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ENTREVISTA A LA AUTORA DE ’¿FOLLAMOS?’ Bel Olid: "Es absurdo que castiguemos a las personas trans por adaptarse al binarismo cuando socialmente es lo que se les exige"

Martes 10 de septiembre de 2019

La polifacética escritora y traductora, presidenta de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana (AELC), acaba de publicar ’Follem?’ (’¿Follamos?’) (Bridge, 2019), un manual imprescindible para repensar las relaciones sexuales y deconstruir el género.

Barcelona 08/09/2019 13:24 Actualizado: 08/09/2019 14:04

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Bel Olid, autora de ’Follem?’ (Bridge, 2019). CARME ESTEVE

Queralt Castillo Cerezuela @qc_*Cerezuela

En tan sólo una semana, Follem? )(¿Follamos?)se ha convertido en el tercer libro de no ficción más vendido en Catalunya, por detrás de Re-unim-nos (La Campana, 2019) de Carles Puigdemont y Ho tornarem a fer (Ara Llibres, 2019) de Jordi Cuixart. Con una clara pretensión pedagógica, Bel Olid (Mataró, 1977) habla sin rodeos del placer, de las posibilidades de experimentar, de consentimiento y entusiasmo. Explica la necesidad de superar el binarismo de género e imagina un mundo sin etiquetas en el cual nos podamos relacionar libremente dejando de lado estereotipos e ideas preconcebidas.

Dedica el libro a toda la gente que lucha para conseguir este mundo: "A nosotras, que transformamos en fiesta el campo de batalla", pero todavía se muestra reticente y pesimista. "Están cambiando las cosas, pero no a la velocidad que querría". Olid ha presentado Follem? en el marco de la Setmana del Llibre en Català.

¿Follamos?’ es un manual de sexualidades. Lo puede leer una persona de cincuenta años o un adolescente de dieciséis. ¿Lo concibió con una finalidad pedagógica?

Tengo dos hijos adolescentes y en los últimos años he pensado mucho en el tipo de educación sexual que yo recibí o que estoy recibiendo, puesto que no dejamos nunca de aprender. Me alarmé. Los mensajes que nos llegan sobre las sexualidades están mal enfocados, no nos dicen que el sexo puede ser una experiencia maravillosa de la cual se puede llegar a disfrutar mucho. No nos lo explican. Mi educación sexual fue: no te quedes embarazada y no cojas infecciones de transmisión sexual (ITS). Me habría gustado que me explicaran más cosas y que la información no hubiera estado sólo basada en unas supuestas relaciones heterosexuales. A mí, aquella información no me sirvió de demasiado. Todo el mundo entiende que se tiene que follar, pero no porque follar tenga valor en sí mismo, sino porque da cierto capital social. Si follas mucho o eres muy follable, eres más guay. Si eres una mujer, tienes que ser follable, si eres hombre, tienes que follar mucho. [Ríe] Sea como sea, follar te da capital social, eso sí, siempre visto como un bien de consumo y enfocado desde el miedo.

¿Un bien de consumo?

Se apuesta por un sexo muy poco humano. La gente recibe su educación sexual a través de la pornografía, páginas web especializadas y los mass media, donde podemos incluir canciones, imágenes, etcétera. Quería hacer una reflexión sobre qué significa para mí la sexualidad, porqué tengo relaciones sexuales, porqué tengo las relaciones sexuales que tengo y con quiénes las tengo y quería transmitir esto a mis hijos adolescentes y a la gente de su edad. El libro presenta una reflexión a dos niveles: por un lado, hay una pretensión educativa para la gente más joven; y por otro, quiere ser un texto destinado a gente más mayor que nunca se ha planteado sus relaciones sexuales.

En el libro habla de las sexualidades de consumo y escribe: "Contra la tiranía de las relaciones ’prêt-à-porter’, la revolución de los afectos elegidos". ¿Tiene que ver con cómo se relaciona la gente hoy en día a través de aplicaciones como Tinder, OkCupid y otros?

