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Argentina: “El feminismo campesino, indígena y popular pone la vida en el centro”

Sábado 14 de octubre de 2023

El rol de las mujeres y diversidades en el ámbito rural, en las organizaciones sociales y en la economía. Fueron algunos de los ejes de un encuentro de campesinas e indígenas de una decena de provincias. "Por un feminismo con los pies en la tierra, que surge de las experiencias y realidades de las mujeres y que construye estrategias que nos fortalecen", explican.

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Foto: Esti Redond

Por Mariángeles Guerrero 5 Octubre 2023 Tierra Viva

“En esta coyuntura de crisis económica, política, cultural y ecológica, la economía feminista, campesina, indígena y popular construye otro mundo posible; un mundo que es una herramienta para enfrentar este sistema patriarcal, racista, colonial y extractivista. Si ponemos la vida en el centro, vamos a construir formas de producción que van contra este sistema que nos empuja a la muerte”. Quien habla es Carolina Llorens, coordinadora nacional del equipo de Feminismo y Diversidad del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST). Las mujeres y diversidades sexuales de la organización realizaron un encuentro nacional para fortalecer las diversidades territoriales.

El 22, 23 y 24 de septiembre se concretó el Primer Encuentro Nacional de Mujeres y Diversidades del MNCI Somos Tierra en Córdoba. Participaron mujeres y diversidades sexuales que trabajan la tierra en Misiones, Jujuy, San Luis, San Juan, Mendoza, Neuquén y Córdoba. Y reflexionaron sobre su identidad campesina e indígena, el reconocimiento de su trabajo como productoras de alimentos y artesanías y la importancia de organizarse y construir en colectivo.

Llorens explica que la instancia se organizó en el marco de las movilizaciones que vienen realizando los feminismos, incluidos los feminismos campesinos aunque a veces no estén "tan presentes dentro de las organizaciones urbanas”. Por se mismo motivo, afirma que tienen que construir espacios específicos (rurales) para que las mujeres y las diversidades sexuales fortalezcan su protagonismo, desarrollen estrategias para hacer escuchar sus voces y reconozcan sus problemáticas. “También reflexionamos sobre cómo abordamos las situaciones de violencia en los espacios mixtos, algo que requiere estrategias colectivas de las mujeres”, precisa.

Resalta el valor de participación política en las organizaciones campesinas o en los espacios del Estado: “Las mujeres y diversidades sexuales necesitamos tener cada vez mayor protagonismo en estos espacios, tanto en la representación gremial como en la Mesa Agroalimentaria Argentina, por ejemplo, que es un espacio que representa a este campo que alimenta. Los espacios de construcción en las organizaciones rurales tienen, predominantemente, lógicas masculinas de construcción”.

Al respecto, cuestiona: “Es fundamental nuestra participación para que las propuestas que hacemos desde las organizaciones tengan perspectiva de género y reconozcan las brechas y la desigualdad que vivimos las mujeres y diversidades sexuales campesinas y rurales. Actuamos como si hubiera una igualdad en la participación de mujeres y varones y eso no es real, no hay condiciones de igualdad para participar”.

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Foto: Esti Redond

En un contexto de campaña electoral, en el que circulan discursos de odio y propuestas neoliberales, las mujeres y diversidades sexuales nucleadas en el MNCI-ST responden “con más organización, más lucha y más fuerza para defender la vida en el campo y en los pueblos”. Desde 2021, el equipo de feminismos de la organización campesina trabaja en visibilizar la economía feminista a través de talleres locales, provinciales y nacionales. Ahora, dicen sus integrantes, “es hora de que el Movimiento en su conjunto asuma el desafío”.

Llorens resalta que la violencia de género el ámbito rural cuenta con “características estructurales”. Indica que la gran mayoría de las mujeres en el ámbito rural no son propietarias, ni de sus tierras ni de sus animales. “Eso ya es una violencia económica muy grave que afecta a las mujeres, no sólo en relación a la violencia patrimonial que implica, sino a la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran. Porque si una mujer vive en una situación de violencia con su pareja, la ruptura de esa relación implica perder su hogar pero también sus medios de producción”, afirma.

Cuestiona que las políticas públicas de género no llegan al campo. “Los planes de erradicación de la violencia y de asistencia no están pensados para el ámbito rural. En la provincia de Córdoba existe un sistema de monitoreo con un botón antipánico, pero funciona cuando hay señal. Si las compañeras no tienen señal en el campo, el botón no les significa una posibilidad”, ejemplifica.

