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"El Patronato de Protección a la Mujer controló la moral femenina a través de un sistema carcelario”

Martes 13 de junio de 2023

Marta García Carbonell Y María Palau Galdón 07/06/2023 Pikara

Carmen Guillén, doctora de Historia Contemporánea por la Universidad de Murcia, ha sido una de las pioneras en el ámbito académico en denunciar la represión misógina sobre miles de niñas y jóvenes del Patronato de Protección a la Mujer durante el Franquismo y la democracia.

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La doctora en Historia Contemporánea Carmen Guillén. | Foto: Cedida.

Entre las múltiples armas que el franquismo empuñó, con casi impecable efectividad, el miedo impuesto sobre la población fue sin duda su mejor creación. Como resultado, todavía hoy, en pleno siglo XXI, muchas de las víctimas de aquellos cuarenta años de nuestra reciente historia siguen sin ver reconocido ni reparado su dolor.

Carmen Guillén Lorente (Mazarrón, Murcia, 1988) es una de las escasas mujeres que se han atrevido a denunciar que hasta 1985, diez años después de la muerte del dictador, existió un organismo que encerró entre sus muros a miles de mujeres por transgredir la norma moral impuesta: el Patronato de Protección a la Mujer.

Esta institución, “una de las más longevas del régimen”, persiguió “redimir a la ‘mujer caída’ y cuidar a la que estaba ‘en peligro de caer’”. Sin embargo, explica la investigadora, bajo esta afirmación se escondió un afán desmedido por “controlar la moral femenina a través de un sistema abiertamente carcelario” que encerró a miles de jóvenes y niñas que “socialmente se consideraran desviadas”. Para alcanzar su objetivo, contó con el apoyo de diferentes congregaciones religiosas que “decidieron poner toda su infraestructura arquitectónica (hogares, casas y reformatorios), y también personal, al servicio de la institución”.

En 2018, Guillén publicó su tesis El Patronato de Protección a la Mujer: prostitución, moralidad e intervención estatal durante el franquismo y, desde entonces, su lucha por trascender la barrera académica y dar a conocer la realidad de este organismo, no ha cesado.

¿Cómo influyeron el Estado y la Iglesia en el control de la vida social y sexual de las mujeres durante el franquismo?

Durante la dictadura tiene lugar el más que conocido nacionalcatolicismo: esa imbricación entre Estado e Iglesia. La Iglesia, al menos durante buena parte del franquismo, tiene un peso importante que en el plano social y moral es más que evidente. En este sentido, el Patronato de Protección a la Mujer es uno de los mejores ejemplos de cómo esta conjunción entre Iglesia y Estado ejerce un importante control efectivo sobre los cuerpos y las conductas femeninas particularmente.

El Patronato de Protección a la Mujer buscaba reeducar y redimir a las jóvenes internadas para encorsetarlas en el modelo de buena mujer impuesto por la dictadura. ¿Cuál era este patrón de “mujer ideal”? ¿Qué mecanismos empleaba la institución para conseguir este propósito?

El modelo de mujer ideal que dibuja el franquismo no es nuevo ni inventado. No es original, viene de muy atrás. En ese sentido, la religión juega un papel fundamental dibujando un modelo de mujer que tiene que ser sumisa, abnegada, decente y cuyo único horizonte vital se entiende que es el hogar, la familia y la maternidad. Algunas autoras, como Sofía Rodríguez, ya utilizan el concepto de ‘parteras de la patria’ para explicar esa importancia cardinal que adquiere la maternidad como fin último de la mujer durante el periodo franquista.

Cualquier otro patrón divergente resultaba una amenaza para el propio régimen y tenía que ser redimido. Como mecanismo para reeducar, el Patronato de Protección a la Mujer ejerció esa función de control vital a través del encierro en sus centros, en estancias que, en principio, duraban entre seis meses y dos años, pero que podían prolongarse mucho más.

Hablas de una triple vertiente del control de la sexualidad femenina. ¿En qué consistía?

