Xarxa Feminista PV

Adiós a los hombres

Miércoles 20 de octubre de 2021

Cristina Fallarás 18 octubre 2021 Público

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El rey Felipe VI y la reina Letizia entregan el Premio Planeta a los guionistas y escritores Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero, presentados bajo el seudónimo de Carmen Mola con la novela ’La bestia’. EFE/Quique García

Tres hombres fingen ser una mujer y conocer la violencia como una mujer para ganar dinero. Oh, qué novedad. Y sin embargo, me resulta tan brutalmente insoportable que me despido.

Este es un mundo de hombres, construido y pensado por hombres y para hombres. Así ha sido siempre. Durante toda la Historia de la Humanidad. ¿Por qué creímos algo diferente? ¿Qué nos hizo suponer que podía ser distinto? ¿Cuándo decidimos cambiar un mundo que jamás ha sido el nuestro? Y sobre todo, ¿de verdad merece la pena? A mí no.

Paso a la primera persona, ya sabéis.

Creo y creí luchar para cambiar una realidad que no es que yo considere injusta, sino que objetivamente lo es (no pasa nada, hay muchos que luchan por que siga siéndolo). He luchado, en la medida de mis posibilidades, por cambiar las cosas. Ahora debo admitirme que hay cosas que no se pueden cambiar. Podría ser una forma de avanzar y como tal la tomo. Ya está. Se acabó partirme los cuernos para nada. Este mundo violento, crudelísimo, injusto, voraz y destructor es de los hombres, siempre lo ha sido, y a ellos les gusta así. Si no, lo habrían cambiado, porque ellos sí han podido hacerlo. Han dado un bandazo a la izquierda, un bandazo a la derecha, a un extremo, a otro extremo, pero eran sus izquierdas, sus derechas y sus extremos. De hecho, el concepto mismo de "lucha política" es masculino. No muy masculino. Masculino.

Quizás podría, podríamos, pararme a pensar cómo sería mi modelo, nuestro modelo de vida, así en general y para empezar, si no perdiera todo el tiempo, todo, respondiendo a agresiones e idioteces fruto de la violencia y el infantilismo de los hombres. Ellos han marcado y marcan nuestro paso.

Aprovecho a esos tres cretinos del Planeta fingiendo a cambio de dinero ser mujer y conocer nuestras violencias para dejar por escrito que ya ha cambiado definitivamente mi forma de luchar contra el machismo. Consiste en no luchar contra el machismo. No hacerlo, sino dedicar todo ese tiempo, esa enorme cantidad de tiempo en construir. De hecho, la idea misma de "luchar contra" es profundamente macho. Hasta ahora no he tenido, no tenemos, tiempo de construir y yo quiero construir.

Esas idioteces de los chicos fingiendo ser mujer para ganar dinero, esa industria macho dándoles amparo y pagándoles, esos reyes (qué cosa idiota la idea de un rey y una reina) haciendo piña con ellos, todo eso está ligado al ejercicio de hacerse la víctima, qué vergüenza ajena dan, al ¿es que nosotros no podemos, o qué?, a ese ejercer de escolares inventando argumentos para mantener sus tristes privilegios de verdugo, su dinerito, sus puestitos, sus carguitos, sus cojoncitos. Para vosotros, "compañeros", todo eso para vosotros, os lo podéis quedar. Todo vuestro: los premios, las industrias, los reyes, los cargos, los complejos y los cojones.

No es cansancio lo mío, ni desánimo. Al contrario, son sensatez –por fin– y descubrimiento gozoso. No tengo tiempo ya para perder en esta panda de pazguatos enconados defensores de un mundo agresivo, ruin, ignorante, servil, triste y onanista. Que se lo queden.