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Foto: Esti Redond

Poner la vida en el centro

La economía feminista, que impulsan las mujeres y diversidades sexuales del campo que produce alimentos, recupera la valorización de los trabajos de cuidado, de lo colectivo y de situar la vida en el centro de los procesos. Desde una óptica campesina indígena se piensa también en una relación armoniosa con la naturaleza, el trabajo comunitario y la revalorización de las culturas locales. “Tenemos que entender la economía desde nuestros territorios y desde nuestra cotidianidad”, reafirma Llorens. Ese fue uno de los ejes centrales del encuentro en Córdoba.

“Hay muchas realidades que vivimos las mujeres campesinas, que son importantes que los feminismos contemplen. Por ejemplo, la relación entre las mujeres productoras de alimentos y la defensa de la soberanía alimentaria y de la vida. Si los feminismos ponemos la vida en el centro, defender el territorio y la soberanía alimentaria son luchas que también nos implican”, destaca la integrante del MNCI-ST. De allí la necesidad de fortalecer el protagonismo de las mujeres y diversidades sexuales de la ruralidad, en diálogo con otros feminismos en espacios como el Encuentro Plurinacional.

―¿Qué es el feminismo campesino, indígena y popular?

―Es un feminismo con los pies en la tierra, que surge de las experiencias, las luchas y las realidades de las mujeres campesinas e indígenas y que construye estrategias que nos acuerpan, nos sostienen y nos fortalecen en el enfrentamiento de las situaciones múltiples de violencia que vivimos en el campo. Es un feminismo que tiene la vida en el centro y construye soberanía sobre nuestro cuerpo, soberanía alimentaria y soberanía en el territorio. Es un feminismo que vamos construyendo con las luchas que venimos heredando de nuestras hermanas, abuelas y compañeras que quizás no se nombraron feministas pero que lucharon por una vida digna de las mujeres en el campo. Nombrarse o no feminista no es lo central, sino que podamos luchar colectivamente para fortalecer la autonomía económica de las mujeres y diversidades, fortalecer la vida comunitaria y campesina, la vida de quienes producen los alimentos.

―¿Cuál es el rol de las mujeres campesinas e indígenas en la premisa de poner la vida en el centro?

―Las mujeres campesinas e indígenas, dentro del MNCI Somos Tierra, venimos discutiendo hace tiempo las relaciones entre economía feminista, economía campesina y economía indígena. Concretamente, qué puntos de encuentro tenemos en esta construcción que parte de nuestras maneras ancestrales y tradicionales. Para la vida campesina e indígena, la producción en la tierra, las relaciones en la comunidad y el trabajo colectivo ponen la vida en el centro. Es decir: no producimos para generar commodities, sino para el sostenimiento de la vida en las comunidades. Dar estas discusiones nos permite visibilizar el rol protagónico que tenemos en la producción, un rol históricamente invisibilizado, incluso en nuestras organizaciones. Nosotras cuidamos los animales, los hijos, el entorno del territorio en el que vivimos y esas tareas de cuidado implican una explotación del cuerpo de las mujeres. Es muy importante, en la búsqueda del buen vivir, democratizar esta tarea: revisar cómo, de qué manera, vamos generando estrategias para que esas tareas no recaigan solamente en las mujeres.

―En este camino de fortalecer su identidad como productoras de alimentos, ¿con qué avances se encontraron?

―Avances hemos tenido muchos en relación a nuestro empoderamiento, a la autoestima, a reconocernos como productoras de alimentos. Esto fue un avance muy significativo porque las mujeres campesinas venían considerando que su tarea era solamente la reproducción de la vida: cuidar a los hijos, a los animales. Pero eso no se veía como un rol productivo, aunque si estoy cuidando animales soy productora. Pero este rol de productora y de tener una autonomía económica es una construcción que hemos venido haciendo desde los feminismos campesinos y populares, que han fortalecido mucho a las compañeras en términos de autoestima. Otro avance que vemos es el proceso de protagonismo que las mujeres y diversidades sexuales vamos teniendo cada vez más, de representatividad en diferentes lugares. Incluso poder hablar de un feminismo indígena y popular y que sea parte de la construcción política de nuestra organización es un gran avance.

―¿Y con qué obstáculos?

―Los obstáculos son múltiples en cuanto a los prejuicios y mandatos que imponen la naturalización de roles en las áreas de cuidado, lo que muchas veces limita la participación de las mujeres. Y un obstáculo muy fuerte es el avance del agronegocio y de las políticas que nos van echando de nuestros territorios y que van limitando nuestras capacidades de sostener la vida campesina.