La sexualidad se convierte en la clave de la identidad de esa buena mujer. Tiene importancia a nivel individual, con la virginidad como punto determinante para identificar la pureza. A nivel familiar, como elemento de placer de su marido. La mujer se convierte en un objeto sexual, pero no en un sujeto sexual. Ellas son la fuente de placer de su marido, pero no se concibe que sientan deseo y mucho menos placer. A nivel nacional, ellas son las responsables no solamente de generar nuevos individuos a la patria, sino también de educar nuevos adeptos al sistema. Por eso, el control de su sexualidad y su moralidad resulta prioritario en el entramado franquista.

El Patronato se puede considerar una herramienta biopolítica de control social en la medida en que ejercía ese poder sobre la mitad de la población, sobre el colectivo femenino, en aras de adoctrinarlo en una forma de pensamiento acorde a los estrictos planteamientos del régimen.

El Patronato de Protección a la Mujer se creó, al menos sobre el papel, con el objetivo de controlar la prostitución clandestina. Sin embargo, los motivos por los que las muchachas eran internadas eran muy diversos. ¿Por qué se asoció el papel del Patronato con el control de la prostitución, cuando esta estaba permitida en los inicios de la dictadura? ¿Cuáles eran los motivos de internamiento de las jóvenes?

En los primeros años del franquismo, la prostitución se mantuvo en una especie de limbo al eliminarse el decreto abolicionista republicano. En principio, se podía ejercer la prostitución, pero para hacerlo de forma oficial estas mujeres debían estar sujetas a terceras personas, es decir, a proxenetas; debían hacerlo en locales situados en zonas específicas de la ciudad, y debían estar sometidas a controles policiales y sanitarios.

Ante estas condiciones y en un momento de carestía, hambre y orfandad en el contexto de posguerra, muchas mujeres, algunas menores de edad, se vieron obligadas a ejercer la prostitución de forma clandestina. Todas estas mujeres, que ejercían fuera de los límites marcados por el franquismo, fueron objeto de control para el Patronato.

De alguna manera, había una prostitución que se permitía y que incluso era beneficiosa para el régimen, porque para que hubiese una buena mujer debía existir una mala mujer. Para que la mujer llegase virgen al matrimonio, pero el hombre tuviese experiencia sexual, se necesitaba encajar esa figura de la prostituta.

El organismo había nacido con esa prioridad de redimir a la mujer caída, entendiéndola como prostituta. Pero, esta finalidad se desdibuja muy pronto y se amplían los objetivos a cualquier mujer que no cumple con ese ideal de buena mujer. De hecho, la mayor parte de las fichas de las internas incluyen una única palabra: ‘inmoralidad’. Es una cuestión muy subjetiva y en la que cabe cualquier falta de acatamiento al sistema moral de la época.

Sabemos que el Patronato internaba a mujeres lesbianas, sin embargo, esta es una de las causas de internamiento sobre las que se tiene menos información. ¿Qué has podido descubrir al respecto durante tu investigación?

Muy poca cosa. Hay que pensar que la homosexualidad femenina tenía muy escasa visibilidad durante el periodo de franquista, y durante muchas épocas de la historia. Si se entendía que la mujer no tenía ni instinto ni deseo ni placer sexual. Imagina una mujer que tuviese esas tres cosas y que, además, las resolviera con otra mujer. Era absolutamente impensable, no se consideraba siquiera posible que existiese este tipo de mujer con esta sexualidad tan fuera de los márgenes. Los pocos expedientes que hay de lesbianas se derivaban a centros psiquiátricos, porque se consideraba una patología, igual que la homosexualidad masculina.

Existían varios tipos de centros en la estructura del Patronato de Protección a la Mujer, ¿cuáles eran? ¿Qué características tenían?

En los primeros años, la mayor parte de los centros del Patronato estaba en Madrid. Pero, con el paso de la década, la institución fue perfeccionándose y desarrollando un aparato de control muy complejo en el que se distinguían diferentes tipos de centro. Fue un proceso paulatino que se prolongó durante los primeros cinco u ocho años de existencia del organismo y que supuso la aparición de nuevos centros fuera de la capital.

