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De poner la vida en el centro al New Deal feminista: el salto de la teoría a la práctica

Domingo 17 de marzo de 2019

El reparto del tiempo de trabajo tanto remunerado como no remunerado se erige como clave para terminar con las discriminaciones por razón de género y para redistribuir las tareas de cuidados

Paloma Villanueva (La paradoja de Kaldor) 06-03-2019 CTXT

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Llevamos mucho tiempo oyendo hablar de la necesidad de reorientar las políticas públicas para “poner la vida en el centro”, pero todavía no queda claro para gran parte de la población qué es lo que hay detrás de esta idea. Dicho de otra forma, no parece quedar claro en qué se concreta este concepto y por qué es imperativo que sea el eje central de los programas económicos para las próximas elecciones.

En este artículo pretendo dar respuesta a estas dos preguntas desde una perspectiva económica. En primer lugar, exponiendo los principales motivos por los que es urgente atender a la situación de desigualdad en sus distintas dimensiones en la que nos encontramos las mujeres. Y, en segundo lugar, ofreciendo una serie de medidas centradas en el igualitario reparto del tiempo de trabajo como forma de romper los roles de género que contribuirían a que la sociedad avance hacia otra en la cual podamos presumir de la existencia de una igualdad real entre mujeres y hombres. Huelga decir que el abanico de medidas es bastante amplio y excede el ámbito de la regulación del tiempo de trabajo, pero para este artículo las acoto a las de mayor impacto.

Con el feminismo de la tercera ola, cuando surgen los enfoques de la economía feminista, los debates se centraron en el derecho al empleo de las mujeres, las desigualdades salariales, las políticas familiares y los nuevos modelos de familia. La idea de fondo era la reivindicación y visibilización de las tareas realizadas por mujeres en el seno de los hogares. Y, además, teorizar sobre los efectos de la incorporación en masa de la mujer en el mercado laboral con el mantenimiento de las desigualdades de género en numerosas esferas de la vida.

Si bien ha habido ciertos avances hacia una sociedad más igualitaria, los datos revelan que la discriminación por género en el mercado laboral persiste y que, por otra parte, el trabajo reproductivo sigue recayendo mayoritariamente sobre nosotras, a pesar de que gran parte de la población se declara concienciada con los valores del feminismo.

Vayamos con los datos. La brecha salarial por hora en España, de acuerdo a la última Encuesta Cuatrienal de Estructura Salarial de 2014, se encuentra en un 14%. En cambio, si nos fijamos en la brecha salarial global, esto es, teniendo en cuenta el salario bruto: la diferencia entre el salario de un hombre y de una mujer asciende al 24%. El incremento se debe a las disparidades en las jornadas, a la segregación horizontal y vertical por género (techo de cristal y feminización de ciertos sectores), y demás complementos salariales donde se encuentra gran parte de la desigualdad retributiva.

Sigamos por las diferencias en las jornadas. Según la EPA del cuarto trimestre de 2018 un 74,5% de las personas con jornada a tiempo parcial eran mujeres, de las cuales un 50,6% se encuentran en esta situación de forma involuntaria y un 15% por dedicarse al cuidado de niños o adultos enfermos, incapacitados o mayores. De hecho, el sector con el mayor nivel de parcialidad es el de servicios domésticos, con un 54% frente al 14,8% de media nacional.

El desigual reparto de las tareas de cuidados también se refleja en una mayor inactividad de las mujeres. Así, de acuerdo con la misma fuente, de la población inactiva descontando las personas que se encuentran jubiladas, el 64% del total son mujeres, de las que un 20% se encuentran en esa situación por dedicarse al cuidado de niños o adultos enfermos, incapacitados o mayores o bien por motivos familiares, que son 1,2 millones de mujeres en edad de trabajar. Si calculamos el porcentaje de hombres que se encuentra en la misma situación, la brecha es abrumadora, porque dicho porcentaje es del 2,8%.

Continuemos por la segregación vertical y horizontal. “Techo de cristal” se le llama al hecho contrastado de que las mujeres, a pesar de tener el mismo nivel educativo que los hombres y estar perfectamente capacitadas, ocupan menos puestos de responsabilidad. Desde la Economía de Género se ha defendido que la solución para terminar con las desigualdades era la lucha por la igualdad de oportunidades. Sin embargo, aunque de las personas con Estudios Superiores más de la mitad (51%) somos mujeres: el “techo de cristal” persiste tal y como vemos en el gráfico 1.