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Foto: Esti Redond

Fortalecer la organización en la diversidad

El MNCI-ST reúne una diversidad de experiencias de mujeres, lesbianas, travestis y trans de todo el país. Desde agricultoras con más de 20 años de organización a otras más jóvenes que comienzan a andar la lucha campesina. El objetivo final del encuentro fue la construcción de un plan estratégico de fortalecimiento del feminismo campesino, popular e indígena, que allane los caminos para pensar en una reforma agraria feminista que democratice las tareas de cuidado en el campo.

En Córdoba se intercambiaron saberes, producciones locales y experiencias de las organizaciones de mujeres que habitan en cada provincia y que componen el movimiento nacional. “Cada una trae sus conocimientos y así vamos construyendo entre todas”, comenta Marcela Montaña, de San Juan. Paul Molina de la Unión de Trabajadores Sin Tierra (UST) de Mendoza menciona, tras el encuentro, que “el acompañamiento y no sentirse soles es muy importante”.

Llorens señala que cada territorio tiene una manera particular de organizarse, de relacionarse con la producción y con la tierra. También, de abordar las problemáticas de género. "Veíamos necesario fortalecer una construcción nacional, que tuviera en cuenta estas diversidades”, destaca.

A partir de esas diversas maneras de afrontar las situaciones que viven como diversidades sexuales y mujeres campesinas, las productoras del MNCI-ST discutieron cómo visibilizar su rol en la producción, cómo organizarse ante el sistema capitalista, racista y patriarcal y cómo fortalecer el feminismo campesino popular dentro de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) —organización a la pertenecen y que es parte de La Vía Campesina—. También debatieron sobre las diversidades sexuales en el ámbito rural, la situación de las juventudes y sobre cómo seguir motorizando la economía feminista.

Respecto a la situación de las diversidades sexuales en el ámbito rural, se contaron experiencias acerca de cómo son discriminadas algunas personas por el hecho de ser gays, lesbianas o trans. "Las diversidades sexuales en el campo viven una opresión en sus familias y sus comunidades que les obliga en muchos casos a migrar a las ciudades y a vivir en condiciones de vulnerabilidad y explotación laboral. En el encuentro, lxs compañerxs compartieron cómo compartieron cómo la organización es un sostén que les permite volver al campo, producir y vivir transformando sus realidades y las de sus comunidades".

La coordinadora del equipo de Feminismo y Diversidad recuerda que "la discriminación viene del miedo, la falta de conocimiento, antiguas ideologías". Y comenta que en la organización se siguen dando comentarios sexistas e insultos. Por eso, desde el encuentro se pensaron algunas estrategias. "Para que haya más participación de diversidades es necesario generar espacios de formación, participación e inclusión; y adoptar un lenguaje inclusivo que lxs contenga. Es importante levantar la voz y poder contestar, ocupar espacios de toma de decisiones (cupos), identificar las violencias y diseñar protocolos", afirman, en tanto, desde la organización campesina. Para eso, comenzarán a pensar estrategias conjuntas entre el equipo de Feminismo y Diversidad y el colectivo LGBTIQ de la organización campesina.

Otro eje significativo de la discusión fue el hecho de nombrarse como feministas. “Algunas compañeras no quieren nombrarse feministas por el hecho de pensar que esto implica la posibilidad de no seguir identificándose como indígenas. Y nosotras hablamos en términos indígenas y populares, entonces ser feministas no implica renunciar a la identidad indígena”, dice Llorens. Explica que muchas no se nombran feministas porque sienten que "el feminismo es algo lejano, algo urbano" y no lo consideran como una lucha que las represente.

En la circulación de la palabra, en el reconocimiento de las múltiples identidades que coexisten en el feminismo campesino e indígena y en el compartir cara a cara, se desplegaron ideas sobre cómo empezar a andar el camino de autorreconocerse como feministas.

Del encuentro también participaron Yolanda Ares, de la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC) de Nicaragua, y Wendy Cruz, de la Articulación de Mujeres de La Vía Campesina-Honduras. Ambas resaltaron el carácter “revolucionario del feminismo que cuestiona los mandatos sociales del sistema político, económico y cultural, y rescata el papel de las mujeres en la agroecología, en la lucha por la soberanía alimentaria y la importancia del quehacer cotidiano”. Marisol Troya, de la Red Puna, destacó que el intercambio con compañeras de otros países dejó “elementos e insumos muy importantes a partir de la experiencia concreta, que nos ayudan a pensar”.

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