En primer lugar, cuando las mujeres eran detenidas eran llevadas a lo que se conoce como C.O.C., (Centro de Observación y Clasificación), donde se realizaban una serie de pruebas, tanto de tipo físico ginecológico como psicológicas para determinar cuál era su nivel de inmoralidad y evaluar a qué tipo de centro iban a ser derivadas.

Los centros de prevención eran los más laxos en el régimen de internamiento. Podían ser hogares-taller o casas de familia. En estos tipos de centros las mujeres tenían cierta autonomía y, en ocasiones, podían salir de la institución, aunque debían regresar por las noches para dormir.

La mayor parte de centros eran de reeducación, con un régimen de internamiento duro, como una cárcel. Las jóvenes entraban por inmoralidad y automáticamente su familia perdía la patria potestad. Solamente las religiosas que trabajaban en el centro, junto a las celadoras, podían tomar la decisión de que salieran.

A los centros maternales se derivaba a las mujeres embarazadas. Este tipo de centro es quizás el más conocido porque está conectado con toda la trama de bebés robados.

Es imposible comprender la larga vida del Patronato si no se habla del amplio consenso social o, como mínimo, de un silencio tácito de la población.

El Patronato impuso un sistema de control panóptico, en el que se involucraba no solamente la institución en sí misma, sino a toda la población en general. De hecho, la sociedad se convirtió en el mejor aliado del organismo. Gran parte de la población había asimilado el discurso acerca del comportamiento moral y estas mismas personas se convirtieron en inesperados pero muy eficaces confidentes.

Las mujeres podían entrar en los centros a petición de las celadoras, de las religiosas, de policías o, en algunas provincias, de agentes del Patronato. Pero buena parte de los expedientes son interpuestos por familiares: padres, tíos, primos, vecinos que se avergüenzan del comportamiento inmoral de una joven y la denuncian.

Era una institución completamente machista. Criticas que “no se consideró necesario crear un patronato de protección al hombre que vigilase su correcto comportamiento moral, ni tampoco existieron sanciones para los clientes de la prostitución”.

Dentro del entramado social franquista las destinatarias exclusivas de estas políticas moralizantes fueron las mujeres. Se entendía que ellas, o que nosotras, éramos el foco único de impureza. El eje vertebral de las disposiciones legales para paliar la indecencia fue enfocado a ellas.

Tiene que ver con los modelos de sexualidad asumidos para uno y otro género. Se entendía que el hombre poseía ese instinto, deseo y placer sexual, mientras que la mujer era todo lo contrario. Además, se intentó oficializar esta idea mediante la ciencia, la psiquiatría del régimen, principalmente de la mano de Vallejo-Nájera. Probablemente eso sea lo más grave.

Diversas investigadoras os referís al Patronato en términos carcelarios. ¿Por qué se da esta asociación? ¿Qué aspectos de las cárceles pueden identificarse en los reformatorios?

Podemos encontrar claras similitudes con un sistema penitenciario. Básicamente, esa pérdida de la patria potestad por parte de los padres y de la capacidad de decisión de las jóvenes para poder salir de los centros.

Además, una vez que la religiosa y la celadora decidían que las jóvenes podían salir de los centros, eran sometidas a vigilancia tutelar, que vendría a ser el equivalente a la libertad vigilada que conceden las prisiones. Es decir, un periodo en el que la joven era vigilada y visitada frecuentemente en su hogar por las celadoras para evaluar si, desde el punto de vista moral, su incorporación a la sociedad era adecuada o no. Pero, a diferencia del sistema penitenciario, donde normalmente hay un juicio de por medio –aunque en el franquismo a veces no lo había– las jóvenes entraban directamente en los centros y ni siquiera los padres tenían la potestad para sacarlas.

Esta institución aseguraba actuar sobre “mujeres caídas” o “en peligro de caer” para “impedir su explotación y apartarlas del vicio”. ¿Por qué el régimen gastó tantos recursos en el Patronato si estas jóvenes solo eran sospechosas de poder llegar a un “peligro moral”?

