Jueves 1ro de mayo de 2025
Ana Bernal-Triviño, Periodista 30/04/2025 Público
Un hombre de Sevilla ha sido condenado a 147 años de cárcel. ¿El motivo? Pagaba a padres y madres para que violasen a sus hijos e hijas mientras él grababa. Repito porque cuesta asumir algo tan estremecedor. Un tipo que acude a familias muy vulnerables, madres y padres que incluso vivían en otros continentes, para que violaran o hicieran con sus hijos e hijas actos degradantes. Por Internet, él lo grababa para su satisfacción sexual.
Nunca se arrepintió. Guardaba en sus dispositivos 3.422 archivos con fotos y vídeos de estos niños y niñas. Les ahorro los detalles de las imágenes, porque las palabras se quedan cortas ante lo espeluznante y aterrador que resulta todo. No dejaba de pensar en la educación de este individuo, y en cómo se aprovecha de la máxima vulnerabilidad hasta buscar en otros países. No dejaba de pensar en, por mucha pobreza que haya, cómo puede haber padres, madres, o incluso abuelas (una de ellas, se ve en el vídeo, y algunas de las madres se desnudaban también) que haya accedido. Me dirán que han vivido también violencia sexual en sus infancias y normalizaron todo, pero también hay personas que han sido víctimas de violencia sexual y nunca lo harían. Y no dejaba de pensar en cómo estarán esos niños y niñas después de descubrirse todo, si han sido apartados de esas familias o si están en centros donde puedan recuperarse de esos traumas.
A la misma vez, me saltaron otras dos noticias en redes. Una, de The Guardian, decía que 850 hombres al mes eran arrestados por delitos de abuso infantil en línea en Inglaterra y Gales. Estos eran como los del caso Giselle Pelicot, es decir, que no eran unos tipos aislados ni enfermeros, sino médicos, policías o maestros, hombres normales. Algunos de ellos confesaron que el algoritmo de sus redes les ofreció vídeos de menores un día y que ellos, tan adictos al porno, no sabían cómo frenarlo. Esa pornografía extrema ha creado una espiral de insensibilización, donde lo que ayer parecía intolerable, hoy ya no, e incluso no les excita. Y si ya no les excitan mujeres en esos vídeos, los menores pasan a ser una opción más y novedosa. Ya no tenían ningún filtro ni reparo.
El mismo día, una noticia de la cadena Ser ponía la atención al lado de nuestra frontera, en Francia. Allí la policía denunciaba un reto en redes llamado “Zizi”, en TikTok y YouTube, donde los niños y niñas son alentados a filmar y compartir vídeos de sus genitales. Hace unos años, una asociación internacional que rescata a menores de los depredadores sexuales avisaba de cómo se ha disparado el material de pedófilos en Internet. Presentaban un mapa mundial lleno de puntos. Cada uno de esos puntitos era un tipo conectado a la red en busca de fotos o vídeos de niñas y niños de los que abusar sexualmente. La gran mayoría eran hombres.
En mitad del apagón en España del lunes, pensaba en la población más vulnerable que necesitara comunicarse. Quienes tenían problemas de salud pero también de violencia cotidiana. El riesgo de las mujeres maltratadas aisladas sin poder pedir ayuda y, cómo no, también de estos niños y niñas, con padres y madres que no les cuidan sino que los venden. Y en mitad de ese apagón pensaba que por unas horas estos tipos dejaron de tener su momento de subidón, aunque hoy estarán ya felices.
Esto evidencia que hay un problema grave de los hombres con el sexo y su adicción a la pornografía. Que hay una educación perversa contra la libertad sexual en menores y adultos también, que haya una violación cada dos horas en este país no surge de la nada. Que no son enfermos, que están muy sanos. Que se habla poco de la infancia sometida a abusos. Que hay progenitores que no merecen a sus hijos e hijas. Que la pobreza es un caldo de cultivo donde acuden los depredadores. Y que ya está bien de que se ponga el grito en el cielo en algunas escuelas cuando se habla de educación afectivo sexual. Que esto no es cosa de un tipo solo, sino de una estructura que se alimenta del silencio y de la miseria.
Ojalá a todos estos pederastas y pedófilos les llegara un apagón digital y que para satisfacerse sexualmente se revienten ellos mismos, si es preciso. Pero claro, aún sin apagón y sin redes, seguirán buscando fuera de lo digital a sus presas. A estos les vale todo para alimentar su perversidad.