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"Cuando un gobierno dice que la ablación es una cuestión cultural, está abandonando a todas sus niñas"

Miércoles 12 de octubre de 2016

Yasmeen Hassan, directora de la ONG Equality Now, que ha logrado derogar varias leyes machistas en África y Asia, insiste en que Europa no está a salvo de la desigualdad: "La violencia de género o el ’cyberbullyng’ son fenómenos tan dañinos para las jóvenes como pueden serlo el matrimonio infantil o la ablación en otra parte del mundo"

ANNA FLOTATS Público 11-10-2016

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Jasmmen Hassan.

MADRID.- Cuando Yasmeen Hassan tenía cuatro años, los dos columpios del parque en el que jugaba en Pakistán eran territorio exclusivo de los niños del barrio. "Eran más fuertes que yo y no podía echarles, pero un día nos juntamos todas las niñas y logramos conquistarlos". Ocho años después, cuando su país islamizó la legislación y convirtió a las mujeres en ciudadanas de segunda, su madre se metió de lleno en los movimientos que reclamaban la igualdad de derechos. "Aprendí que ningunear a las mujeres era una fuente de inseguridad, de miedo y de conflicto". Por eso, esa niña que ahora es directora ejecutiva de la ONG Equality Now y doctora en derecho por la Universidad de Harvard, dedica todo su tiempo a luchar para que las leyes traten a los hombres igual que a las mujeres.

Cerca del 30% de los países del mundo tiene legislaciones sexistas. ¿En qué consisten estas leyes?

Hay cuatro tipos de leyes que fomentan la desigualdad. La primera tiene que ver con los derechos al matrimonio. Muchas legislaciones otorgan a los hombres un mayor derecho en el matrimonio, de manera que se convierten en guardianes de sus mujeres y ellas necesitan su permiso para todo. Hay leyes que reflejan que las mujeres deben obedecer a sus maridos y otras que no reconocen su derecho al divorcio ni a la custodia de sus hijos.

El segundo grupo tiene que ver con el estatus personal, es decir, leyes que no permiten a las mujeres viajar, conseguir un pasaporte sin el permiso del marido, pasar su nacionalidad a los hijos o testificar en un juicio. En muchos países musulmanes, el testimonio de dos mujeres equivale al de un único hombre.

El tercer grupo está formado por legislaciones sobre el estatus económico, como las leyes que impiden a las mujeres entrar en el ejército, pedir un crédito al banco o ser propietarias de un negocio. En este apartado están también las leyes que no las permiten acceder a ciertos tipos de trabajos. En Rusia, por ejemplo, hay 452 empleos que, por ley, las mujeres no pueden realizar. También hay leyes que restringen la jornada laboral de las trabajadoras. En los últimos 15 años, sólo Francia ha cambiado la ley para que las mujeres puedan trabajar pasadas las seis de la tarde.

Finalmente, están las leyes que perpetúan la violencia de género, por ejemplo, las que permiten a los maridos dar palizas a sus mujeres, como sucede en Nigeria, las que no castigan un asesinato por violencia machista o las que permiten la violación dentro del matrimonio.

¿Cómo presiona Equality Now —que actúa en 26 países y tiene alianzas en otros 30— a los gobiernos que legislan vulnerando los derechos de las mujeres? ¿Qué han logrado hasta ahora?

Trabajamos con organizaciones de la sociedad civil, con abogados y en el ámbito de las Naciones Unidas. Más de la mitad de leyes que hemos identificado como discriminatorias han sido derogadas con éxito gracias a todos estos niveles de trabajo. Precisamente, la semana pasada logramos cambiar la ley sobre crímenes de honor en Pakistán. Antes, los crímenes de honor eran contrarios a la ley, pero la familia de la víctima podía perdonar al asesino. El cambio que hemos logrado es que no puede haber perdón, ahora los asesinos van a ser procesados y castigados con penas de al menos 15 años de cárcel. También en Pakistán, estuvimos trabajando en el caso de una niña violada por su padre, a la que no creyeron ni policías ni fiscales. Logramos que se procesara al fiscal y que la menor pudiera declarar sin ver a su agresor. Finalmente, el padre fue condenado a muerte y usamos ese caso para presionar al Gobierno y conseguir un cambio legislativo para que la violación esté castigada con penas mayores y para que los casos de menores sean tratados en los juzgados en menos de tres meses. A menudo, un caso concreto —que llega más a la ciudadanía que las noticias de estadísticas— sienta jurisprudencia y beneficia a millones de niñas.

