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ENTREVISTA | Elisa Beni "La sociedad está encumbrando a muchos narcisistas perversos al poder"

Martes 23 de mayo de 2017

La periodista publica Pisa mi corazón, una novela negra donde se tejen las dinámicas de poder, la corrupción política y periodística y el mundo del BDSM

Mónica Zas Marcos 21/05/2017 - eldiario.es

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Elisa Beni publica ’Pisa mi corazón’, una novela negra sobre las dinámicas de poder

Enrique González-Weimar es un poderoso hombre de negocios español al que no le faltan amistades en el Gobierno ni un puesto reservado en la lista Forbes del país. Su pasatiempos favorito consiste en acudir a un piso franco en el barrio de Chamberí y mantener relaciones sexuales extremas.

En la intimidad de su santuario, Enrique abandona su actitud displicente con las mujeres y prefiere ser sometido por ellas. Pero, ¿cede realmente el poder a la dominante durante sus sesiones de masoquismo? ¿O solo es una inversión ficticia de roles, donde él las obliga a entrar en su espiral de exceso?

La periodista y escritora Elisa Beni establece esta vuelta de tuerca de las dinámicas de poder para diseñar una trama de asesinatos y corruptelas políticas en Pisa mi corazón (Editorial Almuzara). Una novela negra que toma el testigo de su anterior Peaje de libertad, en cuanto a la colaboración espuria entre los distintos poderes, y añade una dosis de transgresión pasando por el mundo del BDSM.

Ha contado que la idea de la novela surgió por su aversión a lo que representa 50 sombras de Grey.

Hicimos un gabinete cuando 50 sombras de Grey todavía no estaba traducida al español. Recuerdo que pensé que era Corín Tellado pasada por un tamiz de transgresión para venderle a las mujeres la historia de siempre. Qué fácil es hacer márketing presentando el juego de la sumisión femenina como revitalizador de la pareja.

Fue lo primero que me llamó la atención. Es curioso, porque parece que ellos se declaran más sumisos que ellas. Pensé en todas las veces que aflora una parafilia donde la mujer encuentra placer en la sumisión, pero no a la inversa. Ahí es donde empecé a investigar, a hablar con hombres que se reconocen sumisos y, a la vez, con dos psicoanalistas y un psiquiatra. Pero quiero dejar claro que 50 sombras de Grey es una bazofia y no tiene nada que ver con mi libro.

Dice en Pisa mi corazón que esta inversión de los términos tradicionales del poder no es tal. ¿Por qué el sumiso sigue teniendo el mando?

Cuando el hombre es el que busca la sumisión, al final no deja de ser una vuelta de tuerca de lo mismo. En el fondo, el que ocupa el rol de dominante ha de pactar con el sumiso qué es lo que desea. El sometido ostenta de nuevo el poder porque consigue que una mujer -la mayoría de las veces- entre en su espiral de transgresión y excesos. Parece que se invierten los términos de poder, pero al final nos damos cuenta de que no. Eso fue lo que de verdad me interesó tratar en la novela.

Así es Enrique, un financiero machista y adinerado que disfruta siendo sometido. ¿Cuál cree que es la relación entre los poderosos y las parafilias?

Cuando llega a determinados niveles de poder, el hombre tiende a pensar que puede tenerlo todo. Por eso transgrede para demostrarse a sí mismo que es poderoso. En el caso de Enrique retrato a este tipo de hombres que sobrepasan los límites tanto como quieren porque son quienes llevan los mandos.

No he conocido a ninguna mujer con grandes niveles de poder que haya necesitado transgredir para constatar su posición. Pero existen bastantes casos de hombres que sí lo hacen. Un ejemplo claro es Dominique Strauss Kahn. Entonces, el ciudadano se pregunta: ¿qué necesidad tiene Strauss Kahn, un tipo que lo tiene todo, de agredir a una camarera de piso en un hotel?

De hecho, no acostumbramos a leer la palabra "sumiso" en masculino. En cambio, su femenino se utiliza continuamente para definir a las mujeres.

Recuerda el famoso libro del Arzobispo de Granada Cásate y sé sumisa. Según el patriarcado, la sumisión es una actitud femenina. Molesta mucho cuando se aplica a los hombres, porque no es algo que case dentro de los roles establecidos. Así, estamos predispuestos a vender la sumisión si se aplica a la mujer, pero no al contrario -a pesar de que de facto hay más hombres sumisos en el sexo-.