La gente se relaciona como antes; han cambiado las plataformas, pero las relaciones que se establecen son parecidas. Se nos vende que cuando hay sexo de una noche, la relación tiene que ser fría y utilitaria y no tiene por qué ser así: puede haber afecto, respeto y podemos intentar que el rato que pasamos con aquella persona sea muy agradable en todos los sentidos, no sólo desde el punto de vista sexual, sino desde el punto de vista humano. Para mí, estos afectos elegidos tienen sentido cuando dejamos de lado las expectativas sociales y lo qué se espera de nuestro comportamiento afectivo y sexual, cuando hacemos lo que nos apetece. Se nos vende que en las relaciones sexuales esporádicas no puede haber afecto, y no tendría que ser así. Me parece un planteamiento pobre. Los afectos elegidos implican escucharnos, olvidarnos de todos los mandatos que tenemos sobre la sexualidad y atrevernos a analizar qué queremos, que quieren las personas con quienes nos relacionamos y mirar si es compatible, porque a veces no lo es.

En el libro muestra diferentes posibilidades de relaciones sexuales, entre ellas el sexo a distancia, conocido como ’sexting’, una práctica, sin embargo, muy arriesgada para las mujeres. Hace unos meses una chica se suicidó cuando su expareja publicó imágenes íntimas de ella.

Aquí entran muchos factores en juego. Para empezar, tú tienes que saber a quién le envías el material y tener la certeza de que aquella persona es de confianza. Por otro lado, la otra persona tiene que saber que publicar el material íntimo constituye un delito. ¿Por qué tienen poder estas publicaciones? Tienen poder en el momento en que aparece una mujer: se las juzga por haber enviado el material, por tener deseo. Se dirá que son unas cerdas o unas promiscuas; esto es una cosa que a los hombres no les pasa. Se les juzga solo en el terreno moral si son personajes públicos o están casados. En este tipo de intercambios no sólo se trata de establecer relaciones de confianza, sino también de deshacerse de la vergüenza de tener deseo y ser seres sexuales. Enseñar partes del cuerpo o masturbarse son cosas que hace casi todo el mundo, no nos tendría que dar vergüenza. Es absurdo que esto te pueda destruir como persona. Lo que lleva a situaciones extremas de dolor y sufrimiento a las personas traicionadas es la presión social. Y esto les pasa normalmente a las mujeres. Es importante que dejemos de hacer slut shaming [culpabilizar las mujeres para tener deseo sexual].

Un caso emblemático de ’slut shaming’ fue el de Monica Lewinsky y Bill Clinton.

En este caso había una relación de poder en la cual Clinton era el jefe. Quién hizo las cosas mal fue él, pero el castigo social lo recibió ella.

También explica en libro dos movimientos nuevos que están tomando fuerza: el ’body positive’ y el ’body neutrality’.

El body positive dice que seas como seas, en tu cuerpo hay belleza, y para mí, esto no es verdad: hay personas con cuerpos muy poco convencionales a quienes puede costar mucho encontrar esta belleza, porque la belleza, al fin y al cabo, es una convención social y una expectativa de cómo tienen que ser las cosas. Además, ni siquiera los modelos de belleza son reales, puesto que siempre hay retoques. El modelo que se nos vende de belleza no existe. El body neutral dice: da igual cómo sea tu cuerpo, acéptalo y valóralo en otros parámetros. Saca la belleza del centro de nuestras preocupaciones y propone relativizar el valor que damos a la belleza en general. ¿Tú sabes cuánto pesaba Rosa Parks cuando se sentó al autobús? ¿O cuánto pesaba la Malala cuando empezó a escribir sobre los derechos de las niñas? No lo sabes porque no importa. Esto lo leí el otro día por las redes. La belleza entendida como encaje en un canon importa relativamente. En la mayoría de las actividades que hacemos en nuestra vida, la belleza carece de importancia. Es por eso por lo que nuestra felicidad no puede depender de este encaje. Nuestra felicidad tiene que depender de elementos más estables o estaremos condenados a ser infelices.