Esa es la pregunta que a mí me atormentaba durante el tiempo de investigación. ¿Por qué esta obsesión? Yo diría que, durante el franquismo, las mujeres no solo debían generar nuevos individuos a la patria, sino también nuevos adeptos al sistema. Ahí está la clave.

Al fin y al cabo, ellas no solo fueron objeto de represión, sino también vector de transmisión de esa represión que, paradójicamente, no las dejaba avanzar ni en lo social ni en lo político. Ellas eran las encargadas de cuidar, criar y educar a las siguientes generaciones en esa misma ideología en la que ellas habían sido criadas y educadas. Por eso, su adoctrinamiento resultó fundamental.

Afirmas que “tal vez todavía existan heridas provenientes de nuestro pasado más reciente, cuya cicatrización definitiva solo llegará con la investigación histórica”. Pero, en este sentido, destacas la dificultad para acceder a los archivos del Patronato de Protección a la Mujer. ¿A qué se debe esto: falta de políticas de archivo, destrucción de los documentos, etcétera?

Efectivamente, habéis nombrado las dos cuestiones claves: falta de políticas de archivos y destrucción de documentos. A nivel de archivos, aunque existen políticas que tratan de fomentar y facilitar la investigación histórica, también existen legislaciones que dificultan mucho ese proceso y que, paradójicamente, afectan más al periodo contemporáneo. Las leyes de protección de datos y secretos oficiales nos afectan particularmente a los investigadores e investigadoras del periodo franquista. Están ahí, de alguna forma, yugulando ese proceso. Y, de otro lado, la destrucción o desaparición de documentos es relativamente frecuente, al menos en el caso del Patronato. En varios archivos ha habido una inundación y se ha destruido, casualmente, toda la documentación del Patronato. Además, en muchos casos, la documentación es tan reciente que ni siquiera está clasificada para su consulta.

Una reivindicación de las víctimas que se atreven a denunciar las atrocidades que vivieron dentro del Patronato de Protección a la Mujer es que las órdenes religiosas femeninas pidan perdón públicamente. Sin embargo, en España, a diferencia de otros países, el Estado no ha dado ningún paso significativo para que se pueda producir esta reparación. ¿Crees que podría conseguirse?

Si se consigue será solo bajo la presión conjunta de víctimas y de la propia investigación histórica. Por eso es importante seguir trabajando en estas cuestiones, demandando más relatos de las internas, reclamando el acceso a los documentos de archivo y , por supuesto, dando a conocer esta institución y lo que sucedía en sus centros por todos los medios posibles. Es el único camino para conseguir lo que ha sucedido en otros países. Por ejemplo, en Irlanda, con las Lavanderías de la Magdalena o la maternidad de Tuam, se ha producido ese perdón público que en España está por llegar.

Para posibilitar que se pida perdón, primero deberíamos vencer la barrera del desconocimiento. En tu caso, aunque no has abandonado la investigación académica, has comenzado a realizar una labor divulgativa en los programas de televisión El condensador de fluzo y La aventura del saber. ¿Cómo podemos conseguir que la historia de las mujeres en general, y la realidad del Patronato de Protección a la Mujer en particular, ocupe nuevos espacios para llegar a más gente?

La divulgación es fundamental. A nivel académico, hace ya varias décadas que la perspectiva de género se está trabajando desde el punto de vista historiográfico. Pero, si desde la academia no tenemos la capacidad de transferir ese conocimiento a la sociedad, el cambio nunca va a llegar a ser efectivo y real. Yo tengo la suerte de poder trabajar en televisión, que probablemente sea el instrumento más mediático. Pero también son fundamentales las redes sociales como canal para llegar a los más jóvenes. Afortunadamente, cada vez más divulgadores y divulgadoras acercan la historia de las mujeres con perspectiva de género con un impacto enorme.

Obviamente, aunque todavía queda mucho por recorrer, estamos en buen camino. Se están dando pasos muy firmes y muy sólidos y cada vez se nota más la labor divulgativa en distintos medios para llegar a la sociedad.

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