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El Supremo y Feijóo dicen ahora que nuestro feminismo es revolucionario

Viernes 9 de junio de 2023

CRISTINA FALLARÁS 8 JUNIO 2023 Público

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La ministra de Igualdad, Irene Montero, interviene durante un acto de campaña de Podemos-IU, en el paraninfo de la Magdalena, a 25 de mayo de 2023, en Santander, Cantabria (España). Juanma Serrano / Europa Press

Si una revolución resulta fácil es que no lo es. Si una revolución no consigue que el poder establecido, el político, el judicial, el económico, se revuelva en su poltrona como si tuviera una bicha bajo el culo, no merece tal nombre. Una revolución no genera consensos, ni siquiera apoyo de mayorías, no resulta cómoda a los cómodos, ni a los tibios y las tibias, ni a quienes tienen privilegios. ¿En qué momento se nos olvidó que las revoluciones no se aplauden, que se castigan?

Lo que el feminismo ha hecho a partir del #Metoo, y particularmente en la España de la Ley del Solo Sí es Sí y la Ley Trans, referentes internacionales, es revolucionario. Eso nosotras ya lo sabíamos. Todo el mundo lo sabe, porque todo ha cambiado y de eso no pueden dejar de darse cuenta, y les escuece, les pica, les duele, les pone en evidencia. Todo ha cambiado hasta el punto de que Dani Alves está en la cárcel porque una mujer desconocida le acusó de agresión sexual. Y pudo hacerlo porque en la discoteca donde ocurrió existen unos protocolos de atención a las víctimas de estos delitos. Y existen esos protocolos porque ya hemos superado la época de poner en duda a las denunciantes y, mucho más, aquella de sentirte obligada a mantener relaciones sexuales con un hombre que no te apetecía, sea por las razones que sea. Podemos decir "No" y esa negativa es ley, pero además podemos ni siquiera decirlo, y aun así se nos debe respeto.

Todo lo anterior, que parece ahora tan obvio, no lo era hace solo, pongamos, diez años. Desde luego, no estaba desarrollado, reglamentado y hecho ley hasta que llegó el actual ministerio de Igualdad. Y antes de eso, hasta que un movimiento llamado #MeToo puso en marcha la mayor revolución de los últimos tiempos. Como digo, una revolución de tal envergadura que ni siquiera nosotras somos del todo conscientes de hasta qué punto ha modificado la sociedad. Quizás ellos, los que ahora se proponen destruirlo todo minuciosamente, son más conscientes de nuestros logros que nosotras mismas. Suele ocurrir que aquel que pierde lo nota por adelantado.

Solo así se explica que a alguien le haya sorprendido la última decisión del Tribunal Supremo. Acabamos de saber que la cúspide del Poder Judicial avala la rebaja de penas derivada de la Ley del Sólo Sí es Sí. ¿Qué esperábamos? "Menos mal que no entraban en campaña ¿eh?", me escribe una jueza de las que conocen a fondo la Ley. Y sigue: "Si hasta suspenden juicios por corrupción del PP y del PSOE si hay elecciones... De todos modos, la inseguridad es máxima: el TS contradice su propia jurisprudencia, a la Junta de Fiscales de Sala que sostuvo por unanimidad lo contrario, a la Fiscalía General del Estado, a la mayoría de los tribunales y a lo que sostuvieron los y las expertas del Ministerio de Justicia durante la extensa tramitación de la Ley. Inseguridad jurídica nivel 10 cuando se trata de nuestros derechos. Barra libre".

Efectivamente, "barra libre", o sea, todo vale para combatir los avances conseguidos desde Igualdad. Por eso la ministra Irene Montero es retratada en los medios de comunicación como el demonio colorado, con las diablas de su equipo detrás. Por eso se revuelve la judicatura, pilar básico del patriarcado y fuente de toda injusticia contra las mujeres. Por eso el PP de Alberto Núñez Feijóo fulminará el ministerio de Igualdad en caso de ganar las elecciones, como están haciendo con las consejerías, y harán con todo lo que les quede a mano, que a nadie le quepa duda. Por eso, incluso los socialistas y algunos de la llamada "izquierda a la izquierda" se apartan de los avances feministas como de la peste. "Habéis ido demasiado lejos", dicen, como si los derechos humanos tuvieran límites para no molestar demasiado.

Lo único que vienen a confirmar el Supremo y el líder del PP es que el feminismo ha puesto en marcha una revolución. A buenas horas se enteran. Creen los incautos que la pararán con propaganda, voceros que ventilen bulos sobre violadores, eliminando ministerios, derogando leyes o bailando el charlestón. Hasta ellos mismos saben que no, que los pasos que ya ha dado la revolución feminista en los últimos años ya han modificado la sociedad, sus pilares. Ahora nos harán daño, pero insisto: ¿quién dijo que hacer una revolución fuera fácil, fuera suave?

Mando desde aquí las gracias al Poder Judicial y a todas las derechas, a los sectores de la izquierda que se alegran, incluso a quienes no lo admitirán en público. Vamos bien, compañeras, si los tenemos enfrente.

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