Juan Orlando Hernández es ultra conservador y ultra religioso. Cada vez que sale por TV va acompañado de un pastor evangelista y un sacerdote católico. Ambas iglesias que son mayoritarias en el país tienen mucho poder y lo que concierne al derecho al aborto es un debate imposible. Incluso los partidos de la oposición no se atreven a hablar abiertamente de esto.” Lo que está ocurriendo en Argentina le resulta esperanzador, pero sabe que no será fácil.

Más en general, en toda la región la objeción de conciencia bloquea la aplicación del derecho al aborto, incluso para los causales limitados, porque médicos y clínicas se niegan a realizarlos, dejando a pueblos, ciudades o regiones enteras sin instalaciones disponibles. Esto ocurre en Chile, donde más de 1.200 médicos se han declarado objetores de conciencia en los últimos años.

Joseffe Cáceres trabaja como auxiliar de limpieza en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación de Chile y vive en la Comuna de Puente Alto, una de las más pobres y pobladas del país. Como candidata a Convencional Constituyente por la izquierda anticapitalista (PTR) una de las propuestas que lleva es la legalización del aborto. “Somos las mujeres de los sectores populares quienes nos vemos más afectadas a exponer nuestra vida en abortos clandestinos. El aumento de embarazos no deseados se ha intensificado en este contexto de pandemia internacional. Hemos visto hospitales colapsados, con una crisis de salud de proporciones, que se busca además cargar en nuestros cuerpos. Faltan anticonceptivos y medicamentos de prevención para enfermedades de transmisión sexual, lo que muestra que la vida de las mujeres y cuerpos gestantes no importa en absoluto”.

Para ellas, protagonistas de la rebelión chilena, la lucha de las pibas de Argentina también ha sido una inspiración: “La marea verde del otro lado de la cordillera ha sido un ejemplo para nosotras, y a la vez nos ha mostrado con claridad quienes son nuestros enemigos. Porque acá en Chile no son muy diferentes: la Iglesia, los sectores más conservadores de la política y un gobierno de derecha que hipócritamente plantea la importancia de la familia cuando vemos a niños y niñas encerrados en cárceles de menores, a mujeres expuestas de manera permanente a la violencia estructural económica, emocional y física”.

Hoy se ha aprobado el derecho al aborto en Argentina, y este triunfo resuena en toda América Latina. Sabemos que la lucha no termina, porque nuestros derechos siempre serán cuestionados mientras las iglesias sigan siendo financiadas por los Estados, mientras subsista un sistema de violencia capitalista y patriarcal que amenaza con arrebatarnos a cada momento lo que conseguimos con la lucha. La lucha sigue, pero hoy nos tomamos un momento para celebrar con ganas. Nos lo merecemos, todas.

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