No sé en qué momento pensé que modificarlo era una buena idea, siquiera una idea posible. ¿Cuánto tiempo llevo bailando al ritmo que dicta su proceder agresivo y pueril? ¿Cuánto podría haber construido en todo ese tiempo? ¿Por qué lo he dedicado, en cuerpo y alma, a intentar transformar un mundo que es así desde siempre, durante toda la Historia, que jamás ha sido de otra manera? A cada paso que doy, que damos, para hacer de esta sociedad un lugar menos agresivo, menos injusto, objetivamente mejor, me topo, nos topamos, con la siguiente burla, el siguiente golpe, la consiguiente agresión. ¿Por qué y para qué debería querer seguir en esto, seguir cambiando su mundo? Es un mundo de hombres y evidentemente lo quieren así. Que se lo queden. No es el mío.

Poco a poco veo cómo van apareciendo aquí y allá comunidades de mujeres de todo tipo. Son económicamente más justas, son distintas. En las comunidades de mujeres no se juega a la bolsa ni se hacen trampas con el tiempo para repartir el trabajo. Tratan de los cuidados, los alimentos, lo sano, la tierra y el futuro. Aquí y allá van juntándose mujeres para ver cómo pueden vivir mejor, y también para amar. Qué sencillo cuando vivir mejor consiste solo en no ser agredidas constantemente, consiste en apartarse. Vivir mejor no significa tener sino usar, no acumular, no especular, no convencer, ni ocupar, ni vencer. Compartir. Cuando toda tu vida ha consistido en que te roben, te engañen, se te lleven lo poco que consigues, te carguen a cambio de nada con el trabajo común, la idea de compartir no parece descabellada. Se trata de vivir, crear, ser, pensar, crecer sin la constante interrupción de los imbéciles que se ríen, los violentos que te agreden, los sumisos que se callan, los dependientes que te lloran y los alumnos que te piden aprender como cachorros.

Llevaba ya un tiempo alejándome de los hombres. Sí, de los hombres, no se escandalicen ni se rían, bobitos. O hagan lo que les dé la gana. Es una opción, así de simple. Alejarme de los hombres es mi opción. Porque ya llevo demasiados años perdiendo el tiempo por mejorar un mundo que es solo suyo y que ya he entendido no quieren cambiar. Insisto, en caso contrario lo habrían hecho. Pero es que ahora además tienen nuestro relato, no pueden disimular, hacerse los tontitos. Se acabó.

Pensé que, al dejar las redes y las relaciones sociales me estaba protegiendo. Cuál ha sido mi sorpresa al ver que, al contrario, había empezado a construir. Por fin. No a oponerme a, no a luchar contra, sino a construir con otras. ¿Qué? Para empezar, las complicidades, el diálogo y el reconocimiento que nunca se nos han permitido. Y la posibilidad de dar un paso más, pero no ya en la lucha contra el machismo, sino en la arquitectura de una forma distinta de concebir mi lugar, de decidir cómo quiero vivir mi propia vida. Qué pérdida de tiempo tantas veces, tantas vidas.

Bien, ya hemos dejado en evidencia todas las formas de violencia del mundo de los hombres. Todo, absolutamente todo, y no ha pasado nada. Ahora ya lo saben todo, por millones lo hemos contado, una a una en el #MeToo, en el #Cuéntalo. Y no ha pasado nada porque una no puede convertir un ring en una biblioteca mientras están preparando el próximo combate. Sería una idiotez, y así lo ha sido.

Siento ahora, sinceramente lo siento, que debo dar el siguiente paso, porque a cada paso le sigue otro. Me he dado ya cuenta de que los hombres defenderán los derechos de perros y monedas antes que los míos, que los de las mujeres. Ninguna elite privilegiada ha cedido un palmo, y es una idiotez haber contemplado tal posibilidad. Este es su mundo y les gusta así. Los menos malos se declaran "desconcertados". Iba a hablar de lo que es para mí, para nosotras, el desconcierto, y cómo sangra, pero de nuevo sería una pérdida de tiempo, ahora ya imperdonable.

El mundo de los hombres, este, no es mi mundo, porque así lo he decidido. Seguramente se pueden dar muchos pasos después de narrarnos una a una, pero a mí no se me ocurren. A mí, esos tres hombres del Planeta fingiendo a cambio de dinero ser una mujer y conocer nuestro dolor me han dado el último empujón. Es esto o la violencia, y la violencia es cosa vuestra, "compañeros".

Adiós.

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