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Cohousing senior, el sueño de la vejez dorada hecho realidad

Viernes 4 de marzo de 2022

Angeles Rodenas 02/03/2022En Pikara

Cuando en 1998 un grupo de jubiladas británicas hablaban de su idea de envejecer en una comunidad de viviendas para mujeres que las permitiría prolongar su autonomía, se encontraron con una actitud paternalista, machista e incrédula. Hace cinco años la pionera superviviente de aquella lucha, Shirley Meredeen, se mudaba a la casa de sus sueños, hoy referente de un modelo social con gran futuro.

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La nonagenaria Shirley Meredeen en la cocina de su casa en New Ground. / Foto: Angeles Rodenas

“Soy obstinada, como la mayoría de las mujeres que viven aquí. A veces puede crear problemas pero de no ser así no habríamos conseguido nuestro propósito”, asegura Shirley Meredeen. Se refiere a New Ground, el modelo de cohousing para mujeres mayores ubicado en el norte de Londres. Una comunidad de 25 viviendas levantadas en torno a unos espacios comunes y autogestionada por las residentes, mujeres de 55 años en adelante, comprometidas con los principios de ayuda mutua, participación activa e inclusión social.

A sus 91 años, Meredeen es la única fundadora superviviente de la organización Older Women Cohousing (OWCH) de la que surgió este proyecto de viviendas pionero y, a punto de celebrar su quinto aniversario, todavía único en Reino Unido. Sentada frente a una taza de café en el luminoso salón de su casa, la nonagenaria se sabe afortunada de vivir con autonomía en una comunidad de mujeres interdependientes. “Vivir aquí mantiene mi cerebro en funcionamiento. Todas somos muy activas y además hay muchas cosas que hacer… lo cual nos beneficia mental, social y físicamente”, dice sin dudarlo. Divididas en 28 grupos de trabajo según sus intereses y conocimientos, las decisiones se toman siempre de forma colectiva mensualmente. Detrás de esta convivencia armónica hay muchas horas de conversaciones y talleres de igualdad, cohesión grupal o resolución de conflictos para levantar los cimientos de una comunidad solidaria y estable, lo que se conoce como comunidad intencional, presente en todo modelo colaborativo.

Para Meredeen ha superado todas las expectativas. Al poco tiempo de empezar a vivir en New Ground tuvo que ser hospitalizada repentinamente. Al volver a casa, sus vecinas no solo habían limpiado las huellas de la hemorragia que desencadenó el ingreso sino que se turnaron cada día para cocinarle un plato de comida caliente. Aquella fue una situación extraordinaria pero en el día a día se suelen dar acompañamientos a citas, recogida de recetas médicas o compras locales.

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Jardín común al que dan la mayoría de los balcones de las casas. / Foto: Angeles Rodenas

Cooperación y mente abierta

Meredeen pertenece a los departamentos de comunicación, admisiones y, aunque no tienen coche, al de aparcamiento porque, en su momento, consideraron pertinente incluir la opinión de una peatona en este grupo. También solía participar en el de jardinería, pero sus piernas ya no se lo permiten. “Puedo hacer otras cosas”, añade inmediatamente apelando al espíritu de colaboración que impregna cada metro cuadrado de este recinto. “La cooperación es esencial. Hay que estar dispuesta a trabajar y tener la mente abierta a nuevas ideas”, apunta. Un compromiso que, reconoce, no todo el mundo está dispuesto a asumir y que ha ocasionado algunas bajas en la organización, no entre las residentes.

Mudarse a la casa en la que había soñado envejecer le costó 18 años de lucha y perseverancia. En 1998, ya jubilada y separada, acudió a una charla sobre el modelo de cohousing holandés organizada por María Brenton, entonces investigadora universitaria especializada en el tema y hoy embajadora del movimiento británico de cohousing. “En los Países Bajos, el Gobierno decidió invertir en el envejecimiento social, ayudó a promover estos grupos para gente mayor porque entendieron que las personas serían más felices teniendo mayor autonomía y al mantenerse más activas y saludables reducirían la demanda de servicios sociales y de salud”, explica Brenton por teléfono. Nadie había oído hablar de cohousing en Reino Unido a pesar de que la idea no era nueva. Había surgido en Dinamarca en los años 60 y pronto se extendió a Suecia, Holanda -donde actualmente hay unos 300 ejemplos de cohousing senior-, y a Estados Unidos en los años 90. En España hay alrededor de 150 proyectos en total.

