Xarxa Feminista PV

El Momento

Sábado 27 de agosto de 2022

OTI CORONA 26/08/2022 Público

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Pixabay

Había escrito una estrofa inicial maravillosa, modestia aparte, sobre las luces que huyen por las ventanas de nuestros hogares y las parejas más o menos felices que habitan en ellos. Mi intención era introducir El Momento con mucho tacto para que los hombres de bien no se diesen por aludidos, pero sucede que la caverna patria anda desbocada este verano. Los machistas rebuznan a sus anchas por diarios y redes sociales, sin ningún remilgo a la hora de expresar sus delirios que, a grandes rasgos, se resumen en mandar a las mujeres de vuelta al siglo XII. Estoy tan harta que he decidido empotrar el tema a lo bestia y ya se lo toman ustedes como quieran. Voy a hablarles de El Momento. Sí, con mayúsculas.

El Momento es un instante en el tiempo, una ocasión, una sola, en la que una mujer se hace cargo de los asuntos del hombre con el que convive. Me explico. Imagínense un matrimonio que se levanta tarde un lunes cualquiera y él no tiene disponible la camisa planchada que necesita para ir a trabajar. Se pone nervioso, hoy llega a las tantas, va a perder el bus, su jefe querrá matarle y, en medio de la desesperación, mira de reojo a su novia. Detengan la imagen. Ahí, justo ahí, ha llegado El Momento. Como le planche la camisa, está perdida. Sin que ni ella misma sea capaz de explicarse cómo pudo suceder, acabará planchándole las camisas hasta que se divorcien o mueran. No me pregunten por qué pasa eso, pero pasa.

Así que, querida joven que guiada por el amor o quizás por la lujuria o quién sabe si por la avaricia te inicias en la vida en pareja: ten en cuenta que compartes tu día a día con un señor, no con un niño. No permitas que se aproveche de ti. Lee con atención los párrafos que siguen para que El Momento no te pille desprevenida.

Empieza por evitar las presiones externas. Prohíbe la entrada en tu casa a cualquiera que se acerque con intenciones de hacer aquello que tú te niegas a hacer. Su madre, su hermana o su prima son muy bienvenidas a tomar café y a charlar un rato, pero no pueden pasar a plancharle la dichosa camisa. Te llamarán mala, te llamarán bruja, te llamarán guarra. Respira hondo y resiste.

Hay hombres que, queriendo o sin querer, tienden trampas cuando inician la convivencia con una mujer. Responde con un gracioso "no lo sé" a las preguntas en segunda persona del singular sobre aquellos asuntos que os conciernen a ambos. Por ejemplo: "¿Dónde guardas los trapos?". No lo sabes. Los trapos los guardáis los dos.

Huye del varón obediente. Si te pregunta, al borde de las lágrimas, "¿Pero qué quieres, si hago todo lo que me pides?", cuéntale lo de la carga mental. Si decides elaborar una planificación de tareas para conseguir un reparto justo, recuerda que planificar es un trabajo pesado y aburrido y, como el resto de faenas, debe compartirse.

Ganar menos dinero no resta peso a tus opiniones, no reduce tu capacidad para decidir en temas comunes y no te quita derechos en el uso del tiempo ni del espacio en casa. El mejor sitio del sofá no tiene por qué ser para él. La habitación de sobra no tiene por qué convertirse en su despacho. Por otra parte, no es un capricho tuyo el dinero invertido en la compra de cortinas, sábanas, objetos de decoración, electrodomésticos y cualquier otra necesidad del hogar; además, las horas dedicadas a estos menesteres computan como tareas domésticas, no como tiempo de ocio.

No eres su agenda. No te corresponde a ti ocuparte de sus citas con el dentista ni de sus revisiones de próstata. Y hablando de salud, algún día te pondrás enferma. Lo primero: no pidas perdón, no has hecho nada malo. Lo segundo: salvo fuerza mayor –como un ataque nuclear o ir a la oficina–, él tendrá que atender las labores domésticas y cuidar de ti. Él. No una mujer aleatoria de su entorno.

En los eventos festivos que incluyan organización, ornamentos o regalos, que cada uno se ocupe de su familia. ¿El ramo de globos gigante para la fiesta sorpresa de su hermano? Él. ¿El peluche gigantesco para su sobrina nueva? Él. Si invitáis vosotros y él cocina el plato principal, no permitas que se lleve todos los aplausos. Súbete a la mesa y grita que tú has preparado los aperitivos, los postres y la ensalada. Visibiliza tu trabajo.

En definitiva, para esquivar El Momento ten siempre presente que si el adulto que se acuesta contigo todas las noches se cree con derecho a vivir un pelín mejor que tú, a disfrutar de más tiempo libre o a ocupar más espacio, no merece tu atención ni tu compañía.

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