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’De princesa a esclava’ muestra la tragedia de la violencia machista contra las mujeres en Armenia

Martes 12 de mayo de 2015

La reportera Anahit Hayrapetyan se atreve a mostrar el drama de uno de los países con más casos de violencia machista y más tolerencia social hacia el maltrato.

La cuarta parte de las mujeres del país del Cáucaso sufre abusos y el 61 por ciento vive bajo un estricto control de movimientos y comportamientos.

La ONU ha llamado la atención sobre el aumento de muertes y malos tratos en un Estado que derogó en 2013 la ley específica sobre violencia machista.

JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ. 08.05.2015 20minutos

El reportaje comienza con una cita de la escritora y activista en defensa de las mujeres Heriknaz Galstyan tomada de la tradición: "Cuando una mujer armenia nace, es considerada una princesa, la princesa de la familia. Cuando se casa, se convierte en una criada", y acaba con otra: "Ninguna de las princesas había soñado con esto". El primer entrecomillado está ilustrado con la foto de una niña sonriente disfrazada de princesa de cuento para una función escolar. El segundo aparece al lado de la cama de una mujer asesinada por su marido.

Fotogalería Heriknaz Galstyan in her home 10 Fotos Violencia contra la mujer en Armenia

Princess to Slave (De princesa a esclava) es una crónica fotográfica de la trágica condición de ser mujer en Armenia, uno de los países con más casos de violencia machista y doméstica, con mayor tolerancia social hacia el maltrato y con menos mecanismos legales, sociales y económicos para ayudar a las víctimas. El reportaje es de la fotoperiodista armenia Anahit Hayrapetyan y acaba de ser editado en libro por FotoEvidence, una organización dedicada a la difusión de proyectos relacionados con las violaciones de la justicia y los derechos humanos.

Mientras cargaba un objeto pesado perdió al primer niño y a las pocas horas al segundo

La fotógrafa comenzó el trabajo —una recolección de situaciones en extremo crueles sucedidas en los últimos años y de los dramas subsiguientes— cuando una familiar a la que llevaba tiempo sin ver le contó que había "matado" a los dos bebés de los que estaba embarazada. "Pensé en un aborto, pero la realidad era mucho más cruel: su suegro la había obligado a trabajar duramente pese a que estaba en estado. Mientras cargaba un objeto pesado perdió al primer niño y a las pocas horas al segundo", explica Hayrapetyan.

La pena máxima por homicidio conyugal, 10 años

El caso coincidió con el de Zaruhi Petrosyan, la chica de 20 años a la que mataron a golpes su marido y la madre de éste en 2011. El proceso fue el primero que llamó la atención internacional sobre la situación de alto riesgo de las mujeres armenias y la notoria falta de protección legal que padecen: el asesino fue condenado a diez años de cárcel —la pena máxima en casos de homicidio conyugal de la esposa— y la suegra de la víctima fue declarada inocente pese a las pruebas de que había participado en los malos tratos.

La Policía y la Justicia carecen de credibilidad en delitos contra mujeres

Según datos oficiales de la policía, 766 casos de violencia doméstica se registraron en 2012 y 586 en 2013, pero las organizaciones no gubernamentales creen que las estadísticas están maquilladas y una cifra realista sería 2.000, dice en Silent Violence (Violencia silenciosa), el prólogo del libro, Lara Aharonyan, directora del Centro de Recursos sobre la Mujer de Armenia. Para esta activista, tanto las investigaciones policiales como la instrucción de procesos judiciales "carecen de credibilidad" en el país cuando se trata de crímenes sexuales o de maltratos contra las mujeres.

Necesidad de una ley específica

"Ni las víctimas ni sus familias confían, porque los agresores suelen salir libres de cargos o con condenas ínfimas", añade Aharonyan, que recuerda la derogación en 2013 de la ley de violencia doméstica aprobada seis años antes por entender el Gobierno que el nuevo Código Penal del país es suficiente para tutelar jurídica y legalmente a las mujeres maltratadas o asaltadas sexualmente. Para la experta, hay una "clara falta de voluntad política" para afrontar el problema, que ha llamado la atención de Naciones Unidas y de otros observatorios internacionales.

Una mujer es como una alfombra. Cuanto más la golpeas, más suave

La cuarta parte de las mujeres del país del Cáucaso sufren abusos y el 61 por ciento vive bajo un estricto control de movimientos y comportamientos que ejercen los maridos o los familiares de estos. Un viejo refrán armenio que gustan de citar las fotógrafas del colectivo mOTHER Armenia, al que pertenece Hayrapetyan, ahonda en la raíz de esta cosificación de las esposas como propiedad ajena: "Una mujer es como una alfombra. Cuanto más la golpeas, más suave".

Siete de cada diez, maltratadas

De acuerdo con datos del United Human Rights Council, siete de cada diez mujeres sufren maltratos a lo largo de su vida por los maridos o los familiares de estos. El salvaje comportamiento está justificado, según el 67 por ciento de los agresores, por supuestas infidelidades de las víctimas, mientras que la mitad se defiende aduciendo que las mujeres desatienden a los hijos.

Revelar lo que sucede en casa es un tabú, sobre todo en las zonas rurales

"Dada la gravedad de la situación y la escasa prioridad que la Policía y los jueves conceden a la solución del problema, las organizaciones en defensa de la mujer pensamos que es necesaria una ley específica sobre violencia doméstica que proteja realmente a las víctimas de la violencia machista", concluye Aharonyan, para quien también es necesario que se avance en la erradicación social de los tabúes que imperan en el país, donde la vida familiar, sobre todo en las empobrecidas zonas rurales, pertenece a una esfera privada que no se debe airear y las mujeres todavía no están, ni de lejos, integradas en el mundo laboral y educativo.

Falso suicidio

El reportaje Princess to Slave incluye el seguimiento de casos como el de Mariam Gevorgyan, que se atrevió a denunciar, en 2012, los malos tratos que le infligían su marido y la madre de este —el primero fue liberado de prisión por una amnistía después de menos de tres años en la cárcel y la segunda fue condenada a dos— y el de Maru Guloyan, muerta en 2012 a causa, según dictaminó un juez, de un suicidio —las protestas de la familia de la chica, conocedoras de las palizas que le daba el marido, obligaron a reabrir el proceso—.

Armenia, que desde 2011 negocia la integración en la UE, tiene 3.200.000 habitantes, la mitad de los cuales son mujeres. El país, donde la pobreza es endémica en algunas zonas, sufrió con especial intensidad la crisis económica, con un desplome del PIB que llegó a ser del 14,2% en 2009.

No existe una condena inequívoca de la violencia familiar Amnistía Internacional publicó en 2008 el informe No hay orgullo en el silencio: violencia doméstica y sexual contra las mujeres en Armenia, en el que calificaba como "generalizados" los ataques contra mujeres y concluía que "es difícil denunciar la violencia familiar porque ni está tipificada como delito en la legislación ni existe una condena inequívoca de esta práctica".

El país carece de una red de apoyo a las víctimas y sus familiares. No existen servicios públicos médicos o psicológicos y en toda Armenia solamente hay un albergue para acoger a las mujeres que denuncian malos tratos y están en grave peligro físico.

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