Al finalizar la presentación, Meredeen y su amiga Madeleine Levius, fallecida en 2005, decidieron fundar una organización con el fin de replicar ese modelo colaborativo. Con una diferencia: su proyecto sería solo para mujeres. “Los hombres de 80 y 90 años tienen actitudes muy recalcitrantes, no pasaron por la ola feminista. Las mujeres no querían acabar cediendo al antojo de los hombres o aguantar a quienes piensan que la toma de decisiones solo les concierne a ellos”, justifica Brenton, quien se unió a OWCH desde el principio y, como no residente, tuvo un papel muy destacado en la consecución del proyecto. Así pues, las mujeres se pusieron en marcha movidas por el empeño de envejecer sin ser una carga para las familias y sin resignarse a aceptar las, a sus ojos, “poco atractivas” opciones que oteaban en el horizonte de la vejez: residencia de personas ancianas o alojamiento supervisado (sheltered accommodation).

¿Quién va a cambiar las bombillas?

Comenzó así un largo peregrinaje para encontrar terreno –por lo general en manos de las grandes promotoras- y financiación, porque ocho de las 25 viviendas no son propiedad de las residentes sino que son de alquiler social. Este detalle era un requisito innegociable del proyecto que dificultaba las ya de por sí complicadas conversaciones con ayuntamientos, promotoras y organizaciones de vivienda sin ánimo de lucro. Con la frustración todavía perceptible en su voz, Brenton afirma que las autoridades municipales “permanecían sordas a nuestras explicaciones”, entendían el modelo de cuidado informal entre mayores como una carga en lugar de un alivio para sus limitados recursos económicos. Cientos de mujeres pasaron por OWCH en esos años, interesadas inicialmente pero superadas por la magnitud de la tarea. Solo Meredeen mantuvo el compromiso hasta verlo realizado y recuerda la actitud machista con la que eran recibidas en las reuniones oficiales: “Las mujeres no pueden operar un espacio… ¿Quién va a cambiar las bombillas?”.

Melissa Fernández Arrigoitia, profesora de Sociología de la Universidad de Lancaster y experta en modelos de vivienda colaborativa, considera que “lo radical de New Ground es que un grupo de mujeres mayores a lo largo de 18 años, en un contexto social, político, económico plagado de obstáculos, toman decisiones sobre su propio futuro y proponen un modelo para envejecer juntas, tomando las riendas de su propia vivienda y cambiando el modelo de cuidados existente”.

En 2010, la promotora Hanover compró el terreno en el barrio de High Barnet y les dejó elegir el estudio de arquitectura con el que diseñar la comunidad de viviendas. “Los arquitectos de Pollard Thomas Edward nos dijeron: ‘Nosotros sujetamos el lápiz pero queremos escuchar vuestras ideas’”, comenta Brenton tremendamente agradecida. Juntos diseñaron las viviendas de una, dos y tres habitaciones, además de la cocina comunitaria, la sala multiusos, la habitación de invitados, la lavandería, el jardín, el huerto y el aparcamiento con terminal para recargar coches eléctricos. El resultado ha sido reconocido con nueve premios de arquitectura. La ejecución ha sido menos efectiva y las vecinas han tenido que lidiar con algunas goteras y un consumo energético menos sostenible de lo deseado.

Comunidad en pandemia

¿Cómo han vivido lo peor de la pandemia en un edificio que fomenta la socialización? Vivien y Janet, colegas de jardinería en plena poda de zarzas, no lo dudan. Para ellas ha sido “una suerte” pasar los confinamientos en un lugar en el que se sienten acompañadas y seguras. Tuvieron que suspender las comidas semanales, el cineclub, las clases de yoga y las visitas, pero gracias al buen tiempo pudieron organizar actividades en el jardín respetando las restricciones. Establecieron turnos para desinfectar las áreas comunes, se dividieron en minigrupos de salud que compartieron con contactos familiares para estar preparadas para posibles urgencias médicas, coordinaron pedidos de compra y recogida de alimentos en la sala multiusos y, por supuesto, contribuyeron a paliar las necesidades del barrio con donaciones de comida para los trabajadores y trabajadoras del hospital que todavía hoy continúa. “No somos una comunidad de jubiladas cerrada”, apunta Meredeen.