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’Pisa mi corazón’, de Elisa Beni

Además, en la novela se unen determinados poderes fácticos para proteger el honor del banquero. ¿Cuánto hay de realidad en esta ficción?

La trama de Pisa mi corazón es totalmente imposible sin esa connivencia entre las clases económicas y las políticas. Sin esa corrupción policial y periodística. Resulta que aparece muerto un financiero, amigo del Ministro del Interior, y una brigada de policías intenta preservar los archivos comprometidos.

Ese submundo existe a través de relaciones ocultas que les permiten tener un tipo de vida que no es la del común de los mortales.

¿Pasaría eso si la víctima fuese una mujer?

Suele pasar entre hombres. Esto es porque los perversos narcisistas tienen un gran poder de seducción y determinadas cualidades personales por las que llegan a puestos muy altos en las organizaciones o en la política. Pero luego son perversos y como tal ejercen su poder.

Como sociedad, estamos encumbrando a narcisistas perversos a puestos desde los que contaminan con esa perversión. Personalidades que en muchos casos rozan lo psicopatológico. Y ojo con las consecuencias que puede tener esto para la democracia. Berlusconi, Trump, Dominique Strauss Kahn. Aquí en España, no voy a dar nombres, también hay gente muy importante que seduce a las masas y actúa de la misma forma que estos señores.

Por el contrario, a las mujeres que ostentan el poder se las tacha de dominatrix, como denunciaron algunas políticas en Micromachismos.

Existe todavía una fuerte presión social sobre una mujer que tiene poder o ambición personal. Por eso se la asocia con posturas de dominación. En los hombres se considera algo positivo y en la mujer se convierte en una tacha. Es la consecuencia social de un patriarcado blando que todavía existe, aunque nuestro país sea igualitario legalmente.

Lo que pretende es que la mujer elija lo que debe elegir. Entonces, cuando ella adopta actitudes que el patriarcado entiende que son más masculinas, tiende a ser presionada con descalificaciones. Será una dominatrix, una puta, una reprimida o estigmatizada con algún término sexual.

El año pasado, en la Semana Negra de Gijón hubo polémica por la ausencia de mujeres. ¿Está peor considerada la escritora de novela negra?

Decían que las mujeres escriben novelas enigma, no novela negra. Según ellos, debe ser que las mujeres matamos poco, matamos mal o sin la suficiente violencia. Con este último libro me han llegado a decir que escribo como un hombre, y me indigna. Las escritoras debemos ser niñas modosas también y, si te sales del rol establecido, sorprende o molesta.

El otro gran tabú de la escritura es el sexo. Cualquier novela con tintes sexuales se convierte en la siguiente 50 sombras de Grey. ¿Pesa ese prejuicio sobre su novela?

La actividad de escribir es una actividad intelectual en la que la presión sobre la mujer funciona igual que en otros campos. Una de las formas en las que el patriarcado se reproduce es a través de los productos culturales, de la información o de la literatura. Todo ese imaginario colectivo es el que mantiene la posibilidad de hacer que las mujeres elijan lo que el patriarcado quiere que elijan.

Si escribes sobre sadomasoquismo corres el riesgo de que la gente piense que te has metido personalmente en el mundillo. Que lo podrías haber hecho, pero es otra forma de presión sobre las mujeres.

No veo que a Pierre Lemaitre le pregunten si él o alguien que conoce asesinó a una mujer embarazada y crucificó al feto, como cuenta en una de sus novelas. Cuando un autor escribe, está ficcionando. Te documentas para crear un andamio en la estructura de la novela.

¿Qué espera de la promoción de Pisa mi corazón?

Todavía es pronto porque acaba de empezar, pero tengo curiosidad por saber si me aceptarán en talleres de lectura con esta novela. Con la anterior, Peaje de libertad, sí que los hice. Pisa mi corazón, al incluir tabús sociales como el BDSM (siglas que se refieren al sadomasoquismo), no sé si la querrán tanto [ríe].

Lo otro que noto es el prejuicio del tertuliano televisivo al que le ha dado por escribir. Es la etiqueta que más me pesa. Yo quería ser novelista antes que periodista, por eso es como una losa. También es culpa de la industria editorial de este país, supongo. Habrá que luchar contra todo.

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