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Carme Coma, víctima de abuso sexual del futbolista Hugo Mallo: "Dudé de que me dieran la razón aún teniendo las imágenes"

Jueves 19 de septiembre de 2024

En esta entrevista con ’Público’, la catalana cuenta cómo ha vivido los cinco años de proceso judicial que han concluido con una sentencia condenatoria contra el futbolista.

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Madrid 17/09/2024 María Martínez Collado Público

Sentada frente a la cámara del ordenador, Carme Coma habla pausada y con la mirada firme, aunque a veces la emoción la quiebra. A sus 49 años, ha vivido un proceso largo y doloroso que, tal y como cuenta en esta entrevista con Público, "marcará" su vida "para siempre". En 2019, mientras trabajaba como Periquita, la mascota del Espanyol −algo a lo que se dedicaba como aficionada, ya que es enfermera de profesión−, fue víctima de un abuso sexual por parte de Hugo Mallo, exjugador del Celta de Vigo. El caso, que ha sido ampliamente cubierto por la prensa, ha culminado en una sentencia condenatoria contra el futbolista. Pero para Coma, este fallo es solo una pequeña parte de un proceso mucho más largo y complejo, lleno de miedos, dudas y lucha. "Yo esto me lo llevo para toda la vida", expresa.

Lo que sucedió fue lo siguiente: Coma se encontraba trabajando en el estadio de fútbol del Espanyol junto a su compañero animador, también disfrazado de Periquito. Estaban en pleno pasamanos con los futbolistas, cuando Mallo −relata la catalana− se acercó a ella, "metió las manos" por debajo de su disfraz y le tocó los pechos. En ese momento, Coma se quedó en shock, "no sabía muy bien qué hacer". Se retiró del campo de juego con normalidad y, una vez en los vestuarios, contó lo que le había pasado, "llena de asco y de repulsión", a su compañero. No tenía "la capacidad mental para tomar ninguna decisión". Cuando terminó el partido, se marchó con su hermana. De camino a casa, también compartió con ella la situación y, al llegar, escribió un correo electrónico narrando exactamente lo mismo tanto al Real Club Celta de Vigo como al Real Club Deportivo Espanyol. Empezó, entonces, un periplo que duraría más de un lustro.

Cuando la catalana decidió denunciar a su agresor, lo hizo con el apoyo de su familia, sus amigos y el club Espanyol. Sin embargo, a pesar de tener vídeos del abuso y de contar con asistencia legal desde el primer momento, las dudas sobre si la Justicia la respaldaría fueron constantes hasta el final del juicio. "Aun teniendo imágenes que justificaban el porqué de mi denuncia, dudé de que la Justicia me fuera a dar la razón hasta el día que salió la sentencia". Un cuestionamiento que no proviene de la falta de pruebas, sino del escepticismo que muchas mujeres sienten hacia un sistema judicial que, en ocasiones, parece no estar a la altura de las circunstancias.

Este sentimiento de desconfianza es ampliamente compartido entre quienes denuncian haber sufrido violencia sexual. Las instituciones, en muchos casos, no ofrecen la seguridad necesaria. Coma vivió esto en primera persona, consciente de que enfrentarse a un jugador de fútbol, una figura pública, podía dificultar el proceso: "Sabía que denunciando me estaba metiendo en una afrenta muy complicada", cuenta. De alguna forma, su testimonio refleja el miedo y la incertidumbre que sienten las víctimas al dar un paso que todavía se siente arriesgado, más aún cuando se trata de celebridades.

Ser doblemente victimizada

A lo largo de todo el proceso judicial, Coma no solo ha tenido que enfrentarse a su agresor, sino también a la presión social. A pesar de no haber hecho pública su identidad "hasta tener una sentencia en la mano", siempre sintió los susurros de las voces que la juzgaban. De hecho, "parece" que aún se está "justificando" cada vez que habla y relata lo ocurrido, reconoce. A menudo, en estos casos, la mirada patriarcal termina siendo implacable. Se sitúa a la víctima en el centro del debate, siendo cuestionada tanto por el sistema judicial como por el conjunto de la sociedad. En el caso de Coma, aunque la presión externa fue abrumadora, tuvo la "suerte" de contar con el apoyo de sus seres queridos.

El temor a ser juzgada es uno de los principales motivos por los que muchas mujeres deciden no denunciar. Coma lo expresa con claridad: "Si esto me hubiera pasado 20 años antes, no sé si hubiera denunciado. Creo que me lo hubiera pensado". La presión, el miedo al qué dirán y la vergüenza pueden ser paralizantes. Y, aunque en su caso finalmente se ha hecho justicia, el camino fue largo y doloroso. "He pasado mucho miedo y mucha vergüenza, pero creo que merecerá la pena", dice a ratos con lágrimas en los ojos y consciente de que la reparación judicial no borra el daño.

El peso que recae sobre las víctimas

Otro de los aspectos que Coma enfatiza es la carga emocional y psicológica que sigue recayendo sobre las víctimas, incluso después de obtener una sentencia favorable. A pesar de la condena, la enfermera siente que lleva una "losa de responsabilidad" que no le corresponde, que no ha pedido. "Es que parece que la víctima, que en este caso soy yo, tiene que cargar con todo el peso", trata de explicar. Este sentimiento de injusticia es, no obstante, significativamente recurrente. Aunque el agresor sea condenado, muchas mujeres sienten que son ellas quienes siguen luchando para que sus derechos y su dignidad sean reconocidos.

La rabia y la frustración son emociones que también han acompañado a Coma desde aquel día. Y, aunque ha recibido apoyo por parte de su entorno cercano, es consciente de que no todas las mujeres tienen la misma suerte. "Mi entorno me ha protegido, pero afuera, en el mundo del deporte, las redes y los medios de comunicación, esto ha sido una merienda de negros", señala. La sensación de falta de apoyo institucional, la demora en los procesos judiciales y la sobreexposición hacen que muchas víctimas se sientan doblemente victimizadas.

Pero Coma también ve esperanza en medio de tanto dolor. Sabe que su caso puede ayudar a otras mujeres y, aunque no busca ser referente de nada, reconoce la importancia de visibilizar estas situaciones: "Me ha caído la responsabilidad social de decir que estas cosas no pueden volver a pasar. Si te han tocado, puedes denunciarlo. No estás sola".

"No es una broma o una gamberrada, es un delito"

Aunque la contienda aún no ha llegado a su fin −pues hay un recurso pendiente−, Coma sigue adelante con la convicción de que su historia puede marcar un antes y un después. Sabe que lo que ha vivido es doloroso, pero también es consciente de que, si su testimonio ayuda a que "alguien se piense dos veces antes de tocar otra persona sin su consentimiento, todo habrá valido la pena". "Esto no es una broma o una gamberrada, es un delito", afirma con contundencia.

La voz de Coma es la de muchas mujeres que, como ella, han sufrido violencia sexual y han tenido que enfrentarse a las dudas de un sistema que, en ocasiones, no las protege lo suficiente. Su testimonio deja claro que aún queda mucho por hacer en este sentido. "No quiero que las que vienen después de mí tengan que pasar por lo mismo", dice para concluir. Una frase con la que deja claro que su lucha no es solo por ella, sino por todas las mujeres que todavía dudan si alzar su voz.

Como suele ocurrir en este tipo de casos, las instituciones futbolísticas relacionadas no han emitido ningún comunicado público de apoyo a Carme Coma. Ni el Espanyol, ni el Celta o La Liga se han pronunciado para condenar los hechos. Algo que no genera precisamente un ambiente de acuerpamiento y tolerancia cero frente a la violencia sexual de cara a futuros casos como este.

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