Sin embargo, la belleza continúa teniendo mucho peso en la sociedad.

La belleza tiene su importancia, sí, puesto que se nos valida constantemente a partir de nuestro aspecto físico y es normal que le demos una importancia, pero esto nos estorba, y cuanta menos importancia le demos, mejor. Nuestra felicidad no puede depender de nuestro aspecto físico.

Deconstruirse es la palabra de moda. Deconstruir la idea que tenemos del deseo, de las prácticas sexuales, deconstruir nuestros cuerpos, etcétera. ¿Están cambiando las cosas o es todo un espejismo? Esta frase del último capítulo del libro es demoledora: "Nos falta mucho para llegar a un mundo en que las sexualidades se puedan vivir libremente".

Las cosas están cambiando porque hay mucha gente señalando la opresión, pero la sociedad no está cambiando tan rápidamente como querríamos. Ahora me llegan muchos mensajes sobre la gordofobia o antirracistas que antes no me llegaban. Desde el feminismo se están construyendo unas redes que nos están haciendo reflexionar sobre el deseo y sobre el placer de manera que era impensable hace unos años. Antes estas reflexiones también se daban, pero no llegaban a tanta gente.

Imagino que está al corriente del boom comercial de cierto succionador de clítoris. Parece que hay hombres cis que todavía se muestran reticentes a que las mujeres dispongamos de estos juguetes, cada vez más populares.

Los hombres cis piensan que su pene es una varita magia que funciona para todo el mundo. Muchos de ellos no conocen que hay otras fuentes de placer en su cuerpo: si no las conocen, que las investiguen. Las personas que no tenemos pene ya hace tiempo que sabemos que hay otras fuentes de placer y que hay otras prácticas que no pasan por el coito, que finalmente, no es la manera más fácil de conseguir placer. La penetración vaginal está bien, pero a menudo se disfruta más cuando hay estimulación en otras partes del cuerpo, como los pezones o el clítoris. Además, cuando una persona tiene relaciones sexuales satisfactorias, aunque sea con un juguete, tiene más ganas de follar, y esto les beneficia a ellos. Cualquier cosa que mejore la vida sexual de una pareja o de uno de los miembros es positivo, siempre que haya respeto, confianza y comunicación. Con los juguetes gana todo el mundo.

En ’¿Follamos?’ pone en relación y enfrenta tres conceptos: el mandato de género, la identidad de género y la expresión de género.

El mandato hace referencia a lo que se supone que tenemos que hacer en función de nuestro género; la identidad hace referencia al sentimiento: ¿Qué soy yo? ¿Qué sé que soy? Esto, la gente mayor lo tiene muy claro, es más binaria. Los jóvenes de hoy en día no lo son tanto. La expresión de género hace referencia a cómo le explicamos al mundo qué somos. Si soy una mujer y me siento mujer, explicaré al mundo quién soy cumpliendo los mandatos de género. Si soy una mujer y la expresión de género no concuerda porque no cumplo los mandatos, puede ser que, depende como sea mi cuerpo, la gente se despiste. Cuando se conoce alguien a quien no se puede clasificar inmediatamente, la gente se siente incómoda. A mí me parece interesante no saberlo, conocer una persona sin estar sujeto al mandato de género. Me interesa establecer relaciones que no estén mediatizadas por las expectativas de género. Todo esto es importante, pero en realidad, a las personas no se las discrimina por lo que son, sino por lo que parecen.

El sistema binario de géneros provoca desigualdades. Dice: "Creo que no llegaré a vivir en el mundo que querría: un mundo en que el sexo biológico y el género sean socialmente irrelevantes y, por lo tanto, desaparezca la expresión de género (si no hay género, no hay que expresarlo) y la orientación sexual". ¿No han empezado a cambiar las cosas?

