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Aunque cambien los tiempos, gitana soy

Viernes 9 de febrero de 2018

Lo más difícil de vencer es el sentido de propiedad que muchos hombres tienen y tenían sobre nuestros cuerpos y nuestra vida. Ese es el aprendizaje más difícil: no dejes pensar, a nadie, nunca, que tu vida les pertenece

Mónica Santos Carrillo 07-02-2018 CTXT

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Fotograma de la película Latcho Drom. Tony Gatlif, 1993.

Los tiempos han cambiado, de eso no tenemos la menor duda, pero hay cosas que nos trascienden hoy y es nuestra propia dignidad.

Mientras escribo pienso en todas esas mujeres valientes que lucharon por cambiar su historia. Mujeres anónimas que con sus pequeños o grandes actos lo cambiaron todo.

Estas tres cosas me sirvieron de guía:

La dignidad humana no es negociable.

En nuestra hambre mandamos nosotras.

Por encima de nosotras, el universo; nada más.

Por tanto, si queremos cambiar nuestra realidad tendremos que hacer cosas distintas. No hace falta que enumere ahora todo lo que hacemos y que nos impide avanzar. El tiempo es otro y las gitanas no podemos quedarnos atrás. Si por algo nos hemos caracterizado a lo largo de la historia ha sido por nuestra capacidad de adaptarnos a todas las situaciones adversas que nos han sobrevenido.

Tenemos el deber de dotarnos de las herramientas necesarias para poder afrontar el tiempo en que vivimos. La vida no se para, siempre sigue, y a nosotras lo único que nos queda es caminar junto a ella. Yo misma podría ser ejemplo de todo o nada, según se quiera mirar. No cumplo ni un solo requisito del estándar de mujer que tiene la sociedad, la gitana tampoco. No he arrastrado ningún lastre cultural, mucho menos moral. Nunca jamás dejé que nadie me dictara lo que soy o lo que debo pensar. Mi única guía siempre fue mi conciencia y nada más.

Estoy convencida de que el momento crucial para conocerme a mí misma fue mi adolescencia. Cuánto aprendí. Sobre todo, me enseñó a saber qué era lo que no quería. La llamo AMA (Aquellos Maravillosos Años). Período de acierto/error.

No crean que fue fácil, pero sí de mucha utilidad. Muchos hombres no estaban acostumbrados a que una mujer tuviera el poder de decidir todo aquello que le pareciese bien, mal o regular. Pero, sobre todas las cosas, la más difícil era el sentido de propiedad que muchos hombres tienen y tenían sobre nuestros cuerpos y nuestra propia vida. Ese es el aprendizaje más difícil: conocerte tanto que no dejes pensar, a nadie, nunca, que tu vida les pertenece y, por tanto, eres de su propiedad. Eso no es amor, es posesión. Un detalle crucial, que determinará tú realidad. Si dejas que suceda, estarás viviendo una vida que ha dejado de pertenecerte; solo vivirás para ser lo que otros esperan y piensan que tienes que ser, ya que serás su propiedad. Pasarás de perder tu dignidad individual a convertirte en un mero objeto que una sociedad machista ha decidido crear en su propio beneficio.

Hoy me doy cuenta de que la libertad de pensamiento asusta. Sobre todo porque quita privilegios rancios a esos que creen ser dueños de nuestra vida. Necesitamos crear sociedades donde mujeres y hombres ocupen el mismo lugar. Repensando todo aquello que no nos deje avanzar. Ni tú eres más ni yo soy más, ambos igual. Cuesta trabajo entenderlo. Vive y deja vivir. Respeta, aunque no compartas las decisiones de los demás. Cada persona en sí misma es un Universo, y en función de sus vivencias personales actuará. Lo que para mí es correcto, para ti puede estar mal. Es respetable, pero eso no determinará mi decisión final. Esa es la libertad de la que os hablo. Mi opinión, mi vida, acertada o errónea, es mía y de nadie más. Nunca permitáis que nadie cuestione vuestras decisiones y mucho menos que os digan cómo ser mujer. Eso es lo único que quería decir.

¡Salud y Libertad!


Mónica Santos es activista gitana.

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