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Ana de Miguel: "Hay un mandato que te obliga a mantener relaciones sexuales para ser guay"

Miércoles 6 de julio de 2016

La filósofa Ana de Miguel Álvareza advierte sobre «la deriva patriarcal» de la revolución sexual de los años 60, que «no es igual a mujeres desnudas en los quioscos

JAVIER GUILLENEA 4 julio 2016 El Correo

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La filósofa Ana de Miguel Álvareza / SARA SANTOS

Arremete contra una sociedad en la que se transmite el mensaje de que el sexo «es vida o transgresión, que es antiburgués o te da un brillo especial en la piel», contra la idea de que «no puedes ser feliz sin sexo». Ana de Miguel Álvarez, profesora de Filosofía moral y política de la Universidad Rey Juan Carlos, ha participado con la conferencia ’¿Revolución sexual o revolución sexual patriarcal?’ en el curso de verano de la UPV ’Sexo, amor y relaciones de poder’. Critica sin reservas la prostitución y la pornografía y advierte sobre «la deriva patriarcal» de los avances logrados durante la revolución sexual de los años sesenta del siglo pasado, que «no es igual a mujeres desnudas en los quioscos».

¿Me puede dar algún consejo para llevar una vida sexual sana y saludable?

Los medios de comunicación, diferentes negocios, empresas, instituciones y fuerzas sociales han entrado a saco para decirnos cómo tenemos que vivir nuestra vida sexual. Nos dicen lo que tenemos que vestir, que no debemos caer en la monotonía, te preguntan si has practicado el sadomasoquismo y por qué no te atreves o te recetan intercambios de pareja. La sociedad entra a saco a decirte cómo debes vivir tu vida sexual desde instancias de mercado y de poder pero también, y esto es lo chocante, desde movimientos sociales que se consideran alternativos.

¿Y cómo debo vivirla?

Solo le voy a decir que desarrolle cierto espíritu crítico. En ’50 sombras de Grey’, una novela que ha sido un éxito gracias a un marketing brutal, te invitan a que practiques el sadomasoquismo, pero eso también lo hacen en publicaciones tan alternativas una revista feminista del País Vasco y que invita a hacer el día de San Valentín una fiesta de lesbianas sadomasoquistas. En un periódico llevo años observando el mismo anuncio: ’Sexo es vida’. En él sale un hombre con cara de tener problemas y te recomienda una clínica.

¿Es la idea de que el sexo es salud?

Es la idea de que el sexo es vida o transgresión, que es antiburgués o te da un brillo especial en la piel, que no puedes ser feliz sin sexo. Tienes que hacerlo cuando eres vieja, cuando estás embarazada, te decimos cómo tener sexo cuando estás de nueve meses, en la televisión catalana autonómica salen prostitutas explicando que están embarazadas y que su ginecóloga les ha dicho que pueden seguir ejerciendo, que no hay ningún problema. Son putas felices. Están normativizando el sexo y el mercado capitalista y patriarcal ha entrado a saco con ello. Lo que a mí me llama más la atención de todo esto es cierta similitud entre los discursos alternativos y el capitalismo más patriarcal y rancio.

¿El sexo es de izquierdas? ¿Es transgresor?

¿A usted Berlusconi le parece de izquierdas? ¿Strauss-Kahn, aunque fue del Partido Socialista, le parece de izquierdas? Son dos señores muy mayores, físicamente cero patatero y amantes de las orgías, de las adolescentes y de las prostitutas de lujo. ¿Es esto transgresor? ¿Es de izquierdas? Una parte de la izquierda está defendiendo la prostitución, que es la institución más rancia y patriarcal que existe. Hasta en el Antiguo Testamento sale un pueblo perdido por Judea, en el desierto, al que llega un extranjero y les pregunta dónde está su puta. Ellos le responden: ’somos un pueblo tan pobre que no tenemos ni una’. La prostitución es una institución inherente al patriarcado que siempre ha sido legitimada por la Iglesia con la teoría del mal menor.

¿Cuál es el mal mayor?

Que los hombres no puedan acceder a mujeres para tener placer. Reflexionemos por un instante, ¿qué tiene de transgresor ir con tu dinero a por mujeres tras escaparates?

«Es una industria»

Al final todo esto es una industria, un gran negocio.

Es una industria. Desde los años 60 hasta la actualidad no sabemos dónde está el límite porque no lo tiene. Han descubierto que hay mucho dinero no solo en el sexo como práctica, sino en seguir reproduciendo los roles y la desigualdad entre hombres y mujeres, porque también está el negocio de que ya no existe una sola bici, una goma de borrar o un estuche sino una bici para niñas, una goma de borrar para niños y un estuche para los dos. Todo esto se convierte en práctica sexual a partir de la adolescencia. El sexo es un gran vehículo para enseñar a los chicos en la adolescencia lo que es una chica y lo que se puede hacer con ella.

¿Es en este momento cuando entra en escena la pornografía?

Como la sociedad ya no puede decir que los chicos sois superiores a las chicas, ellos llegan a la adolescencia y visualizan en la pornografía que una chica no es solo su compañera de pupitre o su madre o hermana, sino un cuerpo. A través de la pornografía la sociedad les dice a esos chicos que tienen derecho a disponer de esas tías. Ellos interiorizan este mensaje. El porno tiene un poder adictivo como cualquier juego de internet, pero no es un juego. Y no solo por toda la basura que hay detrás de esta industria, sino porque a los chicos les mete a sangre y fuego el derecho a acceder a los cuerpos de las mujeres, porque al final no es otra cosa.