No está superado aún, pero la gente joven se relaciona de manera muy diferente con el género a cómo lo hemos hecho nosotros hasta ahora. Todavía son grupos minoritarios, pero en lugares como San Francisco, donde la comunidad LGBTIQ es fuerte y potente, hay estudios que concluyen que una parte de los adolescentes no se consideran ni chicos ni chicas. Las personas trans. de mi edad son mucho más binarias que las personas trans. más jóvenes. A los adolescentes trans. no les importa tanto el binarismo: ya no es tan importante ser inteligibles para los otros. Es un cambio fascinante.

En el libro explica cómo, a veces, se acusa a las personas trans. de fomentar las expresiones de género tradicionales y de reforzar los estereotipos de género.

Sí, a veces se les acusa de fomentar los estereotipos y el binarismo, pero ¿cuánta gente cis lo hace y no se les dice nada? No podemos acusar a las personas trans. de una cosa que las personas cis hacen todo el rato sin que nadie les llame la atención. De hecho, ocurre todo lo contrario: el sistema premia a las personas cis que lo hacen. Es absurdo que castiguemos a las personas trans. por adaptarse al binarismo cuando socialmente es lo que se les exige. La responsabilidad de cambiar el cistema, tal como lo escriben los jóvenes, la tenemos las personas cis.

¿Hay que tener etiquetas para todo?

Sería genial que, de aquí a un tiempo, las etiquetas no fueran necesarias, a pesar de que no sé si lo llegaré a ver. Me encanta pensar que llegará un momento en el cual las etiquetas no tengan ningún sentido. Las etiquetas discriminan, pero también sirven contra la discriminación. Yo por ejemplo me identifico como no heterosexual o lesbiana política. Si yo me adhiero a estas etiquetas, puedo luchar contra las discriminaciones. También sirven para identificar determinadas opresiones y para entender que las cosas existen. Cuando yo era adolescente pensaba que era la única persona en el mundo a quien gustaban chicos y chicas; no había oído hablar de la bisexualidad, mucho menos de la pansexualidad. Vi la película Henry and June (Philip Kaufman, 1990), sobre Anaïs Nin y Henry Miller, y me di cuenta de que no estaba sola en el mundo: había mucha gente a quien le pasaba el mismo que a mí. El hecho que haya etiquetas nos abre la posibilidad de ser.

Menciona, en el libro, e insiste, en un concepto curioso: la presunción de heterosexualidad.

Si a mí no me hubieran criado asumiendo mi heterosexualidad, yo no hubiera necesitado ninguna etiqueta, pero me criaron haciéndome creer que solo me podían gustar los hombres. Poco a poco me di cuenta de que la defectuosa no era yo, sino el sistema. Si destruimos las discriminaciones y la presunción de heterosexualidad, el machismo, el racismo y el resto de las opresiones, no nos harán falta las etiquetas.

También habla de la agresión profiláctica, un tema muy común del que se habla muy poco.

La agresión profiláctica se produce cuando una de las dos personas que están manteniendo una relación sexual rompe el pacto. Esto pasa cuando uno tío cis se saca el condón, cuando se espera, cuando te intenta convencer de que él controla. Hay mucha reticencia al condón y es una falta de respeto al otro y a uno mismo. El hecho de pactar el uso del condón y romper el pacto constituye una violación: si se rompe el pacto, se rompe el consentimiento. Esto les cuesta mucho de entender a determinados tíos cis.

Hablando de consentimiento, usted va algo más allá y lo liga necesariamente al entusiasmo.

El consentimiento es la condición fundamental para que no seas un violador, pero si además quieres ser persona, está muy bien buscar el entusiasmo.

Algunos hombres cis hacen mucha broma sobre la necesidad de pedir el consentimiento explícito.

Los hombres cis hacen mucho cachondeo del tema del consentimiento hasta que un tío les toca un culo en una discoteca, entonces ya no los parece tan descabellado el tema del consentimiento. Los tíos cis se lo toman a broma porque siempre se imaginan en la posición de fuerza, cuando no se imaginan en esta posición, ya no les hace tanta gracia.

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