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De una habitación a la calle en 48 horas

Sábado 30 de noviembre de 2019

Una mujer sin ingresos, víctima de agresión sexual y con cuatro hijos de 15, 13, 6 y 2 años se verá sin techo este domingo - La sobrina que les acoge en un dormitorio de su piso de alquiler en Burjassot necesita disponer del mismo ante la llegada de sus hijos

Mónica Ros 29.11.2019 Levante.emv

Cuenta las horas y se pone a temblar. No duerme. Apenas come. Tiene de tiempo hasta el domingo para conseguir un techo. Y lleva años buscándolo, sin éxito. El mercado libre nada ofrece a quien nada tiene. Con permiso de residencia pero no de trabajo, sin ingresos, víctima de agresión sexual en su primer empleo en València, migrante y con cuatro hijos a cargo (de 15, 13, 6 y 2 años) no hay techo para ella. Ni recursos. Ni vivienda social disponible. Ni alquiler que pueda pagar. Nada.

Su nombre empieza por K (sus iniciales son K. V.), tiene 32 años y una red familiar agotada. La familia ocupa una pequeña habitación en la casa de su sobrina, que ya no puede acogerlos por más tiempo. La vivienda es pequeña y en ella residen 10 personas. Dos hijos de su sobrina llegan a España y hace meses que las dos marcaron el 1 de diciembre como la fecha de salida de la vivienda. Porque no queda más remedio. No hay crítica alguna de la familia a la sobrina. «Nos ha ayudado en todo lo que ha podido. Ella acaba de perder el trabajo, solo están los ingresos del marido y necesita la habitación para sus hijos ¿qué le voy a decir? Bastante ha hecho por nosotros. No tengo nada que reprocharle, solo tengo palabras de agradecimiento porque sé que no le queda otra opción», explica la mujer cuyo nombre empieza por K. Y traga saliva para contar una historia que evidencia la vulnerabilidad máxima de quien es triple M: mujer, migrante y madre sola.

K. V. llegó hace tres años (noviembre de 2016) huyendo de la miseria y violencia de Honduras. Vino sola en busca de trabajo con el objetivo de reunir dinero y traer a sus tres hijos. Seis meses después, gracias a una trabajadora social de Foios la mujer consiguió un empleo. Debía ir los viernes a cuidar de una mujer que estaba impedida. El primer viernes que acudió a la casa, el marido de la mujer a la que debía cuidar le tocó el culo y le propuso sexo. Ella se negó y le comunicó a la trabajadora social su intención de no regresar a la casa. Pero necesitaba el dinero, así que volvió el siguiente viernes. Normalidad. El tercer día de trabajo, el hombre la amenazó con un cuchillo jamonero y la violó.

Así consta en la sentencia por la que su agresor fue condenado a 15 años de prisión y al pago de 6.000 euros por los daños morales causados. La mujer no ha visto ni un euro porque el agresor entró en prisión pero recurrió la sentencia. Lo que sí tuvo K. V. fue una depresión que nadie le trató. «Como mi agresor no era ni mi pareja ni mi expareja no estoy considerada víctima de violencia de género y me quedo fuera del circuito de ayudas», explica.

En 2018, su familia en Honduras le contó que la guerrilla había secuestrado a su hija mayor. Reunió dinero, cogió un avión, recuperó a su hija y se trajo a su prole con ella (a las dos adolescentes de 15 y 13 años y al pequeño de 6 años). «No me voy a volver a separar de mis hijos», asegura. El pequeño de la familia nació en València, fruto de una relación que no llegó a reconocer al pequeño.

Bajo el paraguas de la PAH

A K. V. se le acaba el tiempo. Desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Burjassot le ayudaron a poner en orden sus papeles y a enviar y reclamar alguna ayuda para esta familia sin recursos, en situación de extrema vulnerabilidad.

En junio de 2019 solicitó la Ayuda de Emergencia Municipal del Ayuntamiento de Burjassot. También ha pedido la Ayuda de Emergencia Habitacional de la Conselleria de Vivienda y un piso social en la Entitat Valenciana d’Habitatge (EVha) con fecha del 7 de mayo de 2019. «En esa petición solo figuran los dos niños pequeños ya que las mayores carecían de documentación y no se incluyeron», explican desde la PAH Burjassot.

Y así, con cuatro menores a su cargo, con permiso de residencia pero no de trabajo, sin ingresos ni recursos, la mujer cuyo nombre empieza por K. se encoge de hombros y mira al cielo. Ese mismo que se abrirá ante ella el domingo cuando se quede en la calle.

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