¿Y las chicas?

Lo primero que ven ellas en el porno son cuerpos que no son el suyo. Para empezar, aprenden que ellas están mal hechas, que sus cuerpos no dan la talla. Se habla mucho del miedo de los hombres a no dar la talla, pero en las mujeres ese miedo es enorme.

¿Por qué?

Para empezar, todas las chicas que salen en el porno tienen el vello público afeitado y eso ha tenido tanta influencia que hoy en día casi todas las chicas de trece años se afeitan porque la pornografía les ha dicho que es feo y sucio. También están las operaciones de las partes íntimas; las jóvenes se están operando no ya los pechos, sino los labios inferiores y esto es una vergüenza. Si en los años sesenta muchas mujeres confesaron que no tenían un orgasmo y no se lo pasaban tan bien como en las películas que veían, para las jóvenes de hoy la pornografía está siendo devastadora porque están fingiendo que tienen orgasmos. Es todo una mentira y una hipocresía.

¿Tienen miedo a que se conozca la verdad?

Ellas están muy expuestas a la idea de que el sexo es maravilloso, de que te tiene que pasar lo de la pornografía.

¿Los chicos y las chicas se están engañando mutuamente?

Sí, pero con una diferencia. Ellas se quedan con la sensación de humillación y ellos al fin y al cabo han disfrutado, se levantan los pantalones y sienten algo así como el efecto lexatin para dormir. Usas a la pareja como lexatin. Si hay reciprocidad no hay ningún problema porque los dos se duermen y tan felices, pero si no la hay y las chicas no se atreven a decir que esto a mí no me ha relajado, que no era lo que yo quería, se va generando un distanciamiento.

¿La pornografía tiene algo que ver en el aumento de las actitudes machistas entre los jóvenes?

Muy probablemente. La palabra guarra la utilizan hoy los jóvenes a todas horas. Yo lo hablo mucho con mis alumnas y me dicen que sí, que las avasallan, las tocan y la palabra puta no se la quita nadie de la boca en esta sociedad. Es la palabra más pronunciada entre ellos. Ahí hay algo tremendo.

Es algo que desde hace años se trata de evitar en los colegios pero no parece que dé resultado.

Se hace poco.

Se les proporciona la palabra empoderar. ¿Sirve para algo?

Esa palabra les da a las chicas argumentos para pensar que igual no son frígidas, ni puritanas ni condenables, sino que tienen que explorar lo que sienten y no tienen por qué llevar una vida sexual precipitada en la que pueden arriesgarse a un embarazo o a una infección con una persona que ni siquiera es su pareja fija.

¿Es lo que ocurre en realidad?

Hay un mandato de tener relaciones sexuales para ser guay y además la sociedad les dice que por qué no lo van a hacer si es bueno. Hay una frivolidad y una banalización del sexo que tiene como víctimas fundamentalmente a las chicas porque son ellas quienes tienen el deber y el mandato de satisfacer al otro. El deseo del otro es sagrado.

Esto me ha sonado a conservador.

Una exalumna ya de camino a los 40 años me contó un día que cuando estaba en una discoteca se fue con un chico que no se puso preservativo. Ella le dijo: ’Oye tío, de qué vas, ponte un condón’. Él le contestó: ’Ahora me lo pongo, es que como últimamente me hago veinteañeras y pasan de todo...’. Para mí esto es banalizar.

¿Ha dicho que dijo que se ’hacía veinteañeras’?

A mí me sorprendió ese lenguaje de ’oye tío’, porque lo mínimo podría haber sido que ella sintiera atracción por él, pero es que hasta lo contaba con cara de asco. Seré una anticuada, pero pienso que en una relación sexual casual tiene que haber una atracción que no permita ese tipo de conversación tan fría. Esa exalumna treintañera, alternativa, que vivía en una caravana con sus perros en la Sierra de Madrid, me transmitió que allí había mucho de humillación, aunque ella sintiera que iba por su polvo casual. Que te digan que me hago veinteañeras...

¿El romanticismo ha desaparecido?

Ya no el romanticismo, sino la atracción física.

¿Todo esto que me dice es consecuencia de la revolución sexual de los años 60?

Es consecuencia de que ha tenido una deriva patriarcal que no nos permite criticarla, porque cuando decimos que revolución sexual no es igual a mujeres desnudas en los quioscos nos responden que somos puritanas y nos callan la boca. Debemos de tener fuerza para criticar la revolución sexual en cuanto que tiene una parte muy patriarcal que hace equivaler libertad a que vayas a un quiosco y esté todo lleno de tetas de mujeres. ¿Pero por qué tiene que ser transgresor para mí, que tengo mis propias tetas, ir a un quiosco y ver tetas? Es que nos han tomado el pelo.

¿Como si toda una gran industria hubiera estado manejando durante años los hilos de una parte del feminismo?

Vamos a sospechar eso. Tenemos que aplicar la hermenéutica de la sospecha, que es lo que siempre ha hecho el feminismo, sospechar de que lo que nos decían que era una mujer no lo era, que lo que nos decían que era nuestra felicidad no lo era. Y ahora que nos dicen lo que es nuestro placer sexual, igual no lo es, es posible que nos estén tomando el pelo.

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