Xarxa Feminista PV

Aparadoras: Coser las alas

Martes 10 de mayo de 2022

LARA MORENO 30Mayo 2022 Público

Faltan aún tres horas para que el sol encharque el cielo por encima de las azoteas de Carrús con una sucia claridad. Abre los ojos y en la penumbra ve las saetillas luminosas del reloj despertador marcando las cuatro y media. Lo tiene encima de la mesita de noche, pero no le hace falta programar la alarma. Ella se despierta sola, a la misma hora todos los días. "Tengo el sueño muy ligero", dice siempre. Se acostumbró hace años a empezar las jornadas tan temprano. Mientras la casa duerme. Las babuchas la esperan a los pies de la cama, sobre el suelo de loza. La bata, colgada tras la puerta.

Se calienta las manos agarrando el vaso de leche tibia, la cadera apoyada en el mueble de la cocina. Remueve el café soluble. No comerá nada hasta pasadas las nueve, cuando se hayan ido todos. Los niños al colegio y el marido a la fábrica. Ahora, de noche todavía, se le cierra el estómago. Es que no me entra, dice siempre. La leche manchada y nada más. Al ruido de la Refrey, la mujer va cosiendo el amanecer. Los forros, la piel fina, el hilo que entra en su lugar mil millones de veces. La tijera y el cuenco con la cola. Por las ventanas entra el principio del día y sus tobillos hinchados bailan al compás de un cansancio que solo ha hecho comenzar. Le ha robado a lo cotidiano tres horas de trabajo a solas. En las cervicales, el peso de la concentración.

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PABLO MIRANZO

Los dedos ásperos, de uñas ennegrecidas y rotas, acarician la frente del niño. Y luego de la niña. Un soplido en el hombro al marido. Hay que levantarse, está el desayuno listo, y la ropa preparada, y la merienda y el táper con el almuerzo. El chasquido, la queja, los grifos, el bullicio de la máquina de la mañana, que funciona con exactitud, tirada por hilos invisibles.

Tras el huracán llega de nuevo la soledad. Y antes de sentarse en la Refrey de nuevo, habrá de hacer las camas y lavar cacharros y recoger los pijamas del suelo y poner la lavadora y arrancarle la grasa al horno y el polvo a los estantes. Afuera, el Carrús se revuelve en su lucha diaria. Se oyen los pitidos de las motos y las voces de los que pasan el día esperando. Debería salir a por el pan y los avíos para la cena. Pero se sienta otra vez. Ya no puede perder más tiempo.

Al ruido de la Refrey, la mujer va cosiendo la tarde. Va cosiendo la mujer la vida de sus hijos, el pantalón planchado del marido, el amor que calienta en el hornillo cada noche. Al ruido de la Refrey, con el baile de sus tobillos inflamados, va la mujer cosiendo un dolor de huesos, un abandono, un minuto y medio de alegría, dos millones y medio de zapatos.

Al ruido de la Refrey, con las manos torcidas y los ojos quemados, va cosiendo la madre las alas que media España lleva en los pies, saltando caminoarriba, muy lejos del Carrús, hasta la cumbre.

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