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Shirley Meredeen, fundadora de OWCH. / Foto: Angeles Rodenas

La integración social en el barrio y la inclusión de mujeres desfavorecidas llenan de orgullo a las residentes. Sin embargo, la falta diversidad étnica es una espina clavada en su conciencia, aunque Brenton entiende que es un problema generacional. Las mujeres mayores de organizaciones afrocaribeñas y de Asia meridional con las que contactaron en el periodo de formación no querían unirse al proyecto porque hacerlo “sería percibido en su cultura como un fracaso de su entorno familiar”. Las nuevas generaciones tienen otro punto de vista y la afiliación a OWCH, asegura Brenton, es ahora más diversa.

La lista de espera para acceder a una vivienda en New Ground sigue creciendo, pero las actuales ocupantes no tienen ninguna prisa por desalojar. En un taller coordinado por Melissa Fernández como parte de su estudio a largo plazo acerca del impacto sobre la salud de vivienda colaborativa, las mujeres abordan un tema delicado sobre el que todavía no tienen respuesta: los límites del cuidado informal, es decir, cómo decidir si el deterioro de una residente compromete el bienestar de la comunidad. Meredeen espera vivir aquí hasta el final. “Esta es la diferencia con modelos de cohousing para jóvenes, no es temporal. Aquí vienes a quedarte y, posiblemente, a morir”. Piensa que la demencia o la falta de movilidad no tienen por qué poner fin a la estancia. Además, indica, cualquier residente puede recibir ayuda de cuidadores o familiares como si estuviera en una vivienda convencional. Pero es consciente de que el temido momento puede llegar para cualquiera de ellas.

Sociedad paternalista y discriminatoria

Las Naciones Unidas estiman que de aquí a 2050 una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años, una cifra que aumenta a una de cada cuatro para Europa y América del Norte.

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El huerto y el invernadero. / Foto: Angeles Rodenas

En Gran Bretaña, según OWCH, más de tres millones y medio de personas de más de 65 años viven solas, casi el 70 por ciento de ellas son mujeres. A pesar del envejecimiento de la población, las ciudades siguen dando la espalda a sus mayores. El modelo senior no pretende sustituir a los servicios sociales o profesionales médicos, pero combate el aislamiento y, por extensión, la depresión y otros problemas de salud asociados a la soledad que saturan los diezmados servicios públicos. Sin embargo, no existen otros ejemplos de cohousing senior, ni mixtos ni específicos para determinadas comunidades, si bien varios proyectos LGBT+ están en marcha. En total, UK Cohousing Network cifra en 19 las viviendas colaborativas ocupadas y 60 las que están en desarrollo.

Para Brenton, New Ground es un “destello de esperanza” en medio de una “actitud paternalista, condescendiente y discriminatoria hacia las mayores. El enfoque dominante es dejarlas que se apañen como puedan… En las instituciones en las que supuestamente te lo dan todo hecho se crea y refuerza la dependencia”. En otras palabras, falta incentivar proyectos que cubran las necesidades reales de la gente mayor. La socióloga Fernández Arrigoitia nota “todavía” una carencia de estudios que demuestren que el modelo “genera un beneficio económico para el ayuntamiento o social para la comunidad” para que así las autoridades puedan justificar la atribución de terrenos municipales para estas propuestas. Y requiere un cambio de paradigma para priorizar el beneficio social de los terrenos en lugar del económico.

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Janet (i) y Vivien (d) charlan con Sue. / Foto: Angeles Rodenas

Sin duda, las mujeres de OWCH han abierto camino a nuevas formas de vivir en la vejez. Si bien todavía se tarda entre seis y diez años en finalizar un proyecto, existe cierta financiación y OWCH recibe invitaciones a charlas de todo el mundo. Fernández Arrigoitia considera que el momento actual es propicio para que estas iniciativas florezcan. “El modelo de cohousing responde a múltiples crisis: vivienda, sanidad, envejecimiento, ecológica, social… y si los políticos están dispuestos a ver esta capacidad de respuesta, tendrá futuro”, concluye rotunda.

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