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¿Cómo construir el feminismo del 99%?

Martes 13 de noviembre de 2018

El principal reto al que nos enfrentamos es el de construir un movimiento inclusivo, plural y transversal

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Imagen del Encuentro de Feministas Diversas en Montevideo, octubre de 2017. Natalia Vera (Flickr)

Nuria Alabao 08-11-2018 CTXT

El feminismo es hegemónico. Esa frase se repite mucho desde que Rajoy luciese su propio lazo morado el pasado 8M, pero también cuando vemos reproducidos lemas y discursos en todo tipo de expresiones de la industria cultural o en los medios de comunicación. Eso lo convierte en un campo de disputa con multitud de expresiones y apropiaciones de actores muy diferentes. Pero, ¿tiene el feminismo un contenido propio? ¿Es de izquierdas o de derechas? ¿Es un proyecto para las “mujeres” o de transformación de lo existente?

Cuando Ciudadanos decidió desmarcarse de la huelga feminista del 8M –recordemos el “somos feministas, no comunistas” de su diputada Patricia Reyes– había gente que decía: “ojo, no os alegréis porque así la jornada pierde transversalidad” o “el feminismo no debería quedar encasillado como de izquierda”. Este uso del concepto de transversalidades casi opuesto al que propugna Nancy Fraser cuando habla del “feminismo del 99%”. Ella, haciendo una lectura del contexto particular de EEUU, dice que el feminismo hegemónico allí es fundamentalmente liberal, representado por figuras como Hilary Clinton –aquí lo sería por Ana Botín–. Es decir, un feminismo corporativo, meritocrático e individualista, que no tiene un discurso transformador sino que responde a la agenda de un determinado grupo de mujeres que han convertido la potencia impugnadora del feminismo en “políticas del reconocimiento” –antes que de carácter redistributivo–. Un feminismo más preocupado por romper el techo de cristal o por las cuotas en lugares de poder como los consejos de administración que por la situación de las trabajadoras negras, por ejemplo. Transversal para Fraser significa un feminismo cruzado con temas de clase, raza y otros ejes de opresión –una vuelta a la “clase” aunque sea concebida como algo plural–.

En la organización del 8M, por ejemplo, estaban contenidas demandas e impulsos que van más allá del feminismo liberal de Ciudadanos. Si en las plataformas que dieron forma a la huelga feminista estaban las trabajadoras domésticas pidiendo equiparación de derechos laborales –esas sobre cuyas espaldas se construyen muchas carreras profesionales femeninas–; si la lucha contra la precariedad laboral se convirtió en una demanda muy presente, ¿qué contenidos, qué impulso se puede leer en la convocatoria, más allá incluso de manifiestos o propuestas concretas? ¿Y cuáles pueden leerse en la huelga de cuidados cuando se pone en el centro las cuestiones de reproducción social? Si decimos que el conflicto hoy es el conflicto capital-vida; es decir, cómo el neoliberalismo mercantiliza cada vez más aspectos de la existencia, al tiempo que amenaza las posibilidades de vivir en condiciones, es inevitable darle forma a una impugnación de mayor calado.

Transversalidad es sumar lucha

Frente a la interpretación de que para ser transversales hay que rebajar programas y expectativas, decía la feminista argentina Verónica Gago en una charla reciente que para ampliar la base del movimiento no hay que rebajar nuestras propuestas, sino incluir más luchas. Se tiene más poder social en la medida que se logra integrar las expresiones de los distintos movimientos. Eso convierte nuestras propuestas en más ambiciosas, en más transformadoras. La potencia del feminismo por tanto, se medirá respecto de su capacidad de ligarse a la conflictividad social. De ello dependerán en buena parte los logros que consigamos alcanzar. Las conquistas no vendrán de situar a más mujeres en puestos de poder, ni en conseguir más ministras, sino de cuestionar las raíces de ese mismo poder. Los derechos, como continuamente nos enseña la historia, son conquistas que se tienen que arrancar, nunca son concesiones. Las mujeres, que en occidente tardamos más de un siglo en ser consideradas ciudadanas de pleno derecho, lo sabemos bien.

Es cierto que incluso dentro del movimiento organizado hay proyectos dispares, comprensiones distintas de lo que significa emancipación. Pero más allá de los debates pendientes que nos permitan alcanzar algunos consensos, la disputa por el significado del feminismo no se jugará solo en lo que seamos capaces de imaginar, verbalizar o convertir en argumentario televisivo sino también en lo más difícil: en cómo se articula socialmente, cómo se compone en los distintos planos –mediático, organizativo, institucional o de contrapoder social–; en cómo permea la sociedad y la penetra, en cómo moviliza en la calle y en los espacios laborales o de encuentro.

Ahora, por tanto, el principal reto al que nos enfrentamos es el de construir un movimiento inclusivo, plural y transversal. Hoy el feminismo no puede pensarse desde la construcción de un sujeto político único y contenido en el concepto “mujer” entendido como identidad cerrada que se opone a la de “hombre”. El “nosotrxs” estará por fuerza sujeto a condiciones específicas de exclusión –de género, raza, etnia, origen, orientación sexual, identidad de género…–. Como dice Emmanuel Rodríguez, “si la unificación de la clase requiere principalmente de la federación de diferentes en tanto iguales. La clase no será homogénea: estará hecha de multitud de fragmentos.” En Argentina, por ejemplo, las transexuales participaban activamente en la lucha por el aborto.

Ese reconocimiento de las diferencias sin embargo no debe constituir una barrera para construir objetivos materiales de carácter universal aunque sean trazados en común. Aquellos que van destinados a la redistribución de renta y poder y que se pueden concretar por ejemplo en la lucha contra la división sexual del trabajo y que puede servir de puente entre muchas de estas reivindicaciones. De ahí la importancia de la huelga feminista, al tiempo que somos capaces de sumarnos como feministas a las luchas laborales o por derechos: las de las migrantes, las pensionistas, las trabajadoras de Berska, las temporeras de la fresa en Huelva… Desde esa pluralidad nos quedará el reto de componernos en un movimiento mayor.


Nuria Alabao es antropóloga y coordinadora de Feminismos en CTXT.

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