Una nota de Esenciales de la Fundación BBVA-Ivie (aquí) clasifica las ocupaciones por razón de género, aportando evidencia sobre la segregación horizontal. En ella se revela que la ocupación de trabajadores de cuidados de personas es la más feminizada. La nota apunta, además, a que la brecha salarial bruta por hora se amplía en las ocupaciones masculinizadas y en las feminizadas frente a las paritarias, llegando a ser un 43% mayor en las primeras y un 24% mayor en las segundas.

Por último, todas estas desigualdades en el reparto del trabajo visibilizado e invisibilizado tienen su reflejo en la calidad de vida de las personas una vez se retiran. Así, las pensiones de las mujeres se encuentran en niveles por debajo de las de los hombres. Los datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social lo confirman. En enero de 2019, la brecha de género en la pensión media de jubilación alcanzó un 35%, esto es 455€/mes menos que perciben las pensionistas; mientras que la brecha en la pensión por incapacidad permanente fue del 16% (160 €/mes menos).

Tras el anterior análisis, resulta evidente que el reparto del tiempo de trabajo tanto remunerado como no remunerado se erige como clave para terminar con las discriminaciones por razón de género y para redistribuir las tareas de cuidados que hasta ahora recaen sobre todo en las mujeres; muchas de ellas migrantes.

Por ello es indispensable pensar en un New Deal feminista que sea capaz de reorganizar tanto el sistema de cuidados, como el tiempo de trabajo1. Esto es “poner la vida en el centro”. Cuatro medidas esenciales son:

La reorganización del tiempo de trabajo. Con una reducción de la jornada laboral semanal y un control de horarios, se fomentaría un reparto más paritario del trabajo. Esto, por un lado, liberaría horas de trabajo remunerado a hombres que se encuentran sobreempleados, y aumentaría el número de horas trabajadas por las mujeres subempleadas (más datos en este artículo). No olvidemos, además, que la reducción de jornada contribuye a facilitar tanto la conciliación de la vida familiar como la individual, en aspectos tan importantes como el ocio, la cultura, el deporte, etc. Además, repercutiría muy positivamente en la productividad, y reduciría la huella ecológica2.

Los permisos parentales iguales, intransferibles y 100% retribuidos, aprobados por Real Decreto en vísperas del 8M, constituyen un paso fundamental hacia la igualdad real entre mujeres y hombres ya que implican directamente un reparto igualitario de los cuidados de las criaturas, superando los roles de género.

La universalización de la Educación infantil de 0 a 3 años, anunciada el pasado lunes por Podemos. De cara a favorecer a aquellas personas que desean formar una familia y no lo hacen porque se ven abocadas a abandonar el mercado laboral para ello, con la exclusión social que conlleva. La universalización de la Educación infantil de 0 a 3 años, asegurando tanto una educación de calidad con profesorado formado y empleo de calidad, resulta un pilar clave del New Deal feminista.

Sistema universal de calidad para la dependencia. Frente a los retos demográficos y a la invisibilización de estos cuidados y de quienes los realizan, es urgente la implementación de un sistema de público y suficiente de cuidados de larga duración a las personas dependientes, garantizando la autonomía funcional de estas personas sin que el peso recaiga en los cuidados informales. El coste de estas últimas dos medidas, unos 9.000 millones de euros, según estudios del Instituto de Estudios Fiscales, sería perfectamente asumible y se autofinanciaría parcialmente gracias a los retornos financieros.

Las medidas del New Deal feminista no sólo supondrían un avance hacia la igualdad de género, sino que también repercutirían positivamente en el nivel de empleo, tendrían efectos sobre la recaudación, y, en definitiva, en el conjunto de la economía.

El movimiento feminista y sus reivindicaciones han venido para quedarse y para transformar la sociedad. Es deber de las instituciones hacerse eco de ellas y hacer todo lo posible para implementarlas, y que así nos lleguen a todas. ¡Pongamos la vida en el centro!


Paloma Villanueva es investigadora del ICEI y miembro de La paradoja de Kaldor.

Notas:

1. En alusión al New Deal de Roosevelt, nombre que se dio al conjunto de medidas implementadas en EEUU para superar la Gran Depresión.

2. La huella ecológica mide el impacto ambiental generado por nivel de producción.

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