La mutilación genital femenina, que han sufrido ya 140 millones de mujeres en el mundo, es uno de sus campos de batalla. ¿Cómo se ataca un problema tan arraigado en la cultura?

La cultura no es estática, va cambiando a lo largo del tiempo y las leyes son muy importantes para cambiar las culturas. Si tu gobierno castiga la mutilación genital femenina (MGF), la cultura acaba cambiando. En Burkina Faso, por ejemplo, el Gobierno se tomó un interés especial en acabar con la ablación, legisló para castigarla y la prevalencia bajó. Estamos trabajando en muchos países de África, América y Europa para que los gobiernos prohíban esta práctica, hagan que se cumplan las leyes y trabajen con las comunidades para lograr cambios sociales. Pero es responsabilidad de los gobiernos, no podemos dejar este tema en el limbo de lo cultural.

Hace dos semanas, en Egipto murieron dos niñas por ablación. A pesar de que la MGF está prohibida en este país, los médicos siguen practicándola. Nosotros solicitamos al Gobierno que procesara a esos facultativos y que les retiraran el permiso para ejercer. Como resultado de este trabajo, el gobierno de Egipto ha cambiado la ley de manera que ahora la MGF se ha convertido en un delito en lugar de una falta y las penas han aumentado hasta un mínimo de siete años de cárcel. Los gobiernos son directamente responsables de la seguridad de los ciudadanos. Cuando un gobierno dice que la ablación es una cuestión cultural, está abandonando a todas sus niñas y, por lo tanto, es responsable de sus heridas y de su sufrimiento.

En la raíz de la vulneración de estos derechos está la desigualdad entre hombres y mujeres. ¿Tener leyes más justas garantiza el cambio de mentalidad de la sociedad? En España, por ejemplo, hay una ley integral contra la violencia machista pero la educación va más lenta...

La acción legal es el primer paso. Comenzamos con leyes porque lo primero es que los gobiernos traten a hombres y mujeres de manera igualitaria. Cuando hay igualdad en la legislación, nuestro trabajo simplemente acaba de empezar. Luego hay que trabajar con la sociedad civil, con los medios de comunicación, con grupos dentro de las comunidades, con productores de cine y con educadores para conseguir que estos cambios legales lleguen a las mentalidades y corazones de la gente. Lo importante de tener una ley es que no hay que esperar a que la gente cambie de mentalidad para conseguir una igualdad jurídica, pero no podemos pensar que la legislación es el último paso porque siempre surgirán nuevas formas de infringir las normas.

Una de cada cinco niñas en el mundo sufre abusos antes de cumplir 15 años. Hasta ahora nos hemos referido, sobre todo, a África y Asia, pero ¿cuál es la situación de las niñas en Europa?

Todas las culturas tienen problemas relacionados con las mujeres. En Occidente, es preocupante la hipersexualidad de las niñas, el aumento de la pornografía, del cyberbullyng... Estas cosas son tan dañinas para las jóvenes como puede serlo el matrimonio infantil en otra parte del mundo. Cuando entran en la adolescencia, las mujeres son especialmente vulnerables porque se están formando intelectualmente y lo que vivan y aprendan tendrá consecuencias a lo largo de sus vidas.

A pesar de las leyes y las políticas públicas, la televisión y el cine siguen perpetuando ideas machistas. ¿Cómo se combate eso?

Efectivamente, las series, las películas y los programas de televisión influyen en las niñas y determinan, en parte, cómo van a vivir sus vidas. Por eso es tan importante trabajar con los medios de comunicación y con los productores para que shows exitosos lancen mensajes adecuados. En los años noventa, un miembro del consejo asesor de Equality Now participó en el lanzamiento de Buffy Cazavampiros, en la que una niña pequeña, rubia y aparentemente poco inteligente es la persona más poderosa. Las niñas de Pakistán que han crecido con Buffy son contrarias al matrimonio infantil y están muy concienciadas en ese sentido.

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