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Bailemos juntas sobre el patriarcado y cada uno de sus hijos sanos

Martes 23 de enero de 2018

Es el momento de disfrutar de la lucha feminista, no de pedir perdón, educar o esperar a los hombres que nos ven como exageradas cortarollos

Anita Botwin 17-01-2018 CTXT

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Hombres, no os odiamos. Así, como norma general, no os odiamos. Odiamos lo que habéis construido durante 100.000 años hasta la actualidad y que, por desgracia, nos hace la vida muy complicada a cada una de nosotras. También a vosotros, aunque no lo creáis. Cuando te dices feminista fuera de un entorno progre o de nuestra nube irreal de las redes sociales, la gente te pone cara de póker. “Ah, eres de esas”. Te acaban de descubrir, eres una impostora. Es entonces cuando una conversación que estaba siendo de lo más agradable, se convierte en un momento tenso. Ya no eres molona, ahora eres una de esas histéricas que están queriendo cambiar el orden natural de las cosas. De sus cosas. Eres una odia-hombres.

Me pregunto por qué a las mujeres feministas se nos ve como a una especie de tribunal inquisidor del que huyen despavoridos machistas asustados. Cuando te sientas en un bar con algunos hombres e intentas explicar qué es el feminismo, por qué eres feminista y por qué deberían serlo ellos también, se produce, probablemente, una de las formas más cercanas a la derrota y frustración que conozco. Y eso que llevo siendo del Atleti 33 años. Ellos se miran como si les estuvieras hablando en alienígena soltándoles el rollo, una vez más, cortando todo el rollo, como si sólo se pudiera conversar de política o de Tinder o de fútbol. Ellos se convierten en una especie de Sheldon Cooper mientras tú intentas abrazarlo y perseguirlo por toda la habitación.

Me he cansado de esperar a los hombres machistas en nuestra lucha. Sinceramente, creo que sería más fácil para mí escalar el Everest a la pata coja

Me he cansado de esperar a los hombres machistas en nuestra lucha. Sinceramente, creo que sería más fácil para mí escalar el Everest a la pata coja. Si con nuestros textos y acciones alguno abre los ojos, bienvenido sea, pero no seré yo quien vaya vendiendo la biblia feminista puerta por puerta con un portazo en las narices cada vez más fuerte. Creo que digitalmente la caída es menos dura. A una la pueden insultar por las redes, hacer el manspreading de turno, hasta amenazarte. Nada comparado con esos ojos fijados en la cara de una exagerada feminista cortarollos. Es precisamente cuando te preguntan por qué eres feminista o por qué lo eres si ya todo es igualdad y mundos de yupi cuando te estás encontrando con el machismo más cruento. Están restándote energía. Algo así como si el amo se acercara al esclavo y le dijera: “anda ya, exagerado, ya no te damos tantos latigazos como antes, no me seas llorica”.

Los hombres no tienen el derecho a esperar que las feministas los eduquemos. El cambio real sólo ocurrirá cuando los hombres acepten que la responsabilidad de la educación recae sobre ellos y no sobre nosotras. Así lo explica Cecilia Winterfox en No nacemos machos.

Es triste que a veces sientas que tienes que pedir perdón por ser feminista. Simplemente porque no es la ideología mayoritaria ni dominante. Simplemente porque eres del bando de las perdedoras –por muy de moda que esté–. Como aquel inmigrante que llega a nuestros países privilegiados y agacha la cabeza ante el miedo a ser repudiado o marginado. Que incluso tiene que cambiar su identidad y pasar desapercibido. Una vez me dijo un senegalés que se volvía a su país de origen. Ante mi sorpresa y mi pregunta de por qué lo hacía, me respondió que allí todos eran negros, nadie le paraba o le miraba por el hecho de serlo. Necesitaba sentirse uno más y no uno menos.

Algo así nos pasa a las feministas cuando salimos de nuestra “zona de confort”, cuando tenemos que encontrarnos con el mundo real y no están nuestras compañeras a nuestro lado las 24 horas. Es entonces cuando te topas con el acoso de frente, el arrime de cebolleta en el metro, o el miedo, simplemente el miedo a estar con un hombre en el ascensor de noche. ¿Y si es uno de los malos? Entiendo que los hombres, especialmente los heterosexuales, no puedan nunca sentir ni entender lo que sufrimos cada día. Igual que yo no puedo entender ni sentir al 100% lo que sufre un inmigrante en una patera. Puedo hacerme una idea, puedo empatizar, incluso luchar para que deje de suceder, pero nunca jamás podré ser esa persona ni sus sufrimientos.

Mujeres del mundo. Tenemos razón. No nos acobardemos, no pidamos perdón por ser lo que somos. Nuestras ideas y valores han de ser más fuertes que su odio y su cobardía. Bailemos juntas sobre la mesa de directivos del Ibex 35, que son quienes deciden nuestro futuro, nuestra brecha salarial, nuestra nula conciliación laboral. Bailemos juntas sobre el patriarcado y cada uno de sus hijos sanos. Llega el momento de disfrutar en esta lucha. Bastante tenemos con resistir en cada uno de nuestros días.

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